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Un día, Michael Stone se despertó, salió de la casa que compartía con su novia en Cincinnati y nunca volvió. “Pensé que teníamos algo especial”, le escribe ella en una carta que él relee diez años después, cuando ya está casado con otra mujer y tiene un hijo. Una de las charlas motivacionales orientadas al servicio al consumidor que suele dar a lo largo y ancho del país lo trae de vuelta a Cincinnati, y está claro que la nostalgia ha hecho bien su trabajo llevándolo a hurgar en su pasado amoroso.
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Hasta ahí, es difícil saber qué busca Michael Stone.
El avión aterriza y él sale a buscar un taxi. No tiene ganas de conversar pero el taxista insiste en las bellezas que ofrece su ciudad y prácticamente lo obliga a que vaya al zoo y pruebe el chili local. Michael le gruñe.
Ya en el hotel, el botones también se empeña en llenar los silencios con esos tópicos bien de ascensor: “Estamos teniendo buen tiempo. Muy, muy, muy, muy bueno”. Cuando por fin se deshace de él, Michael disca sin ganas el número de su casa y habla con su mujer, habla con su hijo, y entonces es claro que todos —hombres, mujeres, niños— tienen la misma, exacta voz masculina, y que si el protagonista no tiene ganas de hablar, es porque no quiere seguir escuchándola.
Cuando por fin escucha una diferente en ese mar de voces idénticas, sale despepitado al pasillo del hotel a buscarla. Seguramente hubiera incluso tirado abajo puertas para encontrarla, pero le alcanzó con golpear tres para dar con Lisa (la que da título al filme), y saber que en ese mismo instante, mientras se empieza a enamorar, empieza también a temer perderla: “No te quiero perder, pierdo todo”, le dice.
Como si la película hubiera sido en blanco y negro y ahora fuera a color, o hubiera sido muda y ahora fuera sonora, o se hubiera ensanchado el cuadro para mostrar lo que antes no se veía, cuando escucha esa primera voz femenina, el espectador de “Anomalisa” (nominada al Oscar a mejor película animada) sabe que está ante un segundo comienzo.
Si el enamoramiento es un proceso netamente químico, en el que poco tiene para hacer el corazón más que bombear sangre para irrigar el cerebro correctamente, cualquier mínimo desajuste psicológico puede cambiar por completo la experiencia, la percepción de la otra persona, la duración del affaire. De eso, de indagar en los vericuetos de la mente, en la soledad y en el amor, bastante sabe Charlie Kaufman (“El ladrón de orquídeas”, “¿Quieres ser John Malkovich?”, “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”), guionista y codirector (junto a Duke Johnson) de esta película protagonizada por muñecos humanoides que cobran movimiento gracias a la técnica artesanal stop motion (la misma con la que trabaja el uruguayo Walter Tournier), y que miran con unos ojos tan expresivos y cargados de dolor que parecen llorar de veras.
“Anomalisa” se estrena este jueves 4. Verifique horarios y salas.