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    “Hostilidad” e “intimidación” reciben médicos que investigan sobre tratamientos hormonales en niños con disforia de género

    “No tenés el poder, ¡no sabes nada! ¡Sos mi enemigo!”, increpó a gritos una de las personas que protestaban en la puerta del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) por la charla del médico endocrinólogo y pediatra estadounidense Paul Hruz el jueves 22 de marzo, titulada Enfoque terapéutico en niños con disforia de género, término utilizado para cuando los varones se perciben mujeres o cuando siendo mujeres se sienten varones. El profesor de la Universidad de Washington se especializó en atención de niños con disforia de género y tiene 20 años de experiencia en el tema.

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    Hruz salió por la puerta vidriada del SMU tras su charla caminando lento y se paró delante de la persona que le gritó. “Déjame explicarte con respeto”, le planteó tranquilo.

    “¡El que no respeta sos tú al decir que tengo una enfermedad!”, recibió como respuesta.

    “Yo no dije eso. Me encantaría poder conversar contigo y apoyar tu dignidad humana, poder defenderte y velar por tus necesidades. Me encantaría trabajar contigo para responder preguntas científicas sobre las intervenciones médicas”, le respondió el disertante, quien lamentó que la persona no haya escuchado por completo su charla porque dijo estar 'en la puerta manifestando'.

    La conversación no llegó a buen puerto. Intercalada con insultos de los manifestantes, Hruz terminó apartándose y se fue caminando por Bulevar Artigas con un grupo de colegas que lo acompañaban. Ya había intentado minutos antes entablar una charla con un grupo de manifestantes que estaban dentro del salón al finalizar su charla destinada a médicos.

    Está acostumbrado, no es la primera vez que enfrenta los reclamos y presiones de colectivos trans fuera y dentro de su país. Sin embargo, lo encuentra bastante injusto.

    En Uruguay el tema es especialmente sensible. Aunque aún no tuvo tratamiento parlamentario, ingresó a la Comisión de Población, Desarrollo e Inclusión el proyecto de Ley Integral para personas Trans. En su artículo 17 plantea el acceso a intervenciones quirúrgicas totales y parciales y 'tratamientos integrales hormonales para adecuar el cuerpo, incluida la genitalidad, a la identidad de género autopercibida', para adultos sin requerir autorización judicial o administrativa y para los menores de edad con el aval de los padres o con la posibilidad de recurrir a la Justicia si estos no lo aprobaren. El tema abrió el debate entre médicos.

    Cuando una niña que se siente varón comienza a ver cómo le crecen las mamas, esto suele desencadenar angustia. Pero, ¿se debería administrarle hormonas para detener este desarrollo? ¿Y si el caso fuera contrario: un niño que se identifica con el sexo opuesto? Es posible tratarlos y detenerles el desarrollo puberal, ya ocurre en países como Estados Unidos y preocupa ahora a médicos uruguayos la falta de evidencia científica.

    El 1% de los niños expresan cuestionamientos vinculados a su identidad de género. Para Hruz, la identidad en los menores es elástica, es decir, puede cambiar con el tiempo, y es plástica, puede verse afectada por factores como la aprobación de los padres y los condicionamientos sociales. Estudios científicos de seguimiento a largo plazo han mostrado que si bien hay niños que en la etapa previa al desarrollo manifiestan sentirse identificados con el sexo opuesto, tras la pubertad los números muestran que el 80% y más luego aceptan sin traumas su sexo biológico. Por eso, a Hruz le preocupa que se haya comenzado a tratar a los niños antes de su pubertad para detenerles el desarrollo, y sobre todo la irreversibilidad de esta opción de tratamiento que consiste en administrar hormonas conocidas como análogos de la GnRH a edades tan tempranas como los 10 años.

    Detenerle el desarrollo puberal a un niño sano puede llevar a que finalmente tenga una talla menor a la genéticamente determinada. Suele ocurrir que se detiene el crecimiento. Si a los 16 años un chico o chica quisiera volver atrás, sería imposible porque la etapa del pico de crecimiento pasó, no es reversible. Esto se debe a que la pubertad es una etapa compleja e intervenir en ella es sumamente delicado.

    Hruz se afilia a la idea de que estos niños reciban un acompañamiento psicológico durante la etapa del desarrollo y los que tras pasar por la pubertad mantengan la identificación con el sexo opuesto, entonces sí recurran a terapia con la administración de hormonas del sexo opuesto de por vida, es decir, darle estrógenos (hormona femenina) a un varón y testosterona (hormona masculina) a una mujer. Las consecuencias de esta terapia de hormonización a partir de los 16 años son hipertensión arterial, problemas de coagulación, enfermedades cardiovasculares y cáncer, entre otras. La opción más drástica es luego la cirugía de cambio de sexo.

    A Hruz también le preocupa la 'intimidación' y 'hostilidad' que sufren los médicos por parte de algunos colectivos que perjudican los avances de la ciencia.

    A continuación un resumen de la conversación que mantuvo Hruz con Búsqueda tras su disertación.

    —¿Los menores de edad que se identifican con el sexo opuesto deberían poder recurrir a tratamientos hormonales sin el consentimiento de los padres, como plantea el proyecto de ley uruguayo que habilita la vía judicial?

    —Las dinámicas familiares pueden ser muy complejas, pero la mayoría de los padres quieren lo mejor para sus hijos. No puedo pensar en una persona que esté más íntimamente al tanto de lo que le está pasando a ese chico o chica que sus padres.

    En mi experiencia conociendo familias con estos problemas, la decisión no debe darse solo con el psiquiatra o psicólogo del niño sino con sus padres. Deben tener herramientas para entender lo que ocurre. Si no se les permite entrar en esa relación hay una tremenda oportunidad perdida. La mayoría de los padres tienen miedo, están shockeados, confundidos, es una reacción natural cuando su chico se presenta con una identidad transgénero. Los padres pueden apoyarlos y proveerles protección cuando los compañeros de clase no responden de manera adecuada.

    —Planteó evidencia de las desventajas de detener el desarrollo puberal en niños. ¿Debe haber un límite mínimo de edad para comenzar con los tratamientos hormonales?

    —Si van a elegir tomar un abordaje conservador o embarcarse en un tratamiento temprano, que lo hagan enrolados como parte de un estudio. Cada niño tratado a edades tempranas debería estar bajo controles y protocolos de investigación científica, es lo que debería pasar pero no ocurre. En Estados Unidos la tendencia es llevar todo esto a edades cada vez más tempranas y están desatendiendo las guías y recomendaciones de seguridad. Están literalmente ignorándolas. Sé de gente que aboga por cirugías a los 12 años y desafortunadamente algunos lo están haciendo. Están tomando un riesgo tremendo al hacerlo. Tienen buenas intenciones pero están equivocados.

    —Usted está en contra de tomar decisiones drásticas durante la adolescencia.

    —Todos hemos pasado por la adolescencia. Es un tiempo extremadamente estresante, hay ansiedad, es normal. El tema es que cómo eliges aliviar esa angustia o resolver los problemas.

    —Dijo que falta evidencia científica para tratar a niños con disforia de género. ¿Cómo es que hay tantas organizaciones luchando por los derechos trans, por acceso a tratamientos y cirugías y no hay estudios?

    En mi experiencia conociendo familias con estos problemas, la decisión no debe darse solo con el psiquiatra o psicólogo del niño sino con sus padres

    —Es por la manera en que se están haciendo los estudios. Si estamos lastimando a esos chicos de acá a 10 o 20 años, nos enteraremos dentro de 10 o 20 años. Esto es único. El abordaje para el tratamiento se ha movido tan rápido que ha ido más allá de lo que normalmente hubiéramos hecho con otras enfermedades de las que no tenemos respuestas aún. En otros temas estaríamos procediendo con cautela pero acá muchos grupos hacen fuerza y nos hemos movido demasiado adelante, tanto que ahora se ha dicho “esto lo tenemos que hacer”. En otros casos diríamos 'no hay respuestas aún, procedamos con cautela'.

    —¿Este es el punto en el que la militancia protrans y la ciencia chocan?

    —Las preguntas que se deben hacer no se están haciendo. Necesitamos hacer estudios científicos para descifrar el mejor abordaje para el tratamiento. Los grupos de militancia pueden ser muy beneficiosos en hacer eso como lo es la asociación de diabetes u otros que buscan llamar la atención en sus temas. Empujan a la ciencia para que avance, ese es su beneficio, pero cuando bypassean (saltean) a la ciencia porque dicen 'nosotros ya encontramos la solución', ahí se transforman en un gran problema.

    Cada niño tratado a edades tempranas debería estar bajo controles y protocolos de investigación científica, es lo que debería pasar pero no ocurre

    —¿Qué ha cambiado en su percepción de los tratamientos hormonales en niños tras sus años de trabajo?

    —Me hago más preguntas. La habilidad para hacer preguntas se ha perdido. Cuando recién empecé había preguntas legítimas pero ahora cuestionar el paradigma o criticar la calidad de los estudios bajo argumentos válidos encuentra hostilidad. Esta hostilidad está impidiendo el avance y evita que se encuentren respuestas.

    —¿Por qué hay mayor sensibilidad sobre el tema?

    —Hay grupos de militancia que basan su accionar en la intimidación para prevenir que se generen preguntas que necesitan respuestas. Hay un grupo muy intolerante de gente que ha infundido miedo en mis colegas médicos que no están en una posición tan encumbrada de sus carreras como yo. Encuentran hostilidad al hacer preguntas científicas muy válidas, ellos no tienen la misma seguridad laboral que yo y corren muchos riesgos al embarcarse en esto. Esto perjudica a los pacientes. La gente necesita entender que pueden estar bien intencionados pero están haciendo la situación peor.

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