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    El revivir de una vieja casona

    Luego de 15 años cerrada al público, recientemente reabrió la Casa de Juan Antonio Lavalleja, la residencia colonial más antigua de las ocho sedes del Museo Histórico Nacional

    En 2002 cerró sus puertas por peligro de derrumbe y durante casi 15 años su estructura estuvo apuntalada para evitar desprendimientos de ladrillos de las galerías superiores. Hasta que en diciembre de 2016, después de seis años de trabajo que incluyó la restauración de su estructura y de colecciones que estaban guardadas desde hacía décadas, reabrió al público la Casa de Juan Antonio Lavalleja, la residencia colonial más antigua que componen las ocho sedes del Museo Histórico Nacional.

    Ubicada en Zabala 1469, la Casa de Lavalleja, de dos plantas, con dos patios y galerías, comenzó a construirse en 1757 y fue adquirida por Lavalleja en 1830 para vivir junto a su esposa e hijos. En ese lugar, más específicamente en una mesa de madera que aún se puede ver en el segundo piso, fue donde se le practicó la autopsia luego de su muerte en 1853.

    En la década del 40 se hizo una primera restauración y medio siglo después, a mediados de los años 90, comenzaron los problemas estructurales, con posibles riesgos de derrumbe y desprendimientos. En 2002, después de que se apuntalaran distintos sectores, se cerró al público y solo se dejó abierta la sala en la que funciona la biblioteca Pablo Blanco Acevedo, ubicada en la planta baja.

    Entre 2002 y fines de 2016 la casa estuvo cerrada, con las salas repletas de muebles, cuadros, objetos de decoración y uniformes cubiertos por sábanas. Hasta que en 2009 empezó, muy lentamente, el proceso de restauración. Entre 2010 y 2011 se inició el trabajo en las galerías y patios. El proceso fue lento, porque los mismos arquitectos y restauradores de la Dirección de Cultura y del Museo Histórico Nacional no solo tenían que ocuparse de esa sede sino de otras tareas.

    POR DENTRO. La restauración edilicia comenzó por la estructura externa, para apuntalar las paredes y evitar el derrumbe de los aleros, por donde además se filtraba agua que afectaba las pinturas de la segunda planta. Para eso se utilizaron ladrillos, en algunos casos nuevos y en otros tomados de otros sectores de la casa, explicó a galería el arquitecto José Sierra, de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.

    Luego se siguió por los patios, donde se reconstruyeron sectores de los cielorrasos. Como había fotografías y registros documentales que mostraban cómo era la casa antes, se siguieron esas guías para que la reconstrucción mantuviera un mismo estilo, algo que también era un reclamo de la Comisión de Patrimonio.

    Sierra explicó que, a diferencia de lo que ocurría con los techos y la parte exterior, el interior estaba bien conservado porque se había mantenido cerrado. Eso permitió, por ejemplo, que la carpintería solo tuviera que ser limpiada a fondo, al igual que los herrajes, más allá de algunas puertas que se volvieron a su color madera natural.

    Además de la casa, hubo otro elemento que fue necesario reconstruir: la colección del médico y dirigente del Partido Colorado Roberto J. Bouton, que ocupaba uno de los salones de la casa de Lavalleja. El historiador Andrés Azpiroz, del Museo Histórico Nacional, llevó adelante un cuidadoso trabajo de curaduría de esas piezas, entre las que se incluyen objetos de platería, armas, elementos de gastronomía, materiales relacionados con la Medicina y apuntes. Todas esas piezas estaban apiladas en muebles al fondo del museo y de a poco se fueron restaurando e instalando en vitrinas en la planta baja. El resultado es la muestra “Bien criollo, la exposición de Roberto J. Bouton”, que consiste en una recopilación de objetos de la vida cotidiana gauchesca del siglo XIX.

    Un piso más arriba, en los salones superiores, está instalada la exposición “Juan Manuel Besnes e Irigoyen, inventó, escribió y dibujó”, una muestra del artista que ocupa buena parte de la planta, compuesta por objetos del Museo Histórico Nacional que se fueron restaurando al mismo tiempo que la casona.

    La muestra —cuyos curadores son Ernesto Beretta y Adriana Clavelli, los dos del Museo Histórico— va en sintonía con el resto de la casa, pues se trata de piezas que datan de 1820 a 1865. Algunas de ellas demandaron un intenso trabajo de reconstrucción y es la primera vez que se exhiben de esa manera.

    En el mismo piso, después de atravesar la exposición, se ubica un enorme salón donde se guardan muebles viejos, algunos de los que se colocaron en el lugar luego de la restauración de la década del 40 y otros que pertenecieron al propio Lavalleja. Entre ellos está la mesa en la que se le realizó la autopsia.

    La idea es que la casona funcione como lugar de exposiciones, con el concepto de un museo “moderno”, explicó Beretta. Por eso, no se buscará reproducir cómo era la vida de Lavalleja en esa residencia, sino que funcione como lugar de muestras temporarias de artistas y colecciones que forman parte del acervo del Museo Histórico Nacional. 

    La Casa Juan Antonio Lavalleja está en Zabala 1469. En este momento están en exhibición las exposiciones “Juan Manuel Besnes e Irigoyen inventó, escribió y dibujó” y “Bien criollo, la exposición de Roberto J. Bouton”. La casa y las muestras se pueden visitar de miércoles a domingo de 11 a 16.45 horas. A la biblioteca Pablo Acevedo Blanco y a la colección de manuscritos del Museo Histórico Nacional se puede acceder los lunes, martes, miércoles y viernes de 9.30 a 16.45 horas, y los jueves de 11.30 a 16.45 horas.