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    Las cefaleas, migrañas y jaquecas ocurren cuando las personas comprimen la “expresión afectiva” y se altera la función cerebral

    El hombre tenía que decidir. Debía elegir si poner o no a su madre en una casa de salud. Evaluaba si le alcanzaría la plata, qué lugar era el mejor, a qué hora la podía ir a visitar y qué iba a decir a su esposa del dinero que dedicaría para eso. Frente a ese panorama, esta persona padecía de grandes dolores de cabeza, relató la psicóloga Rosario Ormaechea durante su presentación “¿Por qué nos duele la cabeza?”, en el II Congreso Uruguayo de Psicoterapia de la Federación Uruguaya de Psicoterapia (Fupsi), que se realizó en junio en Montevideo. Ormaechea es docente e integrante del equipo del Centro Médico Psicoanalítico del Uruguay (Cemepsi).

    “Esta es una situación frecuente. La persona está trayendo un problema pero está escondiendo sus conflictos afectivos que son: ¿soy buen hijo o mal hijo?, ¿está bien hacer esto?, ¿estoy abandonando a mi madre?, ¿quiero más a mi familia que a ella si hago esto?, ¿con todo lo que hicieron por mí ahora yo termino haciendo esto por ella?”, comentó a Búsqueda Gladys Tato, psiquiatra, psicoanalista y directora del Cemepsi.

    Son estas “las cosas más duras y difíciles de resolver, no los cálculos financieros”.

    El dolor de cabeza refiere en realidad al cerebro y los procesos de pensamiento, que en la vida normal cumplen tres funciones: organizar la acción —lo que planeo hacer en la vida—, atemperar los afectos —contenerlos, amortiguarlos, la llamada “mente fría”— y el pensamiento lógico racional —vinculado con el aprendizaje.

    Esas funciones son normales y se cumplen automáticamente todo el tiempo. El tema es cuando se le agregan otras, y ahí surge la cefalea común, la migraña —el dolor de media cabeza— y jaqueca.

    El dolor de cabeza es un síntoma común que todas las personas en algún momento tienen. “Duele cuando se la usa o abusa de la función de pensar para lo que no se debe usar”, comentó Tato. Ocurre por “un exceso de amortiguación afectiva”, según las investigaciones realizadas en Argentina por el centro del especialista Luis Chiozza.

    Esto es perceptible. Cuando alguien tiene un día cargado, complicado, a la noche puede terminar con un dolor de cabeza. “Tuvo que atemperar, amortiguar y comprimir sus afectos, emociones y complicaciones”, señaló Tato.

    La migraña y la jaqueca están más vinculadas a una tendencia no solo a atemperar los afectos sino a racionalizar los problemas.

    Desde el punto de vista “somático” se ponen en juego elementos que alteran la circulación cerebral y por eso la cabeza duele. Ocurre a raíz de este desorden o “entripado interno”. Los estados afectivos liberan sustancias que alteran el funcionamiento cerebral.

    “Son dos caras de una misma moneda, lo miro desde su alteración somática y percibo que tiene una alteración en la vasoconstricción cerebral y también puedo ver a la persona desde su conflicto afectivo. Una cara de la moneda no causa la otra” porque las dos participan, dijo Tato, quien es magíster en Psicoanálisis.

    Sentimientos opuestos.

    Muchas veces la forma de resolver las cuestiones afectivas, como por ejemplo la culpa de aquel hombre por trasladar a su madre a una casa de salud, es aprender a convivir con los sentimientos.

    “La lógica de la razón no admite la contradicción, pero la lógica del afecto sí. Admite la coexistencia de sentimientos opuestos o ambivalentes con los que debo convivir de forma tal que no termine en un dolor de cabeza”, explicó Tato.

    Recordó que tras la sesión de terapia el hombre se retiró sin dolor de cabeza. Hay síntomas lábiles y la diferencia respecto a cómo entró y cómo se fue la persona en una sesión se pueden ver. Estos son por ejemplo, un dolor de cabeza, un malestar digestivo y un cierto nivel de problema respiratorio en personas asmáticas. En enfermedades crónicas en cambio, la evolución se verá recién a lo largo del tiempo.

    Si bien los síntomas de un dolor de cabeza pueden disminuir con una sola sesión de terapia, luego el camino debe seguir.

    “En personas que tienen este modo habitual de resolver los problemas hay que modificar este ‘modo’ de racionalizar todo siempre. Por eso tienen cefaleas crónicas y modificarlo lleva tiempo”, aseguró la especialista en psicoterapia de pacientes con trastornos orgánicos.

    Los trastornos ocurren, por ejemplo, cuando una madre pone a su hijo en penitencia y se pone a pensar en qué pensará su padre o en la recomendación que le había hecho la maestra y no piensa en lo que le duele como madre tener que ponerlo en penitencia y privarle de algo.

    “Las personas que tienen cefaleas crónicas a este modo de vivir lo aplican para todo. Comprimen su funcionamiento afectivo”, comentó Tato. Cuando logran “habilitar la expresión afectiva”, con el conflicto y sus tendencias opuestas, aprenden a funcionar de otra manera en la vida. Este es el trabajo del proceso terapéutico.

    Mientras este cambio ocurre “es lógico” que se recurra a analgésicos debido al dolor de las cefaleas. Por eso la medicación y la terapia son complementarias.

    Inmediatez.

    Un tratamiento psicológico en una persona que tiene una afección orgánica es complementario de lo que la medicina puede aportar.

    “Cada vez la psicología está interviniendo más precozmente, eso es bueno. Antes se postergaba más y ahora la atención psicológica apunta a la inmediatez”, opinó Tato.

    Cuando alguien tenía un infarto, primero era tratado por médicos y recién al final de la atención llegaba al psicólogo. Ahora se están haciendo evaluaciones psicológicas “en el posoperatorio de la cirugía cardíaca” cuando la persona ya está en condiciones de hablar de lo que le pasa.

    “La angustia que uno descarga mejora la expresión corporal, no es como antes que se decía que al enfermo no había que preocuparlo. Lo que nos enferma es lo que nos tragamos, hay que ayudarlo a expresar. Si lo dice con palabras no lo va a expresar corporalmente”, dijo Tato.

    Hace 20 años los médicos derivaban a terapia aquellos casos en los que la medicina “no les encontraba nada” o los que pensaban eran casos “típicamente psicosomáticos”.

    “Hoy tenemos muchísimas más derivaciones de la medicina porque antes había más descreimiento y aumentaron muchísimo las derivaciones de pacientes que recomiendan a otros acudir a terapia. Ahora nos derivan pacientes con cualquier enfermedad y por suerte cada vez situaciones de menor gravedad, porque se han dado cuenta de que si se aborda antes se hace prevención”, dijo Tato, en base a un estudio de las derivaciones de pacientes a Cemepsi en los últimos 20 años.

    Durante el 2011 hubo derivaciones por cáncer, enfermedad autoinmune, de trastornos digestivos, por estreñimiento, por alergia, cefaleas y problemas de tiroides, entre otros.

    “Lo importante es valorar en cada situación de enfermedad orgánica el peso que tiene la vida anímica de la persona en la creación de esa enfermedad. Hay muchas formas de expresar lo que nos pasa. Cuando podemos lo expresamos con palabras, a veces con acciones y otras veces enfermándonos”, concluyó Tato.