En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Durante la promoción de su nueva película, El nadador, la cineasta Gabriela Guillermo no ha escatimado en palabras al describir la obra como un resultado que emergió tras 15 años de trabajo, concursos no conquistados y una transformación que la llevó desde su versión original, y más convencional, hacia su forma final: una experiencia cinematográfica que envuelve, encanta y desafía las convenciones con las que el cine nacional suele poblar la cartelera local.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Al prescindir de personajes en el centro de la escena y de una narración atada a la estructura en tres actos, la película revela su atractivo en la transformación de la literatura en cine. En colaboración con Pablo Galante en la escritura del guion, Guillermo convierte la novela homónima del escritor uruguayo Hiber Conteris en una película que pone la mirada, la escucha y la imaginación al servicio de un ejercicio: conectar un desfile de imágenes con la semblanza de un protagonista cuya presencia física nunca se materializa.
El relato es guiado por la voz del actor Agustín Urrutia, la única forma que el protagonista toma frente a un mundo adulto que se presenta como una ola impetuosa, así como algunos dilemas amorosos que enfrenta como parte de un torbellino de deseos.
Con la dirección de fotografía de Analía Pollio como un punto a destacar, la película despliega una selección de escenarios, objetos y personas que junto con la narración proponen un ejercicio similar a la experiencia de una lectura impulsada por la imaginación. A medida que ese narrador da cuenta de los hechos de su vida, esos espacios y momentos que aparecen en principio como complemento se vuelven algo más: una atmósfera reconocible que nunca es invadida por la trama o la ficción, sino lo contrario, pues permite que el espectador la habite con comodidad y libertad.
Algunos cambios en el formato de proyección y un afán desmedido por registrar un cambio en la geografía de la película cuando la trama abandona Uruguay no logran sentirse del todo justificados, pero eso no quita que aquí prevalezca la audacia de explorar otras formas de hacer cine. Zambullirse en los casi 70 minutos de El nadador resulta refrescante.