Hay actores que ganan un Oscar en su primera nominación, y poco se vuelve a saber de ellos. Otros, pese a no haberlo ganado, se vuelven los favoritos de los directores más respetados. El domingo 24, el nombre de Amy Adams sonará por sexta vez en el Dolby Theatre cuando se anuncien las nominadas a Mejor actriz de reparto. En El vicepresidente, el filme de Adam McKay, interpreta a Lynne Cheney, la esposa del exvicepresidente estadounidense Dick Cheney, un hombre que implementó y desestimó varias de las políticas más decisivas (como invadir Irak a causa de amenazas que resultaron falsas, como las armas de destrucción masivas) durante el gobierno de George Bush (2001-2009), que afectaron al mundo entero.
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El día que Whitney Houston pidió que la atendiera otro vendedor. “Bienvenida a Gap. ¿La puedo ayudar en algo? Déjeme que le cuente sobre la línea de camisetas que tenemos en oferta”. La línea aplicaba a todos los clientes, incluyendo a Whitney Houston, que se metió de nuevo en el probador y pidió que la atendiera “cualquier otra persona”. Amy Adams no se enojó. Sabía que su discurso era irritante, pero era parte del que era su trabajo entonces, la época en la que repitió el cliché de tantos otros actores de ser empleados de una tienda o mozos de un restaurante. Antes de conseguir el papel que, sin haberlo sospechado, la llevó a conseguir su primera nominación, se calzó los famosos shorts anaranjados de Hooters dispuesta a conseguir una mejor paga en un bar cualquiera y ahorrar así lo suficiente para comprarse un auto.
Pocos años antes, la chica nacida en Vicenza (Italia) en 1974, donde su padre servía a la Armada de Estados Unidos, había tenido su primera oportunidad en cine con Drop Dead Gorgeous, una típica comedia adolescente en la que tuvo un papel breve como participante de un concurso de belleza; al año siguiente, en Cruel Intentions 2, se convirtió en Kathryn, la millonaria malvada y algo pervertida que en la primera película había interpretado Sarah Michelle Gellar; y trabajó también con Leonardo DiCaprio y Steven Spielbergen Atrápame si puedes, como una enfermera con la que el personaje de Leo tiene un breve romance.
Junebug, una pequeña película independiente que pasó desapercibida en las salas comerciales pero fue la sensación de ese año, 2005, en el Festival de Sundance, fue el verdadero escaparate para el talento de Amy Adams. Tenía 30 años cuando recibió el Premio Especial del Jurado del festival y su primera nominación al Oscar por su interpretación de una embarazada ingenua y pueblerina. Comenzaba una era bastante cándida para la actriz a nivel de personajes, entre ellos el de princesa de Encantada, un rol para el que parecía haber nacido y por el que estuvo nominada a un Globo de Oro. El director de la cinta, Kevin Lima, quería que la actriz elegida no juzgara la ingenuidad del personaje, “alguien que pudiera desaparecer en el rol y no hacer guiños sobre el personaje mientras lo estaba interpretando, ni pensar que el personaje que estaba haciendo era ridículo. Y ella fue una revelación”.
La duda, de John Patrick Shanley, la pieza teatral devenida película en la que compartió cartel con Philip Seymour Hoffman y Meryl Streep, vino después. Por su construcción de una novicia inocente y horrorizada ante las sospechas de abuso por parte de un sacerdote (Hoffman), recibió su merecida segunda nominación al Oscar. Con el actor volvió a trabajar en Juego de poder (de Mike Nichols) y The Master (de Paul Thomas Anderson), y con Streep en Julie & Julia (de Nora Ephron).
Fue el director David O. Russell quien la desafió a desdoblarse, y ella aceptó.
Otra Amy. Guiándose por las apariencias, la actriz es la viva personificación de la calma, pero supo demostrar que puede dejar salir una tormenta si la piel en la que se adentra lo amerita. Cuando llegó la oportunidad de convertirse en otras personas, más diferentes a sí misma, la tomó. La primera fue en El ganador, dirigida por O. Russell, en la que interpreta a una muchacha con carácter dispuesta a irse a las manos si la situación lo amerita, que se convierte en novia y sostén psicológico de su novio, un luchador, interpretado por Mark Wahlberg. Nominación número tres.
“No es muy espectacular en la vida real. Solo está ahí. Pero giras la cámara hacia ella y es encender un gran fuego artificial. Es una explosión gigantesca de talento y habilidad y creatividad y carisma”, dijo Paul Thomas Anderson, que la dirigió en The Master, que terminó en la cuarta nominación al Oscar de la actriz.
Después, estuvo bajo las órdenes de Clint Eastwood en Curvas de la vida; de Spike Jonze en Ella; y otra vez de David O. Russell en Escándalo americano. Opuesto a lo que pasó con Jonze, con quien se sintió habilitada a aportar elementos suyos y opiniones a su personaje, la segunda experiencia con O. Russell no quedó guardada entre los buenos recuerdos de la actriz. Aunque el proceso le costó algunas lágrimas y no está segura de volver a querer colaborar con el director, su trabajo conjunto le valió su quinta nominación, y la primera a Mejor actriz principal.
Un tiempo después, cuando se filtraron los mails de Sony Pictures y se hizo pública la diferencia de cachet que habían cobrado los actores y las actrices que integraron el reparto de esa película, su coprotagonista Jennifer Lawrence, otra de las perjudicadas, salió a hablar. Adams, en cambio, se llamó al silencio. Cuatro años después, explicó sus motivos a The Telegraph. “Todo el mundo quería que contara cómo me sentía respecto a eso, pero yo quiero luchar por la gente fuera de nuestra industria, así que hablar y parecer una desagradecida sobre lo que cobro como actriz no me parecía lo correcto. Creo en la igualdad salarial, pero empecemos por nuestros profesores. Consigamos que los camareros cobren el salario mínimo. Eso es lo genial de lo que está pasando con Time’s Up, estamos empezando a tener conversaciones que abarcan más que solo lo que está pasando en Hollywood”.
Parajes más oscuros. Junto a Tim Burton en Big Eyes se sintió segura de pronunciarse, de opinar, y aunque no fue su personaje más elogiado, resultó una experiencia reveladora que le hizo ver que podía estar también del otro lado y hasta producir. La llegada, del canadiense Dennis Villeneuve, fue una de esas historias que sacuden y sorprenden. La no nominación de la actriz, cuya actuación había sido considerada una de las mejores de ese año (2016), se vio como una de la omisiones más evidentes de la Academia.
Animales nocturnos, la segunda cinta de Tom Ford, la llevó otra vez a las profundidades con una historia dentro de otra historia: su personaje recibe un manuscrito de su exnovio aspirante a escritor pidiéndole que sea la primera en leer su novela debut, bastante siniestra, que, además, está dedicada a ella.
Hace poco, su hija Aviana, de ocho años, le preguntó cuándo iba a actuar en una película que ella pudiera ver. Últimamente, los personajes de Adams no son aptos para todo público. Con Sharp Objects, la miniserie de HBO que también produjo, tampoco pudo darle el gusto a la niña. Basada en la novela homónima de Gillian Flynn y dirigida por el nominado al Oscar Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club), la historia se centra en Camille Preaker, una periodista que vuelve al pueblo en el que creció —y del que huyó ni bien encontró los medios— para investigar la muerte misteriosa de una niña. El regreso la golpea más de lo que es capaz de procesar y empiezan a reaparecer viejos traumas.
La película que filmó con Gary Oldman y que ya está en posproducción mantiene el tono de thriller y está dirigida por Joe Wright. Ella es la protagonista de La mujer en la ventana, que sufre de agorafobia y asegura haber visto un crimen. La novela en la que se basa la película ha sido un éxito, al punto que llegó al número uno de los best sellers de The New York Times, la primera vez en 12 años que lo lograba el debut literario de un autor. Una biopic sobre Janis Joplin y una segunda entrega de Encantada son algunos de los proyectos a futuro de la actriz.
¿Ganar o no ganar? Amy Adams ha dicho que es una de esas personas que saben reaccionar bien ante una emergencia, pero que a veces es el después lo que más la complica. “Puedo estar muy bien en el momento y después no dormir por un año”, ha dicho. Asegura, también, que es muy nerviosa, pero no deja que los miedos la bloqueen. Cuando le ofrecieron el rol de Lynne Cheney en El vicepresidente dudó acerca de si sería capaz de hacerlo. Lo que más le preocupaba era el paso del tiempo que registra la película, que acompaña a Dick Cheney y su esposa a lo largo de 50 años. “Pensar que puedo fallar es algo que siempre me excita”, dijo a Entertainment Weekly. Lynne fue el catalizador en la carrera de su marido. La que lo empuja y le va mostrando el camino; la que de alguna manera lo lleva a convertirse en el vicepresidente de Estados Unidos. “Es esa mujer americana fuerte, agresiva, que hace que el hombre americano sea hombre”, dijo McKay, el director de este filme, que bien podría catalogarse como drama o comedia. El papel fue el que más aprobación recibió de la madre de Adams. “Ella me dijo algo que me encantó: ‘Conozco a tantas mujeres como Lynne, que usaron su energía en empujar a sus maridos hacia adelante’”, contó la actriz. El hecho de que haya interpretado a una persona real puede ser un factor más que incline la balanza del Oscar hacia su lado, si es que no alcanzara con las contundentes muestras previas de que el suyo es un talento inusual.
Adams y Bale hacen historia
“Es un privilegio raro tener una sintonía implícita con un compañero de escena. Eso lleva tiempo. Siempre me siento impresionada por él”, dijo la actriz sobre Christian Bale. La dupla ha logrado algo inédito hasta el momento: haber estado nominados al Oscar por su actuación en las tres películas que hicieron en conjunto: El ganador y Escándalo americano, de David O. Russell, y ahora El vicepresidente, de Adam McKay.
Ha habido otras fórmulas de actores célebres, reiteradas, con increíble química en la industria del cine. Katharine Hepburn y Spencer Tracy son un ejemplo; ambos estuvieron nominados por ¿Sabes quién viene a cenar?, su noveno y último trabajo juntos; Greer Garson y Walter Pidgeon compartieron set ocho veces, pero solo una vez, por Rosa de Abolengo, recibieron nominaciones los dos.
Ganen o no, Adams y Bale ya hicieron historia.