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Pat Metheny, nombre mayor de la guitarra en el jazz, vuelve a Montevideo en setiembre
Es la tercera visita a Uruguay del virtuoso músico de jazz; la primera de ellas, en 1996, fue opacada por un sonido muy malo pero compensada con una canción
En 1996 Uruguay no era una escala codiciada en las giras de los artistas internacionales más convocantes. Se podían contar con los dedos de una mano los que por entonces habían bajado hasta esta tierra: Bob Dylan, Eric Clapton, Rod Stewart, Sting (que vino poco menos que a probar sonido), Brian May (solo), Van Halen, Roxette (en la cresta de la ola, algo rarísimo), Iron Maiden (de rebote). Por eso, cuando se programó la primera visita de Pat Metheny, el 30 de abril, todo el mundo paró la oreja.
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El estadounidense Pat Metheny, nacido en el estado de Missouri en agosto de 1954, era un groso en serio. Es para la guitarra de jazz lo que en el bajo fue Jaco Pastorius o en la trompeta Miles Davis; por fuera del género, es como un Jimi Hendrix jazzero, alguien que llegó y cambió todo lo que se había hecho hasta ese momento. Antes de los 20 años ya era profesor de la Berklee College of Music y le daba clases a Al Di Meola. Su formación “clásica” (dentro del jazz) y su inquietud por innovar le permitieron formar un nombre propio. Más allá de sus discos (más de 50), de sus propuestas (solista, dúo, trío, cuarteto, en banda) y de sus premios (20 Grammy en 10 categorías distintas, algo único), forma parte de ese selecto grupo de músicos de jazz que al menos le suenan al gran público, que no son solo para consumo de una elite melómana. Vamos, que por esta parte del mundo había resonado cuando Pedro Aznar dejó Serú Girán en 1982 para ser parte del Pat Metheny Group.
Quizá por eso, porque venía un monstruo (lo era en 1996 y lo es hoy) y porque los monstruos no solían asomar la nariz por acá, es que se agotaron las localidades en el que posiblemente fuera el peor lugar de la Tierra para disfrutarlo. La manga sudamericana de su gira iniciaba con cinco noches en prestigiosos teatros de Brasil y culminaba con dos noches en el Gran Rex de Buenos Aires. Que en el medio a alguien se le ocurriera que era una buena idea que tocara en el Palacio Peñarol de Montevideo debería estar en algún lado destacado de la antología del disparate. La nefasta acústica de ese recinto (que ya habían padecido los Ramones en 1994) hizo que lo que debía haber sido un deleite fue una tortura: fue imposible para los aproximadamente 5.000 asistentes apreciar qué tocaba él o los músicos de su banda (el tecladista Lyle Mays, el bajista Steve Rodby, el baterista Paul Wertico o el percusionista Armando Marçal, cualquiera de ellos fuera de serie).
Pero la devoción tuvo premio. No se sabe qué tanto maldijo Metheny la miserable sonoridad de ese templo pagano por calle Magallanes, pero quedó tan bellamente impresionado por el fervor del público que cuando en mayo de 1996 (o sea, días después) volvió a meterse en un estudio para grabar Quartet, entre él, Rodby, Mays y Wertico dieron forma a los casi tres minutos de Montevideo. Esta delicia sonora, con reminiscencias candomberas ocultas bajo una fusión tan suya, vio la luz en noviembre de ese año. Probablemente lo hayan impresionado el fervor y la magnitud de la afluencia, pues Metheny es de esos muy escasos músicos de jazz que además de ser buenos son mínimamente conocidos; y él tiene tres discos de oro, lo que en este palo musical es una proeza.
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Aunque se tomó su tiempo, el amor fue más fuerte que el mal sonido del Palacio Peñarol. Metheny volvió a Montevideo el 6 de octubre de 2022, cuando se presentó en el Auditorio del Sodre. Ahora convencido de que en este punto lejano del sur hay lugares que suenan como la gente, el músico y su banda tocarán en el Teatro Solís el 9 de setiembre, en el marco de su gira Dream Box/MoonDial, sus discos editados en 2023 y 2024 respectivamente, solo con su alma y su guitarra barítono. Y esta vez, según indica la web del Solís, la uruguaya será una de sus pocas actuaciones en la región.
Beatles y Miles
“Es difícil ser músico. Es duro ser un buen músico. En varios aspectos, es una de las cosas más difíciles que uno puede elegir hacer en la vida”, dijo en una entrevista al diario argentino Clarín en 2021, cuando estaba por empezar una gira por Sudamérica que finalmente resultó pospuesta por la pandemia del Covid-19. “Pero, por otro lado, yo aprendí todo a través de la música. Cuando comencé a tocar, no hacía ninguna otra cosa. Esquivaba la escuela. En muchos aspectos, se podría decir que era un iletrado. Pero también puedo decir que aprendí matemáticas, ciencias, historia y todo lo demás a través de la música”.
Nacido en Lee’s Summit, una localidad de menos de 100.000 habitantes, Metheny nació en una familia de músicos. Tocaba la trompeta desde los ocho años como lo habían hecho su hermano mayor Mike, su padre y su abuelo, pero —según sus propias palabras— nadie parecía dar demasiado por él.
Y entonces aparecieron ellos, The Beatles, a quien luego homenajearía en exquisitas versiones de And I Love Her o Here, There And Everywhere. Él mismo narró en una aparición en Wham-TV en 2023 cómo los descubrió, cuando todavía no había cumplido 10 años, en febrero de 1964: “Por ese momento, The Beatles aparecieron en (el programa de televisión) The Ed Sullivan Show. Y como otro billón de personas, dejé de ver la guitarra eléctrica como solo un instrumento, sino una completa representación icónica de que el mundo estaba por cambiar. Y así fue que comenzó mi atracción por la guitarra”.
En 2013, Pat Metheny gano su Grammy numero 20, en este caso a Mejor álbum instrumental de jazz por Unity Band
El otro manantial en el que abrevó fue, cuando curiosamente ya se había pasado de la trompeta a la guitarra, Miles Davies. Si se tiene talento, y vaya si él lo tenía, de la mezcla creativa de uno y otro solo pueden salir cosas buenas. A los 15 años Pat ya se mezclaba con los mejores músicos del circuito de jazz de Kansas City. Con el tiempo ya podía decir que había compartido grabaciones y escenarios con Ron Carter, Jaco Pastorious, Charlie Haden, Pino Daniele, Milton Nascimento, Ornette Coleman, John Scofield, Jim Hall, Carlos Santana, David Bowie, Antonio Carlos Jobim y Joni Mitchell. Sin embargo, fue su asociación con Lyle Mays, con quien fundó el Pat Metheny Group y cocompuso la mayoría de sus canciones, su aparcería más duradera (unos 30 años) y exitosa. Este último falleció en 2020.
Una anécdota que lo vincula a Uruguay tiene como protagonistas a Hugo Fattoruso y a su hijo Francisco, allá por la década de 1980. “Me acuerdo que una vez, de chico, papá me llevó a Nueva York con él, que estaba tocando con Milton Nascimento. Tocó también Ron Carter en el contrabajo y estaba Pat Metheny. Y yo le pedí una púa a Pat Metheny, ¡y no sabía quién era, solo quería una púa!”, contó Francisco —que es ahijado de Milton— a Galería en 2019.
La característica fundamental de su música, ante todo, se basa en su increíble capacidad para improvisar. Según sus propias palabras en 2004 a la revista Jazz Improvisation (valga la redundancia), eso y el rechazo a encorsetarse en estructuras ya establecidas, fue fruto de la necesidad: “Mi impulso para empezar a escribir música surgió de la imposibilidad de encontrar en las melodías estándar, las formas de blues, las melodías modernas de la época, vehículos que me permitieran profundizar plenamente en las cosas que me interesaban como improvisador. Tuve que empezar a escribir melodías para poder tocar como quería. Fue una decisión muy práctica y pragmática. Tengo que tocar de esta manera. Quiero poder tocar en tríadas. Me encanta el sonido de tres notas, que son los acordes básicos (...). Una vez que me adentré en la idea de que puedes escribir una melodía y esta crea todo un ambiente sonoro para que la improvisación y un ambiente armónico se desarrollen, me volví loco”.
Esa locura —que en el estante de sus admirados guarda en un rincón a Astor Piazzola— vuelve a Uruguay en setiembre.