Mientras Internet, la televisión, la publicidad, los videoclips y un buen puñado de apps nos invitan a relacionarnos con los demás a través del sexo, muchos son los que no se interesan, no tienen deseo, y eligen dedicar ese tiempo a hacer otras cosas. Mientras tanto, parte de la población aún no logra entenderlo.
No todo el mundo está interesado. En el documental “(A)sexual”, dirigido por Angela Tucker y estrenado en 2011, se retrata a hombres y mujeres que no experimentan deseo sexual y además se deja en evidencia la infinidad de preconceptos que existen sobre el asunto. En la película, la profesora de Ginecología de la Universidad de British Columbia de Canadá, Lori Brotto, explicó que entendía como válida la preocupación de que la asexualidad no es real y que detrás de ella hay una manifestación más profunda que está vinculada a la psicología del individuo. Así que decidieron estudiar a un grupo de personas asexuales. “Incluimos muchos tests psiquiátricos, psicológicos y de personalidad. Yo estaba convencida de que encontraríamos algo ahí, alguna clase de indicador de alguna enfermedad psiquiátrica como causa de asexualidad. Pero no encontramos nada. No había indicios de depresión, de trastorno postraumático, de ansiedad. Ningún ratio por encima del resto de la población”, narra Brotto.
En la página de la Asexual Visibility and Education Network (que tiene como statement la frase “No todo el mundo está interesado en el sexo”) se explica que una persona asexual es alguien que no experimenta atracción sexual. Y también se enumera todo lo que no es la asexualidad: no es “celibato, androginia, represión sexual o aversión, disfunción sexual, pérdida de libido por la edad o las circunstancias, miedo a la intimidad, inhabilidad de encontrar una pareja”.
En 2013, en la sección de Opinión de “The New York Times” la periodista francesa Sophie Fontanel escribió un texto bajo el título “La vida sin sexo”. Fontanel —una hermosa mujer que trabajó durante años en la revista “Elle”, tiene una cuenta de Instagram con más de 85.000 seguidores y un estilo de vida muy parisino— dejó de tener relaciones sexuales desde los 27 a los 39 años. Fue toda una decisión en una época de la vida de la mujer asociada directamente a su capacidad reproductiva.
En su texto, Fontanel empieza así: “Durante un período de mi vida, desde los 27 hasta los 39, dormí sola: no tuve sexo. No me sentía infeliz. O frustrada. De hecho, prefería no tener sexo a tener sexo decepcionante”. Fontanel estaba en pareja en ese entonces. Hasta que un día se dio cuenta de que su vida sexual era muy poco estimulante, así que decidió hacer un parate y recuperar el deseo. El experimento le llevó 12 años. “Al principio guardé el secreto de que había abandonado el sexo, nadie a mi alrededor podía adivinar lo 'no tocada' que estaba. Sabía perfectamente bien que la gente acepta todo tipo de comportamiento sexual, siempre y cuando estés haciendo algo con tu cuerpo. ¿Sos soltero, casado, estás comprometido. '¿Es complicado?'. ¿Sos heterosexual, gay o lesbiana? Todas estas categorías sugieren actividad y eso, de alguna manera, nos reafirma. Estamos haciendo algo”.
La periodista volcó sus experiencias en el libro “The Art of Sleeping Alone”. El texto vendió de un plumazo 150.000 ejemplares en Francia. Definitivamente, el no sexo era un tema.Fontanel, a diferencia de los que se definen como asexuales, no perdió el deseo. Encontraba otras maneras de erotizarse más allá de la relación sexual. Encontraba placer en observar el cuello de un hombre, en el escuchar su voz. Jamás perdió su libido. Pero hay algo que retrata con mucha sabiduría el estado de situación de este tiempo. “La sociedad no reconoce este tipo de felicidad. Es demasiado para ella. En este tiempo aprendí que la mayoría de las personas lo que quieren es probar que tienen la capacidad de funcionar sexualmente. Y eso es todo. Extrañamente, las personas se avergüenzan a la hora de decir que duermen solas, algo que yo descubrí que es un gran placer”, concluyó la autora.
El orgullo asexual. El responsable detrás de la AVEN es un joven de 33 años llamado David Jay. Jay —nacido en Missouri, residente en San Francisco, usuario de rollers como medio de transporte— se ha convertido en la imagen mediática del movimiento asexual, y ha aparecido en programas matutinos de la televisión, en informativos, en el documental “(A) sexual”, en artículos de diarios como “The Guardian” de Inglaterra. Contrario a lo que cualquiera podría pensar, Jay está en pareja. Con una mujer asexual, por supuesto. Y están buscando adoptar un niño. Jay es virgen y explicó en una nota de “The New York Times” de 2005 que los asexuales pueden tener necesidades sexuales y, por lo tanto, se masturban. La clave está en que no quieren tener relaciones sexuales con otras personas.
Como Jay hay cientos, miles, de hombres y mujeres que, a través de Internet, le cuentan al mundo por qué son asexuales y las dificultades que eso conlleva a la hora de contárselo a los demás. Hay declaraciones en YouTube; muchas de ellas están reunidas en el canal Asexual Media Archives. En un artículo de “The Guardian” de 2012 una joven llamada Bryony que vive en Manchester, Inglaterra, contó las complejidades de vivir, en alguna manera, a contramano del resto. “Vivir en un mundo que sostiene que el amor y el sexo son los ideales más altos es difícil. La situación más común en mi vida de hoy, como estudiante, es encontrarme con que buena parte de las conversaciones giran en torno al sexo y al atractivo sexual”.
En una nota publicada por la agencia AFP en 2013, Paul, vicepresidente de AVEN, dijo que la sociedad presenta el sexo como algo obligatorio. “Lo que nos preocupa es que se vea que la ausencia de relaciones sexuales o de deseo es considerada un desorden, o falta de libertad debido a factores psicológicos o una educación estricta”, afirma Paul.
Todos ellos pasaron por su momento de salida del closet y es muy común que cuenten que sus familias los miraran como si fueran un bicho raro, incluso más sorprendidos que si hubieran dicho que eran homosexuales. Es habitual que las respuestas giren en torno a frases como “ya se te va a pasar” o “esto va a cambiar cuando conozcas a la persona indicada”. También es habitual que hayan tenido parejas afectivas y sexuales y que en ese momento hayan caído en la cuenta de que el sexo no les interesaba.
Ese es el caso de Julie Sondra Decker, autora del libro “La orientación invisible. Una introducción a la sexualidad”. A los 16 años, su novio, con el que mantenía relaciones sexuales sin ningún tipo de deseo, le decía “Señorita no hormonal”. Ella se denominaba a sí misma “no sexual”. En una nota publicada por la revista “Time”, Decker narra lo siguiente: “Todas mis experiencias eran exactamente igual: en el mejor de los casos tolerables; en el peor de los casos, incómodas. Nunca disfrutables, nunca excitantes, nunca lo suficientemente intrigantes como para querer más. Me separé de ese chico porque para él el sexo era un elemento esencial en una relación. (...) Tenía verdaderas expectativas de que evolucionara a un apetito sexual 'normal' cuando creciera. Eso fue en 1996. Nada cambió, pero hice las pases conmigo misma”. Decker, como tantos otros, lucha por su derecho a no tener deseo y a no ser juzgada por ello. Y está embanderada con la causa. Una causa que, de la mano de Internet, cada vez tiene más visibilidad y más voz.
Y a nivel icónico, así que como existe una bandera del orgullo gay, hay una que representa a los asexuales. También tiene franjas. La primera es negra, después gris, la tercera es blanca y la última violeta. Desde 2010, en varias partes del mundo se celebra la semana de la conciencia asexual.
Se dice de ellos. En el trabajo que Bogaert realizó en 2004, y que después amplió en el libro “Entendiendo la asexualidad” publicado en 2012, el investigador llegó a algunas conclusiones basadas en el estudio realizado en el Reino Unido con una muestra de 18.000 personas. En promedio, los asexuales tuvieron menos cantidad de parejas sexuales que las personas sexuales. Empezaron a tener relaciones más tarde (si es que las tuvieron). Además, era menos probable que convivieran o estuvieran casados.
En promedio, los asexuales eran más grandes que los que sí tienen deseo. Los asexuales también tendían a tener más problemas de salud y en el caso de las mujeres se habían desarrollado más tardíamente. Finalmente, en promedio, los asexuales tienden a ir más a servicios religiosos que las personas que tienen relaciones sexuales.
El médico internista, sexólogo clínico y presidente de la Asociación Uruguaya de Sexología, Santiago Cedrés, cuenta que en Uruguay, en los últimos años, las consultas sobre asexualidad han crecido mucho. Antes ni se conocía el término. “Hay que analizar cuándo se trata de una modalidad de vínculo que hay que respetar y que es un derecho, y cuándo es un problema. Es un problema cuando genera insatisfacción. Para los sexólogos, si hay una insatisfacción en esa manera de vivir la sexualidad nos encontramos con una disfunción sexual y amerita un tratamiento”, explica Cedrés. El especialista afirma que se trata de personas que deciden no vivir su genitalidad y que hay que separar de aquellos que llegan a la consulta diciendo que tienen miedo al sexo y que por ende no tienen relaciones sexuales. “Es muy frecuente que llegue gente a la consulta con la pregunta: '¿Yo soy asexual?' Porque perdieron su deseo sexual. La clave es que si elegís ir a un sexólogo es porque estás insatisfecho o porque eso genera un conflicto con tu pareja. La asexualidad implica sentirse bien con esa modalidad y, además, reivindicarla”, cuenta Cedrés.
Según los estudios que cita el especialista uruguayo, la conclusión a la que se llegó después de analizar los aspectos hormonales, neurológicos, genitales, es que se trata de un nuevo movimiento cultural y social en el que las personas libremente deciden no vivir su sexualidad. “La opinión médica que surge es que la sexualidad es una dimensión profunda del ser humano y debe ser vivida en plenitud para ser libre y feliz. Eso debe ser acorde con el sistema de valores sexuales de cada uno. Por eso es respetable que se elija no tener relaciones sexuales. Si eso es sano o no, va a depender de cada psicología y de cada pareja, en el caso de que se tenga”, concluye.
Sin embargo, en 2005 había muchos médicos y psicólogos que no consideraban la asexualidad como una orientación “normal”. En la nota de “The New York Times” sobre el tema se cita la reflexión de Leonard Derogatis, director del Centro de Medicina y Salud Sexual de de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. “(La asexualidad) se parece un poco a la gente que dice que nunca tiene hambre. El sexo es un impulso natural, tan natural como el alimento y el agua. Es difícil juzgar a esta gente como normal”, declaró Derogatis.
Es probable que a una década de esa nota muchos especialistas hayan ampliado el espectro y consideren la asexualidad como la cuarta orientación.