Sofía Rodríguez, Luciana Fraser y Alisson Núñez son las únicas tres mujeres egresadas de la Escuela de Jockeys y Vareadores de Hípica Rioplatense del Uruguay, que funciona desde 2014; hoy, cursarla es excluyente para ingresar como jockey a los hipódromos de Maroñas y Las Piedras
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Una joven italiana que vivía con su familia en Melo y dijo estar cursando Veterinaria para poder formarse como jockey en Montevideo; una argentina que se vino desde Santa Cruz con el mismo objetivo, y una uruguaya que ahora vive y corre profesionalmente en Estados Unidos son las únicas tres mujeres que hasta el momento egresaron de la Escuela de Jockeys y Vareadores de Hípica Rioplatense del Uruguay.
Sofía Rodríguez, Luciana Fraser y Alisson Núñez, respectivamente, se formaron en el curso que ofrece esta institución. La carrera dura un año, no tiene costo pero sí examen de ingreso —el último año se presentaron 90 personas para sus aproximadamente 20 cupos— y es de tiempo completo. Por la mañana, los estudiantes tienen prácticas con los animales y se les asigna un cuidador de caballos como tutor, mientras que de tarde tienen equitación, educación física, educación médico-sanitaria, equinotecnia, ética profesional y reglamentos, entre otras materias. Las clases son en el Hipódromo de Las Piedras, donde hay instalaciones para que se alojen los estudiantes del interior que así lo requieran.
Sobre cómo fueron sus primeros contactos con el mundo equino, la reacción de sus familias al contarles qué profesión habían elegido y las ventajas de ser mujer en un ámbito donde predominan los hombres, entre otros temas, Sofía, Luciana y Alisson conversaron con galería en el Hipódromo de Maroñas pocos días antes del tradicional Gran Premio Ramírez, que se realizará este viernes 6.
Una intrépida. Con 37 carreras ganadas —nueve en el Hipódromo de Las Piedras y las restantes en Maroñas—, Sofía Rodríguez es la mujer con más triunfos desde la reapertura del centro ecuestre montevideano y este viernes 6 se la podrá ver (y alentar) en dos carreras: una junto al caballo Johnbo y otra con Daianaross FT.
Empezó la escuela en 2014, pero a las pocas semanas un accidente a caballo la dejó afuera, por lo que recién pudo hacer el curso en 2015. Es italiana e hija de uruguayos, llegó el país durante la adolescencia y se instaló con su familia en Melo. Uno podría imaginar que creció rodeada de caballos, pero no. “Hasta los 15 años casi no tuve casi contacto, había montado solo un par de veces de chica, cuando veníamos a Uruguay de vacaciones. La primera vez que fui al hipódromo me llevó mi padre, el día que cumplí 15 años, y después, cuando se dieron cuenta de que me lo tomaba en serio, no estuvieron para nada de acuerdo. Decían que era porque había solo hombres, porque era chica, no tenía experiencia, y ademas tenían miedo de que me lastimara”, contó.
“Cuando me vine en 2014 a Montevideo el trato con mis padres era que podía venir solo si estudiaba algo, así que decidí comenzar la Facultad de Veterinaria. A las dos semanas que comenzaron las clases tuve las pruebas para entrar a la escuela de jockey, y en cuanto supe que me habían aceptado dejé la facultad. Fue un gran problema porque mis padres no sabían que yo iba a tratar de entrar a la escuela, así que siempre me llamaban para saber cómo me iba en la facultad y tenía que mentirles para seguir viviendo en Montevideo. En abril fui a pasar las vacaciones de turismo en Melo, tuve el accidente (se cayó de un caballo) y aproveché que estaba con collar y muletas para contarles la verdad a mis padres. Ese año me quedé en Melo, empecé a correr ahí. Fue entonces cuando finalmente aceptaron que eso era lo que quería hacer y comenzaron a apoyarme incondicionalmente. Hasta hoy lo hacen cada vez que salgo a la pista”, dijo Sofía a galería.
Aceptada ya la decisión de la joven, le regalaron un caballo, Fretacho, y luego una yegua —Jafask—, pero ambos están en Melo.
Viviendo en EEUU. Alisson Núñez tiene 21 años e hizo la escuela en 2014. Era la única chica entre 16 hombres. Fue la primera mujer en correr en Maroñas desde su reapertura y ganó una vez en Las Piedras, otra en Estados Unidos —donde además resultó segunda en cinco oportunidades— y recientemente triunfó en una carrera en Maroñas.
Alisson rondaba los cinco años la primera vez que se subió sola a un caballo, practica equitación desde los ocho años y a los 17 empezó a montar purasangre de carrera en Maroñas. Nadie en su familia estaba relacionado previamente con el rubro: “Al principio tenían un poco de miedo por el riesgo que se corre, pero de todas maneras siempre me apoyaron”, contó Alisson a galería.
Actualmente está radicada en Charles Town, en el estado de West Virginia (EEUU), donde trabaja desde junio con una familia amiga. En noviembre, sin embargo, volvió a su Montevideo natal a pasar el verano con su familia.
“Acá me costaba mucho conseguir montas y decidí irme a Estados Unidos con una familia amiga que también está relacionada con el turf. Allá me va muy bien, corro muchos caballos, la gente da más oportunidades y respeta más a la mujer. Es un entorno distinto; me siento muy bien allá”, dijo a galería.
Estribos argentinos. Luciana Fraser creció en la provincia de Santa Cruz, Argentina, y con 23 años es la veterana del trío, pero a la vez la egresada más reciente: estudió en 2016 y será este viernes 6 que subirá al estrado junto a sus compañeros de generación para recibir el título que la habilita a correr profesionalmente.
Ese año se presentaron unas 90 personas al examen de admisión, de los que resultaron seleccionadas 18 para participar en el curso, entre ellos otra chica que abandonó antes de finalizar.
La familia de Fraser tampoco estaba relacionada con el mundo equino —de hecho, se subió por primera vez a un caballo a los 11 años— y ni bien pudo permitírselo, ella se compró uno “para poder andar y dejar de pedir caballo prestado”.
En su caso, la familia apoyó siempre. “Se lo tomaron bien, estaban muy contentos de ver cómo salía a buscar oportunidades en algo que me gustaba tanto”, contó Luciana a galería. Cuando se enteró de la existencia de la escuela uruguaya estaba preparándose en una academia de Argentina, en San Luis, y no dudó en “cruzar el charco”. “Viajé más de mil kilómetros para estar acá, y estoy muy contenta. Uruguay y su gente son muy lindos”, opinó.
Luciana coincidió con sus colegas en que para ella esto no es un hobby, y manifestó la intención de dedicar su vida a los caballos. No obstante, las tres saben que es algo difícil de predecir. “Estaría muy bueno que sea así para toda la vida, pero siempre hay que saber hacer algo más. Es una profesión de riesgo y puede ser que un día nos accidentemos y no podamos subir más a un caballo”, reflexionó Luciana. En su pueblo natal, Gobernador Gregores, corriendo una penca tuvo una caída que la dejó con amnesia por más de seis horas.
Alisson, por su parte, tuvo “tres accidentes bastante grandes” donde “todos decían que no iba a volver a andar a caballo”. “Pero aun así volví, estoy corriendo y mejorando cada día. Después tuve muchas caídas. Eso forma parte de la profesión”, agregó Alisson. Para ella, ser jockey tampoco es un hobby. “Es mi trabajo, me gusta mucho y quiero correr hasta que mi cuerpo lo permita”, afirmó.
“Espero poder correr muchos años, no me imagino haciendo otra cosa”, agregó Sofía, cuyo único accidente grave fue cuando se quebró la primera vértebra del cuello en 2014, en Melo. Esta joven italiana señaló que aunque no hay un límite de edad para este trabajo “llega un momento en que uno mismo se da cuenta solo si el peso o la altura le permite correr o no”.
Tacto femenino. En la escuela, ser tres mujeres en un grupo predominantemente masculino no le causó problemas. “Por suerte, era un lindo grupo y nos respetábamos mutuamente”, opinó Sofía. “Mis compañeros siempre me respetaron, nunca tuve una queja de ellos”, agregó Alisson. Luciana, la joven argentina, coincidió: “Creo que me respetan. A veces comentan algo sobre que quizás tenemos menos fuerza física, pero más bien que los chistes me los hacen por ser argentina”, bromeó.
En contrapartida, destacaron como ventaja que ser mujer les hace más fácil pesar menos de 50 kilos, el peso recomendado —y en algunos hipódromos, exigido— para correr. Hay jockeys altos o pesados que hacen un esfuerzo muy grande para poder correr y es admirable, aseguró Sofía. En la escuela, por ejemplo, una de las condiciones para entrar es pesar menos de 51 kg.
Para Luciana también hay otras ventajas: “La clave de esta profesión es conocer bien al caballo con el que corrés y tener mucha paciencia, que es algo que creo que las mujeres tenemos más desarrollado que los hombres”, opinó.
“Personalmente, trato de respetar, dentro de lo posible, las costumbres de cada caballo y analizar cómo le gusta correr. Por ejemplo, a algunos les da más miedo venir corriendo en medio de muchos caballos y trato de evitarlo durante la carrera”, dijo Sofía. “Son detalles que el caballo te demuestra en las mañanas, que es donde aprendés también el genio y las costumbres de cada uno”, agregó.
Alisson también destacó la importancia de observar con atención al caballo con el que va a correr: “Para lograr que haga una buena carrera hay que conocerlo, saber en qué lugar se siente más cómodo, si le gusta correr adelante o de atrás, por los palos o por afuera. Los caballos son los que corren: si ellos ayudan, el jockey se luce; pero si no hay caballo, no hay jockey”.
Agradecemos a GAP y a Victoria M. Ortiz por su colaboración para la producción de fotos de este artículo.