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    No es una guerra

    N° 1958 - 22 al 28 de Febrero de 2018

    Se sentían en la obligación de decir algo. En apariciones públicas, en las audiciones partidarias, en las redes sociales: cualquier ámbito era el apropiado para sacar a relucir conclusiones tajantes. El gobierno y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, son los únicos responsables, sostenían algunos. La culpa la tiene el “neoliberalismo” y las políticas aplicadas a principios del siglo XXI, respondían otros. De un lado los buenos y del otro los malos. Sin matices.

    La filmación realizada por las cámaras de seguridad servía como para reforzar la absurda pelea mediática. Un joven delincuente psicopático que ingresa a un supermercado y asesina a sangre fría y por la espalda a una cajera de 26 años, madre de un niño, luego de herir de gravedad a un guardia de seguridad. Todo para robar una cifra insignificante de dinero y sin motivo más que un pequeño problema técnico al momento de abrir la caja registradora.

    La dinámica era la siguiente: difundir el video o algunas de sus imágenes y mostrar la indignación con el gobierno o con la oposición o con el ministro o con el sistema capitalista o con los que opinan distinto o directamente con los que opinan o los que no opinan. Los gritos de furia traducidos en negro sobre blanco se reproducían como las nubes antes de la tormenta.

    Pero dos días después el ruido cambió de tono y de sintonía. Ahora el motivo de los cruces masivos, los comentarios apocalípticos y las reflexiones lapidarias ya no era la muerte inaudita. Los medios masivos de comunicación, en especial las redes sociales, pasaron a ser escenario de miles de veredictos sobre quién había ganado una pelea callejera: el presidente o un grupo de productores rurales que discutieron con él en la puerta del Ministerio de Ganadería.

    Otra vez volvieron a relucir las camisetas. Al punto que todo terminó en un “nos vemos en las urnas” lanzado por uno de los protestantes y utilizado por el presidente Tabaré Vázquez para intentar dar un carácter político partidario a los que le increpaban por no atender los reclamos del campo. Y como si eso fuera poco, el portal de la Presidencia se encargó al otro día de desprestigiar a uno de los interpelantes porque mantiene deudas impagas.

    Por más que no parecen tener mucho en común, estos dos episodios que marcaron la agenda pública en la última semana, sí tienen puntos de conexión muy importantes y que pueden servir para explicar los problemas por los que estamos atravesando los uruguayos.

    Ya son varias las veces que desde esta página editorial de Búsqueda realizamos un llamado de atención ante lo que registramos como un descrédito importante y creciente de una parte importante del sistema de partidos. Semana tras semana se suceden hechos que van separando cada vez más a un grupo de ciudadanos de la militancia política activa y eso nos genera preocupación.

    Estos dos nuevos episodios recientes vividos como batallas de una supuesta guerra mediática en lugar de contribuir a una mejora de ese problema tan delicado, suman nuevos elementos. ¿Cuáles? Se nos ocurren al menos tres.

    El primero es que ante momentos de dolor o de tensión una parte importante de la sociedad reacciona aumentando su grado de confrontación, en lugar de tratar de dejar de lado al menos por un tiempo sus diferencias. A todos indigna que maten a una mujer inocente sin motivo alguno. ¿No es entonces una buena oportunidad para dejar de lado las diferencias partidarias y acordar, ahora sí por lo alto y no como en oportunidades anteriores, políticas de Estado en materia de seguridad? Por otro lado, si gobierno y oposición coinciden en que es necesario dar un empuje al agro, ¿no es un excelente momento como para apostar por el diálogo y no por el griterío?

    El segundo es que aquello que dijo Winston Churchill en relación con pensar desde el poder en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones, que a veces es citado como referencia en Uruguay, nunca logró cruzar en los hechos el océano ni menos acercarse a las costas del Río de la Plata. Acá parece importar poco las próximas generaciones si no sirven para ganar las elecciones. Y por eso resulta tan difícil separar los problemas a solucionar con los debates electorales. Es más importante caminar por la vereda de enfrente y mantenerse lo más alejados posibles por más que el destinto sea obvio y compartido. “Nos vemos en las urnas” es el leiv motiv, no importa para qué.

    El tercero es que somos muchos a los que nos empieza a hartar esa polarización sin sentido, esa necesidad de sacar rédito político hasta de la peor desgracia, esa lectura superficial de la realidad que lleva a que todo se mida en función de las preferencias ideológicas preestablecidas y en un código de guerra.

    Claro que defendemos el debate de ideas y el intercambio de propuestas que fortalecen la democracia. Claro que sentimos rabia ante cada muerte inocente que enluta a toda la sociedad. Y claro que “nos vemos en las urnas”. Agradezcamos siempre por ello. Pero nunca olvidemos para qué.

    ?? El rol del periodismo