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“Todos esperamos que haya una vacuna, pero es posible que no esté mañana, que no esté dentro de unos meses, y que pueda llevar años que haya vacunas efectivas y en cantidades suficientes. Lo que empezó como un esprint para esta epidemia se está volviendo una maratón. Y el tipo de gastos que hubo que hacer para ayudar a la población se puede sostener unos meses, pero no por años”, dijo el uruguayo Martín Rama, economista jefe del Banco Mundial (BM) para América Latina y el Caribe al presentar el viernes 10 un informe sobre cómo la región está enfrentando el Covid-19.
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Frente a la pandemia, los países adoptaron distintas combinaciones de medidas que redundaron en diferentes costos en términos económicos y en vidas humanas. “En un extremo, Argentina o Perú impusieron bloqueos muy estrictos. En el otro, Brasil optó por dar más prioridad a la actividad económica, (...) con muchas de las decisiones relevantes tomadas a escalas subnacionales de gobierno. Entre esos dos extremos del espectro, Uruguay adoptó medidas de distanciamiento social, pero sobre todo de forma voluntaria, invocando un principio de ‘libertad responsable’”, reseña el BM en su documento.
Los resultados del estudio del BM señalan a Uruguay como el país con el costo total más bajo hasta el momento (ver gráfico).
Según el organismo, en Uruguay “hasta ahora, el distanciamiento social voluntario y las pruebas y el rastreo exhaustivos han sido eficaces para controlar la pandemia, pero el país no pudo evitar su primera recesión desde 2002. (...) En ausencia de un brote de Covid-19 o una nueva ronda de acontecimientos externos negativos, se espera que la economía se recupere rápidamente, pero la posible necesidad de ampliar las medidas de mitigación podría chocar con los ambiciosos objetivos de consolidación fiscal”, advierte.
El BM estima que la economía uruguaya se contraerá 4,2% este año, para luego crecer en 2021 (4,0%) y 2022 (3,1%). Es una perspectiva mejor que la augurada para el promedio de América Latina y el Caribe, cuyo Producto Bruto Interno (PBI) se hundiría 7,9% en 2020, y después crecería 4,0% y 2,8%.
Ajuste y reformas
Aludiendo a la idea de que la pandemia se está transformando en un maratón, el economista se preguntó en la presentación online: ¿Si hay segundas o terceras olas, ¿cómo se podrá sostener con gasto público las medidas de apoyo a sectores económicos y sociales impactados por la crisis sanitaria? Se respondió que “la buena noticia” es que los países, en general, pudieron recurrir a los mercados para emitir bonos y financiarse, aunque observó que la contracara son niveles de deuda crecientes.
Para Uruguay, el BM proyecta que el déficit fiscal anual —sin considerar los ingresos extraordinarios por los llamados “cincuentones”— cerrará este año en el equivalente a 6,3% del PBI, mientras que en 2021 cederá a 4,5% y se ubicará en 3,4% en 2022. Pero la deuda en relación con el Producto trepará casi 10 puntos porcentuales este año (a 71,5%) y se estabilizará en torno a dicho nivel en los siguientes.
“Hay una necesidad de tener una trayectoria clara de estabilidad macroeconómica, de consolidación fiscal. No necesariamente hoy, que todavía estamos en la mitad de la crisis. Pero algo que los inversores y los mercados puedan entender que la situación está bajo control”, afirmó el economista jefe del BM. La alternativa, añadió, está por el lado de los egresos fiscales: “Es un buen momento para repensar la estructura del gasto. (…) Hay que ser realistas; no podemos seguir muchísimo tiempo con estos niveles de déficit”.
Consultado por Búsqueda, Rama sostuvo que “las reformas estructurales siguen siendo ineludibles para la región. Hoy, en medio de la pandemia, lo que más deseamos es poder volver a la normalidad. Pero no hay que olvidar que esa normalidad incluyó muchos años de crecimiento mediocre, que no le daban a la región la esperanza de converger con las economías avanzadas. Después de la década dorada en que los precios de los productos agrícolas y mineros fueron extraordinariamente altos, el progreso en los indicadores sociales se estancó. Y en el año 2019 casi la mitad de los países de la región vivió episodios importantes de descontento social. Hoy la prioridad es volver a la normalidad, pero en el mediano plazo eso no alcanza. El descontento no afectó a Uruguay, pero el estancamiento sí”.
Sostuvo que se puede “avanzar más rápido en otros frentes”. Por ejemplo, dado los bajos precios del petróleo por la pandemia, es un buen momento para reducir subsidios, que son generalmente regresivos, para reemplazar impuestos distorsionantes y en su lugar introducir una imposición “clara y transparente, basada en el IVA y el impuesto a las emisiones de carbono. Algo similar ocurre con las reglas fiscales. Los países latinoamericanos han tenido dificultades para adoptar políticas anticíclicas, pero la respuesta a la pandemia ha sido una excepción notable. Y se puede construir sobre ella para establecer mecanismos más sólidos de ajuste del gasto a lo largo del tiempo”.