Desde el comienzo de la temporada, los guardavidas se han enfrentado a un aumento significativo en las tareas de rescate y prevención.
Seis guardavidas de la playa Brava de Punta del Este comparten como es su jornada diaria, cuales son sus mayores desafíos y las recomendaciones fundamentales para cuidarse en la playa
Desde el comienzo de la temporada, los guardavidas se han enfrentado a un aumento significativo en las tareas de rescate y prevención.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUno de los principales desafíos de estos profesionales es la falta de concientización de los bañistas, quienes tienden a sobrestimar sus habilidades y subestimar las condiciones del mar. Es que la clave para la supervivencia en situaciones extremas radica no solo en las habilidades físicas, sino en el conocimiento del mar y en tener una mentalidad preparada para afrontar riesgos.
A continuación, tres testimonios de guardavidas de la playa Brava de Punta del Este, quienes comparten cómo es su jornada diaria, cuáles son sus mayores desafíos, las recomendaciones fundamentales y qué es lo que más les gusta de su profesión.
En la caseta San Rafael, ubicada en la parada 10 de la playa Brava de Punta del Este, están Álvaro Casaravilla y Sabrina Terra. Aunque ya se conocían, esta es la primera vez que comparten caseta. Álvaro ejerce la profesión desde 2008, mientras que Sabrina comenzó en 2019, siendo esta su sexta temporada. Además de ser guardavidas, Sabrina es una de las profesoras referentes en uno de los grupos de entrenamiento de playas, que no solo incluye el entrenamiento físico, sino las prácticas de rescate y la reanimación cardiopulmonar (RCP).
Un día típico comienza con la llegada al puesto, la apertura de la torre y el análisis de las condiciones climáticas. A las 9:30 horas, cuando comienza el servicio para el departamento de Maldonado, se coloca la bandera correspondiente. Sabrina señala que el desconocimiento generalizado sobre el mar, las corrientes y las condiciones de la playa representan uno de los mayores desafíos. Aunque se realizan esfuerzos preventivos, los rescates siguen siendo frecuentes en la zona. “Falta campaña de seguridad acuática”, agrega. Álvaro refuerza esta idea, mencionando que este desconocimiento lleva a muchas personas a subestimar las condiciones del mar y a sobrestimar sus propias capacidades físicas. Sobre esto, explica que el hecho de que una persona se ejercite nadando habitualmente en una piscina no es garantía de estar preparada para un rescate. “Se necesita un entrenamiento específico, saber cómo realizar rescates con y sin materiales, saber leer el mar y cómo entrar y salir correctamente”, concluye el guardavidas.
En la misma parada de la playa Brava, pero en la caseta San Papa, se encuentran Joaquín Salcedo y Mathías Vázquez. Joaquín es guardavidas desde hace nueve años, mientras que Mathías lleva 11 años en la profesión. Ambos trabajaron juntos durante tres años, además de compartir otros seis en diferentes puestos en la bahía de los dedos de Punta del Este. Comparten su pasión por la profesión, el amor por la naturaleza y la interacción con las personas.
Joaquín recuerda con claridad su primer rescate hace casi nueve años. Subraya que cada uno de los que le ha tocado vivir ha sido un desafío distinto y le ha dejado una sensación única e invaluable. “Cada situación tiene sus particularidades. Uno valora estar de este lado, asistiendo y ayudando al otro. El agradecimiento de las personas se te queda grabado en la retina”, comenta emocionado. La playa Brava es conocida por su clima cambiante, lo que la convierte en un reto constante para los guardavidas, que tienen que adaptarse todo el tiempo a las condiciones del día. Esta imprevisibilidad no solo pone a prueba sus habilidades, sino que también los hace mejorar cada día. Aunque el trabajo puede ser bastante exigente, especialmente con la vigilancia constante y el clima tan variable, Mathías cree que lo que realmente vale la pena es la gratificación que reciben de la gente. “Tanto en los buenos momentos como en los difíciles, siempre tratamos de enseñar, aprender y compartir, tanto con la gente como entre nosotros”, concluye.
Emiliano Rodríguez y Rossina Carranza se desempeñan como guardavidas en la caseta conocida como Pacha, ubicada en el parador Mía Bistró, en la parada 20 de la playa Brava. Los profesionales comenzaron juntos su formación y acumulan 15 años de experiencia como guardavidas. Además de esta ocupación, Emiliano es técnico en Prevención de Riesgos y licenciado en Ciencia Política. Por su parte, Rossina es profesora de Educación Física y actualmente cursa el tercer año de la carrera de Psicología.
Aunque la mayoría de los bañistas respetan las indicaciones de las paradas con presencia de guardavidas, Sabrina comenta que la parada 20 tiene un “plus de riesgo” a causa de la gran afluencia de personas que se concentra en esta zona debido a estar ubicada junto al parador. Este desafío se ve incrementado por el hecho de que no hay más casetas en un radio de un kilómetro, es decir, entre la parada 16 y la 24. Esto hace que la parada 20 sea una de las zonas más expuestas y con menor cobertura de la playa Brava. A pesar de ello, Sabrina aclara que, en caso de una emergencia, los guardavidas siempre están dispuestos a acudir en ayuda de quienes lo necesiten.
Tras la semana de clima frío al comienzo de esta temporada, la desesperación de los bañistas por ingresar al agua en los días cálidos provocó actos de inconsciencia que, en ocasiones, desembocaron en rescates especialmente en áreas sin presencia de guardavidas, según relata Emiliano. Aunque son excelentes nadadores, él enfatiza que la diferencia no radica únicamente en la habilidad física, sino en el conocimiento del mar y la mentalidad adecuada para afrontar los riesgos: “La diferencia está en la cabeza y en el conocimiento del mar”, explica.
Los niños pequeños son, generalmente, los más vulnerables. Emiliano explica que son más fáciles de perder de vista y dependen de la vigilancia de sus padres o familiares. “A veces, pareciera que los padres también se toman vacaciones de los hijos”, señala Emiliano, destacando que la falta de responsabilidad por parte de los adultos complica el trabajo de los guardavidas, quienes deben estar atentos no solo a decenas de niños, sino también a otros adultos que actúan de manera irresponsable. A pesar de que estos desafíos son parte de su rutina, Emiliano y Rossina coinciden en que se necesita una mayor educación en prevención en un país costero como Uruguay. “Muchas de las muertes y accidentes en el mar se pueden prevenir”, agrega Rossina, resaltando la importancia de la conciencia preventiva y la educación para evitar tragedias.
El cuatriciclo es una herramienta fundamental para los guardavidas, ya que les permite recorrer grandes distancias en poco tiempo. Esto es crucial sobre todo cuando las víctimas se encuentran lejos de la zona de las casillas. Actualmente, este cuatriciclo se encuentra en la parada 20, ya que es la única caseta en un radio de un kilómetro. Aunque el vehículo ayuda en cuanto a la rapidez, los guardavidas enfrentan el desafío de no poder ver con claridad, incluso con el uso de binoculares. Además, al asistir a una víctima lejos de su área, corre el riesgo de descuidar su propia casilla, lo cual crea otro problema. Por esta razón, señalan que una solución efectiva sería la instalación de una casilla adicional en ese extenso tramo.
Por otro lado, los guardavidas utilizan diversos elementos de flotación para el rescate, tales como torpedos, fajas, tablones o patas de rana. La elección de uno u otro depende de varios factores, principalmente de la cantidad de víctimas y de la distancia a la que se encuentran de la orilla. Por ejemplo, en rescates a grandes distancias, las patas de rana son ideales, ya que permiten desplazarse rápidamente. Estas tienen un tiempo de colocación de aproximadamente 8 segundos, aunque en los mejores casos pueden ponerse en solo 5 o 6 segundos. Esta rapidez es crucial, pues cada segundo cuenta cuando se trata de salvar una vida.
No solo es importante evaluar las condiciones externas, sino también conocerse a uno mismo y saber manejar los elementos de rescate de manera eficiente. Los guardavidas deben estar en constante evaluación de la situación, adaptando sus acciones en función de las condiciones del rescate. Existen diferentes maniobras a emplear, dependiendo no solo de la cantidad de víctimas, sino también del estado de la víctima (si está consciente o no), y de si el rescate lo llevan a cabo uno o los dos guardavidas, ya que no siempre es necesario que ambos participen.
Los elementos de rescate son esenciales, y su efectividad depende del conocimiento y la destreza de los guardavidas en su manejo, así como de su capacidad para adaptarse a las circunstancias particulares de cada rescate. Más allá de estos recursos y las habilidades de estos profesionales, solo la prevención podrá disminuir la cantidad de situaciones de emergencia.
Las banderas en las playas cumplen una función fundamental para la seguridad de los bañistas, ya que indican las condiciones del mar y el estado del agua en todo momento. Existen diferentes colores de banderas que representan distintos niveles de riesgo o seguridad para quienes se encuentren en la playa.
Verde: significa que las condiciones son aptas para el baño, por lo que se puede ingresar al agua sin mayores preocupaciones.
Amarilla: advierte sobre una precaución general para bañarse, lo que indica que el mar puede estar ligeramente agitado o presentar otros riesgos menores.
Amarilla y roja juntas: cuando están una arriba de la otra, la recomendación es aumentar la precaución, ya que las condiciones del mar son más peligrosas, pero no prohibidas. Lo mismo sucede con las posiciones invertidas, lo que señala que es necesario tener extrema precaución.
Roja: se prohíbe el baño debido a las condiciones adversas del agua o del clima.
Negra: se izará en casos de tormenta eléctrica para advertir sobre los riesgos de rayos y la peligrosidad de permanecer en el agua.
Blanca: en playas con mayor presencia de aguavivas, se utiliza una bandera blanca con una medusa violeta en el centro. Esta bandera, junto con la bandera correspondiente a las condiciones del mar, se coloca principalmente en la playa Mansa, ya que es en esta zona donde las medusas suelen aparecer con mayor frecuencia debido a su orientación hacia el este.
Roja con cruz verde: bandera sanitaria. Indica que las condiciones de salubridad del agua no son adecuadas para el baño, ya sea por contaminación o por otros factores que comprometen la seguridad de los bañistas.
En cuanto a la señalización de las zonas de baño, estas suelen estar delimitadas por la combinación de dos banderas o, en ocasiones, por dos banderines rojos de peligro con un cartel que advierte sobre la presencia de corrientes de retorno, que pueden ser peligrosas para quienes se adentran en el agua. A veces, cuando se cierra una zona del mar, se marca otra área como zona de baño, evitando llenar la playa de banderas y minimizando las confusiones para los bañistas