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Ebbing podría definirse sintéticamente como un pueblo de mierda. Pocos habitantes, poco movimiento, poca esperanza. Y para colmo de males tiene una Policía que no hace nada. Sus agentes adoptan la típica actitud del funcionario displicente que pone sus zapatones sobre el escritorio y, para el caso particular del racista Dixon (Sam Rockwell), que vive con su madre, las tardes se le van leyendo cómics y haciendo chistes pedorros, mientras el sheriff Willoughby (Woody Harrelson), que es un buen tipo, no quiere que lo molesten porque tiene un cáncer terminal y desea pasar tranquilamente los últimos días con su familia.
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—Porque de diez policías, quedarían tres, y esos tres es muy probable que sean homofóbicos.
Pero en Ebbing, además de racistas e inútiles, hay gente muy molesta como Mildred (Frances McDormand), que ha perdido a una hija adolescente, violada y asesinada. El espantoso homicidio ya lleva siete meses y no se ha encontrado un solo indicio claro de quién o quiénes pudieron haber sido los culpables. Entonces, a Mildred se le ocurre colocar tres carteles publicitarios en la carretera en reclamo de justicia, para la visión —y el fastidio— de los pocos automovilistas que por allí circulan. Uno de los carteles pone a parir la pasiva actitud del sheriff Willoughby y por extensión la de todos sus agentes, lo que origina que el gorila Dixon y algunos habitantes del pueblo (como una señora con problemas en un ojo y un dentista gordo) se quejen, no de la impunidad del asesinato sino de los carteles.
De este modo se origina la grieta dramática, con tensas y violentas situaciones, algunas no exentas de humor negro, que hacen de 3 anuncios por un crimen, escrita y dirigida por el angloirlandés Martin McDonagh (47 años), un policial con garra, galardonado con cuatro Globos de Oro: mejor película dramática, mejor guion (McDonagh), mejor actriz (McDormand) y mejor actor secundario (Sam Rockwell), todo merecido.
La madre se enfrenta a la Policía y a los alcahuetes de la Policía, esto es, a los cimientos más conservadores de Ebbing. ¿Cómo puede esta desalmada mujer reclamarle algo a nuestro sheriff, que se está muriendo de cáncer? Como si las enfermedades redimiesen a los enfermos de sus malos procederes.
No es la primera vez que McDonagh cuenta con un soberano elenco para llevar a cabo sus ideas y una forma de la caricaturización que viaja por el pretil, al borde de la realidad y con vértigo hacia lo onírico y exagerado. Su primer largometraje fue Perdidos en Brujas (2008), un policial en tono de comedia negra, ambientado en una ciudad medieval (El Bosco presente) y jugado exclusivamente entre asesinos. El director también firmaba el guion, y estaban Colin Farrell, Brendan Gleeson, Ralph Fiennes y Ciarán Hinds. Farrell y Fiennes daban lo mejor de sí en mucho tiempo, en un rubro en el que no es habitual encontrar a estos actores.
No fue tan certero su segundo largo, también con libreto original, Siete psicópatas (2012), otra vez sobre asesinos que van, vienen, se arrepienten y siguen apretando el gatillo en Los Ángeles, mientras un guionista intenta inspirarse en ellos para escribir una absurda historia que termina siendo menos absurda que la realidad, con Farrell, Sam Rockwell, Woody Harrelson, Christopher Walken, Tom Waits y Harry Dean Stanton (¿falta alguien?).
En 3 anuncios por un crimen, filmada en locaciones públicas de Carolina del Norte, McDonagh vuelve a afinar la puntería en esa difícil zona del humor dentro de la tragedia, porque nada de lo que ocurre en esta película es ni siquiera ligeramente gracioso, y sin embargo, gracias al filoso humor, se vuelve agradable y digerible.
Los personajes —todos— tienen matices y dobleces, que se disfrutan en cada diálogo, en cada gesto, y que les brinda la posibilidad de moverse con credibilidad por la historia. Dejemos de lado a McDormand (esposa de Joel Coen y Oscar a la mejor actriz por Fargo), cuyo trabajo parece haber sido resuelto con la facilidad de Messi para pegarle a la pelota. Es una especie de Olive Kitteridge pero bastante más peligrosa: te puede patear las partes pudendas o mandar un cóctel molotov.
No olvidemos a John Hawkes, que siempre hace de convincente reventado, y al más grande de los enanos, Peter Dinklage, en este caso un amante extremadamente paciente y bien educado. Pero las dos figuras rutilantes de esta película inteligente y bien balanceada son los policías, como el sheriff de Woody Harrelson, que irrumpe medio despistado, intenta corregirse y se convierte en héroe cinematográfico en una memorable escena, para después volver, inesperadamente y de modo epistolar, en otros dos grandes momentos.
Y Sam Rockwell, claro, un tipo que tiene que lidiar contra su simpatía natural, porque así haga de carnicero serial o de nazi, te cae bien. Su Dixon es asqueroso, hasta que debe bajar al sótano de las emociones y traer unas buenas botellas de tinto a la superficie, para volverlo humano, complejo y lleno de grises.
3 anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri). UK-EE.UU., 2017. Escrita y dirigida por Martin McDonagh. Duración: 115 minutos.