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El nuevo Museo del Libro Antiguo se suma a un complejo de otros cuatro museos

A fines del año pasado se inauguró en El Tesoro el Museo del Libro Antiguo, que se integra al Museo del Mar, Museo de los Recuerdos, Museo de los Balnearios e Insectario, todos creados por Pablo Etchegaray

Coordinadora de Sociales

Pablo Etchegaray ha logrado domar su espíritu de coleccionista y en la actualidad solo adquiere una nueva pieza cuando es lo suficientemente exótica o la oferta resulta demasiado tentadora. Pero este límite en sus deseos de coleccionar no se había manifestado cuando en 1996 abrió el Museo del Mar, más bien prevalecían sus ganas de compartir sus tesoros reunidos en cajas junto a historias de piratas y bucaneros.

Todo comenzó en su niñez cuando juntaba caracoles en la playa para después sumar piezas de fauna marina. Con los años, el espíritu coleccionista de su familia influyó para desarrollar su interés por otros elementos, algunos de los cuales conserva y expone en su museo de La Barra de Maldonado.

En el sector de recuerdos se exhiben latas de galletas, valijas, frascos, botellas, mientras que en el sector del Museo de los Balnearios se cuenta la historia de las playas, de Punta del Este y de otros balnearios. Frente a la ballena que recibe a los visitantes en el Museo del Mar, se encuentra el ingreso al insectario, que cuenta con 38.000 piezas, el más grande de Uruguay.

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Los libros antiguos, con tapas de diseños singulares o títulos creativos también despertaban su curiosidad y comenzaron a acumularse en cajas y contenedores. A lo largo de casi 20 años, las distintas colecciones tomaron tal dimensión que lo impulsaron a armar su proyecto más nuevo: el Museo del Libro Antiguo.

Después de pasar clasificando el material, definiendo categorías y seleccionando las mejores obras, Etchegaray trabajó cuatro años en el armado del espacio. Finalmente, el nuevo museo abrió al público a finales de 2024 para sumar otra propuesta dentro de su reino de colecciones. En una sala de 650 metros cuadrados se pueden recorrer las vitrinas, con control de humedad, que muestran los 12.000 ejemplares categorizados.

En una sola visita es imposible ver con atención todas las muestras, por lo que vale la pena detenerse previamente en el plano de la entrada para definir las secciones preferidas por cada visitante. Etchegaray concibe al museo como un “lugar vivo, que se renueva y que está en permanente construcción”. En tal sentido, las joyas que aguardan en varios contenedores formarán parte de una ampliación prevista en dos etapas, que estarán terminadas en los próximos dos y cuatro años, con el objetivo de triplicar el volumen de libros exhibidos.

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Coleccionista para enseñar

Pablo Etchegaray­ es un apasionado por el mar y por coleccionar. A diario, en verano e invierno, surfea en las aguas de Punta del Este. No necesita traje para protegerse del frío, al contrario, cree en los beneficios del mar para la salud. Creció con los ejemplos de su padre y su abuelo que coleccionaban rebenques y sellos. La pasión por los primeros caracoles que juntó de niño en la playa de Pinares y el interés por continuar siempre en la búsqueda forjaron una personalidad metódica, perseverante, paciente, obsesiva y poco sociable, que prioriza el tiempo.

Según recuerda, a medida que sus cajas con tesoros aumentaban de tamaño, lo obligaron a trasladar sus colecciones a un depósito. “Para mí era una tortura, cada vez que quería ver algo tenía que ir al depósito, abrir el candado, la puerta, bajar la caja… Mi sueño era desplegar todo en un mismo lugar”, cuenta. Soñaba con tener un terreno en un lugar alejado y cuando llegó hasta El Tesoro, proyectó un espacio donde tener sus colecciones a la vista. Pero cuando lo estaba construyendo, entendió que ese esfuerzo no tenía sentido si no lo compartía con los demás. Entonces se le ocurrió la idea de poner un museo.

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Pablo Etchegaray­

Pablo Etchegaray­

El Museo del Mar abrió hace 29 años como un museo de historia natural construido en 2.500 metros cuadrados divididos en cuatro salas y que está abierto todo el año. Cuenta con un acervo de miles de ejemplares marinos (hay seis esqueletos de ballenas) exhibidos con datos y referencias con una finalidad didáctica. Ese es el propósito del museo: que en cada visita se aprendan cosas nuevas. “Para mí, un museo tiene que servir para aumentar tus conocimientos”, explica. En ese sentido, cree que tiene que haber una renovación en las colecciones para que las personas regresen, “siempre queda algo para ver”.

La mayoría de las visitas se dan en los meses de primavera y verano, cuando la afluencia de turistas es mayor y el clima invita a salir. Al público uruguayo se le suma el extranjero, más entrenado en este tipo de paseos. Los brasileños, europeos y compatriotas llegan todo el año, mientras que el argentino es más del verano o de los fines de semana largos. Los europeos recientemente afincados en Maldonado visitan el museo en familia. “Viene gente de todo el mundo. Un día llegó un príncipe que vive en Suiza y me dijo: ‘Nunca me había pasado algo así en mi vida. Se me puso la piel de gallina, este museo tiene alma. Los museos de Europa son muy importantes pero les falta personalidad, acá se nota que hay alguien detrás de todo esto’. También vino el dueño del oceanario más grande de Francia y me dijo que el museo era impresionante y que si él quisiera replicarlo no podría porque no tendría quién lo hiciera. Después un periodista del New York Times estuvo recorriendo La Barra y al final hizo la nota sobre este museo, quedó totalmente descolocado. Pero lo más lindo es cuando nos visitan las escuelas. Han venido de todo Uruguay, de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú. Se agendan y organizamos los recorridos”, recuerda el coleccionista.

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Curiosidad en expansión

El Museo del Libro Antiguo derivó de la colección de libros de Etchegaray que se fue nutriendo con nuevas adquisiciones descubiertas en ferias y depósitos en Montevideo, Buenos Aires, Madrid y Barcelona. Ha encontrado rarezas que ni los libreros más expertos han podido. Uno de sus orgullos es la serie de los 33 libros seleccionados y prologados por Jorge Luis Borges. Ni siquiera las visitas del escritor argentino a la casa de sus padres en la calle Mercedes, en Montevideo, podían presagiar que esta colección sería una de sus tantas joyas preciadas.

El coleccionista recalca que no se trata de una biblioteca ni de una librería, es una exhibición de libros antiguos y raros que están dispuestos dentro de vitrinas con humedad y temperatura controlada. Distribuidos en corredores, los ejemplares están ordenados en categorías: astronomía, extraterrestres, ciencia ficción, historia de las culturas, de los genocidios y masacres, del espionaje, de países como España, Francia, Gran Bretaña y Brasil, y muchas otras temáticas. Además, las últimas secciones incorporadas están dedicadas a tapas exóticas y a títulos raros.

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Al ingresar al museo, un plano muestra la disposición de las categorías de los libros. Se recomienda analizarla brevemente para tomar una decisión antes de comenzar a circular para así sacar provecho de la recorrida. Por ejemplo, siguiendo el pasillo de la izquierda se accede a los libros antiguos en inglés y francés, después a los catalogados en Crimen, Suspenso, Terror, Ciencia Ficción, Ovnis, Astronomía, Astrología y Esotéricos. Luego, hay una vitrina dedicada a libros de aves, música, espías y masacres, hambruna y esclavitud. Frente a esa, se disponen los libros sobre deportes antiguos, tango y Gardel, aviación y guerra.

En la entrada sorprenden ejemplares de la Biblioteca Arte y Letras, de Editorial Sopena y de Saturnino Calleja. Frente a esta vitrina hay otra con títulos exóticos de Editorial Maucci, de Montaner & Simon y de Domenech. Allí se encuentran tesoros editados alrededor del año 1880 que el coleccionista logró encontrar después de años de recorridas por depósitos y cuevas de librerías en Madrid y Barcelona. Entre esas reliquias, toman protagonismo los 33 libros seleccionados por Jorge Luis Borges. “Los primeros seis se editaron en Buenos Aires y al quedarse sin financiamiento consiguieron el aporte en España de la duquesa de Alba y la editorial de su hijo Jacobo Siruela”, comenta.

En la sección de Shakespeare se puede leer que The Guardian seleccionó al Rey Lear entre los 100 mejores libros de la historia, al igual que el diario ABC de España. Además, la exhibición se acompaña por frases o fragmentos de esas obras.

En el sector derecho, el recorrido empieza con obras infantiles categorizadas en Aventuras, Piratas, Oeste Americano, Exploración, Descubrimientos, Navegantes Solitarios, Navegación, Historia de las Culturas, Edad Media y Misterios de la Historia. Esta sección resulta especialmente educativa, una fuente de información inagotable y de ayuda a los estudiantes y personas ávidas por el conocimiento. Si, por ejemplo, estuvieran investigando sobre exploradores, podrían acceder a resúmenes que se exhiben en la base de las vitrinas. Por ejemplo, Nellie Bly fue el seudónimo usado por la periodista y escritora Elizabeth Jane Cochran nacida en Estados Unidos en 1864. Después de leer el artículo “Para qué sirven las mujeres” en The Pittsburgh Dispatch, Elizabeth escribió una carta al editor que derivó en que la contratara como periodista. A los 21 años cubrió la revolución mexicana y luego trabajó encubierta en el hospital psiquiátrico de Blackwell’s Island para escribir sobre las condiciones que enfrentaban las mujeres en esas instituciones. Su investigación Diez días en un manicomio logró poner en práctica reformas en el tratamiento de los enfermos. A todos estos logros, Nellie Bly sumó un nuevo desafío y se propuso batir el récord de dar la vuelta al mundo en menos de 80 días. Y en 1888 también lo consiguió.

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Mientras Etchegaray prosigue explicando las secciones de su museo, una mamá se acerca con su hijo para mostrarle un hallazgo. El pequeño de unos seis años había encontrado un hueso en la playa de la parada 32 de la Mansa. El niño, intrigado con su tesoro, le pidió para volver al Museo del Mar en busca de su director para que lo ayudara a descubrir el origen. “Esto es una espina dorsal de algún pescado, efectivamente es un hueso de un pez que se inserta en la columna”, le explicó Etchegaray. “Lo único seguro es que no es de un tiburón ni de una raya, porque ni los tiburones ni las rayas, que son primos hermanos, tienen esqueleto óseo. Tienen cartílago, acá en el museo tenemos uno”.

Lo que se viene

Antes de terminar el recorrido, hay una sección dedicada a libros de temáticas diferentes pero que mantienen una unidad, la de sorprender con sus tapas espectaculares; y otra con una selección de títulos raros, curiosos, graciosos. Solo para nombrar algunos: No leas este libro, ¿Qué puedo ser? acabo de morir, Quiero vivir, Tengo hambre, El hombre que se escapó, La inferioridad mental de la mujer, Esta noche no, mi amor, ¿Por qué te engaña tu marido?, La isla de los pelagatos, Estados Unidos es una mentira, La calle del gato que pesca, Los españoles con el culo al aire.

Para el futuro, Etchegaray proyecta una ampliación del Museo del Libro Antiguo que triplicará la superficie y las obras expuestas. Este proceso que llevará unos cuatro años se realizará en dos etapas de un par de años cada una. Según el diseño previo, se anexarán sectores dedicados a ediciones antiguas de autores uruguayos, argentinos y chilenos, libros de arte, autoayuda, de humor, de medicina natural, los sueños, sexo y erotismo, masonería, juguetes, textos escolares, entre otros. Seguramente, se agregarán más libros, más secciones y la lista continuará hasta los límites del coleccionista.