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    “De libertad y muerte”

    Sr. Director:

    Comento su columna de forma personal. Lo primero a recalcar es que comparto lo sustancial y esencial de lo que expresó. Sin embargo, adjunto unas consideraciones menores; en un tema complejo con tantas aristas y peculiaridades es imposible lograr una única interpretación que abarque la cambiante realidad.

    Escribe Andrés Danza (AD): “Otra muy distinta es cuando una persona tiene una enfermedad incurable, que puede ser degenerativa y estar en una fase avanzada, y quiere cortar con el sufrimiento que le provoca a ella y a su entorno… Debería tener la libertad como para hacerlo. Porque es solo su vida casi apagada la que está en juego”.

    Llama la atención que durante el largo proceso de elaboración del proyecto el legislador no destacara la forma en que incide la medicina moderna en la eutanasia. Lo que sustenta el interés en la “muerte digna” aquí y en el resto del mundo radica en la llamada “obstinación terapéutica” del médico con el paciente (también señalada como “encarnizamiento” o “ensañamiento”). Tema ético y bioético por excelencia, que requiere una precisión: ambas pueden ser materia de un discurso conceptual pasivo y/o llevarse a la práctica de forma proactiva. La eutanasia deviene, en gran medida, en un resultado no deseado ni previsto de los cuidados intensivos (CTI) que se desarrollaron en la década del 60 del siglo pasado con enormes avances hasta hoy.

    Nadie duda de los aportes y resultados logrados y de ello todos debemos estar agradecidos y reconocidos. Pero siempre hay un pero: como en el resto de todos los avances del quehacer humano suele haber beneficios si se aplican en su justa medida o potencialmente maliciosos si se cometen excesos. La curva de Gauss está siempre presente y sobre su data hay que trabajar. Refiere a regular, reglamentar y monitorear resultados a fin de no caer en los extremos que hoy tenemos: desborde de signos biológicos vitales logrados de forma artificial a partir de un equipamiento colosal —aporte maravilloso— que dejan en la periferia al intelecto, lo social, lo espiritual y afectivo del individuo. Se prolonga una vida contra natura que resulta integralmente deshumanizada.

    AD: “Lo que crea el proyecto es el ?derecho de las personas a transcurrir dignamente el proceso de morir’, lo que implica que puedan solicitar asistencia para morir y que las instituciones que integran el Sistema Nacional Integrado de Salud tengan que brindar esa posibilidad”.

    Asistí a los últimos momentos de seres queridos y entrañables que en vida dejaron implícita y explícitamente sus consideraciones sobre posibles circunstancias en relación con la forma de morir. Y en sus casos hubo atisbos de obstinación terapéutica. En lo personal, llegado a la edad donde la fecha de caducidad estadística se inicia (i.e. cercana a los 80 años) dejé escrita mi voluntad, con dos testigos, en la Historia Clínica: Ante una enfermedad incapacitante (física y/o mental) no deseo que la praxis médica interceda para prolongar signos vitales sin considerar lo intelectual, social, espiritual y afectivo. Y como irredimible optimista aspiro que lo previo no se presente en los próximos 15 años o más. Pero llegado el momento, solicito dejar de lado la “tekné” e ir por el “areté” de los griegos. En última instancia es volver al sabio equilibrio vital y atemporal que imperó en el Peloponeso y que hoy hemos desbalanceando. En la salud y demasiadas otras actividades.

    AD: “No soy un especialista ni mucho menos y no quiero entrar en ese terreno, porque no me corresponde y sería faltar el respeto a los que saben. Cada cual a lo suyo”.

    Entiendo que comete un exceso de prudencia y humildad bien intencionado. La vida es mucho más que biología, la salud mucho más que la medicina, y el sentirse vivo nadie lo sabe mejor que uno mismo. En particular con gente como usted, donde el humanismo brota a flor de piel. En esta cuestión no alcanza la suma de “a cada cuales lo suyo” y si me apuran prefiero que opine alguien que provenga del saber filosófico y no de lo biológico moderno y actual (léase provisorio…). O peor, que se delegue en un algoritmo de inteligencia artificial en función de incontables datos e indicadores que —por más “mega o meta data o deep learning” que invoquemos— no se logrará sustituir la quintaesencia del ser humano —único e irrepetible— incluso por la vía del clonado. Por la simple razón que las circunstancias serían indefectiblemente diferentes; el “yo y mi circunstancia” de Ortega o “la gota del agua del río que nos baña” del de Efeso. Todos somos un milagroso caso cuántico, efímero e irrepetible. Los aportes sobre la incertidumbre, la incompletitud y la indecibilidad —Heisenberg, Gödel y Turing— reformulan en clave de física teórica la perenne metafísica real y vital de Heráclito.

    AD: La coordinadora de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Clínicas, Natalia Bernardi. “Vivimos en una sociedad que niega la muerte” y los médicos la sienten como un “fracaso terapéutico” porque la medicina “básicamente se centra en aspectos curativos”.

    Comprendo. El problema se agrava: en Uruguay no tenemos formación académica universitaria de una Escuela o Facultad de Salud Pública o Poblacional (SP) autónoma, que se dedican específicamente a la salud, cuestión bien diferente a la enfermedad que enseña la medicina. Los griegos lo tenían clarito: El dios Asclepio delegaba en su hija Hygia el cuidado de la salud y a Panacea la cura de la enfermedad. Uruguay es de los poquísimos países sin formación terciaria específica en SP; hace unos 15 años se constituyó, en el ámbito de la Facultad de Medicina, la Diplomatura de Salud Pública. Diplomatura es menos que licenciatura, y esta menos que doctorado. Para entenderlo mejor, es como tener formación en psicología (centrada en el individuo) y no en sociología (poblacional). Y en consecuencia que los psicólogos se encargaran vía un curso de psicología social de lo sociológico. Como no tenemos salubristas nos ocupamos los médicos; mala cosa. Y si a ello le agregamos el multiempleo que dificulta la integración de equipos multi, inter y transdisciplinarios de salud, peor aún.

    AD: “Veto presidencial… Porque antes que la política debería estar la realidad y no al revés”.

    Sobre el posible veto —en un tema tan íntimo, personal e indelegable— me parece un exceso de interpretación que los constitucionalistas debieron haberlo considerado en su momento; a fin de cuentas nuestros presidentes de turno son los últimos responsables —gracias a nuestro mandato libremente expresado— de gobernarnos. O sea, nos, me y le representan. Puedo entender la posibilidad del veto en cuestiones de Estado, pero no en un tema personalísimo que no estuvo presente en el momento que se solicitó el voto y se les dio el mandato. Iría a contrapelo de la autonomía individual y ni hablar de la libertad responsable de los ciudadanos.

    Por último, un comentario. La vida transcurre entre el nacimiento y la muerte. Quizás los legisladores y los políticos debieran ocupar parte de su tiempo a rever la forma en que nacen —¡cada vez menos niños en Uruguay!— y muchos vía un excesivo porcentaje de cesáreas innecesarias: contra natura. O dedicar tiempo a cómo transcurre la vida, i.e. a prever la instalación de una Facultad de Salud Poblacional —sugiero en el interior del país— para comenzar a sistematizar el rompecabezas de la salud en el país. O a desincentivar el multiempleo que dificulta el trabajo en equipo. O, o, o tantas cosas más… Una ristra de concausas.

    Que hoy estemos enfrascados en discutir la eutanasia que en ocasiones deriva en cuestiones dogmáticas es el fruto de haber desatendido cosas básicas durante décadas: las concausas determinaron la consecuencia. En eso somos expertos, postergamos, procrastinamos y desatendemos las causas primeras y luego nos llama la atención, de urgencia, la consecuencia final. En salud, educación, CyT, seguridad, pasividades y, y, y…

    Nos cuesta una enormidad sistematizar y hacer los deberes a tiempo, cosa de prever y prevenir males ulteriores. Cuestión cultural que impregna nuestra idiosincrasia y que es tiempo de comenzar a resolver; llevará tiempo pero será la mejor inversión que se le puede dejar a hijos y nietos.

    Gonzalo Eugenio Pou