La era digital “aumenta la necesidad” de “intermediarios profesionales en los que la gente pueda creer y confiar”

REDACCIÓN  
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Al cumplirse un año de la muerte de Claudio Paolillo el próximo sábado 19, Búsqueda homenajea al amigo, periodista y maestro para todos los que trabajaron a su lado, reproduciendo un resumen de la primera clase que ofreció en la Escuela de Periodismo del semanario, una aventura que él impulsó y que inauguró el 8 de agosto de 2017 en la tercera planta de esta casa, donde se desempeñó profesionalmente durante más de tres décadas, hasta su partida, a los 57 años.

Les voy a contar una pequeña historia real. Ocurrió hace ya casi dos décadas, cuando concluía mi primera etapa como profesor de Periodismo en la Universidad ORT (en 1998) donde llegué a ser Catedrático Asociado de Periodismo. Todavía no existían Twitt­er, WhatsApp, Instagram ni Facebook. Pero sí los correos electrónicos y Google, por lo que ya se googleaba la información.

Estaba ante la generación que cursaba el cuarto año de la Licenciatura y les pregunté: “¿Ustedes leen los diarios?”. La mayoría respondió que no. En realidad, casi ninguno leía los diarios ni los semanarios. Ningún periódico. Tampoco veían habitualmente los informativos de televisión y unos pocos seguían algún programa radial. Pero su principal fuente de información era otra.

Como periodista de la “vieja guardia”, les transmití la inquietud que íntima y espontáneamente me surgió: “¿Pero ustedes quieren, de verdad, ser periodistas? ¿Cómo pretenden transformarse en profesionales si no leen los diarios ni los semanarios, no escuchan los programas periodísticos de la radio ni miran los noticieros de la televisión? ¿Todavía no saben que para ser buenos periodistas necesitan tener al menos un poco más de información que el público común sobre todas las cosas que puedan? ¿Todavía no saben que cuanto mejor informados estén, mejor podrán hacer su trabajo?”

Los estudiantes se dieron cuenta de que estaba medio molesto con sus respuestas. Pero ellos no se inquietaron ni mucho menos. Y me respondieron que sí estaban informados y que el método que utilizaban era leer “en Internet” las versiones digitales de los diarios, de las radios y de los canales de televisión.

En aquel tiempo, por cierto, no se había suscitado todavía el debate mundial sobre si estaba bien para los medios establecidos (o para los que fueren a establecerse) publicar noticias online para que la gente las leyera gratuitamente o si había que cobrar por ese servicio. Era apenas un debate incipiente.

Yo les decía que en Búsqueda no dábamos la espalda al fenómeno de Internet, pero que tampoco estábamos dispuestos a regalar el producto de nuestro trabajo. De hecho, nuestro modelo digital supone que quien quiera acceder a los contenidos del semanario puede hacerlo, pero pagando. Igual que nuestros lectores de la edición en papel. Aunque el modelo de la prensa también va cambiando. Y mucho.

Si así no fuera (o sea, si todo fuera gratuito), ¿de dónde saldría el dinero para remunerar el trabajo profesional de nuestros periodistas? “De la publicidad”, me decían algunos amigos, fervorosos partidarios de tener la posibilidad de leer Búsqueda online. “Estupendo”, les respondía yo. “Pero hasta ahora, ningún sitio periodístico online se autofinancia con publicidad porque, sencillamente, los anunciantes aún no lo han elegido masivamente como un medio adecuado para hacer conocer sus productos”.

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Veinte años después de aquella reflexión, la publicidad online ha aumentado. Pero sigue sin haber la cantidad suficiente como para solventar el gasto —no menor— que supone hacer periodismo de calidad. Incluso ahora, después de haber malacostumbrado a la gente a acceder sin costo a las noticias de calidad y, más aún, luego de haber gastado miles de millones de dólares en “experimentos” irreversiblemente destinados al fracaso, Rupert Murdoch, Arthur Ochs Sulzberger y otros grandes referentes mundiales de la industria de los medios de comunicación repiten como un karma lo que desde la humilde Búsqueda uruguaya se veía como una obviedad: no podemos ofrecer gratuitamente en nuestros sitios online lo que tanto esfuerzo y dinero nos cuesta producir para nuestros “medios tradicionales”. Porque si hacemos eso, nos fundimos.

Sin embargo, es un hecho innegable que la mayoría de los jóvenes —y muchos de los no tan jóvenes— ha dejado de leer (o lo hace cada vez más esporádicamente) periódicos en papel, y se informa en la red. Pero cuando quiere informarse —no cuando quiere entretenerse; cuando quiere informarse— no lo hace principalmente en las multitudes incalculables de blogs, páginas de Facebook, Instagram o cuentas de Twitter. Lo hace en los portales de los “medios tradicionales” y, en particular, en los de los periódicos de papel. De hecho, la inmensa mayoría de las noticias que aparecen en la red procede de los periódicos. Es decir, procede de las “marcas” que aplican profesionalmente las técnicas de investigación periodística apropiadas para producir información de calidad, que es, en mi opinión, lo único por lo cual vale la pena prepararse, estudiar y trabajar.

¿Quién destapó la historia aterradora de los sacerdotes pedófilos, primero en Boston y después en todo el mundo moviéndole el piso al Vaticano? The Boston Globe. ¿Y qué es The Boston Globe? Un diario de papel con un portal digital que reproduce y amplía las noticias que se publican en el papel.

¿Quién destapó la gigantesca trama de corrupción en Brasil? Veja y Folha de San Pablo. ¿Qué son? Una revista y un diario de papel con portales digitales que reproducen y amplían las noticias que se publican en papel.

¿Quién descubrió que el exvicepresidente Raúl Sendic estuvo mintiendo durante 31 años diciéndole a los uruguayos que es un profesional universitario cuando no terminó una carrera? El Observador. ¿Qué es El Observador? Un diario de papel con un portal digital que reproduce y amplía las noticias que se publican en papel.

¿Quién investigó, averiguó y publicó los gastos que hizo el propio Sendic con la tarjeta corporativa de Ancap, que finalmente determinaron su dimisión? Búsqueda. ¿Y qué es Búsqueda? Un semanario de papel con un portal digital...

Y así podría seguirles contando cientos de casos donde la prensa “tradicional” es la que descubre informaciones más serias y de mayor interés e impacto para la gente. Y las publica.

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Los que quieren ser periodistas —y, también, quienes sin pretender serlo emplean este método para informarse— siguen arrastrando el mismo déficit de mis alumnos de hace 20 años: se informan, sí, pero apenas superficialmente.

El público cree estar más informado por acceder como nunca antes en la historia de la Humanidad a textos, audios y videos de forma abierta y gratuita. Pero eso no significa que acceda automáticamente a las informaciones más importantes y serias para sus intereses como ciudadanos. Y como esa cultura no suele pagar por los contenidos que recibe, en todo el mundo el modelo de negocio que ha permitido la búsqueda y la divulgación de información desde fines del siglo XIX se debilita.

Eso está ocurriendo tanto en prensa como en radio y televisión. Algunos medios ya se fundieron definitivamente. Otros están tratando de sobrevivir. Unos pocos están rescatando el dinero suficiente como para mantenerse más o menos “tradicionales”. Pero nadie puede ignorar que el modelo está crujiendo.

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¿Entonces qué? ¿Estamos perdidos? ¿Yo dejo de hacer periodismo y ustedes dejan de preocuparse por el periodismo que se hace en Uruguay porque todo se va al tacho de basura?

Antes de que tiren la toalla o se arranquen los pelos por haber elegido el curso incorrecto, les voy a dar una buena noticia. Contrariamente a lo que algunos han escrito, esta realidad que abren las tecnologías también es una enorme oportunidad para el periodismo.

Mi hipótesis es que mientras los avances tecnológicos se multiplican día tras día, el periodismo importa cada vez más para las sociedades. Esto es: lejos de lo que dicen algunos acerca de la desaparición de la prensa y los periodistas como intermediarios entre el poder y los ciudadanos, la era digital ocasiona precisamente lo contrario: aumenta la necesidad de que existan los intermediarios profesionales en los que la gente pueda creer y confiar.

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En Internet hay tanta información relevante que uno no da crédito. Pero eso que es indudablemente grandioso, convive con una montaña de basura que se presenta como información y, también, con engaños, mentiras y maledicencias que se hacen pasar por “noticias serias”.

Y todo esto, lo relevante y lo irrelevante, lo central y lo accesorio, lo cierto y lo falso, aparece ante los ojos del individuo en la misma pantalla, con el mismo formato y hasta con el mismo diseño de modo tal que, frecuentemente, se hace difícil para el ciudadano común distinguir entre una cosa y otra.

En los “medios tradicionales”, es verdad, siempre coexistieron lo bueno y lo malo. Para separar la paja del trigo es que ha funcionado el periodismo de calidad. Pero como la coexistencia de lo accesorio y de lo trascendente se ha multiplicado ahora hasta el infinito —y la línea que separaba lo uno de lo otro se ha borroneado hasta hacerse imperceptible—, el periodismo de calidad importa cada vez más para cumplir con aquella, su vieja tarea.

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En esta época de información apabullante, la importancia del periodismo no solo no disminuye, sino que, por el contrario, crece más que nunca. Pero para que en esta época el periodismo pueda ser leído, escuchado y, sobre todo, creído, está obligado, quizá como nunca antes, a tomarse en serio a sí mismo. Esto es, tiene que volver a funcionar rescatando los valores que, desde los comienzos, le dieron carnadura a su esencia. Tiene que regresar más temprano que tarde (si es que lo abandonó) o mantener (si es que sigue vigente) el fundamento originario de su misión, la sangre pura que le dio vida.

Esto supone mejorar todo el tiempo la calidad de los contenidos informativos o interpretativos que ofrece. Porque si el periodismo, en cualquier soporte, abandona o limita su papel esencial en esta materia y simplemente llama la atención sobre las cosas que ocurren pasando sobre ellas en forma superficial y yendo como los picaflores de un asunto a otro, no hay tiempo para que el “juicio del público” madure. Y cuando eso ocurre, el proceso democrático de toma de decisiones sufre un cortocircuito.

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Pero, por encima de esta discusión sobre los cambios tecnológicos, ante el planteo de qué cosas hacen que alguien pueda ser considerado un periodista en estos días y qué precisa este periodista de hoy si quiere que su trabajo continúe siendo importante para la sociedad, uno preguntaría: ¿qué responsabilidades, valores y principios hacen que una persona sea un periodista, en lugar de un propagandista, un publicista o un relacionista público?

Esta es la definición que, según mi punto de vista, mejor responde a esa pregunta: el propósito central del periodismo es tratar de buscar la verdad con el único objetivo de ponerla a disposición del público de modo que la gente tenga la información que necesita para ser más soberana. Esta fue siempre, al menos teóricamente, la misión central del periodismo. Y sigue siéndolo en el ciberespacio.

Periodismo
2019-01-17T00:00:00