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    ¡Demasiado jugados al empate!

    Nº 2213 - 16 al 22 de Febrero de 2023

    En nuestras últimas columnas nos ocupamos de las actuaciones de nuestra selección sub-20 en el Sudamericano de Colombia, destacando el ascendente rendimiento del equipo celeste, que ha sorteado invicto su serie y ha accedido así al hexagonal final (clasificatorio para los próximos Juegos Panamericanos y el Mundial de Indonesia). Valoramos también el hecho singular de arribar al último partido de esta instancia definitoria ante Brasil, habiendo ganado todos sus compromisos, con un punto por encima de su rival, por lo que le bastaba un empate para quedarse con el título en disputa. Claro que esa peculiar circunstancia no le aseguraba por sí sola la consecución de ese objetivo. Más aún cuando nuestro vecino del norte es una cantera inagotable de la que salen legiones de jóvenes y excelentes futbolistas que nutren a los principales equipos del mundo. Sin perjuicio de ello, pensábamos que el poderío exhibido por el equipo celeste era algo superior al de nuestro rival, y que esa circunstancial ventaja en el puntaje nos brindaba una oportunidad inmejorable para obtener nuestro noveno lauro continental. Acaso, con la reserva de ciertas muestras de agotamiento por parte de algunos de nuestros jugadores, sobre el final de los últimos partidos por causa de la temida altura de Bogotá.

    Quizás, lo que diremos seguidamente pueda sonar a excusa, pero es fruto de la constatación de que, a veces, el equipo que no tenía la acuciante necesidad de ganar cierto partido, para obtener el objetivo que perseguía, luego no lograba exponer su mejor versión, viéndose superado por aquel que sí tenía la imperiosa obligación de hacerlo. Posiblemente algún lector puede estar recordando la inolvidable final de Maracaná en el Mundial de 1950; pero —aunque la semejanza salta a la vista— la mentada circunstancia suele ocurrir con relativa frecuencia. De modo que lo que aconteciera el domingo pasado no puede llamarnos a sorpresa. Salvo en los primeros minutos, donde el trámite fue equilibrado (y en los que la defensa rival se ocupó de ablandar a golpes a nuestros delanteros más peligrosos), en el resto del cotejo —y especialmente en el segundo tiempo y con el paso de los minutos— Brasil se adueñó casi por entero de la iniciativa en busca de esa victoria imprescindible, sumando más y más hombres a la ofensiva.

    Entre tanto, nuestra única ambición fue la de evitar que ese creciente dominio brasileño pudiera traducirse en el tanteador. De modo que, paradojalmente, en vez de favorecernos, el saber que con un empate éramos campeones nos hizo quedar cortos en nuestra ambición, regalándole casi enteramente la iniciativa a un rival que ya había dado muestras previamente de contar con un contundente caudal ofensivo. Y por lo demás, cuando era de suponer que la merma física por la altura bogotana podía afectar en mayor grado al equipo obligado a asumir el protagonismo dentro del partido, ello no aconteció; ni siquiera en el tramo final, cuando Brasil fue sumando más hombres a la ofensiva en procura de ese gol que le diera el título. Y ocupados por entero en defender a ultranza el cero en su propio arco, nuestros jugadores carecieron del resto físico suficiente para armar algún contragolpe efectivo, de modo de aliviar el creciente agobio de su defensa. Así, tras varias atajadas providenciales de Randall Rodríguez, casi en el final del partido, llegó ese gol que Brasil merecía largamente. Con más pundonor que energías, el elenco celeste se lanzó en busca de ese empate que igual le daría el título, pero de contragolpe (y con nuestro golero “regalado” casi en el centro del campo) un larguísimo disparo desde allí llegó al fondo de nuestra valla vacía, sellando un 2 a 0 contundente y letal, que dejó la copa en manos de Brasil.

    ¡No puede hablarse de fracaso! Nuestra selección rindió de muy buena forma en varios de los cotejos que ganara, y consiguió su objetivo primario de clasificar al próximo Mundial. Ello empero, por esta última postura conservadora, dejó que el título de campeón de este torneo se le escapara de las manos. Contó con varias figuras promisorias en sus filas (como Luciano y Randall Rodríguez, Sebastián Boselli, Facundo González y Fabricio Díaz), por lo que puede esperarse un buen desempeño en los próximos torneos internacionales a los que clasificara.

    En el ámbito interno, pasemos sumaria revista a estas dos primeras fechas del Torneo Apertura. Nacional debutó con una sufrida victoria ante Liverpool, en una suerte de revancha del partido que este le ganara, días antes, en la final de la Supercopa. El tricolor había sacado una ventaja de dos goles en el primer tiempo, pero su rival descontó ya en el cierre del partido, y le puso suspenso a la definición. Tras esa sufrida primera victoria del ciclo Zielinski, Nacional igualó sin goles ante Cerro Largo en esta última fecha, en una muy pobre actuación (su rival casi lo gana en la hora, pero el travesaño del arco de Rochet lo impidió). Hubo muy bajos rendimientos individuales de sus figuras más notorias —Polenta, Fagúndez, Gigliotti y Pereiro—, pero el técnico argentino sigue sin encontrar la mejor fórmula para conformar el equipo (los sorprendentes cambios que hizo en el segundo tiempo así lo demuestran). Y si no logra cambiar rápidamente la pisada, creemos que su permanencia en el cargo va a pender de un hilo, algo que la propia hinchada tricolor ya deja traslucir. Claro que no todo es culpa suya, pues —ya lo hemos dicho— la directiva no reforzó adecuadamente sus filas en el último período de pases.

    Peñarol, por su parte, ganó los dos partidos que disputara y lidera el certamen. Le ganó cómodo a Cerro en un debut auspicioso. Arezo abrió la cuenta a los pocos minutos, cerrando el tanteador Sánchez de penal, en el segundo tiempo. Y la hinchada aurinegra se vio reconfortada con esta versión renovada de su equipo. Sin embargo, en la fecha siguiente, La Luz le hizo sufrir hasta el final del partido. El rival anotó de entrada, pero el aurinegro igualó casi enseguida. Y en el segundo tiempo anotó dos goles, que parecieron definitorios. Pero, casi en el final, sendos errores defensivos fueron capitalizados por La Luz, nivelando el tanteador. Sin embargo, ya en el tiempo adicional, Arezo —nuevamente de penal— selló la victoria aurinegra, que lo deja como único líder del torneo. Las nuevas incorporaciones le han cambiado la cara al equipo (y también el ánimo a su hinchada), aunque el técnico Arias sigue buscando su mejor integración, con algunos valiosos futbolistas que aún no han debutado.

    Y una preocupante reflexión final: en varios partidos se han dado gruesos errores arbitrales, no corregidos por el VAR. Sea por su propia inacción, o por la falta de consulta del juez del partido. Y así ¡no cumple ni por asomo con la expectativa que generara su incorporación!