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    Patricia González: la idea de que el feminismo “se pasó de rosca” está “en todos lados”, también en el Frente Amplio

    La politóloga, que renunció a la Comisión de Género de la fuerza política, cree que el Presupuesto del gobierno muestra que el género no es prioridad.

    Esta semana Patricia González renunció a la Comisión de Género y Feminismo del Frente Amplio (FA), que presidía desde que se creó en 2022, con la llegada de Fernando Pereira a la presidencia de la fuerza política. Su paso al costado es producto del cansancio, dice en entrevista con Búsqueda, porque formar parte de la orgánica del FA como feminista implica “incomodar” y estar “siempre remando contracorriente”. Cree que hoy llegó el momento de que ese lugar lo ocupe otra con “energía nueva”.

    Destaca como avances que se reformó el estatuto del Frente Amplio, se elaboró un nuevo protocolo sobre violencia de género, se instalaron comisiones de Género en todo el país y se incorporaron cuidados para niños en los espacios de militancia. Y sobre todo, las feministas encontraron un lugar donde militar dentro de la orgánica, dice.

    Pero también hay debes, “dolor”, y “sabores amargos”, como lo que dejó el proceso de la denuncia de la exdiputada Martina Casás contra el exdiputado Gustavo Olmos (hoy fallecido). Confía, no obstante, en que la fuerza política está ahora mejor preparada para lidiar con situaciones semejantes y dice que la “desvela” el pensar cómo habilitar el regreso de las personas a la vida política: “Si uno no cree en la pena de muerte, debería pensar que todo el mundo tiene posibilidad de reformularse”.

    González cree que el backlash global contra los avances de las mujeres también impacta en Uruguay y en el propio Frente Amplio: “En todos lados piensan que nos pasamos de rosca”, dice. Aunque no lo ve así, cree que el feminismo tiene que repensar su agenda en un contexto de “mucho retroceso”.

    Comparte las críticas que hacen al gobierno desde los colectivos feministas por no priorizar las políticas de género en el Presupuesto que envió al Legislativo: “las prioridades se ven en los presupuestos”. Y dice que es labor del partido exigir más al gobierno.

    González no tiene resuelto desde qué espacio seguirá militando. Mientras, está construyendo un grupo con quienes a principios de 2024 abandonaron, junto a ella, el sector Ir, que forma parte de la alianza El Abrazo, liderada por la actual ministra de Salud Cristina Lustemberg. Dice que se fue por “varias diferencias” y marca distancias políticas con la actual jerarca: “A algunos liderazgos les cuesta eso de compartir y de construir con otros”. Además, profundiza en la crítica que hizo días atrás en redes sociales a la campaña de Lustemberg sobre la ley de Garantías para la Primera Infancia: la norma no resuelve “nada, en absoluto”.

    —¿Por qué renunció?

    —Porque estoy cansada. Integrar la estructura orgánica para el feminismo es una cosa costosa, porque el desafío es cuánto te adaptás y cuánto te movés, cuánto aceptás y cuánto incomodás. Es un equilibrio fino. Integrar desde una perspectiva feminista una organización estructurada y jerárquica requiere siempre estar remando contracorriente. Y eso requiere tener mucha paciencia pedagógica y de proceso. No lográs instalar cosas en veinticuatro horas. Todo lleva tiempo. Nosotras hicimos eso durante mucho tiempo y te cansa. Y te tocan cosas gruesas. Creo que no son lugares para estar mucho tiempo. Tiene que venir alguien con una energía nueva.

    —¿Cómo tomó Pereira su decisión?

    —Es algo que veníamos conversando hace rato. Se lo había planteado a principios de año, la primera vez me dijo que no. La segunda, me dijo: vamos a buscarle la vuelta. Y la tercera, le dije: no puedo más.

    —¿Por qué ahora? Justo cuando el Frente Amplio es gobierno y puede tener más posibilidad de incidir en las políticas públicas...

    —La construcción de partido tiene que ver con la construcción de las ideas. Es la disputa entre el mundo del hacer y el mundo de las ideas. Mientras los gobiernos operan dentro del marco de lo posible y hacen lo posible, los partidos tienen que llevar la vara cada vez más lejos. En el marco de las ideas y el pensamiento, vos incidís siendo gobierno o no siendo gobierno. ¿Tenés un rol distinto? Sí. De hecho, parte de la evaluación que hicimos el martes en la Mesa Política, y creo que es lo que hay que hacer ahora, es trabajar mucho más en la articulación entre el partido, el Parlamento y el Poder Ejecutivo. El partido tiene un rol interesante ahí para cumplir, en cómo se van ordenando las agendas de todo lo que pusimos en el programa. Por eso me voy, porque creo que para eso hay que tener mucha energía.

    —¿Desde el Frente Amplio hay que subirle la vara al gobierno, recordarle el programa?

    —Sí, pero en el buen sentido. El partido tiene que tensionarte a que puedas un poquito más. Creo que ese es el mejor rol que tienen los partidos, no solo defender los gobiernos. Por supuesto que el gobierno es nuestro gobierno, yo sigo siendo frenteamplista. Pero sí me parece que la fase que viene es una más de fortalecimiento de la coordinación institucional. Y creo que tiene que venir alguien que tenga mejores capacidades para eso. Además, soy feminista y estoy convencida de que las personas se tienen que mover y tienen que venir otras. Yo hice mi aporte, con aciertos y errores. Es tiempo de que venga otra que aporte otras cosas.

    —¿Se conversó sobre quién puede sucederla?

    —No lo sé. Es una decisión que tiene que tomar el presidente de la fuerza política. Sigo siendo parte de su apoyo. Asumí con él una responsabilidad y sostengo ese compromiso.

    —¿Va a seguir participando en la comisión? ¿O va a ocupar otro rol en la orgánica?

    —De momento, voy a seguir militando. No sé dónde ni en qué espacio. No está resuelto. No me siento alejada. Me puedo enojar con el Frente, con las resoluciones, con las declaraciones. O con las no declaraciones. Muchas veces y todos los días de mi vida. Pero creo en la unidad de la izquierda. Creo que uno tiene que moverse de su postura para poder construir con los otros. Soy feminista, imaginate si me ha pasado que no me gusten las cosas que pasan. Pero eso no necesariamente me aleja. Sí tuve siempre esa cosa más orejana, de andar más en los bordes. Soy incómoda.

    —¿Qué avances destaca de estos años?

    —Reformamos el Estatuto del Frente, que no se reformaba desde el 71. Armamos un protocolo sobre violencia que está terminado y que el Frente solo tiene que aprobar, que tiene una reformulación hacia lo no punitivo, como la formación. Y el hito más importante fue el Encuentro Nacional de Feminismos en 2023. Metimos a 2.000 mujeres de todo el país con todo el feminismo discutiendo en un documento que quedó muy potente, tocando todos los temas, que fue un insumo fundamental para el programa. Y además, lo decía Fernando en el cierre de la Mesa: una cosa que nos dimos cuenta es que las mujeres votaron mucho más al Frente Amplio que los hombres. Si bien es un fenómeno global, creo que la movilización feminista contribuyó a la victoria. Trabajamos siempre con la línea de contribuir a la victoria, pero tensionando, incomodando. Y claramente incomodamos. En materia de infancias y cuidados, hicimos el rincón infantil del Frente Amplio y se incorporó que en todos los actos tiene que haber espacios para niños. Y se armó una estructura nacional, con comisiones de género en todos los departamentos, y hay un montón de compañeras por todos lados militando con perspectiva feminista a la orgánica. Ese era el objetivo que teníamos, que tu militancia feminista tuviera un espacio dentro de la fuerza política.

    —El nuevo protocolo para situaciones de violencia de género ¿amplía su aplicación al ámbito privado?

    —Sí, esa es la discusión que hay que dar. El protocolo llevó un año, con una reunión semanal con delegados del Secretariado. No es que lo hicimos las feministas solas. Estuvieron buenísimos los debates, aprendí muchísimo. Es un proceso que tiene la oscuridad de los dolores de los casos. Que son terribles y que te impactan, personal y políticamente. Eso es lo más costoso para las responsabilidades feministas. Pero creo que en lo normativo interno avanzamos muchísimo.

    —¿Cuándo se va a someter a aprobación?

    —No sé. Fue un proceso político largo, de pasarlo a las bases, que circulara entre los sectores, recién ahora quedó pronto. Todo eso lleva tiempo. Hay discusiones que son difíciles de dar. Y, sobre todo, cuando tenés casos vigentes, muy abiertos, porque se ponen en juego otras cosas. Creo que este sería un buen momento. A un tiempo prudencial del Congreso del Frente Amplio y de las elecciones.

    —¿Qué cosas quedaron en el debe?

    —La formación política en género y salir a dar talleres al interior. También es un debe la aprobación del protocolo, pero creo que tiene que ver con el tiempo del proceso. Yo creería que se va a aprobar. Y los sabores amargos que siempre quedan en estos procesos. No lo lloro porque asumir este tipo de responsabilidades requiere que haya cosas que sean genuinamente difíciles de hacer. Y la aprobación de los protocolos es algo genuinamente difícil, en todos lados. Los temas de violencia y acoso son los que tienen más prensa, los que te tensionan más, los que te someten a mayores amarguras, los que generan más desafíos y más tensiones en las estructuras. Y que hay siempre lastimaduras concretas en personas. Sí creo que en la medida en que uno va dando debates y discusiones va avanzando en la conversación.

    —Es inevitable no asociar sus palabras al caso de la denuncia por acoso de Casás contra Olmos, que fue muy mediático y complejo para la fuerza política. ¿Cree que ese proceso contribuyó a avanzar en la conversación o las heridas que provocó dejaron mayores distancias?

    —Es difícil hablar de ese caso. Siempre he intentado ser muy respetuosa de las personas. No sé si se transitó bien o mal. Claramente dejó en evidencia diferencias de criterios que tenemos entre compañeras y compañeros en temas que son muy dolorosos, y que es muy difícil no lastimar a los otros con tu opinión política. Creo que hubo muchos heridos. Es medio contrafáctico pensar si las cosas podrían haber sido de otra forma. Como se dieron fue muy doloroso y todavía queda en un lugar muy doloroso. Siempre intenté, incluso mientras estaba sucediendo todo, hablar políticamente y seguiré intentando eso. Tenemos que pensar políticamente los movimientos que necesitamos hacer para transitar los vínculos humanos desde una perspectiva distinta, saludable.

    —¿Si se da en el futuro una situación similar, la fuerza política está más preparada para lidiar con eso?

    —Sí. Siempre que te pasan cosas inesperadas y graves te hacen aprender. ¿Quiere decir que lo vas a resolver mejor? No sé. A mí lo que más me desvela de esos procesos es pensar el regreso de las personas a la vida política. Uno tiene que poder reconocer sus errores. También creo que perdonar es importante, para una misma. Tenés que entender qué hiciste mal, en qué se lastimó el otro. Si te lastimo, tengo que hacerme preguntas. Porque uno vive en sociedad. Estamos en un punto donde esos debates están abiertos, desde la perspectiva de la ética, de la política. El feminismo argentino tiene una discusión muy abierta en relación con eso. El feminismo uruguayo también, aunque lo discutimos menos, tenemos una diferencia entre las que creen que hay gente que tiene que desaparecer del espacio público y otras que no. Si uno no cree en la pena de muerte, debería pensar que todo el mundo tiene posibilidad de reformularse. Es difícil porque hay poca habilitación al estudio de las masculinidades, porque ahí se abre un frente complejo con el feminismo. Pero yo creo que viene por ahí la cosa.

    —Decía que militar en espacios orgánicos siendo feminista es siempre remar contracorriente. ¿Por qué pasa eso en una fuerza de izquierda antipatriarcal?

    —Porque tensiona la vivencia. Vas a algo muy profundo de las creencias de los otros. No hay que ser feminista para ser frenteamplista. Entonces no todos los frenteamplistas son feministas. Cuando salís y te ponés a hablar con la gente, no somos las grandes mayorías las feministas. La izquierda es una gran mayoría. Y tiene tensiones con el discurso del feminismo. Y está bien eso, al feminismo le hace bien. La clase también tensiona al feminismo y a los discursos sobre lo que es importante o no es importante.

    —El backlash a los avances feministas que se está dando a escala global, sobre todo en países como Estados Unidos o Argentina, ¿también impacta en Uruguay? ¿Y en el Frente Amplio?

    —Sí, en todos lados. Es un péndulo. Tengo una visión terrible de lo que está pasando en otros países. Sí creo que cada momento te da posibilidades de hacer unas cosas u otras. Y este es un buen momento para hacer análisis y para pensar. ¿Cuáles son los desafíos de los feminismos de esta época? ¿Cuáles son las nuevas agendas que se ponen arriba de la mesa? Yo era feminista antes de la ola, seguiré siendo feminista después de la ola. ¿Estamos en un momento de retroceso de la manera en la que están los otros países? No. ¿En el discurso general hay un planteo sobre que nos pasamos de rosca? Sí, claro. Acá también. ¿Dentro del Frente? También, por supuesto. En todos lados piensan que nos pasamos de rosca. ¿Yo pienso eso? No. Lo que pasa es que se recrudecen los crímenes contra las mujeres y los niños. Nos dimos cuenta de eso en estos últimos días, ¿no? Y escuchamos ahora: “¡ay, qué terrible esto que pasa!”. Claro, era eso lo que estábamos diciendo nosotras. Estamos viviendo en un momento de mucho retroceso y tenemos que replantearnos, no si nos pasamos de rosca, pero cómo seguimos para adelante y cuáles son nuestras propias limitaciones, las del feminismo.

    —Las feministas le reclaman al gobierno que no les da prioridad a los temas de género y violencia en el Presupuesto. ¿Este es un gobierno que está priorizando las políticas de género?

    —Creo que las prioridades se ven en los presupuestos. Cuando cierre este Presupuesto y veamos cuántos juzgados especializados, cuántos servicios para hombres, cuántos servicios de atención a mujeres y cuánta prioridad, tanto en el Poder Judicial como en el Poder Ejecutivo, pasan a tener los temas de género, vamos a tener un saldo de cuán importante es para este gobierno el tema. Están bien las declaraciones de los políticos, pero lo que tienen que hacer es asignar recursos y pensar estrategias de política pública. El presupuesto va a ser insuficiente siempre, yo lo acepto. Tendría que haber una cuadruplicación presupuestal para que yo crea que es suficiente. Pero quiero ver la transformación. Del modelo, del sistema. No es solo crear juzgados especializados. Es rediscutir la protección a las mujeres, es repensar los sistemas de trabajo con los hombres. La jerarquización presupuestal en este tema y en todos es el mejor indicador de cuánto te importan los temas. Leyes sin presupuesto hace cualquiera.

    —Si la importancia que se da a un tema se mide por el presupuesto, a juzgar por el proyecto que envió el gobierno y el que salió de Diputados, los temas de género no son una prioridad.

    —Veamos qué pasa en el Senado.

    —El Instituto Nacional de las Mujeres no se jerarquizó ni obtuvo un aumento de recursos significativos, como se planteaba en el programa.

    —Creo que el Inmujeres tiene que tener un rango jerárquico superior. Defendí eso, lo planteé en el Congreso y perdimos. Además, el gobierno siempre puede hacer más de lo que propone la fuerza política y definió no hacerlo. Eso es una decisión política. No tengo claro si va a pasar o no, pero en este Presupuesto, por lo menos, no va a haber una jerarquización del Inmujeres.

    —A principios de 2024 se fue del Ir, sector del que fue fundadora, ¿por qué?

    —Porque tenía diferencias políticas que cada vez son más claras. Creo que nuestras organizaciones tenían que tener otro rol. Un poco más de borde, de buscar votos más jóvenes. Y que eso implicaba otras estrategias. Y claramente en eso no teníamos acuerdo. No tenía que ver solo con qué candidatura apoyábamos (Yamandú Orsi o Carolina Cosse). Renuncié cuando estábamos definiendo los lugares en la lista y yo sentía que no podía representar la organización que se estaba forjando, y que era justo que lo representara alguien que pudiera responder a eso. Veníamos de diferencias en la forma de hacer política. Y de lo que nos imaginábamos de la política. Tal vez algunos de nosotros seamos menos pragmáticos y más idealistas. También teníamos diferencias importantes con algunas agendas y temas, en particular con las agendas feministas. Tengo una visión de la política menos orientada a los cargos. Creo que los cargos suman si uno tiene un proyecto político.

    —¿Está trabajando en un proyecto político nuevo?

    —No creo en los grupos de personas. En parte también me pasó eso. No estoy dispuesta a integrar el grupo de alguien. Y no quiero que nadie arme un grupo para mí. No creo en la política así. Siempre construí más en organizaciones. Y estamos, sí, desde entonces y hasta ahora seguimos armando grupo. Nosotros nunca dejamos de militar. El bloque que nos fuimos del Ir seguimos militando juntos. Estamos caminando. Suave, sin apuro, con la expectativa de caminar lejos.

    —¿No se necesitan liderazgos en política?

    —Las organizaciones son organizaciones porque se componen por un montón de personas con características y liderazgos distintos. Creo que a veces a algunos liderazgos les cuesta eso de compartir y de construir con otros. Suelo estar más cómoda en los liderazgos compartidos y colectivos.

    —Días atrás publicó en redes que era “pose electoral” el discurso de que con “una ley se resolvía el problema de las infancias”, según informó El Observador, en referencia a la ley impulsada por Cristina Lustemberg.

    —Fue una de las diferencias más importantes que tuvimos. Sobre lo que se dijo que era capaz de hacer esa ley. El problema de la pobreza en las infancias es el empobrecimiento de las madres y de las mujeres. El problema del empobrecimiento de las mujeres no se resuelve sin plata. Tampoco creo que todos los partidos estemos de acuerdo en que la pobreza de las personas se resuelve de una misma manera. Haciendo una ley para monitorear la forma del gasto, ¿contribuís? Seguramente contribuyas en algo. ¿Resolvés? No, nada, en absoluto. Y me parece que una de las cosas que dice es responsable. Si uno se pone al hombro un tema, después tiene que tratar de hacer política para que eso cambie. Hay que pensar desde dónde se rectoriza, cómo se construye, cuáles son los cambios.

    —¿La creación de un comisionado para la infancia que promueve la senadora Blanca Rodríguez le parece una buena idea?

    —¿Se va a poner plata? Parece que es revolucionario lo que estoy diciendo, pero es obvio. Ninguna persona va a dejar de ser pobre si el Estado no invierte. Y si el Estado no tiene plata y no cobra impuestos y no recauda más, no puede redistribuir. ¿Cuáles van a ser las estrategias del Estado para intentar mejorar la vida de las infancias en el mediano plazo? Esa es la pregunta. Podemos hacer 60 millones de leyes. Ahora, hay que poner plata. No hay ninguna estrategia sin plata. Y está mal decir lo contrario. Está mal decir que organizando lo que hay se logra cambiarle la vida a la gente. En este tema, no. ¿Qué vamos a hacer con los gurises institucionalizados? ¿Cuál es la propuesta política seria? Una ley que monitoree dónde se va la plata, no. Yo no discuto a favor o en contra de las personas. Solo estoy preguntando si aplicando esas recetas se va a llegar a un puerto al que queremos llegar todos. Hay sobrada evidencia de que no es así. Si tengo que pensar lo mismo que piensan los líderes...

    —Más allá de las críticas a la ley, parece que tiene una diferencia con el liderazgo de Lustemberg…

    —No tengo problemas personales. En política lo que importa y lo que es significativo son las diferencias políticas. Y poder tener discusiones sobre eso. Y creo que sobre ese tema nos ha costado dar la discusión. Tengo una forma de ejercer el liderazgo y tengo una forma de pensar lo que los liderazgos deberían ser. Y de tejer eso desde el feminismo. Después hay formas que me gustan más y formas que me gustan menos. Hoy no creo que se premien los liderazgos colaborativos, estamos en un tiempo de liderazgos más fuertes. Eso se paga mejor.