Ernesto Jara tenía 22 años cuando, al volver de su trabajo, se encontró con sus padres tendidos en el living de su casa. Ambos se habían suicidado. Como no podía ser de otra manera, el trágico hecho marcó un antes y un después en su vida y en la de sus tres hermanos; el más chico tenía tan solo cuatro años. Pero “el propósito de salir adelante los cuatro juntos”, como familia, fue el motor que les dio la fuerza para no quedarse, ni agarrar por caminos equivocados, quizás más rápidos para paliar el dolor, pero no para reconstruir sus vidas. Fue un proceso largo, de altos y bajos para todos, de sostenerse mutuamente y de asumir roles fundamentales, por pequeños que fueran, para que el cuarteto pudiera salir adelante. Y así lo hicieron. Con el tiempo, incluso, Jara logró perdonar a sus padres. La búsqueda de hallar un sentido a su vida le permitió construir el concepto “de tal palo, otra astilla”. “Amo mis raíces, las reconozco y tomo lo bueno, pero tengo la capacidad de girar en otra dirección, cuando me doy cuenta de que no es por ahí”, señala a Galería.
Yo creo que sí. Es lo que intento transmitir. Yo soy otra astilla de ese palo. Es un camino muy largo, de construcción, de aprendizaje y de aceptación. Después de lo de mis padres, pasé por etapas de negación, de enojo, de tristeza, pero en algún punto necesité entender qué había pasado. Ese fue el punto de arranque y lo que me permitió empezar a transitar un camino de entendimiento y de aprendizaje. También, darme cuenta de que aún en el error, mis padres me habían enseñado algo. Dentro de todo su amor y la incapacidad que los llevó a esa situación, yo intenté aprender qué cosas sí, y obviamente hay un montón de cosas de mi crianza que son parte de quien soy hoy, y qué cosas no. Yo hablo mucho de la comunicación, que en mi casa fue un tema. Quizás también por algo generacional, de que hay ciertas cosas que no se hablan y sentimientos que no se exteriorizan. Tengo una frase que dice: “Las conversaciones difíciles nos hacen la vida más fácil”. Soy un convencido; hay charlas que te pueden cambiar la vida.
¿Sus padres se guardaron mucha cosa que no supieron exteriorizar?
Ellos tuvieron una vida sumamente complicada y no pudieron elaborar todas esas cosas. Fueron llevando la vida de la mejor manera que pudieron. Tuvieron cuatro hijos, construyeron una familia, pero a veces los problemas se van acumulando. La mochila se hace muy pesada.
¿De eso se dio cuenta después del suicidio o usted se daba cuenta que sus padres la estaban pasando mal?
Cuando un evento tan contundente sucede, no pasa de la noche a la mañana. Si sos parte de esa historia, lo vas viendo. Lo que pasa es que llega un punto que es como una película: nunca pensás que te va a pasar. Yo siempre fui muy curioso de las cosas del ser. Desde chico me preguntaba porque nací acá, en este lugar, en esta familia. Cuando pasa lo de mis padres, esas interrogantes se multiplicaron: la vida no puede ser esto, el propósito tiene que estar en otro lado. A partir de eso, empecé a construir ese concepto “de tal palo, otra astilla”. Amo mis raíces, las reconozco y tomo lo bueno, pero tengo que tener la capacidad de girar en otra dirección, cuando me doy cuenta de que no es por ahí. Aquí se trata un poco de responsabilidad también.
¿Por qué?
Una vez vi un grafiti que me encantó, que decía: “Una cosa es darse cuenta y otra cosa es hacerse cargo”. Cuando algo te sucede y vos sos consciente, ya no te podés hacer el tonto. O te podés hacer el tonto consciente, es decir, dejarlo pasar o reconocer tu incapacidad de resolución en ese momento, porque no tenés la energía, la fuerza o el ánimo. Requiere mucha fuerza, voluntad e inteligencia.
En esa búsqueda sobre el sentido de la vida, ¿cuál fue la razón que encontró para salir adelante?
El propósito de que saliéramos adelante los cuatro hermanos. Ayudar a otros es una fuerza motora muy poderosa.
Hay gente que se levanta todos los días con el motor de darle una mano a alguien, hay gente que labura en voluntariado, en comedores, un montón de cosas. Personas que laburan en un lugar que no les gusta, pero tienen que pagar la educación de sus hijos. Cabía la posibilidad de que cualquiera de los cuatro agarrara para cualquier lado, por ejemplo, las adicciones, para paliar ese dolor. También la posibilidad de que alguno dijera: “Ustedes hagan lo que quieran, yo voy a hacer la mía”. Hay una frase de Einstein que dice: “La fuerza sin amor es energía desperdiciada”. Frase que obviamente no conocíamos en aquel momento. Hay gente que se levanta todos los días con el motor de darle una mano a alguien, hay gente que labura en voluntariado, en comedores, un montón de cosas. Personas que laburan en un lugar que no les gusta, pero tienen que pagar la educación de sus hijos. Cabía la posibilidad de que cualquiera de los cuatro agarrara para cualquier lado, por ejemplo, las adicciones, para paliar ese dolor. También la posibilidad de que alguno dijera: “Ustedes hagan lo que quieran, yo voy a hacer la mía”. Hay una frase de Einstein que dice: “La fuerza sin amor es energía desperdiciada”. Frase que obviamente no conocíamos en aquel momento.
¿El tomar esa actitud fue algo conversado entre los cuatro?
Claro, nosotros fuimos un equipo. Hoy puedo pararme ante la gente y plantear, llamémosle, una historia de éxito o que puede inspirar a otros, porque los cuatros pudimos salir adelante. Si alguno hubiera quedado en el camino, no creo que lo hubiese sentido como un éxito.
¿Qué implicó para cada uno tomar esa actitud?
Cada uno ocupó su lugar y asumió su rol. Santiago tenía cuatro años y yo, que era el mayor, le decía: ‘Santi, yo te dejo en la escuela y lo que necesito es que cuando vuelva a buscarte, vos estés en la escuela. Que la maestra no me diga: ‘Se fue con sus amiguitos, se escaparon de la escuela’’. Esa era su responsabilidad para salir juntos adelante. Por supuesto que cada uno tuvo sus caídas y levantadas. Al principio, uno se ponía el traje de hay que salir y otro se caía, pero después ese que al principio había podido sostener, tenía su momento de duelo y no podía seguir, entonces, aparecía otro y lo sostenía.
¿Alguna vez sintió que por ser el hermano mayor asumió un rol paterno?
Es muy difícil no cargar con la responsabilidad, siendo que era el más grande. Pero no sé si ponerlo en términos de “paterno”, en el sentido de que por obvias razones no estábamos en igualdad de condiciones. Santiago y yo no éramos pares. Las decisiones las tenía que tomar yo o eventualmente mis hermanas. Por ejemplo, yo trabajaba y una de mis hermanas también, los menores no. Entonces, también había roles de sostén económico y roles que tenían que ver con las etapas de la vida.
Un día yo estaba pensando en mi propia vida, en mi carrera profesional, en mi sexualidad y relaciones de pareja y, de repente, al otro día tenía que estar pensando qué les estaba pasando a mis hermanos respecto a todo eso, una tarea que hasta ese momento era de mis padres. Me encontré con esa situación, donde querés ayudar y participar, pero al mismo tiempo sabés que no tenés 100% el derecho de marcar la cancha. Es como un rol medio difuso. Por eso, yo digo que hicimos un equipo, porque no lo pudimos hacer desde la autoridad.
¿A sus padres los pudo perdonar?
Sí. Los entendí y los perdoné.
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Ernesto Jara considera que los orígenes y la familia pueden no condicionar el futuro de una persona
Mauricio Rodríguez
¿Cómo fue ese proceso?
Para mí, fueron dos personas maravillosas. Los recuerdo con mucho amor. Si bien, para mí, fue incomprensible (lo que hicieron), no creo que nada de esto haya pasado desde el egoísmo, sino que fue desde la incapacidad. Se ve que en un momento la realidad los superó y no lo pudieron manejar. Obviamente, encontraron la peor puerta de escape. Hay gente que me pregunta: “¿Y no pensaron en sus hijos?”. Y yo les digo: “No, porque si lo piensan, no lo hacen”. Todo indica que no estaban en una situación de claridad para darse cuenta de lo que estaban haciendo y las consecuencias que generarían. Mis padres fueron toda la vida personas de laburo, que hicieron mil sacrificios por nosotros, padres realmente abnegados. Entonces, es totalmente contradictorio pensar que se les haya cruzado por la cabeza en ese momento que con esa decisión podrían arruinar la vida de sus hijos. Hasta el hecho fortuito de que no tenían soporte familiar les jugó en contra. Quizás si hubieran tenido ese soporte, hubieran podido recurrir a sus familiares y hubieran tenido otra contención.
Me decía que usted reconoce muchas cosas buenas que le dejaron sus padres. ¿Cuáles, por ejemplo?
El concepto del esfuerzo, de lealtad, de saber que las cosas no se construyen de un día para el otro, de pensar, ¡mirá qué loco esto!, que hay un otro al lado mío. Nos hablaban del concepto de hermanos y de la importancia de que si uno se cae, el otro tiene que estar ahí para dar una mano. Son todos temas que suelen salir en mis charlas porque, por lo general, son audiencias muy jóvenes, acostumbradas a lo instantáneo, lo que puede generar frustraciones. Yo, que vengo del mundo de la empresa, me encuentro con chicos que entran a trabajar y en seis meses quieren ser jefes o gerentes. No son conscientes de que para eso hay un camino que recorrer, entonces se frustran. Creo que la responsabilidad de los más grandes es tratar de transmitir que si bien vivimos en una época de inmediatez, las cosas realmente importantes siguen implicando tiempo y esfuerzo: construir una familia, hacer una carrera profesional. Son cosas de largo aliento, que no conseguís con aplicaciones.
¿Cuándo y cómo se dio cuenta de que quería utilizar su historia para ayudar a los demás?
Fue una conjunción de tres cosas que se alinearon. Antes del suceso de mis padres estudié Comunicación. Después, seguí con el que en su momento era mi trabajo y que se convirtió en mi carrera. Toda la vida trabajé en lo mismo, en comercio exterior, pero siempre me gustó mucho la comunicación. El tener una historia con valor para compartir y el poder ayudar a los demás fue lo que me empujó. Empecé con la idea de escribir un libro, pero en ese momento estaban en auge las charlas TED y me di cuenta de que tenía todo el material para armar la mía. La armé y empecé a compartir y promover entre mis contactos a nivel empresarial. Así empecé.
Yo quería que mi charla le dejara algo al público y, la verdad, me ha superado con creces. El impacto me supera a mí mismo. Me dí cuenta de que la magia principal tiene que ver con que yo hablo de mí, pero el objetivo es que cada uno se escuche a sí mismo. En algún momento, todos pasamos por alguna situación en la que estamos intentando salir adelante.
Tiene dos hijos. ¿Qué les quiere enseñar y cómo maneja su historia con ellos?
Todavía son chicos, tienen 10 y 11 años. Sí, hemos hablado de que sus abuelos son fallecidos, pero no en detalle de cuáles fueron las circunstancias. Para mí, también es un tema de cómo presentarles la situación. Si bien yo pude haber perdonado a mis padres, también me interesa transmitirles que lo que hicieron los abuelos no es una opción. Dejarles claro que fue una decisión equivocada. Todo esto que te estoy contando y de lo que hablo en mis charlas es sobre lo que baso mi relación con ellos, en la libertad y la comunicación. Así como les pregunto cómo les fue en la escuela, o qué piensan de tal cosa, también siempre les pregunto cómo se sienten respecto a tal situación. Para mí, el sentir termina siendo la verdadera expresión de lo que está pasando cada uno.