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Jorge Carrión: “Seguro que habrá varias formas de amor entre humanos y algoritmos, con y sin cuerpo”

El escritor y periodista español Jorge Carrión instruyó a ChatGPT para que imitara su prosa en un libro experimental y, en su última novela, una autoficción, imaginó cómo sería un vínculo sentimental entre él y una inteligencia artificial; aun así, asegura que es en vano intentar predecir el futuro

Editora de Galería

Hay un hombre que es y no es Jorge Carrión. También se llama Jorge, también es escritor, pero solo vive en las páginas de Todos los museos son novelas de ciencia ficción, un libro sumamente difícil de clasificar. Este Jorge recibe correos imposibles, temporalmente hablando, de una tal Mare, que se declara “fan” suya y le elogia libros que él todavía no publicó. “Recuerdo perfectamente el momento en que, con el sonido de la llegada del primer e-mail, empezó esta historia real que parece de ciencia ficción”. Con esa línea empieza esta especie de autoficción de Carrión, periodista y escritor nacido en Terragona, España, que visitó Uruguay para presentar Todos los museos… y Membrana, sus dos últimos libros.

“Pensaba que nunca escribiría autoficción, no me gusta en general, pero me gustó esa idea de la ciencia autoficción; de que hay una base autobiográfica, reconocible, y que, por otro lado, evidentemente, yo nunca he hablado con un algoritmo del futuro”, cuenta a Galería el autor.

En esa frontera difusa entre realidad, ficción y ciencia ficción está, según Carrión, lo interesante. La que se da entre Mare y el protagonista es una conversación platónica y filosófica, que va conquistando su tiempo y sus pensamientos, y llevándolo a una suerte de enamoramiento que desafía lo racional. “Está inspirada en la relación que tiene el protagonista de Ella (Joaquin Phoenix) con su asistente (la voz de Scarlett Johansson), que me permitió construir un discurso sobre el futuro un poco más positivo de los habituales”, explica el escritor.

Tapa Todos-los-museos Jorge Carrion.jpg

La literatura experimental es pilar de la obra de Carrión —para uno de sus libros, Los campos electromagnéticos, entrenó a ChatGPT para que escribiera como él—, pero también hay ensayos en su bibliografía —ahí emerge su veta de periodista—, como Librerías y Contra Amazon. Este último dio origen a la serie Booklovers (disponible en la plataforma de streaming gratuita Caixa+), que dedica cada uno de los cinco episodios de su primera temporada a una ciudad distinta, esas capitales literarias (Buenos Aires­, Madrid, Lisboa, México, Barcelona) que Carrión­ ha recorrido de principio a fin visitando librerías­ y museos, conversando con libreros, escritores y también con personas anónimas que viven por los libros. Hay una segunda temporada esperando financiación y, después de visitar varias librerías uruguayas, el escritor decidió que, si reúne los fondos necesarios, Montevideo tendrá su propio episodio.

Vivió en Buenos Aires y no es la primera vez que pisa este lado del Río de la Plata (de hecho, ha escrito para El País Cultural). En sus tiempos de mochilero recaló en varios departamentos y asegura que Cabo Polonio podría ser su “lugar favorito del mundo”.

A la entrevista con Galería llega vestido completamente de negro. Es en una cafetería, pero él solo pide un agua fría. De la misma manera en que una herramienta de inteligencia artificial (IA) podría eliminar el ruido ambiente, Jorge Carrión logra abstraerse del tintinear de tazas y las conversaciones de las mesas aledañas a la hora pico de las siete de la tarde para hablar de libros, periodismo, IA, los nuevos enamoramientos y lo que nos define como seres humanos.

En el episodio de Madrid de la serie Booklovers se plantea la pregunta de qué es un libro. ¿Qué es un libro para usted?

Un libro creo que es una idea poderosa que ha conseguido reencarnarse a lo largo de la historia sin perder su identidad, aunque su materia, su forma, sea totalmente distinta. Es decir, la Biblia, publicada en el siglo XXI en papel o en libro electrónico o como audiolibro —no sé si existe como audiolibro, pero me imagino que sí— sigue siendo la Biblia que era originalmente. Es muy fuerte que la idea de la Odisea siga siendo la idea de la Odisea, pese a que al principio era oralidad. Entonces, esa idea de algo que es capaz de mantenerse fiel a su origen, pese a que su forma sea diametralmente opuesta, me parece fascinante, y eso es el libro.

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La serie Booklovers (creada por Jorge Carrión y disponible en la plataforma de streaming gratuita Caixa+) dedica cada episodio a una ciudad distinta y recorre bibliotecas, librerías y museos

La serie Booklovers (creada por Jorge Carrión y disponible en la plataforma de streaming gratuita Caixa+) dedica cada episodio a una ciudad distinta y recorre bibliotecas, librerías y museos

La ciencia y la tecnología son eje de su obra más reciente. ¿Es una pasión de toda la vida? ¿Cómo empezó?

Yo leo ciencia ficción desde siempre, y cómics, sobre todo superhéroes. Pero fue en los años 2000 cuando me aficioné a las series de televisión norteamericanas, cuando empecé a recuperar esas lecturas y ese interés. Me acuerdo que me gustó mucho la serie Héroes, que es de superhéroes; o que me pareció una obra maestra Battlestar Galáctica, que es una serie de ciencia ficción del espacio. Eso provocó que mi primera novela madura, que se llama Los muertos (2014), sea sobre la televisión, sobre las series. Y hasta ahora no he dejado de hablar de la pantalla y de la tecnología en intersección con la cultura; sobre cómo la tecnología ha cambiado a la humanidad en el siglo XXI. El máximo ejemplo de eso es la novela Membrana, que publiqué hace dos años, en la que imagino el museo del siglo XXI creado por inteligencia artificial y es narrada por una inteligencia artificial.

La IA es el gran fantasma de este tiempo. Todas las profesiones parecen poder estar en riesgo de extinción, y entre ellas la escritura. Usted traspasó el umbral incursionando en la escritura con IA en Los campos electromagnéticos. ¿Cómo fue ese proceso de trabajo?

Era el escritor, quizá en español, en ese momento, más visible (que escribía) de inteligencia artificial. Y por eso me contacta un grupo de ingenieros y de artistas de Barcelona­ que se llama Taller Estampa y me dicen: “Hemos leído Membrana, te queremos conocer. Y ahí me cuentan que en ese momento, año 2021, existe una tecnología que ya permite ser entrenada. Decidimos hacer juntos una red neuronal de aprendizaje profundo que se llamaría Jorge Carrión Espejo y que escribiría como yo. Es decir, lee los libros que yo he leído, lee mis libros, la entrenamos, y tendría que producir discurso con mi estilo. En verdad no se pareció mucho a mí, era muy primitivo.

Pero al año siguiente nace el GPT-3. Que todavía no es el ChatGPT, porque el Chat GPT es GPT-3.5, una evolución más. Y ahí se nos ocurre hacer una remake de Los campos magnéticos, de André Breton y Philippe Soupault, que es el primer libro de escritura automática, del subconsciente: tú te pones a escribir lo que sale, sin pensar. Fue un experimento, hace 100 años, con la voluntad de liberar el inconsciente y escribir de un modo automático. A mí se me ocurre que los algoritmos escriben de un modo muy surrealista, muy incoherente, y que Philippe Soupault y André Breton en realidad escribían, digamos, con prompts. ¿En qué sentido? En el sentido de que hicieron una lista de títulos de los poemas y a partir del título escribían sin pensar.

Y tú a la máquina le induces un prompt, una instrucción, y ella escribe a partir de ahí. Entonces hicimos la remake, que se llamó Los campos electromagnéticos, que contenía el texto del GPT-3, el texto del GPT-2 y un cuento en el que le dije a ChatGPT: “Escribe un cuento sobre Jorge Carrión cuando es juzgado por traicionar a la humanidad”. Con ese material y un prólogo muy largo, un ensayo sobre escritura e IA y un epílogo en el que explico todo el proyecto, publiqué el libro en (la editorial) Caja Negra.

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En su libro Contra Amazon analiza los algoritmos que inciden en nuestro consumo cultural (Netflix, Spotify incluidos). ¿Es el fin de la libertad de cambiar de gustos?

Yo creo que estamos en una gran crisis de prescripción, de quién señala lo que leemos, lo que vemos. Ya no lo hacen las revistas culturales y los medios culturales, pero tampoco lo hacen bien los algoritmos. Estamos en una especie de tierra de nadie entre la prescripción clásica y la prescripción viral de las plataformas. Y ahí cada cual se sitúa como puede.

Como periodista cultural, como crítico cultural, sigo haciendo prescripción en mis redes sociales, pero veo que la influencia ha bajado mucho, sobre todo en Twitter con Elon Musk. Y lo que ahora más me gusta hacer, en términos de prescripción, es mi newsletter­, que se llama Solaris, como mi podcast. De modo que siempre estamos con nuevas formas y creo que hay que seguir buscando modos de conectar para poder recomendar la cultura que creo que debe ser recomendada, porque los algoritmos tienden hacia el mainstream, hacia la cantidad, y yo todavía creo en la importancia de la calidad.

En su libro Todos los museos…, Mare, la voz que representa la IA con la que se comunica el protagonista, le dice que los humanos crearon algo perverso, y que en definitiva es como el monstruo al que después le temen. ¿Eso es lo que piensa?

Llevamos 200 años desde Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, creando figuras monstruosas, terribles, asesinas, en forma de robot. De hecho, la palabra robot viene de una obra de teatro, R.U.R., y significa “esclavo”. Y en R.U.R., esa obra de teatro de hace más de un siglo, se rebelan contra nosotros. En Metrópolis, de Fritz Lang, se rebela la máquina también; en Robocop y en Terminator y en Matrix, también.

Siempre nos exterminan, y lo que dice Mare­ es que las IA están ahora leyendo todo y están leyendo por tanto esos relatos en los cuales nos exterminan; es como si dijéramos: nos tienen que exterminar. Y en Todos los museos son de ciencia ficción intento buscar una conversación hombre-máquina más constructiva y no destructiva.

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¿Qué cree que nos define como seres humanos? ¿Qué aspecto esencial nos diferencia de las máquinas?

Para empezar, nosotros percibimos el mundo no solo 360, visualmente, sino con cinco sentidos. Por eso las corporaciones quieren que todo tenga sensores, porque quieren que el internet de las cosas sea la percepción aumentada de la inteligencia artificial. La IA ahora percibe el mundo a través de datasets, que son básicamente textos, imágenes, y por tanto no tienen ni tacto ni olfato ni oído ni gusto y su vista es muy parcial, de modo que los sentidos nos dan naturalmente una ventaja que difícilmente van a poder tener las IA. Aparte de los sentidos, evidentemente nuestra inteligencia es distinta de su inteligencia. Su potencia de cálculo es infinitamente superior a la nuestra, pero su modo de calcular no se corresponde con nuestra forma de pensar, de modo que hay muchos aspectos en los que vamos a seguir siendo superiores y la clave es encontrar un equilibrio para que podamos convivir del mejor modo posible y con un beneficio mutuo: que ellas se beneficien de lo que no pueden o no saben hacer, y nosotros de lo que ellas sí que hacen, y cada vez mejor.

¿Cree que el tipo de enamoramiento entre humano e IA del que habla en su libro se va a dar cada vez más?

Ya hay relaciones de personas con muñecas, con muñecos, hay mucha mucha conversación con ChatGPT, cuya motivación es la soledad. De modo que sí, vamos hacia ahí, vamos hacia enamoramientos, amores, más parecidos al que tiene una persona con su gato o con su perro, que al que tiene una persona con su pareja sentimental. Pero el espectro del poliamor es muy amplio, hay amor a las plantas, hay amor a una colección de objetos, hay muchas formas de amistad, muchas formas de sexualidad; de modo que seguro que se desarrollarán varias formas de amor entre seres humanos y algoritmos, con y sin cuerpo.

La IA ahora percibe el mundo a través de datasets, que son básicamente textos, imágenes, y por tanto no tienen ni tacto ni olfato ni oído ni gusto y su vista es muy parcial, de modo que los sentidos nos dan naturalmente una ventaja que difícilmente van a poder tener las IA. La IA ahora percibe el mundo a través de datasets, que son básicamente textos, imágenes, y por tanto no tienen ni tacto ni olfato ni oído ni gusto y su vista es muy parcial, de modo que los sentidos nos dan naturalmente una ventaja que difícilmente van a poder tener las IA.

En un ensayo que escribió para The New York Times sobre el amor romántico dice que el amor se distribuye cada vez entre más personas, que está dejando de ser “bidireccional e intenso” para ser “múltiple­” y de “baja intensidad”. ¿Ve eso como algo positivo o negativo?

En Star Wars la pareja fuerte sentimental es Han Solo y Chewbacca, que son amigos, compañeros para siempre. La relación entre Han Solo y Leia es fugaz, como el resto de las relaciones, y también hay una relación muy fuerte de Luke con sus androides, con sus robots. Eso cada cual lo vive como lo vive, la intensidad. A veces llamamos intensidad y enamoramiento y pasión a obsesión psicópata de tipos que acaban matando a su pareja. De verdad que no es fácil evaluar eso, pero sí que es cierto que las redes afectivas se han vuelto más complejas; ya no estamos en términos de relaciones binarias. Pero hay relaciones poliamorosas muy antiguas. En el siglo XIX ya hay documentadas relaciones poliamorosas que permiten crear formas de familia expandida o distintas, y eso creo que está muy bien. Y que los jóvenes justamente están reinventando el amor con nuevos códigos que les pertenecen solo a ellos.

Pasando raya, ¿es optimista en cuanto al vínculo inteligencia humana-inteligencia artificial?

Yo creo que también ahí habrá variedad. Cuando el ser humano inventa el fuego, inventa la cocina e inventa el incendio. Y eso ha pasado siempre con todo, con cada gran nueva tecnología o descubrimiento científico. La teoría de la relatividad y Einstein van a llevar a la bomba atómica. Así que no soy optimista ni pesimista. Habrá y hay aspectos maravillosos y aspectos terribles. Y así será, como siempre ha sido. Creo que va a ser ni más ni menos que como cualquier otro fenómeno de la historia de la humanidad. Pero bueno, la bomba atómica no se ha vuelto a tirar. Hay esperanza de que se puede llegar a pactos, que se puede llegar a ciertas utopías.

¿Cómo se imagina el futuro?

Es que no pienso en el futuro.

Y si pensara, ¿cómo se lo imaginaría?

Blade Runner transcurre en el siglo XXI, más o menos ahora. Se hizo en los 80. Coches voladores, pantallas gigantes. Ahora hay pantallas gigantes, pero igual (lo que muestra la película) es muy parecido al Los Ángeles de los años 80. Lo que no adivinó Blade Runner es que hay una epidemia de fentanilo con gente convertida en zombi. Eso no lo adivinó nadie.

Entonces, creo que no hay que pensar en el futuro, porque no tengo ni idea de cómo será. Lo que hay que pensar es en el presente, qué lugares ya son posibles futuros y cuáles nos interesa potenciar. Por ejemplo, ahora, en internet, ¿qué habría que apoyar? A Wikipedia. Wikipedia es una fundación sin ánimo de lucro y es el único proyecto de internet masivo que no es corporativo y que no quiere ganar dinero. Entonces, ¿qué queremos en el futuro en internet? ¿Que todo sea como Google, como Netflix o como Twitter, o que haya algo como Wikipedia? A mí me interesa eso, detectar en el presente qué hay que reforzar o estudiar para intentar que eso tenga futuro.

El “periodismo de futuros”: así ve Jorge Carrión la continuidad del oficio

Que se ha “romantizado”; que se siguen defendiendo “valores y prácticas muy nobles, muy válidas, pero que son de otra época y que difícilmente permiten conectar con las nuevas audiencias”; que el “viejo periodismo” no sabe cómo tratar ciertas “dimensiones del siglo XXI”, como “las pantallas, internet, la inteligencia artificial, las fake news, el deepfake”, opina Jorge Carrión.

El escritor, que en su faceta periodística ha escrito para The New York Times y The Washington Post, sostiene que el hecho de que la ultraderecha siga ascendiendo en todo el mundo “puede significar que el periodismo clásico, que ha denunciado a los nuevos dictadores, a los nuevos populistas, a los nuevos pequeños tiranos, como Trump o como Bolsonaro, no ha funcionado”. Y agrega: “The New York Times es un gran diario, subió los suscriptores con Trump; pero aunque ha denunciado todas las mentiras de Trump, todas las corrupciones de Trump, Trump sigue teniendo a la mitad de Estados Unidos en el bolsillo. O sea que The New York Times ha fracasado. Ese periodismo fracasa. Hay que mantenerlo de algún modo, sin duda, pero de otro”.

¿Y de qué manera entonces cree que podría salvarse el periodismo?

No tengo solución, pero creo que hay que inventar otras formas de defender la verdad, porque las que estamos usando no están siendo efectivas.

El podcast: literatura expandida

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Así ve y define al podcast Jorge Carrión, que ha figurado en la lista de las 50 personas más influyentes del podcast en español. “Yo los escribo como un ensayo sonoro. Los escribo pensando en el sonido, en cómo van a tener polifonía, voces distintas; en cómo van a tener música, un registro sonoro”. Sin embargo, al escribirlos tiene en consideración que el vínculo con el oyente es distinto que el del lector con el libro. “El podcast tiene una capacidad de conexión muy distinta, porque en el libro el lector, la lectora leen con su propia voz. En cambio, en el podcast, al menos Solaris y Ecos —porque el nuevo, Gemelos digitales, es con actores—, la persona me escucha a mí”.

El consumo del podcast es, además, muy íntimo: “Aunque hay gente que lo escucha en el automóvil, la mayoría lo escucha con auriculares; yo le estoy contando una historia al oído”.