Fue el artista Javier Alonso, ceramista y cofundador de Cerámica del Carrito, quien se ofreció a guardar los cuadros. “Tuvo las obras como cuatro años guardadas en el taller de barrio Sur. Nos dio una mano tremenda, las cuidó y conservó”. Después de nueve años, la asociación pudo conseguir los fondos para tener un almacén con las condiciones necesarias para preservar las piezas de Pareja. Entones, abrió el museo.
GAUCHO FRENTE AL RANCHO 1946 - copia
Gaucho con guitarra, 1946
Museo Pareja
El artista y sus huellas
Si bien nació en Montevideo, Miguel Ángel Pareja fue un pedrense de pura cepa. Se mudó a Las Piedras cuando tenía ocho años y allí realizó su formación artística en el taller del pintor Manuel Rosé, donde conoció a Germán Cabrera, quien sería uno de los grandes escultores del país, y con quien tuvo un taller. Estudió también con Guillermo Laborde.
Pareja vivió en Durazno, en Montevideo, en Fray Bentos. Además de pintor, muralista, mosaiquista y diseñador, dedicó su vida a la docencia en Secundaria y en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que fue director durante ocho años. Su obra fue varias veces premiadas y se exhibe en museos uruguayos y del exterior.
Ahora la sala Alfredo Pareja Carámbula, la más grande del museo, está destinada a la exposición permanente del artista. Es justamente por esa sala que hay que comenzar a ver La huella de un legado, que empieza por sus cuadros más antiguos, de la década de 1940. Si bien la muestra sigue un criterio cronológico, de vez en cuando da unos saltos temporales.
La temática rural es la que prima en aquellos primeros años. Gaucho con guitarra (1946), Peón (1948), Cabeza de gaucho (1950) son los títulos de estos cuadros inspirados en una época en la que Las Piedras era una ciudad pequeña y abundaban las chacras de inmigrantes italianos y españoles. En esos cuadros, llaman la atención dos características: su paleta baja y su ecos cubistas.
“Pareja comenzó antes de los años 40 a pintar en el taller de Manuel Rosé, que era un colorista y estaba muy influenciado por su paleta, lo dice en muchos de sus escritos. Con el paso del tiempo reflexionó y dejó un poco tranquilo el color. Cuando la familia se va a Durazno y a Fray Bentos, empieza a pintar con paleta baja”, explica Gómez.
Su viaje a Europa le trajo las influencias poscubistas que se ven como “huellas” en su obra. Después fue a la primera Bienal de San Pablo en 1951 y a la segunda en 1953, cuando dos de sus cuadros fueron parte del envío uruguayo. Allí integró el color a la estructura cubista.
Algunos cuadros son muy “picassianos” como Tropero, Maternidad o Gaucho con caballo. La mujer, la maternidad, los niños, los caballos y los pájaros son temas que vuelven a sus obras. A fines de la década de los años 50 comenzó una etapa más abstracta, pero no abandonó del todo la figuración. Empezó sus bocetos de murales, como uno de sus cuadros hecho sobre un diario francés de 1956.
Los mosaicos
Cuando se sale de la sala principal aparecen los mosaicos de Pareja de 1957: Retrato, Paloma, Niña y gallo a la ferme. Son bellísimas obras entre la abstracción y la figuración donde juega su papel importante el color.
Los mosaicos son producto de su aprendizaje en la Escuela de Mosaico en París en 1954. Después viajó a Rávena y aprendió la técnica de restauración de los mosaicos bizantinos.
“La técnica del mosaico de Rávena posee todo el noble origen creativo, en donde el artista crea ritmos y contrastes, valoriza formas y colores, agregándole al cartón originario la vida de la materia”, dice un fragmento de uno de los escritos del artista que figuran en la muestra.
Entre 1955 y 1956, Pareja realizó junto con el italiano Lino Melano los murales del Hospital Saint-Lo y del edificio Gaz de France, que había diseñado Fernand Léger, con la técnica de los mosaicos bizantinos.
Cuando Pareja regresó de Europa, armó en la Escuela de Bellas Artes un taller de mosaico, pero no duró muchos años. De aquella experiencia quedan murales hechos con esa técnica en el hall de algunos edificios de Montevideo. Uno de ellos está en Colonia y Joaquín Requena y otro en bulevar España y bulevar Artigas. Era la época en la que arquitectura y arte se daban la mano y los edificios contemplaban la estética de sus espacios.
“En la casa de Alfredo Pareja había un mural mosaico que era propiedad de la asociación. Estaba en un muro en el fondo de la casa y se había rajado. Cuando vendieron la casa, teníamos que sacar el mural, pero no pudimos hacerlo. Entonces hablamos con Bellas Artes, lo sacaron y lo restauraron. Se lo terminamos donando”, recuerda Gómez. Un mural enorme de Pareja también se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry en Manantiales.
Una pieza diferente es el tapiz en lana hecho por Matilde Ballesteros sobre dibujo de Pareja. De nuevo, la figura femenina maternal, los pájaros y el color como otro elemento primordial de esta pieza titulada Composición (1975).
“Yo uso mis ojos y miro y descubro cosas del color de las cosas y del color entre las cosas. Y entre los colores que pinto, mi vista se detiene y se enamora de un descanso coloreado que se entrega para sostener la poesía de la materia”, escribió Pareja en un texto que publica la muestra y que está en el libro Escritos sobre arte y educación. Allí su hijo Alfredo y Juan Mastromatteo recogieron las reflexiones del artista, que son su otro legado.
Gómez recuerda que hay pocos artistas que hayan reflexionado tanto sobre el color como Pareja, y que su concepción del color fue una de las discrepancias que tuvo con Joaquín Torres García. “También se distanciaban en la idea de escuela. A Pareja no le interesaba generar una escuela. Tanto en sus talleres privados como en Bellas Artes, pasaron cantidad de alumnos. Pero ninguno es ‘parejiano’ porque a él no le interesaba. A él le importaba la cuestión más ética del trabajo de las artes y la educación”.
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Museo Pareja
Hacia la década oscura
En otra sala del museo continúa la muestra. Es muy luminosa, con una puerta ventana que da a un extenso fondo. Ese terreno no es del Centro Cultural, pero Gómez no pierde la esperanza de que algún día sea del museo y se puedan instalar allí esculturas. La sala se destinará a muestras que tengan algún vínculo con la obra o las enseñanzas de Pareja.
Ahora en Las huellas de un legado se exhiben las piezas que el artista realizó en las décadas de los 60, 70 y 80. Si bien son obras más abstractas, la figuración asoma a veces con más definición. Signo negro se llama una de esas obras abstractas de 1961, de fondo muy rojo y signos vinculados a lo precolombino. Si se mira detenidamente se puede descubrir lo que parece una figura infantil junto a una adulta.
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En los años 70, Pareja continuó trabajando el color y mantuvo sus figuras femeninas, los niños, los animales. Pero sus composiciones tienen algo turbio, algo incómodo. Eran los años violentos que terminaron en dictadura. Su hijo Alfredo fue tempranamente un preso político y estuvo en la cárcel muchos años. “Eso lo golpeó fuerte a Pareja, sufría mucho”, dice Gómez.
Producto de ese contexto oscuro, surge una figura amenazante vinculada a los temas rurales. Pialador de la yerra se llama su cuadro donde un hombre vestido de negro y sin rostro avanza a caballo por el campo. Ese personaje aparecerá también en otros cuadros, como si estuviera al acecho, como lo hace en Yerra, un cuadro de una violencia contenida.
También aparecen bichitos raros, a veces parecen zorritos, pero no lo son, o aves también extrañas. Pareja vuelve al gaucho, pero con otra formulación, y vuelve de alguna forma al cubismo.
El cuadro más “joven” de esta colección se llama Composición. Hay una figura femenina recostada, rombos de colores y manchas y pinceladas muy libres sobre la tela. Un animal extraño sobrevuela el conjunto, y todo es de una extraña belleza.
Pareja-Composicion
Museo Pareja
Gestionar un museo
Hay que poner alarmas, hay que cuidar que los niños no corran por las salas del museo cuando van a sus talleres y nadie vigila las obras, hay que poner lockers para que los visitantes guarden sus mochilas y no haya peligro de que golpeen con ellas algún cuadro. Hay que pensar en otras muestras que sigan la orientación monográfica del museo. Hay que enseñar a ver las obras con visitas guiadas y educativas. En definitiva, hay que gestionar un museo.
“Por ahora los tres curadores estamos en la gestión de esta exposición, pero cuando cambie la muestra tendremos que definir el formato. Estamos pensando que tiene que tener una dirección diferente a la del centro cultural, en el marco de la asociación civil. Pero aún nos queda mucho para investigar y pensar”, dice Gómez.
El 22 de agosto, día de la inauguración, el museo estuvo desbordado. Y continuó llegando público los días siguientes de Montevideo y de zonas de Canelones y muchos estudiantes con sus docentes. “Ayer nos visitaron liceales de Paso Molino y no podían creer que no hubiera más museos en Canelones. Si alguien quiere ver la obra de artistas canarios, no hay a dónde ir, nada que guarde el acervo. Un gran debe, el Estado debería preocuparse por eso”, agrega el curador.
Este sábado 27 habrá una visita guiada a las 16 horas con los tres curadores. No hay cómo perderse en el camino hacia el Museo Pareja: es único.