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En The National Anthem, primer capítulo de la primera temporada de Black Mirror, el primer ministro británico es extorsionado y debe aparecer en la televisión nacional, en vivo y en directo, teniendo relaciones sexuales con un cerdo. Los acontecimientos se tuercen cada vez más y el premier intenta tranquilizar a su esposa, que está sumamente alterada por las reacciones de la gente. Le asegura que no sucederá nada. Pero no funciona. Ella le responde que ya está sucediendo. “Está sucediendo en sus cabezas”, dice entre lágrimas. “En sus cabezas, eso es lo que estás haciendo”.
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El viajante, segunda obra por la que el director iraní Ashgar Farhadi conquistó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa (la anterior fue La separación, de 2011), expone también el temor y el espanto que algunos pensamientos producen en las personas más allá de los hechos puntuales.
El edificio de apartamentos donde viven Emad (Shahab Hosseini) y Rana (Taraneh Alidoosti) tiene serios problemas de estructura y corre riesgo de derrumbe. Emad y Rana conforman un matrimonio de clase media, sin hijos y con inquietudes culturales. Él es profesor; ella, ama de casa. Y ambos forman parte de un pequeño grupo de teatro marginal que trabaja en la puesta en escena de Muerte de un viajante, de Arthur Miller. Él interpreta a Willy Loman, el vendedor; ella a Linda, su esposa.
Gracias a la generosidad de un compañero del grupo teatral consiguen mudarse a otro apartamento. Ocurre que un día, Rana está sola en casa y alguien toca el timbre justo cuando ella está por entrar a la ducha. Emad había salido por un momento, y ella piensa que es él, de modo que abre la puerta desde el portero eléctrico. Pero quien llega es otra persona. Regresa Emad y lo primero que ve al llegar a su casa es que Rana no está y que hay rastros de sangre en el baño. La siguiente escena encuentra a Rana en el sanatorio, con una herida sangrante en la cabeza, intentando explicar lo que pasó.
Y esto fue lo que pasó. El hombre que se metió en el apartamento era uno de los antiguos clientes de la inquilina anterior, una prostituta. Como el matrimonio se instaló en el piso de una forma tan acelerada, el cliente quizás no sabía que la mujer no vivía más allí. Lo cierto es que atacó a Rana y huyó. Y dejó algunas pistas. Por temor al qué dirán, Emad no quiere llamar a la Policía. Qué dirán de él y de su esposa, que viven en el mismo apartamento donde una mujer ejercía la prostitución (y él cree que no es difícil para algunos suponer que el matrimonio tiene alguna clase de vinculación con esta mujer). Qué dirán de Rana, que le abrió la puerta a un desconocido que entró y abusó de ella. Entonces, con muy poco (una pista insólita, pero poca información y pocos recursos) sale, por su cuenta, a cazar al agresor. Todo mientras la pareja pone en escena la obra de Miller, cuyos paralelismos con la historia de Emad y Rana se forman en la cabeza del espectador.
Farhadi es un maestro para convertir dramas domésticos en relatos sombríos, con la intensidad de un thriller, narrando sin apuro y sin estridencias. Es algo notable en La separación, su obra maestra, y en la impecable El pasado, que filmó en Francia. Este estilo, que el director domina prodigiosamente bien, le permite crear un clima de supuesta serenidad donde va introduciendo elementos que acaban volviéndose corrosivos e incluso letales para los involucrados. Gente común, con vidas comunes, que enfrenta problemas comunes, siempre dentro de su propio mundo. Hasta que algo, sea una herida del pasado o un hecho trágico del presente, se estrella en su cotidianidad. Al descubrir esta nueva realidad los personajes también descubren en ellos mismos zonas que no sabían que existían. Aunque, tarde o temprano, enfrentan su destino a la mitad del camino que tomaron para evitarlo. Y cuando sucede, resulta más trágico.
El viajante va por ahí. El hecho trágico, de por sí terrible, ocurre fuera de cuadro. Y eso quiere decir: ocurre en la cabeza del espectador, de la misma manera que se introduce y vive en la mente del profesor, un vecino solidario y confiable, tal como queda ilustrado en las escenas iniciales, que ahora se encuentra tambaleando entre la angustia, el dolor y los prejuicios. No estuvo en el lugar y el momento en el que su mujer más lo necesitaba.
Al ver El viajante se confirma la sospecha de que este Oscar fue un asunto político. El director fue noticia por negarse a viajar a Estados Unidos a recoger la estatuilla en protesta al veto migratorio de Donald Trump. Farhadi suele ser preciso y sutil. Por eso desconcierta encontrarse con tramos donde deja afuera la delicadeza y subraya el dramatismo de algunas situaciones, como la presencia de una mujer que no para de llorar y decir que su esposo es todo en su vida. Se trata de un título menor dentro de una filmografía sobresaliente, y sin embargo, por los personajes que la pueblan y los actores que los interpretan, merece verse con atención. Hosseini y Alidoosti sostienen la película. El premio mayor de todos modos es para un señor llamado Farid Sajjadi Hosseini, el secundario que interpreta a un veterano que llega para ayudar a Emad con una mudanza.
El viajante. (The Salesman/Forushande). Irán, Francia, 2016. Guion y dirección: Asghar Farhadi. Duración: 125 minutos.