—Hay encuestas que dicen que el presidente de la República tiene una aceptación superior al 40%. Pero en las mismas encuestas, cuando se le pregunta a la gente cuáles son sus principales inquietudes y problemas, pone en primer lugar a la seguridad, en segundo lugar a la educación, en tercer lugar a la salud y luego el costo de vida, los salarios y demás temas económicos. Hay, al mismo tiempo, una aparente aceptación de la personalidad del señor presidente y una disconformidad creciente con los resultados de la gestión de su gobierno en los elementos centrales para la vida de los ciudadanos.
—¿Cómo interpreta esa aparente contradicción?
—Hay dos planos diferentes de sentimientos y opiniones. Pero lo que importa para analizar la situación de una sociedad no es el agrado o desagrado de los ciudadanos con un presidente que es muy adepto al uso de chascarrillos en sus exposiciones, a veces con bastante gracia, otras veces con bastante agresividad. Lo que realmente importa son las preocupaciones de los ciudadanos. Y esas que ellos ven como las principales (la seguridad, la educación, la salud e, incipientemente, la economía) cada día que pasa tienen un mayor grado. Hoy, en la “escala de Richter” de las preocupaciones, esas que manifiesta la gente están llegando a grados 8 y 9. No hay nadie que no tenga miedo de salir a las 3 de la tarde de su casa. No digo a las 10 de la noche: a las 3 de la tarde. No hay nadie que no sea consciente de que en algún momento de su existencia, a las 3 de la tarde alguien le va a aparecer con un cuchillo en la mano y le va a decir “deme los zapatos”. Mañana le van a decir “deme el pantalón”. Hoy, un comerciante tiene que estar pensando todos los días si va a usar o no un revólver, con la angustia de imaginar si será más o menos rápido que el que llega a robarle. Y después viene el segundo razonamiento: “pero si me viene a matar, no me viene a robar; entonces no tengo más remedio que usar un revólver”. O sea: ¿cuál es el sentimiento principal que tiene un ciudadano normal de la mañana a la noche hoy en Montevideo? En Montevideo se ha instalado la violencia como forma cotidiana de vida, tanto como para el que la practica como para el que la sufre. Este sentimiento está invadiendo el ser de cada persona y todo el mundo se pregunta: ¿cómo va a seguir esto? ¿Vamos a seguir con una situación que llegue al escándalo total y esta ciudad va a ser invivible o vamos a vivir en una ciudad donde el delito retrocederá, como ha ocurrido en otros lugares? Esa es la primera cosa. Llega un momento en que la gente siente que queda acorralada contra la pared y que de alguna manera, en algún momento, va a tener que reaccionar.
—Pero lo que usted dijo es que “no se puede esperar más”. No dijo que se acerca el momento “en que no se aguanta más”. Dijo que ya, ahora, “no se puede esperar más”. ¿Entonces?
—Cuando yo digo que “no se puede esperar más”, les estoy haciendo una advertencia a los gobernantes. Ellos tienen que sentir que no se aguanta más que un núcleo reducido de personas que manejan el sindicato de los maestros o de los profesores, pasando por encima de millares de profesores y de maestros, hayan resuelto destruir la educación, sin jamás decir una sola palabra de cómo ellos creen que esto se puede mejorar y entendiendo, además, que la única forma de mejorar es aumentándoles el salario. Independientemente de que el salario tiene que permitir a la persona al menos llegar a fin de mes, lo que sucede es que hoy las dos puntas están muy lejos. La punta del que tiene que pagar (el Estado) no puede hacerlo porque gastó todo lo que tenía y más, y la punta del que reclama, reclama con justicia porque le han subido el costo de vida de manera absurda, al punto que el Uruguay es uno de los países más caros del mundo. So pretexto de esa realidad, la víctima, en forma reiterada, permanente y creciente, es el niño. Al niño le han destruido no solamente el conocimiento, sino que le han metido algo mucho más grave: la convicción interna de que no es necesario el conocimiento porque lo hacen pasar de año aunque no sepa absolutamente nada. Dentro de 10 años, los hijos de aquellos que aplican este sistema destructivo van a ser destruidos por la máquina que ellos mismos inventaron. Estamos al borde del colapso de la integración de la sociedad uruguaya. A eso se le agrega el desastre del sistema integrado de salud, que no es ni sistema, ni es integrado ni da salud. Además, ahora quieren cometer el delito de hurto. Porque apropiarse del dinero del Fonasa es cometer el delito de hurto, ante lo cual los ciudadanos podrán denunciar, no la inconstitucionalidad de esa acción, sino ante un juez penal, que les han robado su dinero.
—¿Qué sugiere hacer concretamente si la situación es tan sombría como usted plantea?
—Ha llegado el momento de que, mucho antes de la definición de las candidaturas y del acto electoral, los tres partidos que están en la oposición se junten para asumir algunos compromisos formales, cualquiera sea el resultado de las elecciones. Deben juramentarse ante la gente en cuanto a que van a hacer cuatro o cinco cosas fundamentales. Si no hacemos eso, vamos a tener una sociedad que no sólo perderá los valores en base a los cuales hemos convivido con esfuerzos y luchas durante cien años, sino que aquí va a regir la ley de la selva.
—¿Para qué tendrían que juramentarse?
—En primer lugar tienen que comprometerse a una severísima acción en materia de seguridad. ¡Severísima y muy estricta! Hay que dar otra vez a la Policía los instrumentos jurídicos, institucionales y de respetabilidad que le han quitado, como sistema, desde que llegó el señor (José) Díaz (primer ministro del Interior del Frente Amplio en 2005) con el doctor Vázquez en la Presidencia de la República. La norma que prevaleció hasta ahora desde la llegada del Dr. Vázquez y del ministro Díaz es que la sociedad es la culpable y el delincuente es inocente. Destruyeron la institucionalidad policial y generaron un clima tan negativo que este gobierno lleva siete jefes de Policía de Montevideo cambiados. Eso es absolutamente irracional. Y mientras el presidente se sonríe, hace chistes, dice banalidades e insulta por doquier, la sociedad alrededor de él se destruye. En esto no podemos seguir. Y esto lo saben, lo dicen y lo piensan los padres de familia colorados, blancos, frenteamplistas o independientes. El futuro en cuanto a la inclusión social, a la armonía social y a la convivencia pacífica, que es la función primera y elemental de cualquier gobierno, está al borde de ser destruido para ser reemplazado por el caos. Estamos en el caos de la educación, en el caos de la salud y en el caos de la seguridad. El contrato de convivir en paz, ese que forjó la nación hace un siglo, está siendo destruido.
—Usted dice que el gobierno no respeta la ley. ¿Por qué afirma eso?
—Búsqueda publicó una carta hace dos o tres semanas donde un lector recordó una conferencia del ex presidente José Serrato en la que este hablaba sobre qué significa ser uruguayo. Ser uruguayo significa, en primer lugar, respetar la ley, la Constitución y las libertades públicas. Y el gobierno ha perdido el respeto a la ley, a las instituciones y a la Constitución. Hay quienes dentro del gobierno dicen que la Convención Americana de Derechos Humanos está por encima de la Constitución de la República y que hay algunas cuestiones penales que no tienen prescripción posible. Pero la misma Convención dice que desde la concepción, la persona debe ser respetada en sus derechos humanos. Si eso rige por encima de la Constitución, la ley del aborto es inconstitucional. O sea, en el gobierno se dice que la Convención es superior a la Constitución, si el caso concuerda con su manera de pensar. Y en otro caso, la regla no aplica porque no concuerda con su manera de pensar. Lo que han hecho con el Paraguay es la ilegalidad más absoluta. Se ríen del Tratado que firmaron, no aplicaron la Carta de Usuahia, no respetaron las normas del propio Tratado de Asunción. Es nefasto y oprobioso para un país saber de antemano que su gobierno no está dispuesto a respetar la Constitución, ni la ley, ni los tratados, ni nada. La ignominiosa “ley de medios” que ahora quieren hacer aprobar es así: después de leer los 183 artículos, uno pasa el cernidor y lo que queda es un jurado puesto por el Estado, que se parece al jurado de la Inquisición, que le va a decir a usted por su linda cara si le gusta o no lo que usted dice. La cosa central es que va a haber un comité y va a decir “a mí no me gusta lo que este tipo está diciendo y vamos a no dejárselo decir”. Eso es la violación más esencial de nuestras libertades.
—Sin embargo, el país ha crecido económicamente en la última década como pocas veces en su historia y la gente tiene más dinero en el bolsillo. ¿Cómo evalúa eso?
—El gobierno desprecia la realidad de la economía. Y el propio gobierno empieza a sentir los efectos de ese desprecio. Siendo un gobierno que se dice de izquierda y se dice defensor de los más necesitados, el último año de gestión no le puede dar un peso a nadie. Y no será porque no le gusta; será porque no puede. ¿Por qué no puede? Porque está al borde del precipicio. Y todos los que estamos viajando porque los viajes son muy baratos y todavía tenemos plata para hacerlo, somos como los violinistas del Titanic. Todos cantamos mientras el Titanic se está hundiendo. No podemos siquiera vender las joyas de la abuela, porque ya desaparecieron. Estamos vendiendo nuestro crédito. Todo el mundo se está endeudando por encima de sus capacidades. Mire qué ironía: hoy cada ser humano sale de su casa y piensa que puede ser víctima de un delito, y ese es un pensamiento fundamental que lo acompaña hasta la puerta de su casa. Pero eso ocurre en el momento en que según las cifras generales el Uruguay está beneficiándose con un crecimiento como nunca lo ha tenido. O sea que en el mejor momento estamos en el peor momento. ¿Cómo se entiende que habiendo llegado a ese summun de prosperidad porque la soja vale 540 dólares, los intereses son cero y tenemos “espacio fiscal” para regalar plata para todo el mundo, al mismo tiempo no podamos vivir en un país que sea un oasis de felicidad?
—En su artículo de Facebook, usted escribió que el Uruguay se está quedando “sin educación”...
—...la sociedad, a través del Estado, le ha dado un presupuesto a la enseñanza pública que es el más importante de todos los presupuestos que hemos tenido, pero resulta que en el período de ese presupuesto, con la ley de enseñanza obra del Dr. Vázquez a cuestas, todo el mundo, del Dr. Vázquez para abajo, dice que la enseñanza es un desastre. Y todos estamos de acuerdo en que es un desastre. Y en que la escuela no funciona. Son mentiras las cifras que dicen que la repetición de sexto año en las escuelas públicas es X, porque cuando tres meses después ese mismo niño pasa al liceo, la repetición es X a la ene. Los padres hacen esfuerzos enormes para mandar a sus hijos a las escuelas privadas, que son manejadas por los mismos docentes del sector público, pero con la diferencia de que tanto los profesores como los chicos van todos los días a la clase. La continuidad del conocimiento, la asistencia todos los días, el saber que uno tiene un deber que cumplir para mañana, todo eso cambia la actitud del joven y su receptividad para recibir el conocimiento que se le propone para enriquecer su magín. Cuando eso desaparece en la enseñanza pública y cuando hay un dirigente sindical que dice que “la huelga es buena porque de esa manera los niños tienen las sensaciones necesarias de los derechos humanos”, están pretendiendo subvertir el pensamiento de Artigas para hacerle decir “sean los orientales tan ignorantes como valientes”. Pretenden extender la ignorancia. ¿Para tener qué? ¿Para tener republicanos o para tener esclavos? Lo que quieren es tener el poder para dominar esclavos.
—Vuelvo a preguntarle qué significa esta frase: “no se puede esperar más” y “hay que detener y revertir este ímpetu anárquico y destructivo en que el gobierno ha sumido la vida del país. Esa es nuestra obligación. El Uruguay espera que cada uno cumpla con su deber”. ¿Qué está proponiendo? ¿Un golpe de Estado?
—No. Cuando digo eso, yo planteo una reacción democrática y republicana. ¿Sabe quién dijo esa frase de que el país “espera que cada uno cumpla con su deber”? Lo dijo el almirante Nelson en Trafalgar, antes de la batalla, a todos los ingleses. Lo primero que hay que hacer es denunciar la situación con fuerza. Y en segundo lugar, los instrumentos políticos con que cuenta la sociedad —en este caso, los tres partidos que no están en el gobierno— tienen que tomar conciencia de la gravedad de estos temas y, por encima de las divergencias que puedan tener sobre cómo aplicar las soluciones cuando lleguen al gobierno, decir de antemano y transmitir a la ciudadanía la certeza absoluta de que están juramentados para que cualquiera sea quien llegue al gobierno, va a tener el apoyo de los otros para revertir esta situación en estos cuatro puntos: el respeto a la ley y la Constitución, el regreso a un país donde reine la seguridad, modificar totalmente la ley de educación, modernizar la enseñanza y asegurarles a los profesores la tranquilidad de que no van a tener que estar obedeciendo a cuatro dirigentes comunistas que solo quieren destruir el sistema educativo, y hacer lo mismo con la salud. ¿Qué nos pasaría si nos dijéramos a nosotros que entre el 2015 y el 2020 esto va a ser mucho peor que ahora? ¿Qué nos pasaría si tuviéramos la conciencia de que en ese período de gobierno, cualquiera sea el partido que gane, habrá mucha más violencia, mucha peor educación y mucha peor salud? ¿Cuánta gente pensaría en irse del país? ¿Cuántos jóvenes capacitados dirían “acá con mis hijos no puedo seguir”? El país se vaciaría de la gente que tiene algún conocimiento de algo. Y quedaría con el grupo humano consistentemente generado por la política destructiva que se ha aplicado, que sería integrado por personas que tendrían que dedicarse solo a tareas de pico y pala, sin conocimiento alguno de cómo se hacen las cosas. Una sociedad de esclavos.
—Usted habla del próximo período de gobierno. Pero cuando dice que “no se aguanta más” y que “no se puede esperar más”, ¿olvida que al gobierno del presidente Mujica le quedan aún 19 meses?
—...este gobierno no existe más.
—¿Cómo? Le queda un tercio.
—Este gobierno no existe más. No tiene más capacidad operativa para el manejo de la cuestión económica. Y cada día va a tener menos. Tiene prohibiciones constitucionales que le impiden aumentar los salarios. Ahora, que tiene la potestad de hacerlo, no puede porque no tiene con qué, manejando el Parlamento con mayoría absoluta y con un ministro de Economía obediente a su pensamiento político. Si no tienen con qué, es porque la lata está vacía. Y la lata no se va a llenar en los próximos 19 meses; se va a agujererar cada vez más. La gente va a ir cambiando sola. Hasta ahora ha tenido el bolsillo que le ha atendido sus necesidades. Y ha podido comprar plasmas a precios más baratos que cuando compra leche, pan y yogur. Pero ahora se terminó. No hay plata para el plasma, no le pueden aumentar el sueldo y el país sigue creciendo en su costo de vida. Ya no hay más ni turismo; solamente los uruguayos viajan al exterior. Acá no viene más nadie. Y nadie invierte un mango.
—Si todo está tan mal, ¿por qué todas las encuestas siguen dando al Frente Amplio arriba, superando al conjunto de la oposición?
—Si yo voy a juzgar la situación del país y lo que hay que hacer por las encuestas, entonces mejor me retiro de la vida política para siempre. Las cosas hay que hacerlas no en función de lo que la encuesta diga, sino en función de lo que uno cree. Punto.
—Pero esas son las mismas encuestas que dicen que la gente está preocupada por la seguridad, la educación y la salud. Son las mismas que le dan al Frente Amplio una ventaja. ¿Por qué le dan esa ventaja?
—Pregúnteselo a los encuestadores. A mí no me lo pregunte porque yo nunca en mi vida hice encuestas. Yo no preciso de las encuestas para saber lo que la gente siente en la calle, porque circulo por la calle. Todavía no me he castrado para actuar en función de lo que dicen las encuestas.