“Costará mucho revertir el daño que Bolsonaro le ha hecho a Brasil”

entrevista de Javier Alfonso 
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A los 63 años, Oswaldo Lenine Macedo Pimentel está saliendo de una cueva oscura, en la que estuvo solo y distanciado de su pasión, la música. La soledad de la pandemia, que para muchos artistas deparó una inesperada oportunidad de reencontrarse con la creación, al cantautor nacido en Recife, conocido como Lenine, le provocó un rechazo radical a tocar, cantar y componer. El músico que desde inicios de los 80, cuando se instaló en Rio, construyó una carrera insular, a través de la fusión entre el rock y los diversos folclores afrobrasileños, determinante en la evolución de la MPB, actuará por quinta vez en Uruguay, el sábado 12 en Medio y Medio, en Punta Ballena (entradas de $ 2.250 a $ 2.650). “Estoy pasando por un momento muy íntimo y solitario, a pesar de ser solidario con todos los dolores que se viven aquí. Pero en este tiempo paso mucho tiempo solo”, contó, y se despachó contra el gobierno de su país y especialmente contra el presidente Jair Bolsonaro, a quien definió como un “monstruo, fuera de cualquier imaginación”, que ha llevado a Brasil “al medioevo”, a un estado “peor” que la última dictadura, que duró 20 años. Según Lenine, el gobierno brasileño es “una oda a la violencia y a la mentira”.

En los últimos meses de 2021 el autor de A ponte, Paciencia y Jack Soul Brasileiro, padre de tres y abuelo de cuatro, recuperó la música y cambió la energía. El show en Medio y Medio será el estreno absoluto de su nuevo proyecto, Rizoma, que presentará junto a Bruno Giorgi, uno de sus tres hijos, músico, ingeniero de sonido y productor de 32 años que, según contó Lenine a Búsqueda esta semana desde su estudio en Rio, fue quien lo sacó de ese pozo oscuro en el que pasó buena parte de los últimos dos años, y quien hizo posible su reencuentro con la música.

–¿Cómo estás en este febrero de 2022? 

–Y… sobreviviendo. Porque hoy aquí en Brasil hay una conjunción de factores impensable hace poco tiempo. Es medieval. Jamás pude imaginar pasar nuevamente por una era medieval. Retrocedimos 500 o 600 años.

–¿Con “nuevamente” aludís a la dictadura?

–Yo creo que es peor porque en todo hay una disimulo de la violencia asociada a este momento en Brasil, que es diferente. No es la violencia por la violencia, como era antes, pero es una violencia que se ha desviado para adentro de tu casa. En casi todas las familias hay una gran fractura. La sociedad brasileña está partida por una gran grieta. Y esto es impensable.

–¿En qué se manifiesta esa grieta?

–Hay una crisis total en la sociedad. Bolsonaro y la conducta de toda esta presidencia es una oda a la violencia, a la mentira y al disimulo de todo eso. Y eso ha dado la posibilidad a cada brasileño de abrir sus poros, mostrar sus guardarropas, exponer sin complejos ni vergüenza todo lo ruin. No hay más escrúpulos. Mi madre me enseñó que si hago algo que incomoda a otros, no debo hacerlo en frente de ese otro. Es una muestra de respeto al colectivo.

—¿Y esa actitud la ves a nivel institucional?

—Sí. El gobierno ha insuflado y alimentado la soledad de las personas y ha expuesto todos los traumas de la gente. Hay un gigantesco fodase (andate al carajo); el gobierno te dice fuck you en tu cara. El individualismo ha crecido exponencialmente. No debo generalizar, está claro, pero esta actitud del gobierno se ha superpuesto con la pandemia. Entonces, esta mezcla fomentó esta situación medieval.

El medioevo se caracteriza, entre otras cosas, por la ausencia del Estado y porque cada uno es su propia ley...

–¡El presidente ha promovido que la población se arme! (hace una pausa) ¡Piensa en eso! Y esa es una estrategia para justificar la militarización de las milicias, porque Bolsonaro es fruto de ellas. Es un momento muy doloroso y tenso. Hay una construcción de un pensamiento disimulado y mentiroso. Son ideas inconfesables e inexplicables. El presidente y su familia son una creación de un grupo de personas con mucha influencia. Y ninguno de ellos tuvo la capacidad de imaginar adónde llegaría este hombre. Bolsonaro es una cosa que está fuera de cualquier imaginación. Cuando él tuvo la posibilidad de actuar, lo hizo con toda la violencia, con el objetivo de deconstruir el sistema. Esta persona sistemáticamente ha cambiado cada pieza del esquema gubernamental para poner personas distorsivas. Costará mucho tiempo revertir el daño que Bolsonaro le ha hacho a Brasil.

–¿Cómo vive este momento la comunidad artística brasileña?

–¡No tengo la más mínima idea! (ríe) Mentira, tengo idea, sí. Ha sobrevivido con pequeñas cosas. Por ejemplo, yo hice un acuerdo con un fabricante de camisetas en las que pusimos fragmentos de mis partituras y letras para juntar dinero para mi equipo, que tiene muy pocas posibilidades de trabajo. Estamos casi completamente parados. Y el vivo hoy no es una opción a nivel económico. Es solamente un alivio, Incluso en los shows bajó mucho la interacción con el público, para mí fundamental. Mis conciertos siempre fueron un intercambio con la gente: cantamos juntos, bailamos juntos, sudamos juntos.

–El tuyo es un vivo muy rockero...

–Sí, lo siento así, y creo que no hay vuelta (queda en silencio).

–¿A los escenarios tal como los conocimos?

–Exacto. Será otra cosa, muy diferente a lo que era antes. Será una adecuación de espacios y de energías, con todas las precauciones necesarias; pero creo que no será como antes. Tendremos que convivir con el virus eternamente.

–¿Ha habido censura explícita a los artistas en este gobierno?

–Es sistemática pero solapada. Ayer, por ejemplo, cambió la Ley Rouanet (mecenazgo cultural) y se abrió la ventana para que se reduzca sensiblemente el apoyo a los proyectos culturales y se pase a beneficiar mayormente a las iglesias... ¡que no pagan impuestos! (ríe). Hay una persecución muy peligrosa a los creadores y fomentadores de cultura. No es explícita, es otro tipo de censura. Por todo esto me siento muy cinsa (término que se traduce como gris o agrisado), como en esos días en que el cielo está totalmente cubierto de nubes, sin sol. Y durante mucho tiempo me sentí lejos de la música, que para mí es color, deseo, sueños. La música no logró llevarme al placer, al deseo. Estuvo muy distante en mi vida. Entonces, ir a Punta Ballena a tocar en un escenario hermoso como Medio y Medio, salir de mi país para hacer música, es una redención.

–¿No saliste de Brasil en este período?

–Sí, hace tres meses pude hacer una gira por Europa, a dúo con Martin Fondse, un músico holandés con quien realicé algunos proyectos. Pero la ómicron se puso atrás de nosotros. En cada show había contagios, hubo cancelaciones, cerraban los aeropuertos... Fue muy estresante, pero cuando llegaba al escenario respiraba nuevamente. Volví a recordar que mi tarea en este planeta es ser un fomentador de la cultura, me volví a sentir un cronista musical de mi tiempo, y volví a saber que la música es algo importantísimo en mi vida. Había olvidado todo eso.

–Muchos artistas aprovecharon la pandemia para encerrarse a componer. No fue tu caso. ¿Necesitás otra energía para eso?

–Antes de la pandemia había iniciado un proyecto nuevo junto a mi hijo Bruno (Giorgi), que es productor, compositor y está a cargo del masterizado de mis grabaciones. Pero cuando comenzó la pandemia fue todo muy pesado para mí. Apareció una lucha entre yo y mi instrumento: la guitarra pasó a no gustar mucho de mí. Hubo un distanciamiento entre nosotros (ríe). No pude, no me permití componer acerca de lo que estaba aconteciendo. Para componer suelo partir de las cosas que me rodean, y lo que me estaba rodeando era la pandemia y este monstruo que tenemos como presidente. Entonces dije no. Por eso me distancié de la música. Y cuando Bruno me llamó para juntarnos todos los jueves a hacer música en su estudio de Tijuca, fue la palanca que me sacó de ahí, me permitió subir y ver la música con otros ojos. Tocábamos, improvisábamos, conversábamos. Y así recuperé la relación con la música, a través de mi hijo. Cuando te peleas con un amigo sabes que en algún tiempo volverás a verlo. Fue así con la guitarra y con el canto. Después Bruno comenzó a convocarme para hacer colaboraciones con bandas indies, con bandas de rock... Y respondí: “Ok, vamos a hacerlo”. Y así fue que retomamos aquel proyecto con Bruno, que bautizamos Rizoma, que presentaremos en Uruguay.

–Bueno, finalmente, hablemos del concierto. ¿Cómo funciona este dúo con tu hijo?

–El público de Punta Ballena va a descubrir de qué se trata esto junto con nosotros, porque será la primera vez que haremos este espectáculo en vivo. Partimos de mi repertorio pero no somos solo Bruno y yo sino que es también un show de producción, porque traemos con nosotros pistas de las grabaciones originales de varios temas. Por ejemplo, en Hoje eu quero sair só se va a escuchar la toma definitiva del pandeiro de Marcos Suzanno (el músico que revolucionó el sonido del pandeiro en los años 90, a través de la microfonización de ese instrumento de percusión clave en la música brasileña, quien grabó en varios discos con Lenine). Son músicas viejas en un nuevo formato: es un show de voz, instrumentos y producción. Es una manera de homenajear a todos quienes grabaron en mis canciones.

–¿Y por qué Rizoma

–Por causa de la botánica y de (el filósofo francés Gilles) Deleuze (ríe). La idea del rizoma surge del concepto botánico, que es algo difícil de poner en palabras: es un punto aleatorio, imposible de imaginar y determinar, a partir del cual surge una nueva vida. En el reino botánico, cuando un árbol genera un nuevo brote a partir de un corte. No es un clon del árbol sino un nuevo individuo. Es algo muy interesante, no se sabe bien dónde está, no se conoce exactamente el inicio; se sabe que existe el punto de rizoma. Entonces Deleuze traslada ese concepto al universo filosófico y comprendió que en el rizoma está la posibilidad de descubrir el momento en el que se determina un orden. Porque el universo siempre tiende al caos, pero desde el orden. El rizoma, filosóficamente, sería el momento que separa al caos del orden. Eso define mucho cómo yo pienso la música, cómo a partir de un error puedo construir una nueva canción, solo porque oí ese error.

–A partir de lo que describís al inicio de esta charla, ¿sentís que estás cerca de ese punto de rizoma? 

–Sí, lo siento. El ser humano descubre en algunos momentos, muchos o pocos en su vida, que es el propio Dios, pero un segundo después vuelve a ser el imbécil que es siempre. Hay una intención del hombre, en todos los tiempos, de llegar a la plenitud y percibir eternamente ese momento. El momento del rizoma.

Vida Cultural
2022-02-10T00:36:00