“No hay que satanizar la tecnología”, dijo el ingeniero mexicano Gustavo Molina frente a un auditorio de médicos y especialistas en radiación en el anfiteatro del Instituto Nacional del Cáncer (Inca) durante su visita en marzo a Uruguay.
“No hay que satanizar la tecnología”, dijo el ingeniero mexicano Gustavo Molina frente a un auditorio de médicos y especialistas en radiación en el anfiteatro del Instituto Nacional del Cáncer (Inca) durante su visita en marzo a Uruguay.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMolina se refería a las tecnologías que utilizan radiación, ya sea para producir energía nuclear, para bajar la carga microbiana de materiales médicos o para solucionar problemas de hongos y bacterias en frutas y alimentos que se comercializan en el mercado.
El especialista en ingeniería nuclear es investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) de México y viajó a Uruguay para dictar conferencias y asesorar sobre técnicas de irradiación y protección radiológica en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu) en el marco de un proyecto de cooperación técnica que el país tiene con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El Latu es la contraparte uruguaya.
Durante su visita a Uruguay mantuvo reuniones con el ministro de Industria Roberto Kreimerman y con el director de la Autoridad Reguladora Nacional en Radioprotección Walter Cabral.
A continuación un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.
—Durante su conferencia en el Inca, mencionó que todos los países tienen los mismos problemas en referencia a la radiación. ¿A cuáles se refería?
—En opinión pública por ejemplo, nos cuesta mucho convencer a la gente de que no les causamos daño. Los reactores nucleares cada vez van a ser más recurrentes porque al irse acabando el petróleo vamos a tener que pensar qué tipo de energías vamos a usar para suplirlo.
La gente dice que quiere hidroeléctricas, generadores eólicos o solares amigables con el ambiente pero muchas veces hay países sin agua o sin viento y la energía solar es muy cara.
Las plantas nucleares son también amigables con el ambiente, no generan gases de efecto invernadero pero tienen dos pecados: el primer pecado es que pueden sufrir accidentes y el segundo pecado es que generan desechos radiactivos.
La energía nuclear es una opción que no puede desecharse en este momento. Ya vimos que no hay que poner plantas nucleares en donde hay tsunamis ni tampoco conviene poner plantas nucleares inseguras como la de Chernobyl ni menos poner directivos que estén dispuestos a jugar a la ruleta rusa con el reactor, como pasó.
Hoy hay más de 500 reactores nucleares comerciales para producir electricidad. Si son bien operados y bien diseñados son muy seguros.
Canadá podría no tener plantas nucleares porque tiene tanta agua que podría generar electricidad con hidroeléctricas sin ningún problema. Sin embargo, ellos son uno de los principales constructores mundiales de plantas nucleares. Cada país tiene sus opciones, sus políticas.
—¿Existe un riesgo para la población si se utiliza la radiación para el sector de los alimentos?
—En el caso de alimentos frescos las dosis son muy bajas, no alcanzan a cambiar las propiedades de los alimentos. Solo matan los huevecillos de moscas y la fruta dura más tiempo porque detiene su maduración y evita que germinen. Se usan fracciones de un kilogray (unidad de medida).
No se han medido daños por consumir estas frutas. Se cuida que no cambie el sabor ni el gusto. Creo que las ventajas superan las desventajas.
En alimentos secos o condimentos las dosis que se usan son de 10 a 20 kilograys y para desechables médicos las dosis son de 50 kilograys.
A pesar de que son dosis bajas, la carga de bacterias se reduce bastante y el producto es mucho más seguro para el consumo humano.
Las ventajas es que uno come alimentos que no le van a hacer daño y que duran más en los anaqueles (armario).
Hay países que han restringido el uso de estos alimentos como Alemania pero la verdad no hay razón de peso.
Los alimentos irradiados frescos tienen un sellito verde con unas hojas para indicar que son irradiados.
—Irradiar alimentos es un requisito para poder garantizar calidad en la exportación de productos como frutas. Estados Unidos (EEUU) ya lo demanda.
—Sí. La guayaba mexicana que entra a EEUU tiene que ser irradiada. Estuve en un simposio hace años con el jefe de la Food and Drug Administration de EEUU (FDA) y unos productores me pidieron que les tradujera.
Le dijeron: “Oiga, ¿qué tenemos que hacer para venderle?” y el jefe de la FDA respondió: “Muy fácil, yo les acepto toda la guayaba que me manden con dos kilograys”.
Va a ser un requisito para el futuro para los países productores de frutas que quieren entrar al mercado americano, van a tener que irradiar.
—Los desechos radiactivos pueden variar entre unos pocos años de vida media (como el cobalto utilizado para alimentos) o de decenas de miles de años como el plutonio utilizado para plantas nucleares. ¿En México cómo manejan los desechos radiactivos de la industria médica y alimenticia?
—En México hicimos un acuerdo con el fabricante que nos recibe los residuos. Es un acuerdo que yo recomendaría que hicieran para que no sea un problema de preocupación para ustedes —a partir de la puesta en marcha del primer irradiador de escala industrial.
—¿Qué rol juega la legislación en todo esto?
—Es súper importante, debe existir para el uso de material radiactivo. Entiendo que Uruguay está actualizado y tiene la última legislación que se ha estado aprobando en los países (que se conoce como ICRP60 de la Comisión Internacional de Protección Radiológica). Nosotros y los americanos seguimos con la anterior (ICRP26).