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Un cuarteto de guitarras criollas que renueva la tradición ciudadana y cultiva el legado regional junto a un trío de mujeres cantantes e instrumentistas que navegan la caudalosa cuenca musical argentina, inabarcable y diversa como pocas, es la propuesta para hoy jueves 5 del valioso ciclo Música de la Tierra, producido por Dúo Ideas Culturales y la Universidad Católica del Uruguay.
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Las dos jóvenes agrupaciones han logrado en el último lustro consolidar una obra original y reconocida, que coincide en fogonear la tradición local y regional, con gran calidad en la ejecución, originalidad en la interpretación y en los arreglos instrumentales y vocales, y una singular veta humorística.
Ricacosa editó tres discos de estudio —“Milongueando” (2007, independiente), “Bien parejito” (2008) y “Cimarrón” (2010), ambos por Ayuí— que combinan versiones de tangos, milongas y candombes típicamente montevideanos, como “La puñalada”, “Así fui yo”, de Alberto Mastra, y “Montevideo” de Rubén Rada, con temas propios como “Firulete primitivo”, “Puchito apagao” y “En capilla”. Camilo Vega y Matías Romeo (guitarra), Sebastián Rey (guitarra y voz) y Martín Tejera (guitarrón y voz) compartirán desde las 20.30 h el escenario de la Sala Zitarrosa (entradas a $ 250) con Aymana, integrado por Mora Martínez (percusión y voz), Florencia Giammarche (guitarra y voz) y Paula Sánchez (piano y voz), quienes tienen tres discos en su haber, uno de ellos dedicado a versionar canciones de María Elena Walsh.
Cada grupo mostrará su repertorio durante media hora y habrá varios segmentos de “parcería”. Luego de dos jornadas enteras de ensayo las dos formaciones mostrarán su ensamblaje en caliente, un formato que motiva particularmente a Romero y sus compadres.
En entrevista con Búsqueda, Romero contó que para el segmento conjunto Ricacosa propuso interpretar a Alfredo Zitarrosa y Aníbal Sampayo. Al primero lo define como “un referente de la música popular uruguaya” y de Sampayo opina que “es uno de los folcloristas más viejos de nuestro país, un tipo que durante toda su vida hizo música con cabeza regional. No es un uruguayito nacionalista”. Este guitarrista oriundo de Paysandú, donde aprendió la técnica del rasguido doble, la zamba, la chamarra y el chamamé, también cree que Sampayo “es un nexo entre la música uruguaya y la argentina. Siempre tocó la música del litoral, sea uruguaya, argentina o brasileña, e influyó muchísimo en los músicos del interior”.
Consultado sobre si está de acuerdo en que la obra de Sampayo es actualmente más valorada y versionada en las provincias del litoral argentino como Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes que en Uruguay, reacciona y desliza su serena molestia por el centralismo capitalino: “Si tomás a Uruguay como Montevideo sí, pero en lugares como Paysandú es fundamental. Desde acá (Montevideo) se desconoce mucho lo que pasa al norte del Río Negro”.
La formación interpretará de Sampayo “Garzas viajeras”, un sobrepaso, estilo también conocido como rasguido doble, originario de la provincia de Corrientes, relacionado con el tango y el fado, y “Río de los pájaros”, litoraleña que está entre las canciones más conocidas del compositor sanducero. De Zitarrosa sonará “Pal que se va”, una chamarrita y “Doña Soledad”, su candombe más famoso.
Sin descuidar su impronta tanguera, Ricacosa ha cultivado un repertorio que se nutre de la milonga y el candombe, las otras variantes de raíces afro presentes en ambos puertos del Plata, pero a su vez ha definido una estética netamente contemporánea en las letras, la interpretación y especialmente en la actitud sobre el escenario. En canciones como “Arrancá pa la granola” —sobre la abstinencia del alcohol—, “Histeriquita” —tema satírico en clave machista que comienza con el clásico ringtone de Nokia, punteado en las guitarras— y “A quema uña” —elogio del cannabis—, Ricacosa habla de taitas, percantas y cafiolos, pero también cuenta historias de puntas, sedas y rastrillos, un lunfardo contemporáneo que no es impostado: es el habla natural de la esquina, el boliche, la plaza, el barrio. Prostibular, reo y callejero como el arrabal primigenio.
El cuarteto rápidamente se apropió del tango y lo asimiló al tiempo presente. Lo sacó del baúl de los recuerdos, le limpió las telarañas y lo puso bien a mano en el barcito de las bebidas, entre el escocés y la grappamiel. Ahí está su gran mérito y el secreto de su creciente popularidad. “Estamos muy preocupados en estudiar y seguir indagando en las raíces, en aprender cada vez más sobre el ensamble de las guitarras, en que los arreglos sean más estilizados. Estamos más maduros, ¡se nos han pasado los años!”, reconoce.
Romero explica que la sonoridad del grupo, definida por el cuarteto de guitarras, abreva en figuras fundamentales a las que se accede por grabaciones, como Roberto Grela, las guitarras que acompañaban a Amalia de la Vega, a Lágrima Ríos, a Zitarrosa y a Gardel. A su vez, los muchachos suelen celebrar encuentros con guitarristas veteranos como Julio Cobelli, Hilario Pérez y Mario Núñez —de quienes versionan algunos temas en sus discos— que funcionan para ellos como clases magistrales. “Es un estímulo muy fuerte que nos anima a continuar esa tradición”, afirma.
En tanto muestra su orgullo por influir a músicos más jóvenes en la misma huella sonora, también cree que “las instituciones musicales públicas como la Escuela Universitaria y la Escuela Municipal de Música deben asumir una mayor responsabilidad. No hay impulso de los entes académicos para explotar lo autóctono, con lo rico que es. Hablo de una escuela guitarrística popular, que tiene casi cien años, con una producción muy vasta, y hablo también del candombe. Miramos demasiado a Europa cientos de años atrás, pero la guitarra uruguaya y el tambor no entran en la academia y eso está mal. Toto Méndez debería estar enseñando polcas y milongas, Cacho Roldán debería tener su cátedra de acordeón. Creo que por ahí pasa la razón por la que se apagaron esas tradiciones. Tendríamos camadas de músicos exponentes de nuestra cultura, pero se comen los mocos”.