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    Santiago Artemis: “Me puedo poner una pollera y ser un varón igual”

    Con 25 años, el diseñador argentino apuesta al prêt-à-porter y se afianza en la alta costura; ya vistió a Katy Perry

    Es el que usa taco aguja. El que se saca fotos en París con su abuela luciendo una pollera y un tul que le tapa la cara. El fanático de las redes sociales que hace historias en Instagram que siempre comienzan desde el ascensor de su casa. El que mezcla el español con palabras en inglés. Es el que piensa que lo ven como el “pibe medio trava”, pero que usa ropa de mujer porque le gusta y no porque eso lo haga sentir femenino o menos varón. El que dice ser “licenciado en Xuxa” por su fanatismo con la artista brasileña. Es el hijo de un comerciante y una contadora pública que con 25 años realizó seis desfiles con sus diseños y vistió a personalidades como Katy Perry, Britney Spears, Lali Espósito, Guillermina Valdez y Griselda Siciliani. 

    Definir al diseñador argentino Santiago Artemis no es sencillo. Su estilo parece ser único y viene marcado por sus ganas de estar continuamente “rompiendo reglas y corriendo líneas”. Adora las hombreras, los diseños ochentosos y armarse atuendos para cada ocasión. A los 17 años se fue de Ushuaia a Buenos Aires para estudiar en la Escuela Argentina de Moda y la Universidad de Buenos Aires. Mientras estudiaba, sus diseños empezaron a sonar entre los fanáticos de la moda a tal punto que logró posicionarse en el ambiente como un referente y un joven que marca tendencia. 

    “Yo soy de lanzarme. Soy de esas personas que se lanzan y que capaz que no miden las consecuencias”, dice a galería en su primera visita a Montevideo, a la que llegó invitado por la productora Lucero para participar en el evento Mercado Libre Experience, donde disertó sobre su uso de las redes sociales.

    Artemis se siente rebelde y quiere demostrar esa rebeldía en su forma de vestir. “Hay muchos chicos que se maquillan. Yo no. Tomo ciertas cosas de mujeres que me divierten. Por ejemplo, uso zapatos con taco por un tema de altura, pero me gusta rozar con todo, transar con todo y no ser una cosa o la otra. No encerrarme. Soy varón pero no tengo que vestirme como un varón convencional, me puedo poner una pollera y ser un varón igual. Para mí es un juego. Soy como un demente”, cuenta mientras tres adolescentes lo miran con admiración y esperan para sacarse una foto con su ídolo.

    En Montevideo eran esos tres jóvenes los que lo ovacionaban, pero en Argentina son miles. Mujeres, hombres, madres, hijas, abuelas. Hay quienes lo siguen por su personalidad extrovertida y quienes lo buscan por sus diseños. Tener fanáticos es algo que buscó, y dice que le gusta “generar esa emoción”: “A veces la ropa es genial pero más cuando tenés al diseñador atrás. Cada diseñador tiene sus cualidades que lo hacen un poco personaje”. 

    ¿Cómo fue el pasaje de una persona de provincia a este personaje extravagante?

    Creo que Ushuaia y mi crianza me dieron las herramientas y todo explotó en Buenos Aires. Porque obviamente, sin darte cuenta y de manera muy paulatina estar en una ciudad que te permite ser te termina abriendo la cabeza. No es que yo era un chico reprimido en el Sur ni que pasaba mal. Yo estaba loco desde antes de llegar a Buenos Aires, pero esa ciudad me dio las herramientas de poder ser, existir, caminar... Llegué y pude tener amigos que comparten los mismos gustos que yo. Allá (en Ushuaia) primero que si sos gay ya es diferente y de por sí yo era un gay muy diferente, porque no era un gay clásico, convencional. Era Liza Minnelli, Hollywood, era kitsch, era ochentoso. Ya con estas cosas con la gente del Sur yo no existía. No pasaba por ser gay, pasaba porque yo era raro como persona. 

    Te fuiste con 17 años. ¿Tomaste la decisión solo?

    Surgió porque tenía que estudiar. A mí me adelantaron en el jardín de infantes, entonces empecé la facultad a los 17. Me lancé. Me fui y cuando llegué allá me di cuenta de que estaba solo, que no tenía a mis padres. Era muy fuerte haber cambiado, tener un nuevo contexto. Mi familia no tiene nada que ver con la moda, por eso todo lo que aprendí lo hice de una forma muy personal. No es que nací en una familia textil. No tengo apellido, nada. Me convertí en lo que me convertí porque yo quise. Nadie me dio nada o un empujón. No es que quiera sonar creído, pero me empujé solo. No tenía contactos y los hice cuando nadie me conocía, porque los contactos se generan. 

    Eso pasó en menos de diez años. ¿Te parece que fue muy rápido?

    Puede que haya sido muy rápido, aunque igual no mido la rapidez. La gente desde afuera dice “wow, qué rápido y qué joven”, pero yo me siento una vieja. No soy de medir consecuencias o medir el éxito o pensar si me va bien o mal. Yo voy. Y si me va mal, me daré contra un poste. 

    ¿Te has dado contra algún poste o sabés esquivarlos?

    Creo que una de las claves para el éxito es no tomarse todo tan en serio. Dar la responsabilidad y la importancia que las cosas se merecen, pero no ser fatalista. ¿Qué es lo peor que puede pasar? De todos modos, eso no quita que deteste que me digan que no. Odio el “no” hasta cuando invito a alguien a ir a pasear y se niega. Soy muy del “sí, sí”. Soy una persona que proyecta mucho que las cosas tienen que salir bien. Tiene que suceder. No existe el no y creo que esa es una gran cualidad que hace que las cosas funcionen.

    ¿En qué momento te parece que diste el salto en tu carrera?

    Creo que en estos últimos tres años y en este fue mucho más. Este año fue poder viajar a Brasil a conocer a Xuxa, vestir a Griselda Siciliani con el vestido con el que ella ganó como mejor actriz y en la alfombra roja de los Martín Fierro. Fue poder abrir mi local Vurda (de ropa prêt-à-porter). Me pongo a pensar y me impresiona. Pero no me gusta quedarme en los laureles, adjudicarme el éxito o pensar mucho en que me fue bien. Cuando siento que hice algo exitoso, celebro ese día y digo: “Next (siguiente), ¿qué más queda para hacer?”.

    Entre la alta costura y su local. “¿Qué más queda por hacer?”. Es probable que Artemis se haya hecho esa pregunta un tiempo antes de abrir su local de ropa, Vurda. Sus inicios fueron con diseños personalizados y más que nada para eventos puntuales. Lo que cualquiera llamaría alta costura, un término que el diseñador usa con mucho cuidado. “Es una palabra muy debatida porque es una definición que viene de París con determinadas reglas. Tenés que tener un atelier con más de 60 personas, más de cinco trabajando en un vestido, es todo un sistema de reglas. No es que yo pueda decir que haga alta costura. Pero el trabajo que hago es como de alta costura: es a medida, una pieza única y con materiales caros”, explica. 

    Los minutos que se toma para explicar por qué su principal fuente de ingresos no es la alta costura per se son una muestra de que Artemis es un gran estudioso. Para sus diseños lee, mira, investiga. Miraba las revistas Vogue internacionales con 14 años, cuando todavía vivía en Ushuaia y había debutado en el diseño con el vestido de 15 de su prima, y ahora las lee con más atención para no perderse ningún detalle. 

    No en vano es un apasionado por el estudio de las figuras y los moldes. Prueba de ello, también, es Vurda, la tienda que abrió hace pocos meses en el barrio Palermo de Buenos Aires y cuyo nombre se inspira en las revistas de moldes Burda, que le pedía a su abuela cuando era un niño de provincia. 

    De hecho, el estudio es su principal fuente de inspiración. “Me gusta conocer personajes, me encanta aprender, leer, cuando viajo comprar libros, informarme. Me encanta ver, sentirme en una época. Creo que para crear hay que informarse y es lo que más me motiva. No es que voy a un museo y una obra me inspira. Soy más de inspirarme en historias, en personas, en situaciones, en contextos, obras literarias, películas”, dice, y a continuación menciona un listado de directores de cine que admira y que dejan entrever su lado más cinéfilo. 

    ¿Vurda surge de esa pasión por el estudio y por poder plantearte un objetivo nuevo? 

    Claro, de decir que puedo armar una línea de ese tipo. La forma en que hago dinero hoy por hoy es Artemis, con los vestidos de alta costura, a los que no me gusta mucho llamar así porque no me gusta sonar creído, me gusta sonar real. 

    ¿Se sigue usando el lápiz y el papel para diseñar?

    Depende mucho. A veces cuando algo no me cierra le pido a la clienta para mandárselo por mail y se lo digitalizo. Otras veces me inspiro en el momento y lo hago ahí. Lo importante es venderles la experiencia y que se lleven lo que ellas quieren. Cuando vienen con un diseñador vienen también un poco por la fantasía, por este personaje.

    ¿Hay algún tipo de prenda que no puedas tolerar?

    No tengo nada en particular pero hay que entender que la moda llega, va, viene, te imponen tendencias y hay que hacer una reflexión. Aunque estén de moda las riñoneras, por ejemplo, no las voy a usar. No todo lo que está de moda tiene que ir con uno. Si está de moda y no me gusta, no lo uso. No hay que ser “fashion victim”. A mí me gusta ir cambiando de moda. Por ejemplo, hace dos años estaba de moda la onda folk y yo fui re fan, era muy mi onda. Está bueno probar, experimentar,  pero hay que saber decir que no cuando no nos sentimos cómodos y  no hacerlo solamente porque está de moda. Me pasa por ejemplo cuando voy a comprar a marcas grandes y veo cosas que son tendencia y sé que van a durar dos minutos. Y tengo que ser lo suficientemente inteligente para decir que me encanta pero no lo voy a usar. 

    En el caso de las mujeres, ¿tienen que aprender qué es lo que no les queda bien?

    A veces las mujeres se pasan de rosca con eso y creen que nada les va. Una chica baja puede usar un palazzo, se pone unos zapatos más altos y listo. Hay muchas formas de llevar prendas y no estar restringida al “esto no me queda”. Las mujeres, mucho más que los hombres, son muy de restringirse y de ser críticas con ellas mismas más de la cuenta, por un tema de prejuicio. En el caso de las argentinas, son muy de mirar la paja en el ojo ajeno. El hombre es más relajado con ese tema y estaría bueno que las mujeres se animen a usar elementos que aún no se animan. 

    En tu trabajo como diseñador vestís a mujeres con diferentes medidas. ¿Preferís a las modelos?

    Es el gran mito ese, porque mucha gente dice que se quiere vestir conmigo pero no se animan por el cuerpo. Todas son mi target. Lo importante es que vengan y juntos vemos qué podemos hacer. Hay que entender que la mujer flaca es un ideal porque es moda, pero Artemis viste a todas las mujeres. Qué aburrido sería si tuviera que vestir a chicas que tienen todas las mismas medidas. Me aburro, es fácil, un molde clásico. Está bueno cuando vienen chicas con diferentes tamaños.

    Y como amante  de la moda, ¿sos de comprarte mucha ropa?

    Muchísima. Soy muy consumista. Amo ir a París y comprar ropa de diseñadores de autor. Cuando estuve en Tailandia y China, compré de diseñadores que no los conoce nadie y me parecen geniales. Compro ropa usada, en ferias que venden todo a dos por 50 euros o en lugares vintage caros que te sale 250 euros una chaqueta del diseñador Moschino. Me gusta mucho también comprar en lugares como H&M y Zara. 

    O sea que te podés gastar 10, 50 o 500 dólares en una prenda.

    Todo, nada me molesta. Cuando me gusta una marca de lujo me ahorro mis pesos y me compro la prenda de 500 dólares. Amo consumir y me encanta coleccionar. Soy un coleccionista de la moda.

    Artemis, el de Instagram.  ¿Cómo llega un joven de la ciudad más austral del mundo a vestir a Katy Perry o a que uno de sus tapados sea usado por Britney Spears en un videoclip? La respuesta es concreta: por las redes sociales. Los diseños de Artemis lucían y lucen en Facebook e Instagram y llamaron la atención de los productores de Perry en 2011, quienes le pidieron cuatro de sus modelos para una gira.

    Las redes sociales también hicieron que sin quererlo, apareciera en el famoso programa de Jimmy Fallon durante una entrevista a Tyra Banks. En abril de este año la modelo y productora llegó a 7 millones de seguidores en Twitter y para celebrarlo pidió a los tuiteros que enviaran una foto que representara el número 7. Artemis tuiteó una foto en la que posaba con un siete en el pecho, vestido de negro y con un sombrero que llamó la atención del presentador y la modelo.

    El diseñador tiene claro que para posicionarse como un referente en el mundo de la moda tiene que ser también un referente en las redes. “Hace 20 años la moda pasaba por las revistas, pero hoy por hoy es un tema de redes sociales. Es el tema de la satisfacción de forma inmediata y generar esta propuesta de intercambio con las personas. Hoy quieren ver a la gente con la ropa en la calle. Te das cuenta de que la persona no se rige nada con algo medio aspiracional sino por el hoy por hoy”, dijo durante su disertación. 

    Y así como es consciente de que para vender hay que tener Facebook o Instagram, también sabe que debe contar quién es él más allá de su rol. Por eso, es probable que a quien lo siga en Instagram le cueste dejar de ver sus historias. Porque para Artemis “hay que ver el lado de las personas y eso de la cosa más humana, real”. 

    En un principio se mostraba solo posando, modelando, en posiciones armadas e irreales. Ahora es común verlo despeinado, con amigos, en una habitación de hotel cortando una pizza con tijera o en plena mudanza rodeado de cajas. Por algo será que en su cuenta de Twitter junto a la  descripción de “diseñador de indumentaria” se lee “no hay tiempo para la vergüenza”.