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Con un estilo barroco, comentarios sin filtro y un talento indiscutible, la cantante estadounidense Billie Eilish se posiciona entre los millennials con canciones que hablan de la soledad, el amor y los problemas adolescentes
Billie Eilish es auténtica. O al menos eso aparenta. Usa buzos sueltos, pantalones de colores neón y tiene un estilo un tanto barroco. Es la reina de los insultos y no tiene miedo de eructar frente a cámara. Tampoco duda en contar que tiene tendencia a ser depresiva, y transmite sus miedos en canciones que se repiten en las emisoras de todo el mundo. Es la protagonista de videos abyectos, que muestran cómo sus ojos celestes se tiñen con pintura negra que chorrea por sus mejillas. Y de canciones que hablan de la soledad. Quizás muchos se impresionan al ver a esta adolescente de 17 años detrás de extrañas composiciones que se distancian del estilo de ídolos como Taylor Swift o Selena Gomez. Pero esta cantante tiene una voz y una fuerza que impresionan. Eso, al menos, piensa el público millennial que agota funciones por todo el mundo.
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Hacia su identidad. Si en tiempos de redes sociales la popularidad de un artista se midiera en la cantidad de seguidores, muchos podrían pensar que la carrera de Billie Eilish despegó hace unos meses. Hasta hace menos de un año, esta cantante contaba con mucho menos de los 27 millones de usuarios que ahora siguen su vida. Su nombre, sin embargo, empezó a sonar en Estados Unidos hace cuatro años. Y de una forma casi accidental. O eso parece. Hace falta hacer un recorrido por su historia familiar para entender lo que ocurrió.
Criada en Los Ángeles, esta cantante nació en una familia de artistas vinculados al cine y a la música. Su madre, Maggie Baird, es actriz, compositora y protagonizó Life Inside Out, una película que se estrenó en 2013. Su padre, Patrick O'Connell —el verdadero apellido de Billie— actuó en la película Iron Man y las series Basket y The West Wing. “En mi familia se respira música, baile, actuación”, dice la adolescente en sus redes.
Mientras sus padres pasaban en castings y producciones, Billie estudió en su casa y formó parte del Coro de Niños de Los Ángeles. “Eso me ayudó a aprender la manera correcta de cantar sin dañar mi voz”, contó años más tarde en una entrevista con Vogue. También tomó lecciones de piano y ukelele, dos instrumentos que tocaba con sus padres. También quería ser bailarina, pero una fractura destrozó su sueño. O hizo que se enfocara en su carrera musical.
Algunas noches, ya cuando nadie podía escucharla, Billie se acostaba a componer canciones como si escribiera un diario íntimo. “Era una forma de expresar mis sentimientos. Mi hermano también es muy buen compositor, así que escribimos muchas cosas juntos”, cuenta en Instagram. Y sin saberlo, su hermano Finneas O'Connell impulsó su primera canción, Ocean Eyes.
Cuando Billie tenía 13 años, su hermano compuso una canción para tocar con su grupo de amigos. Pero el estilo le sentaba mejor a su hermana, que todavía mantenía un tono angelical. “Me enseñó la canción, la cantamos juntos con su guitarra y me encantó. Quedó atrapada en mi cabeza durante semanas”, dijo Billie a Teen Vogue. Más tarde, una profesora de baile le pidió que hiciera una coreografía con un tema propio y lo subiera a la plataforma Soundcloud. Enseguida se hizo viral. “No teníamos intenciones, pero se esparció muy rápido”, recordó.
Así, y sin procesarlo demasiado, firmó un contrato con la compañía Interscope Records y unos meses después publicó la primera versión oficial de Ocean Eyes. Esta canción —que se convirtió en Disco de Platino— en poco tiempo tuvo más de dos millones de visitas en YouTube (ahora alcanzan los 130) y luego se popularizó en Spotify con millones de reproducciones más. Tras el lanzamiento del video de la canción, parecía que Billie iba a ser una cantante de pop más por la estética del video. La artista, que ahora tiene una imagen más dantesca y honesta, aparecía con una remerita negra, el pelo rubio, los ojos claros y un maquillaje natural. Algo parecido a lo que mostraban los primeros videos de Selena Gomez o Taylor Swift. “Me dijeron qué ponerme y aparecí así. No era yo. Eso no es lo que soy”, contó en una entrevista años más tarde. Y sus siguientes canciones mostraron que su estilo distaba mucho de aquella imagen.
Con canciones que mezclan el indie pop con la electrónica, y algunos guiños al blues, en 2017 lanzó Don't Smile at Me, un EP —más largo que un sencillo y más corto que un álbum— que reunía temas como My Boy, Party Favor y idontwannabeyouanymore, que llegó a ser disco de oro. Un año más tarde, se embarcó en giras por Europa y Estados Unidos, y fue telonera de Florence and The Machine. Aquello no era más que un anticipo de su primer álbum, When we Fall Asleep, Where do we Go?, que este año la posicionó como una estrella entre millennials.
Influencia en estilo. Con su nuevo álbum, lanzado el 29 de marzo, Billie Eilish rompió récords en emisoras de todas partes del mundo. De hecho, es la primera artista nacida en los 2000 en ser número uno con un álbum en Estados Unidos, según informó CNN. Y también es la mujer más joven en alcanzar este puesto en el Reino Unido, según la compañía Official Charts, que elabora listas de popularidad oficiales de fonogramas y videogramas. Pero una de las razones detrás del éxito de esta cantante, que tiene un talento indiscutible, es su forma de ser. Y su particular estética, replicada por adolescentes en todo el planeta.
La ropa holgada, las medias coloridas, las uñas largas, los sombreros diseñados por marcas como Louis Vuitton, el pelo corto, que pasó del rubio al azul y el rosado, y los excéntricos accesorios. Todo, demasiado, la vuelven en un atractivo dentro y fuera de los escenarios. “No quiero que el mundo lo sepa todo sobre mí. Por eso llevo ropa grande y holgada: nadie puede opinar porque no han visto lo que hay debajo”, dijo en un video de Calvin Klein. También aseguró que elige esta vestimenta para no ser juzgada por estar “demasiado gorda o flaca” y, sobre todo, para impedir ser sexualizada. Solo bastó que, hace unas semanas, apareciera con una musculosa, para que las redes sociales se inundaran de comentarios sobre su estado físico. Que está más gorda. Que está más flaca. No faltaron comentarios. Tampoco faltaron los fanáticos que salieron a defenderla y a asegurar que esta adolescente, que ni siquiera es mayor de edad, era víctima del machismo en redes sociales.
Antes de la viralización de esas imágenes, Billie había confesado que estaba cansada de tener que responder a cánones y exigencias imposibles. También se declaró feminista y tildó de “idiota” al gobierno estadounidense. “Los hombres no deberían tomar decisiones sobre nosotras. Las mujeres deberíamos poder decir, hacer, sentir y ser exactamente lo que nosotras queramos”, dijo durante la entrega de los Ascap Pop Music Awards (American Society of Composers, Authors and Publishers).
Además de ser influencer de moda y líder de opinión, esta cantante es un ejemplo de superación. Cuando era niña fue diagnosticada con el síndrome de Tourette, un trastorno que trae múltiples tics físicos y vocales. “Me lo dijeron cuando tenía 12 años y he crecido con eso. Resulta extraño, porque es parte de lo que soy y he sido toda mi vida”, dijo a Garage Magazine. Al igual que los jóvenes de su generación, Billie muestra que también lidia con los mismos problemas, dolores, amores y desamores de la adolescencia. Tiene talento, estilo propio, y un mensaje sincero que se conecta con las nuevas generaciones.