Nº 2244 - 28 de Setiembre al 4 de Octubre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl audio es muy claro: la inconfundible voz de un ministro pidiendo una coima a un empresario que se presenta a una licitación.
El otro archivo, este de voz e imagen, muestra a un reconocido legislador dialogando con un no menos conocido narcotraficante local.
Buena parte de las investigaciones periodísticas sobre asuntos delicados se basan en fuentes anónimas. Las fuentes anónimas han sido cuestionadas, en ocasiones con razón por su exagerado uso por parte del periodismo, aunque se hacen necesarias, incluso para informaciones triviales, en una cultura del secretismo como la uruguaya.
Por eso, la obsesión del periodismo de investigación son “los papeles”, los documentos que muestren las presuntas irregularidades sobre las que se informa, sin necesidad de recurrir al testimonio de fuentes anónimas.
En los casos mencionados al principio, además de papeles, hay videos y audios, una prueba aún más contundente. Salvo por el hecho de que ambos son falsos. Una recreación casi perfecta de una presunta realidad elaborada con la llamada inteligencia artificial generativa (IAG). De ahora en más, ya mismo, un dolor de cabeza para el periodismo y la verosimilitud de los hechos.
“No recuerdo nada en los últimos 30 años con una capacidad transformadora para el periodismo así”, declaró a El Independiente el español Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo de la Universidad de Navarra.
A su vez, Mario Tascón, escritor, periodista, consultor y experto en medios digitales, añade que “no sabemos aún el impacto de la IA en las fake news, pero intuimos que va a ser grande. Permite crear noticias falsas, memes, imágenes o vídeos de manera más barata y más rápida. Hace cinco años solo una persona que manejara bien Photoshop podría manipular de manera decente una imagen. Ahora mi hija de 15 años ya es capaz de hacerlo”.
“Las fake news te llevan a tomar decisiones equivocadas pensando que estás en lo correcto. Por eso son un peligro. Uno de los mayores de la historia, de hecho, porque convierten a la sociedad en manipulable, lo que afecta directamente a las democracias. Por eso todo esto nos ha hecho temblar un poco”, afirma Tascón.
Programas como DALL-E, Midjourney y Dream Studio son herramientas de fácil uso para la creación de imágenes complejas y realistas y están al alcance de todos.
La impresionante cantidad de información que les hemos ido dando sobre nosotros gratuitamente a aplicaciones y plataformas permite que los ingenieros, utilizando algoritmos generadores de imágenes y audio, puedan poner a cualquiera en cualquier entorno y circunstancia, prestándose para la calumnia y la extorsión.
Tom Parham escribió en The Wired que “la lengua vernácula visual que utilizamos, y en la que a la moda dominamos, está al borde de la contaminación masiva. Muchos de nosotros (me atrevo a decir que la mayoría de nosotros) seremos víctimas de esquemas diseñados de manera más inteligente, desde el fraude por correo electrónico hasta el fraude de identidad y desde robo hasta acoso online”.
Un grupo de 350 ejecutivos, investigadores e ingenieros expertos en esta tecnología divulgaron una carta abierta en la que advierten que la IA supone un “riesgo de extinción” para la humanidad, y lo comparan con catástrofes como una guerra nuclear o una pandemia. “Mitigar el riesgo de extinción (para la humanidad) de la IA debería ser una prioridad mundial junto con otros riesgos a escala social, como las pandemias y la guerra nuclear”, dice la carta, firmada entre otros por Sam Altman, ejecutivo de OpenAI.
Altman ya había alertado sobre sus temores durante una comparecencia ante el Senado estadounidense. “Mi peor miedo es que esta tecnología salga mal. Y si sale mal, puede salir muy mal”, dijo.
Los directivos de compañías de IA advirtieron que la herramienta de OpenAI “ya es capaz de competir con los humanos en un creciente número de tareas, y que se podría utilizar para destruir empleo y difundir desinformación. Desafortunadamente, este nivel de planificación y gestión no está ocurriendo, a pesar de que en los últimos meses los laboratorios de IA han entrado en una carrera sin control para desarrollar e implementar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de forma fiable”, dice la carta, firmada también por el magnate Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, dueño de X, ex-Twitter, y uno de los fundadores de OpenAI.
El británico Geoffrey Hinton dejó su trabajo en Google para advertir con mayor libertad de los peligros que plantea la IA. “Por lo que sabemos hasta ahora sobre el funcionamiento del cerebro humano, probablemente nuestro proceso de aprendizaje es menos eficiente que el de los ordenadores”, le dijo a El País de Madrid.
“Nuestros cerebros son el fruto de la evolución y tienen una serie de metas integradas, como no lastimar el cuerpo, de ahí la noción del daño; comer lo suficiente, de ahí el hambre; y hacer tantas copias de nosotros mismos como sea posible, de ahí el deseo sexual. Las inteligencias sintéticas, en cambio, no han evolucionado: las hemos construido. Por lo tanto, no necesariamente vienen con objetivos innatos. Así que la gran pregunta es: ¿podemos asegurarnos de que tengan metas que nos beneficien a nosotros?”, añadió.
Si pensamos en el periodismo como constructor de ciudadanía y democracia, es dable imaginarse que estos valores e instituciones también están en juego.
“A medida que entremos en el mundo de la inteligencia artificial será más difícil saber qué es verdad y qué es mentira”, dijo la columnista estadounidense Margaret Sullivan, exdefensora del lector de The New York Times.
Los servicios de seguridad e inteligencia de los Estados han comprobado que la llamada inteligencia de señales, generada, por ejemplo, por satélites, en ocasiones comete errores fatales, porque las imágenes a distancia no diferencian si quien está al lado de un terrorista es un inocente. En cambio, la llamada inteligencia humana, la que transmiten hombres y mujeres en el campo de acción, puede ser más precisa en este sentido y advertir del posible daño colateral.
Quizás un camino similar deba recorrer el periodismo: extremar los controles sobre audios e imágenes antes de difundirlos, formarse en tecnologías y, como siempre ha ocurrido, trabajar sobre el terreno y cultivar las fuentes humanas. Un retorno a los orígenes, cuando no había ni celulares y para conversar con un informante se requería levantar el trasero de la redacción y hablar cara a cara con esa persona.
“Necesitaremos medios y entidades de confianza. Por eso es una buena oportunidad para el periodismo, que ha perdido algo de influencia desde la llegada de Internet”, apunta Miguel Ángel Román, cofundador del Instituto de Inteligencia Artificial.
El peligro puede ser entonces una oportunidad para renovar la credibilidad de esta profesión, en la que, ahora, artículos como este pueden ser redactados por la herramienta de la IA. ¿Será que este artículo de opinión fue obra de la IA y no de quien la firma? ¿Cómo saberlo? Al fin y al cabo, siempre se tratará de la credibilidad de quien se hace responsable de lo que muestra y dice.