—Antes de empezar, me gustaría ratificar y reiterar lo que dije en marzo del 2023 en el Palacio Legislativo. Soy absolutamente inocente de todos los cargos que se me han imputado. Sigo reivindicando esa posición. Tanto la he reivindicado que estoy acá, enfrentando una realidad que tiene ribetes tragicómicos, producto de que hubo una conspiración o una trama. Yo le llamé trama y la fiscalía aprovechó esa palabra para utilizarla al revés, para acusarme por un grupo organizado de delincuentes (del que) Romina Papasso y Jonathan Mastropierro son parte. No puedo agregar mucho más porque se va a agregar en el juicio. No voy a acordar ningún acuerdo abreviado porque soy inocente. Y nadie que sea inocente puede asumir delitos que no cometió. Con mucha serenidad me he comido estos dos años acá adentro, enfrentando un jacobinismo digital como pocas veces se ha visto y enfrentando una organización que tuvo en la fiscalía un asociado y un aliado, la fiscal (Alicia) Ghione, que sistemáticamente trabajó no en su función de la búsqueda de la verdad, sino partiendo de la premisa de que era todo verdad. Y además de eso, manteniendo relaciones inapropiadas con los denunciantes.
—Se lo acusa de más de 20 delitos sexuales. ¿Ninguno de ellos ocurrió?
—Ninguno. Y entiendo que es difícil de creer.
—Claro.
—Cuando empezó la historia hablaban de un niño de 9 años, y yo tenía 12, y no lo dijeron. Los cuatro elementos que enviaron para mi desafuero en la Cámara de Representantes fueron falsos. Los cuatro. Un supuesto diálogo por Instagram entre (Sebastián) Mauvezín y un chico de 14 años que fue declarado falso. El testimonio de Romina Celeste, que ella misma dijo que era mentira. Tenemos personajes realmente tragicómicos.
—¿A qué testimonio de Romina se refiere?
—Al inicial. Presentaron como pruebas —lo envió el fiscal de Corte Juan Gómez a la fiscalía de Ghione— un chat de Instagram que la propia empresa informó que era falso. Era una supuesta conversación entre Mauvezín, que se está comiendo un garrón nunca visto, y un muchacho de 14 años con un diálogo muy parecido a otros que han sucedido. Esas cosas fueron todo mentiras. Todo armado por Romina Celeste. Tanto fue así que fue condenada por la Justicia de Canelones (por denuncias falsas contra el entonces candidato presidencial Yamandú Orsi). Entonces, ha sido muy duro.
—Después de la denuncia de Romina, empieza una catarata de nuevas denuncias en su contra. Insisto en eso: se sumaron varios testimonios, algunos están incluidos en el libro Gustavo Penadés, dos caras de un hombre con poder. ¿Lo leyó?
—No.
—En el libro se agregan nuevos testimonios, denuncias de menores que estuvieron con usted. ¿Lo niega?
—Por supuesto.
—¿Y por qué cree que hubo una catarata de denuncias entonces?
—Porque todas están organizadas, justamente. Lo que a mí me parece increíble es que desde el mundo judicial nadie se haya preguntado: ¿y por qué esto ahora, y por qué en este momento, y por qué todos juntos. Y por qué los relatos son casi todos similares? Y por qué cosas que sucedieron hace 30 años fueron utilizadas como elementos para poder llevar adelante la acusación.
Gustavo Penadés
Gustavo Penadés durante la entrevista con Búsqueda.
Macarena Saavedra/Búsqueda
—Los denunciantes dicen que luego de que Romina Celeste denunció públicamente la situación, se animaron a hablar y lo hicieron para que estas cosas no se vuelvan a repetir.
—Entiendo perfectamente. Pero es muy poco creíble que una persona soporte 30 años, como algunos de los denunciantes, sin haber hablado nunca de esto, cuando se trataba de una persona pública como yo. Estoy deseando que llegue el juicio para que mi defensa demuestre muchas cosas. Hay una cosa que es realmente espantosa: la Justicia fue engañada por la fiscalía en muchas oportunidades y por los abogados del consultorio jurídico, que han hecho un papel en este caso... Porque cuando te dicen, y esto salió publicado, que se reunían en un restaurante para conversar sobre el tema, o que hay un WhatsApp en el que la fiscal le dice a Romina Celeste “traeme más denunciantes”, o recomienda que rompan los celulares de Papasso y de Mastropierro; nadie se preguntó en el sistema judicial uruguayo: che, ¿pero esto es normal?
—¿Qué cree que hay detrás de eso?
—Creo que la fiscal Ghione está involucrada en el tema. De alguna manera.
—¿Con qué motivación?
—No lo sé. Conjeturas podríamos hacer mil.
—¿Y por qué estas personas se expondrían a denunciar, con lo que implica ir a declarar a la Justicia, si las situaciones no fueran reales?
—Por el dinero. Los primeros por el dinero. Y los segundos no vinieron, la fiscalía los fue a buscar. Fue la fiscalía la que recibía información, de gente que, ponele, no me quería o no sé, y daban el nombre de alguien. Y ahí empezaba la cosa. Son muy pocos los que denuncian. Además, hay otra cosa que me parece absurda: que nadie se haya preguntado para qué iba a montar todo lo que se dice que se montó si yo conocía a las víctimas. Porque cuando salís con una persona la conocés, la pasás a buscar por un lugar, tenés un diálogo, con uno de ellos dicen que salí tres veces. Es una relación. En el fondo creo que hay bastantes vestigios de homofobia. Y no me quiero victimizar. Lo he asumido esto con tranquilidad, con serenidad, porque sé que soy inocente. Por supuesto que cuando veo a mi familia sufrir como sufre, cuando veo las barbaridades que se dicen, uno sufre también porque es humano. Pero estoy absolutamente sereno porque me doy cuenta de que la indefensión que tengo es absoluta. No conozco a los denunciantes, sus nombres, sus caras ni los lugares en los que supuestamente los pasaba a buscar. Cuando dicen que eso está previsto en la ley, sí, es verdad, pero no están previstas las tres cosas juntas: sin identidad, voz distorsionada y sin imagen. Es la primera vez que se aplican las tres al mismo tiempo.
—¿Dice que eso dificulta su defensa?
—Es casi imposible elaborar una defensa. ¿Y mis derechos? Porque se habla mucho de los derechos de todos los demás. El precepto constitucional de que todo hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pieza clave del derecho penal, en mi caso, no funciona.
—¿Está afectado el principio de inocencia?
—Por supuesto. ¿Y cómo no va a estar afectado? Desde las redes hay un jacobinismo, la Revolución francesa, la guillotina. No hay una guillotina en la plaza de la Concordia, pero la guillotina son las redes, que fue donde los influencers políticos empezaron a armar todo.
—¿Quiénes son los influencers políticos?
—Romina Papassso, Mastropierro. La fiscal Sandra Fleitas llama a Ghione para decirle que en el teléfono de Papasso hay información sobre Penadés. Se reúnen tres veces y lo que recibe de Ghione es una orden judicial de que ella no revele nada del caso Penadés. ¿A nadie le parece raro?
—Dice que detrás están Romina Papasso y Mastropierro, pero arriba de ellos o detrás de ellos…
—Debe haber alguien más.
—¿Quién?
—Bueno, hay una red de tráfico de personas por la que Mastropierro fue condenado, hay una cantidad de otras cosas que pueden ser. No sé quiénes más; si no, yo lo diría.
—En una entrevista con El Observador, sus familiares dijeron que sospechan de gente del Partido Nacional.
—Entiendo a mi familia. Están en todo su derecho. Lo que han sufrido, lo que han tenido que soportar, es inenarrable. Porque yo dentro de todo vivo en una burbuja: no salgo a hacer las compras, veo de vez en cuando la tele, leo Búsqueda un jueves después, pero estoy en una burbuja. Ellos están todos los días. Mastropierro se mudó a 50 metros de la casa de mi hermana. Pasaba todos los días por la puerta. Mis abogados pusieron en conocimiento a la fiscal e inmediatamente se mudó. ¿A dónde? A 50 metros de la casa de mi otra hermana. ¿Eso es casualidad?
—¿Pero por qué sus familiares dicen que detrás de esto puede estar el Partido Nacional?
—Primero, ninguno de ellos milita en política, salvo mi hermana Mariana, que fue toda mi vida mi secretaria. No les gusta la política y muchos de ellos ya venían insistiendo desde hacía tiempo que ya era hora de que se terminara. La verdad es que nunca pensé que se iba a terminar tan horrible. Porque me parece una injusticia que después de 34 años de ser legislador y edil terminar de esta manera, expulsado en forma absolutamente inconstitucional… Ahora, yo no tengo pruebas para decir que hubo gente del Partido Nacional. Me llamaría poderosamente la atención y me ocasionaría un dolor terrible. Que de mi propio partido alguien haya querido sacar rédito de esta situación me parecería algo incalificable.
—¿Tiene alguna sospecha?
—No. Versiones hay muchas, pero no puedo afirmar ninguna porque no me atrevo. Ahora, una de las dudas que a mí me genera: ¿por qué no nos entregan el teléfono de Papasso en su totalidad? Entre otras cosas, dicen que hay algunas conversaciones con dirigentes del Partido Nacional. No sé qué son esas conversaciones. ¿Por qué sí nos entregaron totalmente el teléfono de Mastropierro? Que gracias a eso se descubrió que tenía pornografía infantil. Y hay una denuncia penal que se está llevando adelante gracias a que, en una reunión en la que Ghione no estuvo, sus adscriptos lo entregaron en su totalidad, cosa que a ella no le gustó nada. ¿Por qué el de Papasso no? Para preservar su integridad. Perfecto. ¿Y mi integridad? Porque de mi teléfono se rompió la cadena de custodia y se publicó en todos lados. En mi causa se han violentado sistemáticamente todos mis derechos. El derecho a la privacidad; mi historia clínica fue publicada hasta en un libro, me dicen. Está penado por la ley que eso suceda.
—¿Cree que fue por el tipo de delito por el cual fue imputado?
—Y seguramente… Vamos a reconocer que el tipo de delito y la catarata conmueve a cualquiera. Pero también en algunos debería de haber jugado la de: no, Gustavo, no. O que digan: che, yo lo conozco hace 40 años... No podés ser una cosa de mañana y otra de noche. Eso se ve en las películas.
—Usted dice que de todas estas acusaciones en su contra, es inocente. ¿Admite que se movía en un mundo quizás marginal, difícil, de la noche…?
—Ese es otro de los errores que se han cometido: no te olvides que tengo 60 años. El mundo gay en el que yo me movía no es el de la actualidad. Era el de las razzias. Era el de las reuniones en secreto. Salí electo edil, fui a festejar con unos amigos en un boliche que se llamaba Controversia, como cualquier joven, tenía 24 años. Tuve la mala suerte de encontrarme en la puerta con alguien que me conocía de la política. A los dos días me estaba llamando el titular de mi lista, no importa quién, a preguntarme si yo era gay y que si era, me tenía que ir de la lista. Entonces, juzgarlo por la actualidad en donde miles salen a festejar la Marcha del Orgullo es un error conceptual. No era un mundo marginal, era el mundo en el que vivíamos. No existían los celulares. Los puntos de encuentro eran 18 de Julio, algunas playas en verano. Yo no iba a ninguna.
—¿No tenía la práctica de transitar la avenida 18 de Julio?
—Con amigos. Cuando salíamos con amigos e íbamos a ver qué se ve, íbamos al Sorocabana, a tomar café de nochecita. Después había unos restaurantes en donde se sabía que había onda. Pero era natural y normal. Ahí está donde yo digo que hay un preconcepto de homofobia, que es: “son lugares oscuros”. Ahora, el parque Batlle era un lugar de encuentro.
—¿Iba al parque Batlle?
—Varias veces pasé por el parque Batlle. Pero no era un lugar de prostitución. Eso se convirtió mucho después.
—¿Iba con alguien que ya conocía?
—Por supuesto. O nos encontrábamos. O iba solo. Y no tenía nada de malo porque no había menores.
—¿Y pagaba por sexo?
—Alguna vez sí pagué. Pero no hay que tenerle miedo a eso tampoco. Porque ahí está: esas preguntas a un heterosexual no se las harían.
—El hecho de que fuera político…
—Fue mi calvario toda mi vida.
—Y que su partido le diera esos mensajes, ¿lo llevó a tener que ir a esos lugares?
—No, no. Puede ser. No. Te voy a decir la verdad: en el Partido Nacional nunca me segregaron por mi condición sexual. Si no, no hubiera llegado a donde llegué.
—Pero tampoco nunca salió del clóset.
—Porque no soy de los que salen en Caras mostrando mi casa. Ni soy de los que salgo hablando de que fui al restaurante con Perucho y Pacucho. Me movía con absoluta naturalidad como un ser normal. A mí me encanta cuando hablan del “hombre del poder”. ¿De qué poder me hablás? Iba al supermercado de chancletas. Todo lo contrario. Porque toda la vida busqué tener una vida privada en la que se respetara mi condición y en la que buscaba refugio.
Carcel-Florida
Macarena Saavedra/Búsqueda
—Volviendo al asunto de la trama que armó con ayuda policial, ¿se arrepiente? Porque ahí incluso hubo un pago suyo...
—A mí me engañaron. Primero, con el diario del lunes le regalé a la fiscalía el 90% de todo lo que me acusaba. O sea, el 80% de lo que habló Ghione cuando estuvo en la fiscalía fue de la trama. Inventó cosas, mintió. Que la seguían a ella, que los seguían a ellos. Todas mentiras. ¿Cómo no toma medidas? ¿Cómo no da cuenta al fiscal general y el fiscal general llama al ministro del Interior y establece inmediatamente una investigación a ver si eso es cierto? Nada de eso se hizo. Tirar bolazos es facilísimo. Y en el juicio se van a ir enterando ustedes.
—¿Cómo valora el trabajo de la fiscal Ghione? Las audiencias fueron bastante tensas.
—El cambio de fiscalía fue positivo. Hoy se ve una fiscal trabajando de otra manera, informando a mis abogados de los pasos que da y mandando el material que se produce, cosa que no sucedió antes. ¿Cómo veía el trabajo de Ghione? Era absolutamente irregular, ilegal y atentatorio de los derechos básicos de cualquier persona, sea imputada o no.
—Con Mastropierro, ¿tuvo un vínculo?
—Tuve un encuentro sexual con él.
—¿Cuando era mayor de edad?
—Por supuesto. Porque ahí también tenés otra inconsistencia. Él ya no insiste más con eso, ¿no? Porque se dio cuenta de que además estaba equivocándose. Si yo hubiera tenido un encuentro sexual anterior con él, ¿por qué me lo presentó Mauvezín? Si yo ya lo conocía.
—¿Y fue un encuentro?
—Una vez sola. 45 minutos. Me grabó. Pero yo ya sabía que me grabó. Y se lo informé a la fiscal el primer día que voy a hablar con ella. Le digo que investigue a Mastropierro porque me grabó. Y lo sé porque cuando lo dejo en un lugar equis, lo llama a Mauvezín y le dice: “lo grabé”. Pero como pasaron dos años, ahí dije: la puta madre.
—Pero a usted nunca le pidió nada.
—Porque cayó en cana enseguida. Pero dijo públicamente “yo extorsioné a una persona por 300.000 dólares y archivaron la investigación”. El tipo dijo “ahora estoy por robar 150.000 dólares más”, jodiendo con Ignacio Álvarez.
—Igual, una cosa no quita la otra: alguien que comete un delito de estafa puede estar diciendo la verdad en la denuncia.
—De acuerdo, pero pone esa denuncia en cierto grado de tela de juicio, ¿no? Porque lo que también acá ha pasado es que han puesto en la misma balanza a delincuentes connotados con un tipo que tenía una reputación. No soy el monstruo que me quieren presentar. Estoy esperanzado en que la nueva fiscal cambie el rumbo de la investigación.
—En una audiencia, el fiscal adjunto Federico Fascioli dijo que usted debe ser “uno de los mayores depredadores sexuales que han existido en la historia de nuestro país”.
—Es de los agravios más grandes que se me han hecho. Mis abogados denunciaron. Es no solamente una falta de respeto, sino un juicio condenatorio absolutamente atentatorio de mis derechos y de las funciones que debe llevar adelante un funcionario de la Justicia. Yo estoy esperanzado de que retomemos el camino de que el juicio sea prueba contra prueba, que sea un juicio normal, porque no me puede jugar en contra que fui senador y político, que es lo que me ha pasado hasta ahora. Soy un ciudadano común y corriente.
—¿Entiende que le jugó en contra por la conmoción que generó?
—Por supuesto, y porque se aprovecharon.
—¿Pero para qué se aprovecharía la fiscalía?
—Son las dudas que me quedan. No sé, no te podría responder. Capaz que la más sencilla sería fama ¿no? “Metí preso a un senador”. Ahora, las formas, el no dar la información a mis abogados. Lo que yo espero y pido es un juicio justo. ¿Por qué voy a juicio y no voy al abreviado? Porque ir al abreviado es reconocer que hice cosas que no hice, y yo quiero seguir mirando a mis sobrinos a los ojos.
—¿Puede asegurar que nunca estuvo con un menor de edad?
—Mi obsesión permanente era esa: no enfrentarme mañana a una situación como esta. Era mi obsesión.
—¿Y qué recaudos tomaba?
—Todos, porque además en aquella época no existía ni siquiera la libertad que existe hoy de los propios jóvenes. El error conceptual es trasladarnos al hoy, a la libertad que existe hoy. En aquel entonces no.
—¿Pero les pedía la cédula?
—No, ¿dónde se ha visto? Pero además, porque antropológicamente una persona de 14 años te das cuenta que es diferente a una de 18...
—Una persona de 16 años puede no diferenciarse demasiado de una de 20.
—Lo que pasa es que no había de 16 años. Nunca me pasó. Porque además me hubieran extorsionado ahí. Me mostraban la cédula y me decían “mirá, tengo esta edad”. Lo que no me banco es que esto esté mal visto porque la relación es una relación gay. Ahora, tipos que salen con mujeres más jóvenes, y no tienen por qué ser menores, hay muchísimos.
—¿No tenía ninguna inclinación hacia los menores?
—¡Estás en pedo! Tengo sobrinos de… Me moví toda la vida en un ámbito en el que… Valores fundamentales.
—Mastropierro tenía veintipoquitos años cuando estuvieron juntos.
—Sí pero tenía veintipoquitos, no 17 y poquitos.
—Claro, pero a veces, la diferencia…
—Lo que pasa es que justamente… en el momento que se presentó era supuestamente representante de la Unicef y el sobrino de Rockefeller, y no sé cuántas cosas más. Era imposible que fuera menor de edad, y los tiempos lo demostraron cabalmente.
—Lo planteo en el sentido de que así como estuvo él, con quien tenía una diferencia de edad bastante grande, pudo ocurrir con otros y que no se haya dado cuenta.
—Te das cuenta. O por lo menos, ante la duda, borrarse.
—De todo este proceso, ¿le queda algún arrepentimiento?
—Arrepentimiento, no; tristeza, mucha, producto de que creo no ser merecedor de que mi carrera política haya terminado como terminó. Ahora, si vos me decís “te arrepentís de algo”, no. En mi vida privada tengo clarísimo que no.
—¿De aquella conferencia que dio en el Parlamento?
—Tampoco. Me han querido mostrar como “el hombre del poder”. Mirá dónde estoy. El poder lo tenía Ghione, que me mandó acá. El poder lo tiene la doctora Vargas, que me mandó acá. Yo no tenía vinculación con la Policía. Quince años de gobierno frentista. Nos borraron de todos lados. Durante los gobiernos anteriores te invitaba el comisario a comer asado y a charlar, o te invitaba el jefe de Policía al despacho. Llegó el Frente Amplio, no nos invitaban ni a los velorios.
—¿Cree que su caso pone en cuestión el funcionamiento del sistema de justicia, como planteó su familia en la entrevista con El Observador?
—Por lo menos es lo suficientemente relevante como para que empiecen a surgir preguntas y, desde el sistema político, empezar a mirar con muchísima mayor atención lo que pasa en el mundo judicial. Porque el problema que estamos atravesando no es un problema político-partidario. Hoy hay un corporativismo en la sociedad preocupante, en la Justicia también. Creo que hay que mirar con muchísima más atención lo que está pasando.
—¿El Código del Proceso Penal?
—Ni que hablar. Y varias otras leyes en donde creo que el jacobinismo reinante es que si decís que hay que revisar cosas porque están pasando cosas que están mal, sos inmediatamente ajusticiado. Que no se haya votado durante el período pasado un proyecto de ley sencillísimo que mandó Luis Lacalle Pou para incluir en la ley de (prevención contra la violencia de) género artículos sobre las falsas denuncias fue un gravísimo error. Porque hay una pandemia vinculada a todos estos temas y hay una epidemia de falsas denuncias.
—Desde el Poder Judicial señalan que las denuncias falsas son un porcentaje muy reducido.
—Puedo poner ejemplos de acá adentro. Después de haber estado del otro lado del mostrador y acá adentro, hay cosas que voté que no hubiera votado.
—¿Qué, por ejemplo?
—El excluir algunos delitos de la redención de la pena por trabajo. Está en la Ley de Urgente Consideración y creo que no se pensó debidamente el tema. La falta de una visión integral que ha tenido el sistema político, de todos los partidos, del tema seguridad y delito es lo que nos tiene enfrentados hoy a esta situación. Otro tema que también es brutal es el fenómeno del narcotráfico y la narcodependencia que genera en miles de presos.
—¿Qué expectativas tiene del juicio?
—Si lo pierdo, lo pierdo. Lo único que creo que ya no se justifica es que yo esté esperando el juicio privado de libertad. Debería esperar el juicio con prisión domiciliaria en mi casa, porque ya no hay riesgo de nada. Declararon todos, a nadie le pasó nada. Lo que pido en mi caso es que no se me juzgue por lo que fui, sino por mi condición de ciudadano, que se juzgue por una justicia en que sea hecho contra hecho y no por ideologías o por mensajes de otro tipo.
—¿Cómo es un día suyo acá?
—Me levanto a las 7.30 de la mañana, a las 8 desayunás, hacés la cama, 8.30 te vienen a buscar. Salgo a la quinta y me dedico a regar. Volvés al pabellón, almorzás y el que quiere vuelve a salir a trabajar de tarde hasta las 15.30. Leo mucho, miro mucha tele porque hay una en el pabellón. Y jugamos al ludo. Hice un curso de huerta. Y después estás todo el día pensando.
—¿En qué?
—Pienso en todo. Pienso desde la injusticia, hasta que si esto sale mal, me voy a morir dentro de una cárcel —y no me quiero victimizar—, hasta qué hago cuando salga, me faltan dos años para jubilarme. Pienso en lo que sufre mi familia, cómo voy a reparar el daño que les han ocasionado a ellos, en cuál va a ser mi futuro.