—Y reaccionaron frente a eso.
—Y reaccionaron. Pero no fue conmigo, al contrario. Y la verdad es que tengo alegría que esta marcha haya sido, además de multitudinaria, pacífica. Que haya tenido expresiones de todo tipo y color. Porque así tienen que ser las marchas.
—¿Y qué siente usted cuándo ve esos carteles que la acusan de “traidora” al feminismo?
—Me enteré después. Y lo pongo en relación a algún sector que siempre busca ideologizar lo que es una lucha por los derechos. Yo no me muevo de donde estoy. Toda la vida entendí —y así se define históricamente— que el feminismo es una lucha de las mujeres por sus derechos. Y de ahí no me mueve nadie.
—¿Le pareció excesivo el operativo desplegado por el Ministerio del Interior para evitar disturbios, las decenas de coraceros custodiando una iglesia?
—Creo que el operativo estuvo acorde a la cantidad de gente que se preveía que iba a haber. Las últimas marchas… yo creo que si hay una marcha que aumenta numéricamente todos los años, es la del 8 de marzo. Entonces ya se preveía que iba a ser una marcha importante. A mí me parece bien que a quienes marchamos pacíficamente, se nos garantice que la marcha va a ser pacífica.
—Esas pancartas, en su contra algunas, otras con diferentes mensajes políticos, más toda la discusión mediática por los operativos policiales, la suba del dólar, muestran un tono crispado a solo pocos días de asumir. ¿Le preocupa que esta sea la dinámica con la oposición?
—Pero esto viene desde hace tiempo. Ya en la campaña electoral había síntomas de una violencia manifiesta. Hay como mucho enojo en la sociedad uruguaya. Y para mí sí es una preocupación. Yo hace mucho tiempo que advierto con preocupación el tema de que el Latinobarómetro nos muestre descendiendo en calidad democrática. Toda mi vida he participado de debates, de manifestaciones. Pertenezco a una generación grabada a fuego que peleó por la libertad y la democracia desde muy joven. Sin llegar a ser alarmista —nunca lo fui y no lo soy—, me preocupa el hecho de que no se pueda debatir ideas y que se pase al agravio permanentemente, que se descalifique, que se mienta para desinformar a la población. Creo que eso contribuye al deterioro de la calidad de la democracia.
—Esta semana hubo varios operativos policiales y varias denuncias de abuso, una de ellas resultó ser falsa. ¿Cree que la oposición está cobrando al grito?
—Yo estoy observando estos tiempos. Es un gobierno que recién asume. Y donde creo que muchos actores están asumiendo que hubo una fuerza diferente que asumió el poder. Y eso obviamente implica tiempo para adecuarnos unos y otros. Yo trato de observar con tranquilidad los comportamientos y no reaccionar intempestuosamente. Estamos tratando de mantener el ámbito de negociación, de mucha conversación. Esa es la forma que yo tengo históricamente de trabajar en política.
—Ahora el desafío de la negociación es grande.
—Es un desafío mayor. Hay mucha más responsabilidad. Porque además hay un panorama en el Parlamento bien diverso. Y eso implica un esfuerzo, dedicar tiempo a estar en contacto con los parlamentarios, acercar las partes, negociar. Este es un Parlamento donde hay que escuchar mucho y negociar mucho.
—¿Y cómo han sido estos primeros días en ese camino que intenta recorrer?
—Estamos teniendo muy buen vínculo en la coordinación en el Senado. Y estamos trabajando con mucha coordinación con el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Lema. Con él estoy conversando uno de los temas que quiero presentar, que es un proyecto comunicacional del Parlamento como fortalecimiento democrático con la ciudadanía. Me parece que en estos tiempos, donde la tecnología nos permite acceder a la información con mucha rapidez, el Parlamento debe aggiornarse y usar todas las herramientas para informar a la población. La ciudadanía debe tener una información permanente de lo que hacen sus representantes, de las resoluciones que se tomen aquí adentro. Además es una forma de estar en permanente relacionamiento. Que la gente nos siga. Nos interesa mucho que haya una aplicación informática del Palacio, que haya páginas web igables.
—¿Qué otra impronta le quiere dar a su vicepresidencia?
—La apertura. Me parece que hay una lógica de funcionamiento que tenemos, histórica, que en estos tiempos conspira con la cercanía. A mí me interesa que la gente sienta más cercano al Parlamento. Yo pienso en un ciudadano que quiera venir a decirnos algo y viene a este edificio… y queda perdido. En estos tiempos todo el mundo quiere comunicar algo, tenemos que pensar y facilitar el recorrido del ciudadano acá adentro. También me parece importante que haya una movilidad de las comisiones parlamentarias, que vayan in situ a ver los problemas, que vayan al lugar de los hechos, que salgan. Me parece que nos hace mucho bien a todos. Son tiempos de un Parlamento que debe abrirse mucho más.
—¿Siente un peso especial sobre sus hombros por ser mujer y estar en un puesto bien visible en el gobierno y en una coalición con muchos sectores conservadores?
—Siento una gran responsabilidad. Pero es la historia de mi vida. Estos temas van conmigo adonde voy y yo formo parte de una colectividad política, pero también formo parte de la militancia en estos temas desde la sociedad. ¿Cuál es el tema? Que ahora es relativamente más fácil hablar de esto. Hace unos años era muy difícil. Yo he sido muy crítica en la interna de mi partido. Y me di cuenta un día que era yo la que tenía que hacer frente a esa apertura. Y asumí ese desafío. Y ahora siento que, por suerte, ha habido una lógica de aperturas… pero todavía falta. Uno mira el panorama donde se maneja el poder y falta mucho, mucho. A mí me parece que hay que ir tomando decisiones allí donde estemos todas las que tenemos ciertas responsabilidades.
—Usted ya se había quejado de la poca participación femenina en el gabinete. Ahora se conocieron los cargos en las empresas públicas y otros organismos y hay una sola mujer en 11 presidencias.
—Estoy viendo eso con mucha preocupación. Estoy siguiendo también cómo se viene llevando adelante la participación de las mujeres rumbo a las elecciones departamentales de mayo. Ahí yo tengo un foco especial puesto. A veces tenemos una lógica muy montevideana cuando se habla de esto. Y me resisto a eso. Mi rol ahora no es tanto el de señalar los problemas. Yo siento que ese rol de denuncia permanente dentro de la estructura de un partido lo he cambiado. Mi rol ahora es de llevar adelante acciones concretas. Por eso cuando tuve que elegir edecanes, elegí mujeres. Por eso manifiesto públicamente mis preocupaciones. Mi etapa de militante ya pasó, y por suerte fue recogida por otras generaciones jóvenes, y llegó mi momento de seguir las políticas desde la ejecución.
—¿Y por qué hubo tan poca representación femenina en los entes si era algo en donde usted podía estarle más encima?
—Y lo estuve. Pero es verdad que cuando los partidos trasladan nombres, proponen nombres de varones. Se sigue con esa lógica. Me parece que lo peor que podemos hacer es decir “hemos avanzado” y no denunciar que todavía nos cuesta y nos sigue costando. Y cuanto más avanzo, más creo que tiene que haber una elección con una paridad que implique Legislativo y Ejecutivo. Y de una vez por todas se camine hacia una posibilidad de acceso real.
—Usted ha dicho que no necesitó de la cuota femenina para llegar donde llegó en política, pero la defiende y sugiere que hay que ir incluso más allá de la cuota.
—Yo creo que eso nos va a permitir manejarnos en dos niveles. Hay todo un fenómeno que se está dando desde la educación en la sociedad. La auténtica revolución es la que estamos haciendo educando a nuestros hijos y ahí hay que apostar: en la generación paritaria, la generación que mira la vida sin las diferencias. Eso creo que está pasando y que hay que ayudar a que se desarrolle. Me parece que hay que acelerar los tiempos, creo que está siendo todo muy lento. En un determinado momento Uruguay fue de vanguardia y ahora no. Quienes tenemos la posibilidad de señalar, ejecutar y denunciar tenemos que hacerlo. Porque esto que pasó con los cargos nos termina dando la razón. Por eso es que alguna vez varias de nosotras dijimos: “Bueno, transitemos la cuota”, para que las estructuras estén obligadas a mirarse, y para que las mujeres se movilizaran de otra manera dentro de los partidos. Especialmente en los partidos donde nos costaba mucho más. Y lo hicimos sabiendo que había mujeres en contra. Pero una cosa es mirar el fenómeno y otra es vivirlo día a día. Y las que lo vivimos, sabemos que las cuotas sirvieron para mover estructuras pero todavía estamos lejos. Hoy por hoy tiene que haber una señal clara y que se manifieste públicamente. Eso tiene que ser con una ley paritaria.
—¿Se tiene que imponer directamente? Porque el discurso está lleno de intenciones que terminan en que casi todos los nombres propuestos sean de varones.
—Yo creo que cuando se amplíen los directorios van a aparecer nombres de mujeres, pero si las señales están siendo que los partidos propicien varones para los primerísimos lugares de decisión… Y me consta que no es el caso del presidente. El presidente me nombró como presidenta del Directorio del Partido Nacional y como su compañera de fórmula, eligió a una mujer al frente del Ministerio de Economía, hizo cuestión para que Gloria Rodríguez fuera senadora. Pero cuando se abre la mesa y empiezan los partidos y los sectores a negociar… Yo tengo una llamada del presidente diciendo que estaba preocupado por esto y que les recordaba a los partidos que eleven nombres de mujeres.
—¿Esto fue ahora con el tema de los entes?
—Ahora, sí. Y me consta que está siguiendo el tema. Pero obviamente me parece que también nosotras tenemos que dar una señal de que no estamos dispuestas a seguir esperando in eternum que haya lógicas donde en el discurso somos todos aperturistas y llegado el caso aparecen todos nombres de hombres.
—¿Con qué sensación se fue de su paso como presidenta del Directorio del Partido Nacional?
—Con la sensación del deber cumplido en términos de la apertura que yo quería. Sabía que tenía poco tiempo, pero ese era mi objetivo, darle movimiento interno desde su propia sede física. Creo que eso se consiguió.
—¿Siente que perdió la pulseada en el caso del intendente de Colonia, Carlos Moreira?
—No. Creo que mi posición fue lo que mostró que había una forma de pensar en el Partido Nacional. Y creo que se notó.
—¿En qué se notó?
—Yo tuve una posición desde el principio. Y la mantuve y la mantengo. Creo que manifesté, más allá del tema Moreira, porque no es personal, cómo visualizo los liderazgos de mi partido en el siglo XXI. Hay cosas que pertenecen a otros tiempos. Y eso fue lo que yo denuncié: Que ese fue un comportamiento que no era acorde a lo que yo sentía que tenía que ser el de un dirigente del Partido Nacional.
—Pero después de todo Moreira vuelve a presentarse como candidato a intendente por el Partido Nacional.
—Sí. Y si fuera por mí, obviamente considero que, frente a lo que fue la posición de la Comisión de Ética, no debía darse esa candidatura. Estamos coexistiendo con miradas diferentes. Y a mí me tocó marcar lo que yo siento que es parte de lo que mucha gente siente. Mi deber era marcar un rumbo, el de la ética de los nuevos tiempos. Y eso generó que el partido tuviera que asumir el debate.