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    El jockey de las 9.000 carreras

    A los 50 años, el uruguayo Pablo Falero sigue corriendo en Argentina y celebra sus triunfos

    “Señor, a ti te debo todo lo que he logrado, y no me canso de agradecerte una y otra vez”. Esa frase, junto a una foto de Jesús, es la imagen que identifica a Pablo Falero en su WhatsApp. Su faceta de buen creyente no solo está allí, sino también antes de cada carrera, cuando el jockey más famoso del Río de la Plata pide volver sano a su casa. Ese peculiar pedido se repite entre 45 y 60 veces a la semana, porque ese es el promedio de carreras que tiene a lo largo de siete días.

    A los 50 años, Falero sigue siendo uno de los nombres más importantes de la hípica del mundo. Nació en Conchillas, Colonia, se consagró en Las Piedras y en Maroñas, y en la década de los 90 cruzó el charco para instalarse en Argentina y jugar en las ligas mayores del turf mundial,  donde al igual que en Uruguay ganó todo lo que podía ganar. Tanto es así que hace pocas semanas el Hipódromo de San Isidro lo distinguió por haber llegado a los 9.000 triunfos, una marca reservada para unos pocos. Según publicó el diario La Nación, solo tres personas en la historia del turf superaron esa cifra: el canadiense Russel Baze, el brasileño Jorge Ricardo y el panameño Laffit Pincay Jr.

    En una ciudad burrera como Buenos Aires, Falero es una celebridad. Por eso, el reconocimiento de los 9.000 triunfos generó amplia repercusión en los medios, algo que a él lo sorprendió. A esta altura, y después de tantos años en el máximo nivel de competencia, Falero no necesita del turf para vivir, pero sigue adelante porque es su gran pasión. Ese amor por la hípica lo llevó a recorrer el mundo, y a sus conquistas en la región se fueron sumando competencias en Estados Unidos y Emiratos Árabes. Esté donde esté, siempre repite el mismo ritual: pedirle a Dios que le permita volver sano a su casa. “Si nos da la posibilidad de ganar una carrera en el correr de la tarde, mejor. Pero lo importante es volver sano”, contó Falero a galería.

    Él sabe que una lesión le puede truncar los sueños y poner punto final a su carrera. Le pasó el 7 de febrero de 1998, cuando un caballo lo empujó contra un poste y se fracturó tres cervicales. El accidente lo dejó nueve meses alejado de las pistas, sin saber qué pasaría en el futuro. Pero volvió, con tanta o más energía que antes, y una plaqueta de titanio con nueve tornillos en su cuerpo. Por eso, a casi 20 años de aquel episodio, cuando se le pregunta qué caballo recuerda de manera especial, menciona a Delivery. “Era una yegua que no se hacía querer para nada, pero era la carrera de la vuelta, un sueño hecho realidad, una película con final feliz. Para mí fue muy importante. Me voy a acordar de su nombre toda la vida por eso y porque la yegua tenía un genio que no se hacía querer para nada”, contó.

    Rezarle a Dios que le permita volver a su casa sin lesiones es uno de los rituales que tiene Falero. Pero hay otro, que también cumple a rajatabla, y tiene que ver con una estricta rutina que cumple para alcanzar ese promedio de 45 a 60 carreras semanales. Al menos tres de los siete días de la semana, el jockey está a las seis de la mañana en las pistas de San Isidro o Palermo probando caballos que luego correrá a lo largo de la semana. En cada hipódromo se sube a unos seis o siete animales.

    El único día que descansa por completo es el jueves. No hay pruebas de montas ni competencias, porque las carreras son en el Hipódromo de La Plata y Falero solo corre en San Isidro o Palermo. En esos dos escenarios, las carreras más importantes son los sábados por la tarde y él quiere ser siempre protagonista.

    TODOS LOS PREMIOS. Los que saben de turf no tienen dudas: Falero sigue siendo uno de los mejores jockeys del mundo. Entre los que defienden esa tesis se encuentra el periodista Miguel Aguirre Bayley autor del libro ¡Falero! (ver recuadro). “Pablo Falero es el jockey más ganador de toda la historia del turf argentino, y eso abarca más de 130 años. Además, hoy ocupa el cuarto puesto entre los jockeys con más carreras ganadas del mundo en varios siglos del turf. Y también porque las hazañas que realizó no solo fueron en Argentina y Uruguay, sino también en Perú, Chile, Ecuador y Brasil. Por todo eso es uno de los mejores jockeys de la historia”, dijo a galería.

    “Falero se ha convertido en el mejor embajador del turf uruguayo fuera de fronteras”, explicó Aguirre Bayley.  En la extensa trayectoria del jockey se encuentran algunos de los premios más importantes del continente, como los cuatro Carlos Pellegrini (el más destacado de Argentina, dos veces ganado de forma consecutiva), dos José Pedro Ramírez (el más famoso de Uruguay) y un Gran Premio Latinoamericano (en el que se miden competidores de todos los países). Además, dijo, tanto en Argentina como en Uruguay ganó todo el calendario clásico.

    Si Irineo Leguizamo fue el jockey más destacado en el Río de la Plata hasta la década de los 70, Falero se convirtió en su relevo a partir de los 90. Y si Falero le sigue los pasos en lo que tiene que ver con la edad, aún tiene tiempo de seguir corriendo, porque el Pulpo se retiró a los 70 años. Para Aguirre Bayley, Falero no solo se encuentra en una buena edad para seguir corriendo sino que lo considera doblemente meritorio porque ha tenido graves accidentes que dejó atrás.

    A Falero no le preocupa el paso del tiempo. En su caso, lo que define su continuidad no son los años, sino la pasión por seguir corriendo. “El día que no tenga ganas de levantarme voy a dejar, pero realmente es algo maravilloso cuando uno se encuentra con el caballo. Hay cosas que no son fáciles de explicar”, dijo. Le pasó alguna vez que llegando a fin de año, con el cansancio acumulado, se planteó dar un paso al costado. Pero después, luego de unas vacaciones, siempre quiso volver.

    Mide 1,65 y pesa entre 54 y 55 kilos. Dice que lo más difícil es cuidar el peso, pero que la rutina de ocho carreras diarias arriba del caballo lo ayuda a mantener ese estado físico. De todas maneras, cada día trota un poco y también hace ejercicios en el gimnasio, “muy suaves y leves”. Porque ejercitar demasiado tiene sus riesgos: “Si musculás, el cuerpo te pesa más, hay que trabajar para quemar grasas y no muscular”.

    Para Falero, los 36 años de trayectoria que lleva encima son una ventaja frente a  jockeys más jóvenes, porque la experiencia para definir una situación juega a su favor. “El que corre es el caballo y como el que tiene que buscar el entendimiento con el animal es uno, a veces el adulto tiene más experiencia”, dijo.

    Pasan los años y Falero sigue cosechando elogios por su manera de correr, tanto en Uruguay como en Argentina. “Es un superdotado. Por las enormes condiciones que tiene arriba del caballo, por su gran sacrificio y profesionalismo”, explicó a galería Ezequiel Valle, del Haras Firmamento, uno de los más grandes de Argentina. “No solo tiene conocimiento de los caballos que corre, sino que también tiene un gran conocimiento de los caballos que enfrenta. Eso puede ser habitual que se haga para carreras de jerarquía, pero Falero lo hace para todas”, explicó Valle, quien integra el haras del cual salió el caballo Sixties Songs, ganador del último Pellegrini.

    El año pasado, el Haras Firmamento fue distinguido como Criador del Año en los Premios Carlos Pellegrini que otorga el Jockey Club Argentino. En lo que va de 2017, el haras lidera las estadísticas de carreras ganadas. Valle se considera “un admirador” de Falero, a quien atribuyó una “inteligencia asombrosa”. Falero corrió algunos caballos criados por él aunque la mayoría de las veces le tocó “padecerlo”. 

    ENTRE CABALLOS. Tenía 14 años cuando se subió por primera vez a un caballo en el hipódromo de Colonia. Ahí comenzó la pasión que mantiene hasta ahora, siempre tratando de que el animal logre lo mejor de sí. “Encontrar el gran rendimiento de los caballos fue mi meta siempre”, dijo. Le gusta hablar de una “comunión” entre jockey y animal, porque a su modo de ver eso es lo que permite optimizar el desempeño de la monta.

    Hay ocasiones en las que Falero conoce a los caballos con tiempo y los prueba antes, pero eso no siempre sucede. “Siempre fui mucho mejor abajo del caballo que arriba, porque pude manejar bien mis tiempos y saber elegir, tomar decisiones que las tomás abajo del caballo. Arriba tenés que tomar decisiones rápido; abajo las podés estudiar un poquito más, como elegir montas, elegir gente, elegir calidad de caballos”, reflexionó.

    En los 36 años que lleva corriendo, el mundo hípico cambió. Hoy, en Maroñas, por ejemplo, son frecuentes los espectáculos extraturfísticos que atraen gente, algo que no cae del todo bien entre algunos burreros de ley que entienden que eso puede afectar al caballo y que no se condice con el verdadero objetivo de la competencia.

    A Falero eso no le preocupa. Es más, sostiene que todo lo que permita arrimar más gente a las carreras debe ser bienvenido porque sin público las carreras dejarían de existir. Tampoco le inquieta demasiado que lo que sucede alrededor de la pista afecte al animal, porque es de los que creen que el caballo “es un ser increíble que se adapta a todo”. “A veces vemos que los caballos vienen del interior en un tráiler apretados, corren y ganan igual. El caballo es un animal que se adapta a todo, podrá extrañar un día a dos, pero realmente son seres muy inteligentes y nacieron para correr”, aseguró.

    De todas maneras, advierte que en los últimos 20 años disminuyó la calidad de los caballos de carrera. “Hay mucha cantidad de nacimientos, pero creo que la calidad de los caballos —lo puedo decir en Argentina— no es tan buena como hace 20 años. Hace 20 años había seis, siete caballos de primer nivel; hoy por ahí no se destacan tanto. No sé si es por el calentamiento global o qué, en eso a veces critico un poco. Hace 20 años me subía a caballos muchísimo más buenos que ahora. Hoy por hoy, la inversión por ahí es mucho más grande para la cría de caballos de carrera”, comentó.

    Para Falero, un jockey no puede hacer milagros. Podrá tener la mejor muñeca, pero si el caballo no es bueno, la carrera está perdida. Para ser considerado bueno, a su modo de ver el animal tiene que estar bien entrenado y llegar en las mejores condiciones para competir. Eso el jockey lo va evaluando con el entrenador, porque detrás de cada carrera hay un trabajo en equipo.

    Hoy, Falero tiene contrato con dos caballerizas argentinas: Vacación y Rubio B. Después, si tiene tiempo y no hay compromisos con ellas, puede correr con otras. Eso se ve sobre la marcha, si le interesa la propuesta, o si hay algún vínculo con el propietario del caballo. Llegado el momento todo se conversa.

    EN FAMILIA. Una de las cosas que Falero más destaca del turf es la “maravillosa” posibilidad de haber conocido todo tipo de personas. “Conocí gente de todos los niveles y en dos pasos cambiás todas las clases sociales”, recordó. Puso como ejemplo que en una ocasión tuvo la posibilidad de correr a Labial en Buenos Aires, una yegua del expresidente Jorge Batlle, y que luego de saludar al mandatario recibió el abrazo del cuidador del animal.

    Sus seguidores pertenecen a distintos sectores sociales y países, y muchos se acercan a La Estancia de Falero, un restaurante que abrió hace unos años frente al Hipódromo de San Isidro. Es un lugar temático, decorado con chaquetillas, fustas, trofeos y fotos de su larga carrera. El resto de los objetos que recibió en estos años están en una “enorme vitrina” en su casa de Olivos.

    Cuando tiene tiempo libre trata de pasarlo en esa casa junto a su familia. Comparte con ellos algún asado y después siempre termina en lo mismo: analizando estadísticas de caballos y estudiando la calidad de las montas. Todo en su mundo gira alrededor del turf, por eso no le interesan el fútbol ni otros deportes.

    Pasaron 25 años desde que Falero se instaló en Buenos Aires. Llegó con expectativas e incertidumbre sobre cuál sería su futuro, y con una familia compuesta por su señora Patricia y sus hijas Vanessa Noemí y Paula Romina. En suelo argentino nació su hijo Pablo Daniel.

    Un cuarto de siglo después, aquellas dudas sobre qué pasaría con su carrera se fueron despejando, porque Falero se convirtió en uno de los jockeys más importantes de Argentina y por lo tanto del mundo. Cuando mira hacia atrás solo ve un elemento negativo entre tanta dedicación: haber desatendido a su familia. Sin embargo, cree que tanto esfuerzo valió la pena porque pudo darles un mejor pasar económico. “A veces falté en alguno de los cumpleaños de las chicas porque tenía que ir a correr a Maroñas y pasaron solos. Pero gracias a que me fue bien en lo que hago después les pude dar un futuro mejor”, contó.

    A pesar de esas ausencias, sus hijos no generaron rechazo hacia el turf. Su hijo es su mano derecha, y se ocupa de organizarle la agenda y actividades. Sus hijas se casaron con dos jockeys: la mayor con Adrián Gianetti y la menor con Jorge Gustavo Ruiz Díaz. Cada una de ellas le dio dos nietos. La más chica vive en Miami, porque su marido corre en esa ciudad y por eso en los próximos días Falero irá a Estados Unidos de vacaciones.

    En general, Falero viaja a descansar a Chile, pero en esta ocasión decidió cambiar de aires y pasar las Fiestas en familia en el Norte. Estará algunas semanas alejado de las pistas y el 4 de enero retornará al Sur. Es que dos días más tarde tiene una cita ineludible: otro 6 de enero corriendo un Ramírez en Maroña.

    Homenaje en Maroñas

    El 6 de enero, cuando se corra una nueva edición del Ramírez, Pablo Falero recibirá un reconocimiento en el Hipódromo de Maroñas por las 9.000 carreras ganadas. Está previsto que se exhiba un video recordatorio de su carrera y una distinción, y que él entregue los diplomas de los nuevos graduados de la escuela de jockeys.

    Momentos destacados de su vida

    En ¡Falero! el periodista Miguel Aguirre Bayley repasa detalles de la vida y de la carrera del destacado jockey uruguayo.  

    · Nació en Conchillas el 12 de diciembre de 1966. Se crio en el campo y tenía dos años cuando se subió por primera vez a un caballo.

    · Debutó a los 16 en el Hipódromo Real de San Carlos, el 6 de diciembre de 1981, con un caballo llamado Jorgito. “Llegué segundo. Soy zurdo y tenía la fusta a la derecha; el caballo se me tiraba para adentro y mantuve la fusta siempre a la derecha”, contó.

    · La primera vez que compitió en Maroñas fue el 23 de febrero de 1984. Fue con el caballo Ciel Claire y llegó en séptimo lugar. Su primera victoria en ese hipódromo fue el 1º de julio de ese año, cuando corrió a Prestamista.

    · Entre los numerosos premios conquistados por Falero se encuentran el Ramírez y el Pellegrini, los más importantes de Uruguay y Argentina. En Maroñas ganó en 1987 con Chapulín y en 1990 con Galicio. En San Isidro lo hizo en 1991 con Potrillón, 1992 con Potri Pe, 2000 con Guarachero y 2005 con Storm Mayor.

    · En 1991 se instaló en Argentina y el 25 de octubre ganó por primera vez una carrera. Fue en Palermo corriendo a Anthyia.