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    ¿Usted, de qué me trata?

    Nº 2253 - 30 de Noviembre al 6 de Diciembre de 2023

    Los expertos vienen anunciando la muerte del usted desde hace décadas, y quienes hayan visto el debate entre Sergio Massa y Javier Milei estarán dispuestos a ponerle una lápida encima. Aunque hoy ya no importa, fueron casi dos horas de un voseo con tintes despreciativos, salpicado de expresiones que los vendedores de tarjetas de crédito jamás osarían pronunciar ante futuros clientes. El camino lingüístico que eligieron los candidatos transitó por un vocabulario acotado, más si se considera la variedad de asuntos a discutir, y la reiteración de términos de fácil comprensión como mentir o robar. El verbo mentir y sus derivados, por ejemplo, se mencionaron 20 veces en el primer bloque dedicado a la economía —en promedio, una vez cada 36 segundos— y el mismo significado se reforzó con el sinónimo falacia, más culto, y la manida referencia literaria a Pinocho, una alegoría de la verdad creada por Carlo Collodi.

    ¿Podría haber existido un debate de tono formal en el que, dada la dignidad del cargo en competencia, ambos se trataran de usted y recurrieran a un vocabulario más vasto? Probablemente sí, pero la urgencia por captar votantes los indujo a tomar el atajo del lenguaje llano, por momentos burdo y monocromático. “El insulto mental solo admite el tuteo”, dice el protagonista de la novela Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías. Así ocurrió.

    No obstante, sería ingenuo creer que embadurnarse de usted confiere a las personas determinadas características morales. La pérdida de un pronombre provoca en la lengua algo similar a la desaparición de una especie en el planeta Tierra: empobrece la diversidad. En concreto, con la ausencia del usted se eliminan matices para medir cercanías y distancias, se desaprovecha una herramienta de cortesía e incluso un arma para humillar o ironizar, según la intención y habilidad del hablante.

    Desde hace décadas, el usted pierde espacio en América y España. Su olor a rancio y textura almidonada lo vuelven poco atractivo a la sensibilidad del carpe diem (en versión actual). El pasado tiene la mala costumbre de guisarse con gotas de dolor, y lo que está de moda es ser feliz. Joven, en la medida de lo posible. Cuántas veces hemos dicho o escuchado: “No me trates de usted que me envejece”.

    La muerte del usted parece inminente, pero no desaparecerá mientras sepa adherirse a las paredes de edificios internacionales, palacios de reyes, tribunales de Justicia, o camuflarse en los carteles de prohibición. “Por favor, no pise el césped”. Malherido, revive en los diálogos entre peones y patrones, soldados y jefes, incluso si el uniforme quedó guardado en el ropero. La palabrita es resistente como una bacteria y no la usa solo quien quiere, sino quien puede.

    A su manera, se metió en el debate. No en boca de los candidatos, sino a través de los conductores del espectáculo. “Señor Sergio Massa, tiene la palabra”. “Señor Javier Milei, es su turno”. A los periodistas seguramente les estaba vedado el uso del vos. En Uruguay ocurre algo similar con las asimetrías. Cada vez que el presidente convoca a una conferencia de prensa, las preguntas de los periodistas se atienen a un riguroso usted. Las respuestas vienen envueltas en , a la uruguaya, mezcla de tuteo y voseo. Tampoco es simétrico el trato de cortesía en restaurantes y hoteles de lujo, en los residenciales de ancianos y otros espacios que destacan las relaciones de poder. Los curas en el púlpito y los fieles cristianos tutean a Dios en las plegarias; se desconoce la versión de la otra parte.

    Hubo un tiempo en que padres e hijos ustedeaban entre sí y los intentos amorosos comenzaban con un pronombre para terminar en otro, como si el fuera el territorio de la intimidad por conquistar. “Querida Edith, no se enoje por esta carta o, si se enoja, que sea un enojo bonito y que pase pronto. Me gustaría que le gustara —vea cómo repito las palabras, y eso que mi maestra de quinto grado se mataba corrigiéndome el vocabulario y enseñándome sinónimos—, me agradaría que le agradara alguno de mis cuentos”, escribió en 1951 Julio Cortázar a Edith Aron, un amor que no alcanzó el vos. No por ello ajeno a la pasión.

    Todavía se estila en ciertas familias el usted entre nueras, yernos y suegros, vínculo al que se entra de puntillas por si surgieran conflictos de intereses. Póngase usted un vestido viejo / y de reojo en el espejo / haga marcha atrás, señora. / Recuerde antes de maldecirme / que tuvo usted la carne firme / y un sueño en la piel…, canta Joan Manuel Serrat en un alarde de sinceridad hacia su suegra, completamente innecesario.

    Muerto, y no tanto. Miles, millones más bien, lo repiten cuando Luis Miguel acaricia el micrófono. Usted es la culpable / de todas mis angustias, y todos mis quebrantos, se corea desde Buenos Aires, capital del voseo, hasta Madrid. Enceguecidos, Massa y Milei lo subestimaron al guiarse por prejuicios sobre las preferencias de las multitudes y perdieron la oportunidad de un cierre con estilo de bolero.

    Usted me desespera, me mata, me enloquece… Y el público habría sabido comprender.