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Diego Arquero Luque: “Si dicen que soy un crack, no me lo voy a creer, y si dicen que soy un imbécil, tampoco”
Edad: 31 • Ocupación: Rapero; exmiembro de la banda de música Los Buenos Modales • Señas particulares: Nació en Sevilla; no sabe cuántos tatuajes tiene; se compró una marioneta de Donald Trump gigante
Musicalmente te conocen como Arquero, ¿nunca pensaste en un nombre artístico? Antes hacía grafiti y firmaba como Dogo. Mis primeros temas los hice como Dogo. Diego, Dogo, ni idea, mi hermano me sigue llamando así. Después pasé a ser Diego Arquero y hace un tiempito, con Aguafiestas, mi primer disco formal, dije ta, Arquero solo. La gente se sorprende cuando se enteran de que es mi apellido de verdad. Lo que sí pensé para otros proyectos son algunos nombres de alter ego; Dalai Drama, Edgar Allan Flow, Papito Golosina para hacer alguna música salsa… Los tiraré algún día.
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Sos muy creativo. Sí, me encanta hacer música pero me encanta todo tipo de arte en general. Me gusta mucho la historia del arte, quién pintó qué y pensando en qué. Me encanta el cine, mis videoclips casi siempre son ideas mías. Estudié publicidad, la comunicación me parece interesante, pero siempre con la música en la cabeza como primer y último plan. Hice talleres de escritura también, para escribir relatos, ficción, cuentos cortos. Me sirvió. Me terminé dedicando a las canciones, que tienen mucho que ver con la literatura, con el oficio de escribir. Me gusta explorar, moverme. Un poco por eso me fui a Buenos Aires.
¿Pocas posibilidades acá? No solo era el mercado, el tema era todo lo que yo ya había conseguido. Tuve un techo artístico pero también como persona, en mi vida, me sentía estancado. Toda mi carrera la hice en Uruguay, yo soy de Sevilla pero si me preguntan a qué me dedico, digo que soy un rapero uruguayo, un músico de Uruguay, entonces soy muy agradecido con todo eso, pero tenía que romper con ese techo.
¿Te reconocen en la calle? Con Aguafiestas fue como un superboom, que me puse de moda por decirlo de alguna manera, y se me acercaba muchísima gente que por ahí no le interesaba otra cosa que no fuera que yo era conocido, popular. Con el tiempo se me empezó a acercar menos gente pero mucho más cariñosa, que realmente le gusta lo que hago, que me cuentan qué canciones marcaron algún momento. En Argentina también, se nota que la gente realmente me escucha y el propósito es ese, porque que te reconozcan no necesariamente es bueno y tampoco es un medidor de nada. Todos sueñan con llenar estadios, con romperla y hacerse ricos; para mí, estar dedicándome a esto y que me vaya bien era el sueño.
¿Qué herencias de España traés? De Sevilla heredé mucha música, siempre me gustaron los géneros tradicionales, el flamenco. Es desgarrador, va bien al pecho, así como el tango, la milonga. Es una de las ciudades más lindas del mundo, pero todavía tienen el pensamiento atrasado en algunas cosas. Bachillerato Artístico, que fue lo que hice acá, no existía allá. Acá hay mucha libertad para expresarse, ya sea en las palabras o en la ropa, que es otra forma de expresión. Uruguay es un país muy sensible y me gusta estar con gente que siente, que no se calla, que deja que le interpelen los sentimientos y que no sea todo una cosa tosca de las apariencias, de las poses y de dar una imagen de rudeza cuando en realidad por dentro está pasando algo totalmente distinto. Por suerte pertenezco a una generación que si bien tiene sus defectos, sabemos sentir.
Diego Arquero.jpg
Adrián Echeverriaga
¿Te gustó veranear en José Ignacio? Sí, no estaba en mi entorno pero la estuve pasando muy bien, se extrañaba el país. Me quedé en una chacra pequeña que tienen los padres de mi novia cerca de la Ruta 9. Me gusta mucho la naturaleza, aunque me batí a duelo con un murciélago y perdí, lo mostré en historias. Soy el más citadino de mi familia, que siempre vivió en el campo. También hubo mucha música este verano, todos los días iba a ver algo y además toqué en Casa Itaú. Me puse contento porque había público nuevo, y reencontrarme con la gente de Uruguay, poder dar un show gratis en un lugar que es carísimo como el Este, y que se llenara fue superlindo.
¿Alguna vez fuiste un meme? Yo subo cada historia… La vergüenza ya la perdí hace rato. Hay un sticker, una captura de una historia en un estado patético mío donde decía: “El 97% de los problemas están en tu cabeza”, y yo con cara de loco. Es gracioso además porque a mí me encanta tirar porcentajes, pero hablando en serio, debo haberlo sido más veces. Uno está expuesto. Con el tiempo vas aprendiendo a desprender al artista de Diego, la persona que está con su familia, amigos, el que no tenía tan clara esta diferencia en algún momento. Ahora yo sé separar; voy a subir lo que quiera porque entendí que la tibieza no te lleva a ningún lado, que no podés vivir cuidándote de todo, y que el humor y la picardía son muy importantes, y los comentarios al respecto ya no me van a afectar. Si un montón de gente dice que soy un crack, no me lo voy a creer tanto, y si dicen que soy un imbécil, tampoco.
Cuidás bastante cómo te vestís, tenés un estilo. ¿Qué fue lo último que compraste? Sí, pero no desde la ostentación, lo veo como una manera más de expresarme porque nunca es al azar la compra, la puesta de ropa, hay una decisión ahí, de cómo mostrarse ante el resto. Dice algo. Me gusta mucho lo estético, la moda en general. Voy a desfiles y tengo amigos que diseñan. Me traigo bastante ropa por internet y me encanta el mundo de las zapatillas, pero mi última compra no tiene nada que ver con la ropa pero quiero contarlo, es muy gracioso. Me compré una marioneta de Donald Trump, gigante, de madera, ¡que la puedo hamacar! Un día volvió mi novia a casa, me la imaginaba pensando: “¿Qué hará este cuando no estoy?”, y fue a abrir la puerta y yo estaba ahí, hamacando al muñequito de Trump.
¿Cuál es tu mayor debilidad? No soy tan seguro y me arriesgo menos de lo que me gustaría. Podría ser un poco más búnker, aguantar más palo y no flaquear antes de ponerme en lugares que puedan implicar mucho ataque, porque uno para trascender tiene que hacer jugadas riesgosas. Todos buscamos la aceptación, pero me gustaría ser más frío con Arquero como producto. Lo que pasa es que si yo tuviera una marca de ropa, algo que me encantaría hacer, hay una distancia más grande y sería medio tonto que le tiren bardo a remeras. Ahora mi producto soy yo, y todavía no he logrado separarlo tanto como para decir: voy acá y que me caguen a palos, que después van a entender. Hay gente que vive de que hablen mal de ellas, no entiendo cómo lo soportan.