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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFue un fin de semana inédito para Young. Los polistas más destacados del mundo disputaron un partido a beneficio de una institución local. Por primera vez desde su nacimiento, La Dolfina jugó con todas sus estrellas fuera de Argentina. El equipo de Adolfo Cambiaso —el mejor polista del mundo, hoy de 42 años— llegó a tierra uruguaya por una razón: una de sus figuras, David Pelón Stirling, se crio en parte en esa localidad y desde hacía tiempo soñaba con jugar con sus compañeros en sus pagos.
Cambiaso, Stirling, Pablo MacDonough y Juan Nero son los integrantes del mejor equipo del mundo del polo. Los cuatro tienen diez goles de hándicap —la distinción más alta a la que puede llegar un jugador de polo—, y venían de ganar por quinta vez consecutiva el Abierto de Palermo, el torneo más importante del mundo. Por eso su visita no pasó inadvertida para la colectividad local.
Pasadas las 13:30 horas del sábado 9, la vida de Young transcurría con normalidad. El sol calentaba las calles y los vecinos ya estaban palpitando la siesta. A cinco kilómetros de allí, en la vieja estancia La Esmeralda, los peones preparaban los 50 caballos que en pocas horas serían utilizados para el partido entre el mejor equipo de polo del mundo, La Dolfina, y la selección de Río Negro, en el Río Negro Polo Club.
La Esmeralda es propiedad de David Stirling y Marcela Fernández Ameglio, los padres de David Pelón Stirling, que es a los 36 años una de las estrellas de La Dolfina. Es un lugar cargado de recuerdos, ya que anteriormente pertenecía a otras generaciones de Stirling, una de las familias que construyeron la historia del polo uruguayo, y que hoy, además de tener a Pelón jugando en primera línea, cuenta con varios de sus integrantes en distintos equipos.
Los jugadores de La Dolfina y los polistas argentinos que defendieron a la selección de Río Negro comenzaron a llegar el viernes 8 a La Esmeralda. Al mediodía del sábado, solo faltaba Pelón, que llegó pasada las tres de la tarde y se sumó al almuerzo con sobremesa junto a sus compañeros. Entre ellos se encontraban, además de Cambiaso, los otros integrantes de La Dolfina: Nero, el número 3 del ránking mundial, y MacDonough, que tiene el número seis. Stirling está en quinto lugar. Todos los jugadores, incluido Cambiaso, se quedaron a dormir en la estancia.
En el almuerzo también estuvieron los tres polistas argentinos que jugaron para Río Negro, tres referencias en su país. Por ejemplo, Eduardo Ruso Heguy, que con 51 años fue el más veterano de los que jugaron el último Abierto de Palermo.Tiene nueve goles de hándicap, y pertenece a una familia polera tradicional argentina, identificada con Indios de e Indios de Chapaleufú. También estaba Ignacio Novillo Astrada, actual jugador en La Aguada, con nueve goles de hándicap; y Diego Cavanagh, de La Dolfina II, con ocho goles de hándicap y octavo en el ránking mundial. El cuarto integrante de ese grupo era el uruguayo Alejo Jejo Taranco Stirling, primo hermano de Pelón, jugador de La Dolfina II, con seis goles de hándicap y ubicado en el lugar 16 del ránking mundial de polo.
“¿Alguien quiere café?”, se oyó en La Esmeralda luego del almuerzo. Mientras tanto, los polistas cambiaban ideas sobre el uso de bochas de madera o de plástico para jugar los partidos. Después de la sobremesa, Pelón fue el guía de los invitados en la recorrida por la histórica estancia en medio de chistes y charlas distendidas.
HISTORIA DEL PARTIDO. Hace casi un mes, Pelón Stirling creó un grupo de WhatsApp con algunos amigos de Young a los que les avisó que llegaría La Dolfina a jugar un partido de exhibición a la ciudad. Era una vieja aspiración que tenía el polista que por razones de agenda era difícil de concretar. Los jugadores de La Dolfina están ahora de vacaciones, luego de haber terminado el Abierto de Palermo y estos son los días libres que tienen antes de retomar las actividades en enero por el resto del mundo. De ahí que era difícil que todos coincidieran. MacDonough, por ejemplo, estaba jugando el Abierto de Chile y viajó especialmente para la ocasión.
La llegada de La Dolfina tuvo un impacto en la apacible vida de Young, una localidad de unos 16.000 habitantes ubicada a casi 100 kiómetros de Fray Bentos y a unos 320 de Montevideo. Las habitaciones de los cuatro hoteles del lugar se reservaron varios días antes, y otros visitantes optaron por alojarse en Paysandú.
Cuando Pelón confirmó la noticia, desde el Río Negro Polo Club se pusieron en contacto con integrantes de La Dolfina para coordinar detalles de la llegada. Los jugadores no pusieron ninguna condición ni exigencia, ni siquiera en lo que respecta a la seguridad de los polistas. También dieron absoluta libertad para que su imagen fuera utilizada de la manera que el club quisiera.
La cancha del club donde se disputó el partido dejó de utilizarse 15 días atrás para que estuviera en óptimas condiciones, y también se aprovechó para concretar algunos trabajos pequeños de refacciones o pintura.
En las últimas semanas, al Río Negro Polo Club comenzaron a llegar consultas de clubes de fans de La Dolfina de ciudades argentinas y también de Brasil, que querían trasladarse a Young para ver el partido. En total, concurrieron unas 3.000 personas que pagaron la entradas de 200 pesos. La recaudación —descontando gastos de funcionamiento de la actividad— fue destinada al Centro Esperanza Young. Ese centro es una asociación civil sin fines de lucro creada hace 25 años, que trabaja en la formación, capacitación y rehabilitación de unas 60 personas con discapacidad de entre 8 y 60 años.
Pelón y Jejo Taranco son padrinos de la institución y cada vez que vuelven a su ciudad van a visitarla. Hace algunas semanas se comunicaron con el centro para contarles que lo recaudado en el partido sería a beneficio de ellos, como forma de devolver a la comunidad younguense el apoyo constante hacia ellos.
A JUGAR. Los ocho polistas llegaron a la cancha del Río Negro Polo Club alrededor de las 17 horas. Fueron recibidos por una multitud de fanáticos, que no quisieron perderse la oportunidad histórica de sacarse una foto o pedirles un autógrafo a los mejores del mundo. Allí, Pelón presentó a su abuela, Beba Stirling, ante todos los jugadores. Con 87 años, ha sido la espectadora de tres generaciones de Stirling: su marido David, su hijo “Davicito” y ahora su nieto Pelón.
El partido estaba previsto para jugarse en cinco chukkers (tiempos), pero ante los aplausos del público se decidió disputar un sexto. El encuentro terminó con un triunfo de La Dolfina, por nueve tantos contra ocho.
ESPN Argentina viajó a Young para transmitir en vivo el partido. Tucán Pereyra, el reconocido periodista de polo argentino que relató el encuentro, habló con galería sobre su importancia. “Es histórico para el pueblo de Uruguay y ni que hablar para Río Negro Polo Club”, mencionó el periodista, que nunca había estado en Uruguay para relatar un partido de polo. “Estos son partidos exhibición, donde se divierten los jugadores, pero más allá de que no se matan por ganar salieron unos goles espectaculares muy difíciles de hacer”, dijo. Agregó que los espectadores “se dieron el gusto de ver golazos” y que la dupla de Pelón y Cambiaso es como la de Leo Messi y Luis Suárez: “Son cracks que se juntan y demuestran que cuando Argentina y Uruguay se unen salen cosas muy buenas”.
Durante la entrega de premios, los jugadores mencionaron las ganas de volver en un futuro al pueblo, “para seguir aportando con el Centro Esperanza Young”, como contó Pelón. El Ruso Heguy dijo que ojalá el partido sea “el primero de muchos más”.
Al término del partido se remató una potranca propiedad de Pelón por ocho mil dólares, a beneficio del centro. También, de manera espontánea, se subastó el casco que utilizó Cambiaso en el partido, por el que se pagaron unos 1.500 dólares.
Ya en la noche, en las instalaciones del club, la fiesta continuó con una cena en el Río Negro Polo Club. Entre paella, asado y música, los mejores polistas del mundo compartieron la velada con socios del club y otros pobladores del lugar.
En la mañana del domingo, Young había retomado su calma habitual. A media mañana, los jugadores emprendieron el retorno a Buenos Aires y otras ciudades para seguir con el calendario mundial, después de protagonizar un fin de semana histórico para Río Negro.
Los números de los mejores
La Dolfina fue fundada hace 20 años por Adolfo Cambiaso. El sábado 2 conquistó por quinta vez consecutiva el Abierto Argentino de Polo, el torneo más importante de ese deporte.
Desde el 2011 La Dolfina está integrada por Cambiaso, el uruguayo David Pelón Stirling, y los argentinos Juan Martín Nero y Pablo MacDonough. Milo Fernández Araújo, coach del equipo, dice que tiene un equipo compuesto por “cuatro Messi”. Los cuatro jugadores tienen diez goles de hándicap, el nivel más alto al que se puede acceder en el polo. En el ránking del World Polo Tour, Cambiaso ocupa el primer lugar, Nero el tercero, Stirling el quinto y MacDonough el sexto.
Desde 2011 hasta ahora disputó en 21 ocasiones la triple corona del polo argentino —Tortugas, Hurlingham y Palermo— y la ganó 16 veces. Elena Risso.
Con la obtención del quinto Abierto, La Dolfina se acerca al récord de ocho títulos consecutivos obtenidos en 1974 y 1981 por Coronel Suárez, el club más ganador de la historia del polo argentino.
El equipo jugó 18 Abiertos de Palermo y llegó a 17 finales. Solo quedó afuera en la de 2004.
La última vez que La Dolfina perdió un partido en Palermo fue en 2012, en la final contra Ellerstina, su rival clásico. Lleva 22 partidos sin perder en esa competencia.
Cambiaso ganó 14 Abiertos de Palermo. Lo superan Alberto Heguy con 17, Horacio Heguy con 19 y Juan Carlos Harriot hijo con 20. Stirling ganó el torneo en seis ocasiones, lo que lo convierte en el extranjero con más conquistas en esa competencia. MacDonough y Nero ganaron ocho; seis con La Dolfina y dos con Ellerstina.
En 1992, Cambiaso jugó su primer Abierto de Palermo con Ellerstina. En el último torneo disputó el partido número cien en esa competencia. Con la final de este año llegó a 102 enfrentamientos disputados en La Catedral. Anotó más de 900 goles. Elena Risso.
Los caballos de Young y los clonados de Cambiaso
Cuando se conoció que La Dolfina llegaría a Young, el Río Negro Polo Club comenzó a buscar caballos entre los socios de la institución y seleccionó a los 50 mejores que fueron destinados al partido. La elección se hizo tomando en cuenta tres elementos: morfología, tamaño y carácter. “Se buscó los más lindos y que anduvieran mejor para este tipo de jugadores”, explicó a galería Raymond Guynot de Boismenu, directivo del club.
Esos caballos tienen un cuidado especial, porque están sometidos a un alto nivel de entrenamiento que incluye comidas, ejercicios y tratamientos de dolores. Los animales que jugaron en el fin de semana venían siendo entrenados desde hacía al menos 60 días.
El cuidado de un caballo de polo demanda un trabajo muy intenso, que muchos comparan con el tratamiento que reciben atletas profesionales. Al entrenamiento físico, que incluye vareos, caminatas e inmersión en piletas, se suma un meticuloso cuidado médico a cargo de veterinarios y planes alimenticios. Cada caballo tiene su correspondiente petisero que se encarga de cuidarlo.
En general, en un partido de alto rendimiento, cada jugador puede llegar a usar hasta ocho caballos, porque monta uno diferente en cada chukker debido a la intensidad de cada tiempo. Un partido de polo puede durar entre cuatro y ocho chukkers, que son tiempos de siete minutos.
Los animales que se utilizan en este deporte son caballos polo pony o pony argentino, una raza que tuvo su origen en una cruza entre criollos y pura sangre y que luego fue teniendo muchos mestizajes. Young es la zona polera por excelencia del país y por eso en sus alrededores es frecuente la cría de ese tipo de animales. Según fuentes consultadas por galería, caballos como los que jugaron el partido del sábado valen entre ocho y nueve mil dolares.
En Uruguay, por ahora, no se ha incursionado en una práctica vinculada a los caballos de polo que Adolfo Cambiaso inició hace diez años: la clonación. En 2006, el mejor polista del mundo guardó durante tres años en nitrógeno líquido algunas células de Aiken Cura, uno de sus caballos preferidos, al que tuvo que sacrificar después de una fractura. Tiempo después, se asoció con Alan Meeker, un empresario texano vinculado a la biotecnología y comenzó a clonar caballos. “Lo hice para revivir a los mejores y disfrutar de que juegen al polo, algo que mejoró mi efectividad”, declaró al diario español El País.
Los primeros clones se hicieron en Texas y luego la industria se trasladó a Buenos Aires. En 2010 se vendió el primer clon de La Cuartetera, una yegua con la que Cambiaso obtuvo muy buenos resultados en la cancha, y que él considera que fue el mejor animal que montó, por unos 800.000 dólares. A partir de ese momento, los clones de esa yegua y sus descendientes se han vuelto muy codiciados en el ambiente polero. De todas maneras, algunos sostienen que con la clonación no se mejora el animal sino que se repite la misma genética.
Cambiaso es un defensor de esa práctica. “Me gusta clonar para mejorar la cría. Si las puedo jugar, mejor. Que más quiero yo que tener en mi palenque a los cinco mejores caballos que tuve en mi vida. Pero mi meta es criar mejores caballos”, dijo a Clarín. El polista agregó que de acuerdo con su experiencia todos los animales clonados juegan bien y parecido al ejemplar original.
El sábado 3, además de conquistar por quinta vez el Abierto de Palermo, Cambiaso recibió otra distinción: uno de los clones de La Cuartetera fue premiado su desempeño en la cancha por la Asociación Argentina de Criadores de Caballo de Polo. El polista dijo que ese reconocimiento era para aquellos que decían que los clones no funcionaban.
La inclusión de la genética en la mejora de los caballos de polo comenzó en la década de los 80 con los trasplantes embrionarios. Según el diario La Nación, esa técnica consiste en “servir a la yegua predilecta con un padrillo top, extraerle el embrión e implantarlo en una madre sustituta, que es la que lleva adelante el embarazo”. “Para los jugadores y/o criadores, fue una bendición deportiva y económica: más crías, más posibilidades de multiplicar grandes caballos y mayores ventas de equinos o directamente de embriones, como apuesta de sangre”, explicó el diario.
A esa práctica se sumó hace algunos años la clonación. “El ejemplar clonado es una fotocopia, genética y fenotípicamente. El del trasplante puede tener alguna diferencia física”, dijo Máximo Aguirre Paz, veterinario argentino especializado en caballos de polo, a La Nación. “Genéticamente, con la clonación mantenés la calidad. Hasta podés recuperar un crack como puede ser un macho castrado que revive en su estado natural. Lo que no creo que puedas clonar es todo lo que viene después: el destete, la doma, la aptitud”, agregó. Elena Risso.