Nº 2251 - 16 al 22 de Noviembre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa última declaración jurada de Dicose confirma una nueva caída del stock ovino, que se ubica por debajo de 6 millones de cabezas. Es la cifra más baja desde hace 140 años, cuando se produjo lo que se conoce como “la revolución del lanar”. En 1860 el campo uruguayo era ocupado por cerca de 8 millones de vacunos y poco más de 1 millón, de ovinos criollos.
Era un país exclusivamente ganadero, los productores vendían únicamente cueros, que tenían ciclos de precios muy marcados, lo que determinaba períodos de crecimiento y de liquidación de stocks, respondiendo a los precios del cuero. La capacidad de negociación de los productores era muy limitada, ya que sus ingresos dependían de un solo producto.
En esa época los productores identificaron en los ovinos la posibilidad de diversificar sus ingresos y mejorar su capacidad de negociación en la venta de cueros, al disponer del ingreso proveniente de la lana, que tenía la virtud de ser un producto no perecedero y, por lo tanto, comercializable en el momento más conveniente para el productor.
En 1860 comenzó un crecimiento explosivo del stock ovino en Uruguay, que en pocos años alcanzó los 20 millones de cabezas.
En el comienzo de este proceso, a fines del siglo XIX, los ovinos criollos fueron cruzados y absorbidos principalmente por razas británicas y europeas, como Lincoln, Romney Marsh y Merino Rambouillet. Luego ingresaron las razas que predominan actualmente en el país.
Durante todo el siglo pasado, el stock ovino se mantuvo en unos 20 millones de cabezas, llegando a un máximo de 26 millones a fines de los años 80 y siendo la lana el principal producto de exportación del país hasta esa década.
La zafra lanera llegó en ese momento a 100 millones de kilos, siendo el 80% lanas de finura media (de 27 a 30 micras), producidas fundamentalmente por ovinos Corriedale, que llegaron a ser el 70% del stock.
Durante casi todo el siglo pasado la diferencia de precios entre las lanas medias (de 27 a 28 micras) y las lanas finas (de 19 a 20 micras) varió en torno al 20%. A partir de finales del siglo pasado y comienzo del actual, la diferencia de precios entre las lanas finas y las lanas medias se fue ampliando, pasando a ser del 50%, luego del 100%, 300% y actualmente del 600%.
A su vez, a comienzos de este siglo el precio de la carne ovina se fortaleció y mejoró su relación respecto a las lanas medias, que históricamente había sido de 3 a 1 (dólares por kilo de lana natural a dólares por kilo de carne ovina de cordero en pie), y pasó a ser de 1 a 1,5 respectivamente.
La relación de precios entre las lanas medias y la carne vacuna también varió a comienzos de este siglo, de 2,5 a 1 (dólares por kilo de lana natural a dólares por kilo de carne de novillo en pie), y de 1 a 1,6 en el momento actual. Es decir que los precios variaron fuertemente a favor de la carne con respecto a las lanas de finura media. Sin embargo, la relación de precios de las lanas finas, de 19 a 20 micras, y la carne vacuna se ha mantenido en el entorno de 4 a 1.
En los establecimientos ganaderos los ovinos compiten con los vacunos por el recurso forrajero. Los productores a lo largo de nuestra historia han variado la relación ovino-vacuno, dependiendo principalmente de la rentabilidad y los ingresos por hectárea provenientes de cada rubro, salvo en lugares donde existen restricciones para el rubro ovino (jaurías, abigeato, cercanía a centros poblados y demás).
A su vez, la ganadería compite con otras opciones de producción, ya que a partir de la segunda mitad del siglo pasado comenzó un proceso de diversificación de la producción en el sector agropecuario, creciendo en forma importante la lechería, la agricultura y la forestación.
Debido en parte a la baja de los precios de las lanas medias, dominantes en el stock, los ovinos han cedido espacio a otras opciones de producción durante los últimos años. La mejora del precio de la carne ovina no ha sido suficiente para que las ovejas que producen lanas de finura media compitan con otras opciones de producción, salvo en sistemas muy intensivos, donde el cruzamiento con razas carniceras puede ser una opción.
Por otra parte, la comercialización de carne ovina enfrenta periódicamente, a lo largo del año, dificultades que no se han podido superar.
Para que los ovinos compitan por el uso del suelo en la ganadería semiextensiva, predominante en Uruguay, es necesaria una oveja que produzca lanas finas de alto valor y carne en forma eficiente, con buenas tasas reproductivas y alta velocidad de crecimiento.
Las lanas finas, de menos de 20 micras, continuarán con una demanda firme, porque permiten la elaboración de prendas de alta calidad en segmentos del mercado de fibras donde son difíciles de sustituir y cumplen con los requisitos de los consumidores más exigentes.
La lana es un producto natural, renovable, reciclable y biodegradable. Si se abandona una prenda de lana, se de-sintegra en proteína y se reincorpora a los ciclos biológicos. El 50% de la lana es carbono orgánico, que proviene de pasturas que han fijado carbono de la atmósfera, contribuyendo a la mitigación del efecto invernadero.
Hay pocos competidores a escala mundial en producción y exportación de carne ovina y de lana, y hay poca intervención de los gobiernos en el comercio internacional de fibras. No sucede lo mismo con las otras opciones de producción, principalmente la carne vacuna, donde hay muchos países productores y exportadores, y es un mercado altamente intervenido con cuotas, aranceles, subsidios, entre otros.
En carne vacuna, países como Brasil y Paraguay tienen ventajas comparativas notorias, ya que sus pasturas naturales e implantadas tienen una muy alta producción, que determinan costos de producción muy bajos.
Ambos países vienen aumentando su producción en forma importante, ya que la superficie productiva crece todos los años y es cada vez más difícil competir con ellos en los mercados internacionales.
Por otra parte, la concentración de la industria de la carne a escala nacional e internacional debilita la capacidad de negociación de los productores. La disminución del stock ovino en este contexto puede ser un error estratégico en los establecimientos ganaderos y en el país.
La implementación de políticas públicas que históricamente han estado ausentes, o han sido perjudiciales para el rubro, deberían ser una prioridad para el gobierno.
Los ovinos, además de diversificar los ingresos de los establecimientos, constituyen una alternativa económica muy atractiva si producen lanas finas y carne. Una unidad ganadera ovina constituida por seis ovejas de cría, con lana de 19 a 20 micras promedio, con un 90% de señalada, produce un ingreso del entorno de US$ 400 por año, considerando los precios actuales de la lana y de la carne ovina.
Los ovinos tienen una alta rentabilidad del capital invertido, una alta velocidad de circulación del capital, diversifican los ingresos, permiten una mejor utilización de las pasturas y otorgan además una mayor capacidad de negociación a los productores en la venta de la producción.
Sería razonable, por lo tanto, mantener una relación ovino-vacuno en los establecimientos ganaderos que permita capitalizar la complementariedad de ambos rubros y disminuir los riesgos comerciales.
Finalmente, la respuesta al título de este artículo dependerá de la evolución de las relaciones de precios entre los distintos rubros y de la visión, las expectativas y las decisiones estratégicas de los productores, que podrán estar condicionadas por las políticas públicas que se implementen. Personalmente pienso que la respuesta es no.
El autor es ingeniero agrónomo, productor agropecuario, fue presidente de la Asociación Rural del Uruguay y delegado de ARU en la junta directiva del Inac; fue gerente del SUL y presidente de la Sociedad de Criadores de Merino Dohne.