Hay un sinfín de películas que transcurren en una noche, que aluden a la noche, que luchan contra la noche. Aquí elegí algunas que hablan de lo que trae la noche. Al espíritu y al cuerpo. Porque, como una marea, la noche trae sensaciones.
La noche es un momento vulnerable: las emociones se potencian, para bien y para mal; el personaje de una de las historias de las que hablo en esta edición de Películas para la vida, la newsletter de Galería, dice que “las noches son lo peor”. ¿Qué pasa en la quietud de la oscuridad?
Hay un sinfín de películas que transcurren en una noche, que aluden a la noche, que luchan contra la noche. Aquí elegí algunas que hablan de lo que trae la noche. Al espíritu y al cuerpo. Porque, como una marea, la noche trae sensaciones.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSoy Patricia Mántaras, periodista y editora de Galería. Espero que esta nueva entrega de Películas para la vida te encuentre bien. Me podés escribir con comentarios o sugerencias a [email protected]. Estaré encantada de leerte y responderte.
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Va a caer la noche. El sol sale, el día empieza, pero la noche cae. Nunca lo había pensado hasta que me senté a escribir esto, pero la mera expresión inspira un aire de autoridad, de respeto. Yo le tengo respeto a la noche. Sin saber mucho por qué —hasta ahora, que me puse a investigar—, por puras deducciones propias, tengo claro que la noche funciona como un catalizador, un dispositivo potenciador de emociones, cualesquiera sean ellas.
Nuestras almas en la noche pueden ser más audaces, más impulsivas, más auténticas, más volátiles, más peligrosas. Por algo cuando hablé con el psicólogo y escritor Gustavo Ekroth por este tema me dijo: “No recomiendo tomar decisiones importantes en la noche”.
Nuestras almas en la noche pueden ser también —suelen ser— más tristes, más inquietas, más reflexivas, más ansiosas, más solitarias, o más solas, que no es lo mismo. Esta soledad nocturna, avivada por la oscuridad, la falta de distracciones que definen al día y esta tendencia a la melancolía que acecha a ciertas horas, puede ser una compañera en sí misma para quienes la sepan gestionar. Si no, puede pasarte lo que le pasa a Addie (Jane Fonda) en la película que inspiró esta newsletter, Nosotros en la noche (Our Souls at Night). Me despierta admiración esta mujer que una noche junta coraje y le golpea la puerta a su vecino con una propuesta tan… revolucionaria. Quiere dormir con él, solo dormir.
—Hemos estado solos por años. Me siento sola y pienso que tú también —le dice Addie—. No se trata de sexo, se trata de atravesar la noche. De acostarnos juntos y hablar hasta que nos quedemos dormidos. Las noches son lo peor, ¿no te parece?
Él, Louis(Robert Redford) queda, como mínimo, estupefacto. Fueron vecinos mil años, conocieron mutuamente a los esposos de los que ahora son viudos, y ahora puede que duerman juntos. Louis le dice que lo va a pensar, pero termina aceptando. Y entonces, como en una alquimia de esas que no esperamos que se den mágicamente, sino que construimos con valentía e ilusión, las noches se transforman en un momento sagrado de encuentro entre estas dos personas.
Según Ekroth, que ya había visto la película y volvió a verla para refrescar ciertas escenas, Nosotros en la noche desde el punto de vista psicológico “no es solo una historia de amor en la tercera edad, sino una representación de cómo la noche nos vuelve más sensibles, nos enfrenta a nuestras emociones y nos permite conectar a un nivel más profundo”.
Es antes de dormir, cuando no veo la hora de llegar a la cama, que mi hijo decide ponerme al día de sus cosas. Juega con un muñequito, hace peleas imaginarias con sus manos, toma agua; se ve más despierto que cuando llegó de la escuela, podría jurarlo. Le pregunté varias veces en el transcurso de la tarde cómo estuvo su día, pero es ahí, antes de cerrar los ojos, cuando se le ocurre hablarme de las complejidades del nuevo juego de Roblox, explicarme de qué se alimentan las mantis religiosas o hacerme una confesión intempestiva de algo que pasó en el patio del recreo.
Antes no sabía que había un motivo, pero hay estudios en neurociencia que sugieren que el momento antes de dormir es crucial para la consolidación de la memoria y el procesamiento emocional.
Ese rato tan particular que antecede al sueño es propicio para las charlas profundas por algunas razones más. Es en la noche que las defensas bajan y el ruido del día desaparece. Ekroth me explicó que la melatonina tiene algo que ver también. Parece que es a esas horas que el cerebro libera esta sustancia, que nos relaja y ayuda a reducir las inhibiciones, y esto a su vez hace que nos sintamos seguros para abrirnos y expresar sentimientos con honestidad.
De eso me hablaba la cineasta italiana Maura Delpero en una entrevista que le hice en enero por su preciosa película Vermiglio (nominada a Mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y ganadora del León de Plata en el Festival de Venecia; todavía no puede verse en ninguna plataforma, pero te dejo el tráiler). La historia está inspirada en la vida de su abuelo, maestro de un pueblo minúsculo de los Alpes italianos a fines de la Segunda Guerra, y su familia. Las hijas atraviesan distintas crisis y es antes de dormir, cuando se acuestan, que tienen las conversaciones importantes. “Me gustaba mucho contar sobre las (charlas nocturnas en las) camas, porque es un mundo en que las chicas empiezan a tener deseos que su madre ni se permite tener. La madre es una máquina de reproducción, pero las chicas ya empiezan a tener deseos de autodeterminación, y es algo que se puede confesar solo en la oscuridad de la noche, en esa intimidad bajo las sábanas”, me decía Delpero.
Lo mismo pasa en la adaptación al cine de Joe Wright de Orgullo y prejuicio (está en Netflix), la novela de Jane Austen. Situada más de 100 años antes que Vermiglio, a principios de 1800, retrata las charlas de las hermanas Elizabeth y Jane Bennet en ese mismo espacio de intimidad nocturna, al cerrar el día. En una época en que casarse era para una mujer (si no recibía una herencia) prácticamente el único futuro posible, las chicas hablan de lo que más las ilusiona, que es también lo que más las preocupa: sus perspectivas de matrimonio con el altanero Mr. Darcy y el simpático Mr. Bingley.
Hace mucho que no vivo con mi hermana, pero a veces extraño esas conversaciones nocturnas. Me costó acostumbrarme a la falta de ese momento cuando, ya con las luces apagadas, la escuchaba y me escuchaba, le confiaba y me confiaba, en ese pacto de fidelidad de hermanas que no hay ni que verbalizar.
Lo escribió Patti Smith (otra vez Patti Smith y otra vez Jane Fonda, lo sé): “Porque la noche pertenece a los amantes/ Porque la noche nos pertenece”.
Para qué negar que la noche es, antes que muchas otras cosas, pasión, romance, lujuria. Esa sensación de que está todo por delante, que esa noche no va a terminar nunca. A veces, la noche es nuestra, y no hay cosa más adrenalínica y potente que esa, cuando todo es posible. De las cosas más emocionantes que puede darnos la noche es la ilusión de libertad.
A Jesse y Celine no sé si debería presentártelos, seguro que ya los conocés. Ella es una chica francesa risueña y con la cuota justa de displicencia; él es un estadounidense torpe y un poquito encantador. No pasan de los 23 años. Cruzan miradas en un tren y se ponen a conversar. Deciden bajarse juntos en Viena, una ciudad que no es el destino final de ninguno. Al día siguiente, cada uno seguirá su rumbo. Pasan la noche deambulando por la ciudad, hacen tonterías propias de la edad y, sin saberlo, están viviendo las horas más definitorias del resto de sus vidas. Estoy hablando de Antes del amanecer, la película de Richard Linklater que cumplió 30 años y tuvo dos secuelas.
—Quiero decir, todo... todo es tan finito. ¿Pero no creés que es eso lo que hace que nuestro tiempo, en momentos concretos, sea tan importante? —dice Jesse—.
—Sí, lo sé. Aunque a nosotros nos pasa lo mismo esta noche —responde Celine—. Después de mañana por la mañana, probablemente no nos volveremos a ver. Quizás deberíamos intentar algo diferente. Quiero decir, no es tan malo si esta noche es nuestra única noche, ¿verdad?
Entonces todavía no saben lo poderosa que será esa noche que están viviendo y lo que los marcará.
Cuando vi esta obra del artista visual e ilustrador brasileño Roger Mattos, me pareció una gran representación de la noche. Cada ventanita es una vida distinta, una historia, un pasado; aunque a simple vista sea solo una escena de una película, una instantánea. Quién sabe qué atraviesan esas personas, qué les pasó ese día, qué les depara el siguiente. Es un ejercicio entretenido, aunque un poco voyerista, lo admito. Seguramente te acordaste de La ventana indiscreta (Rear Window), la película de Hitchcock (siempre es bueno comprobar su vigencia eterna, está en Max), pero también me acordé de La ventana de los vecinos (The Neighbors’ Window), el cortometraje que ganó el Oscar en 2020.
Un matrimonio con hijos pequeños descubre una noche, antes de irse a dormir, que al edificio de enfrente se mudó una pareja con una vida sexual muy activa. El matrimonio no quiere mirar, pero mira, y está claro que en algún punto encuentran nostalgia de algo que probablemente fueron. Los meses pasan, llega otro bebé a la familia y el matrimonio sigue husmeando en la vida de sus vecinos al otro lado de la calle, todavía con curiosidad, y también con un poco de envidia. Y es en la melancolía de la noche en que se da ese surgir de los deseos más íntimos, de realidades comparadas, y de frustraciones. Al final se revela que las miradas no iban en una sola dirección, que ambos, la familia y la pareja, anhelaban la vida del otro. Te recomiendo este corto, podés verlo completo acá:
A veces solo se trata de eso, de sobrevivir. Hay momentos en los que no podemos pedirnos más, ni a la noche ni a nosotros.
“Pero los tigres vienen de noche/ Con sus voces suaves como el trueno/ Mientras destrozan tu esperanza/ Mientras convierten tu sueño en vergüenza”.
A veces la noche es este fragmento de I Dreamed a Dream, una de las canciones del musical Los miserables. La ansiedad que espera agazapada, como una amenaza a la estabilidad precaria del día. Son etapas, circunstancias, y no hay libro de autoayuda que palie sus efectos; todos las hemos atravesado. Y acá estamos.
“La oscuridad simboliza lo desconocido y lo misterioso, invitando a las personas a sumergirse en su interior y experimentar una metamorfosis espiritual. Algunas veces la quietud de la noche, lejos del bullicio diario, puede permitir conectarse con la esencia más profunda y experimentar una transformación auténtica”, me dijo Ekroth.
En un momento, la noche vuelve a ser serenidad, hogar, posibilidad.
Y volvemos a pedir algún deseo a una estrella.
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Conmemorando el Día Internacional de la Mujer, Galería publicó una nota sobre las canas y todas sus aristas; María Inés Fiordelmondo habló con antropólogos, expertos en tendencias, activistas y estilistas sobre lo que comunican, lo que significan, y el acto de rebeldía que todavía representa para una mujer dejar de teñirse el pelo. También te recomiendo la entrevista de Milene Breito con César Troncoso a propósito de la obra de teatro Nuestras mujeres y del estreno en Netflix de su serie con Darín.