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    A ponerse la camiseta

    Club de Lectura.uy: cerca de 50 integrantes, entre 14 y 45 años, discuten sobre libros una vez al mes

    Joanna Peluffo se da vuelta y muestra la lista que tiene impresa con letras blancas en la espalda de su camiseta negra. Allí figuran títulos de Ray Bradbury, Saramago, Orwell, Huxley, Harper Lee, Scott Fitzgerald. Son algunos de los libros que han leído y discutido en la reunión mensual de Club de Lectura.uy. “Es una lista bastante actualizada”, explica. Su compañera, Agustina Aguilera, tiene otra camiseta “más viejita”, porque es de las primeras que tuvo el club. Se las hizo Finisterre, una tienda de diseñadores de remeras temáticas. Ellas ahora las lucen con orgullo y las llevan a todas las entrevistas y encuentros.

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    Joanna y Agustina son dos de las fundadoras del Club de Lectura.uy, un grupo que crearon en 2014 para discutir sobre libros y organizar actividades que contagien el gusto y el placer por la lectura. La tercera impulsora es Stephanie Campi, quien no pudo concurrir a la entrevista con Búsqueda, pero seguro lo hubiera hecho con una camiseta distinta porque tienen varios modelos desde que fundaron el grupo. “Ahora estamos pensando en una que diga por algún lado ‘Legionarios’”, comenta Joanna. Es que la Cámara Uruguaya del Libro les otorgó en diciembre de 2017 la Legión del Libro, una distinción para quienes promueven la lectura.

    En el origen fueron ellas tres en un bar y con una libreta de apuntes. Querían compartir con otros su gusto por la lectura y crear un ámbito para discutir sobre libros. “Nos conocíamos por otros proyectos y fue Stephanie quien llegó con la idea. A través de unos amigos de su madre había conocido grupos de lectura en Brasil, donde son muy populares. Entonces nos hizo el planteo porque las tres somos lectoras desde muy chicas”, explica Agustina, que en ese momento tenía 15 años. 

    Joanna ahora tiene 28 años, estudia un MBA en negocios y actualmente trabaja en la distribuidora de libros Escaramuza. Stephanie tiene 24 y es diseñadora gráfica. Junto con Agustina, que estudia Comunicación, investigaron clubes de lectura de otros países para adaptar su experiencia a la realidad uruguaya. Se fijaron objetivos y se apoyaron en las redes sociales, pero pensaban en encuentros que no fueran solo virtuales. “Queríamos compartir con otros lo que nos sucedía después de leer un libro. También queríamos aprender a ser críticas, a discutir, a trabajar y a conocer otros aspectos de los libros. Al principio no aspirábamos a reunir a más de 15 personas, pero hoy somos 2.200 en Facebook, y a las reuniones van entre 30 y 50 personas”, comenta Joanna.

    En busca de un espacio, fueron primero a la Cámara Uruguaya del Libro, que no les pudo ofrecer un lugar, pero sí les brindó apoyo y una puerta de entrada a las actividades de la Feria del Libro. Entonces se presentaron a un llamado del INJU para proyectos dirigidos por jóvenes o destinados a jóvenes. “Llegamos un día tarde, cuando ya se había cerrado el llamado, y tuvimos que rogar para que igual aceptaran nuestro proyecto. Y lo hicieron. Esto fue en enero de 2014, en marzo de 2015 ya empezamos con las reuniones”. 

    A los encuentros en Casa INJU, que habitualmente son el último viernes del mes, asiste gente de todas las edades, profesiones y estudios. La más joven tiene 14 y la más grande 45. Hay liceales y profesores de Literatura, Historia, Filosofía. También egresados de la carrera de Corrección de Estilo y quienes tienen formación científica o biológica. “Salimos con la cabeza llena de ideas. Cuando hablamos de El color que cayó del cielo, de Lovecraft, nos explicaron el fenómeno de las luces en el espacio. Son tres horas y a veces no nos da el tiempo. Quedamos agotadas pero felices”.

    Las tres jóvenes son coordinadoras del grupo: planifican las actividades con instituciones, se ponen en contacto con escritores, a quienes invitan a las reuniones y dirigen los debates de los viernes. Agustina explica cómo se dan las discusiones: “Lo que hacemos es moderar los encuentros. Queremos que la discusión sea libre, pero que todos hablen. Como somos tres podemos ver quién participa o quién no, quién habla mucho y a quién tenemos que, delicadamente, cortar. Es un ejercicio de tolerancia para que aprendan a escucharse. Parece un cliché, pero en la práctica cuesta hacerlo”.

    El año pasado decidieron organizar meses temáticos. Propusieron para cada mes un listado de libros que tuvieran en común un tema o un género literario (ciencia ficción, teatro, ensayo, etc.). A esa lista, quienes participan por Facebook le agregan sugerencias de otros títulos. Después votan hasta que quedan tres libros, y así hasta que sale el elegido del mes. Joanna cuenta que hasta se organiza una pequeña campaña electoral en la que se hacen alianzas a favor de algunos títulos.

    Leen en kindle, en el celular o en libros impresos que se prestan si son caros o no hay en plaza. Para el próximo encuentro les toca leer La peste, de Albert Camus, pero está agotado en librerías. “Busquen con sus tías y familiares, algún ejemplar tiene que aparecer”, les dijo Joanna, y van apareciendo.

    “En los encuentros se dan discusiones bastante intensas. La del último mes fue sobre La flor púrpura, de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi, en el que es muy fuerte el tema de la violencia y del fanatismo religioso. Un profe de Historia del grupo nos ayudó a poner en contexto y la de Filosofía dio otra visión. Aprendemos constantemente”.

    ¿Es joven?:

    No lee. Cuando agradecieron la distinción de la Cámara del Libro, Joanna tomó el micrófono y habló con firmeza sobre romper con el prejuicio de que los jóvenes no leen. Con el club están demostrando que eso no es cierto, pero también saben que existe un problema con la lectura.

    Agustina terminó el liceo en 2016 y no tuvo una buena experiencia con sus compañeros. “Ellos sabían del club y me veían con la remera, pero no tuve mucha suerte. Creo que todos los que vamos al club pasamos por esa experiencia de no poder compartir con quienes nos rodean”.

    Para ella hay una falta de actualización en los programas de Secundaria. “A mí me encanta leer y sin embargo odié Literatura en 4º, en 5º y en 6º. Me preguntaba por qué y lo consulté con mi madre. Ella me dijo que había estudiado los mismos autores. Los adolescentes leen, pero libros diferentes al Quijote o La divina comedia. Cuando ven que no los juzgás, se entusiasman y discuten. A veces algunos no tienen ganas de leer el libro que se discutirá en el grupo, pero igual van a la reunión, se animan y terminan leyéndolo”.

    Sobre esa brecha entre la enseñanza formal de la literatura y los intereses de los jóvenes, las coordinadoras han hablado con las profesoras que asisten al grupo, a quienes Joanna llama “guerreras”. “Organizan actividades que enganchan a los estudiantes, que agregan lo que no tienen los programas y les hacen ver que la opinión de ellos importa. Nos cala hondo eso de que los jóvenes no leen. Sí leen, pero hay que dar el espacio. Cuando vamos a los liceos nos prestan atención. Hay algo que tiene que venir más de arriba”.

    Para encontrar apoyos, las coordinadoras escribieron un documento con su propuesta y lo enviaron a varios lugares vinculados al libro. La primera respuesta llegó de la editorial Penguin Random House, que las vinculó con algunos de sus autores. Después llegaron a Ediciones de la Plaza, Hum, Criatura, Planeta y Lacrem Delacrem.

    Así se hicieron frecuentes las visitas de escritores nacionales con sus libros, que las editoriales envían para sortear en el grupo. Sebastián Pedrozo, Roy Berocay, Federico Ivanier o Verónica Lecomte, Natalia Mardero o Fernando González fueron algunos autores que pasaron por sus encuentros. “Hay chiquilines del club que escriben, incluso han publicado o ganado premios nacionales y empezamos a difundirlos. Nos pareció que era bueno que otros autores con trayectoria contaran sobre sus procesos de escritura porque es una forma de ayudar a quien quiere seguir escribiendo”, explica Joanna.

    No paran.

    En 2018 se propusieron llegar al interior. Ya tuvieron una experiencia con estudiantes del Liceo 1 de Parque del Plata. “Hicimos una actividad con estudiantes de 4º y 5º y les contamos cómo funciona el club y los desafiamos a crear el suyo. Les propusimos que empezaran con un libro de la Biblioteca Ceibal. Otro día fueron otros miembros del club a discutir el libro con ellos y después fue el autor, Marcos Vázquez. Además, promocionamos a los bloggers y youtubers, para que sepan que pueden escribir sobre el libro o difundirlo con un video, y les dijimos que era importante tener un nombre y una identidad del grupo. En la segunda reunión aparecieron con pines y tazas con el nombre Lectuparque”.

    El 25 de mayo de 2017, el Día del Libro, el club organizó una convención literaria: LibroFest. Participaron editores, escritores, profesores y youtubers. “Fue una locura, pensamos que no iba a ir nadie, pero fueron 200 personas”, comenta Agustina. Para 2018 piensan repetir la experiencia y ya tienen comprometidos a varios escritores.

    También en 2017 participaron en el ciclo de charlas Hablan los autores, organizado por el Museo Zorrilla. En la Feria del Libro presentaron la última novela de Andrea Blanqué; en el Filba conversaron con los escritores Vera Giaconi y Sebastián Míguez Conde, y en el Centro Cultural de España hicieron “un libro viviente”: cada capítulo estaba representado por una persona que lo leía.

    Ellas no se detienen. Ahora para los meses de verano piensan hacer intervenciones en la plaza Matriz, en la playa o en algún parque, entre otras actividades. “Llevamos cuatro años y consolidamos un equipo. Cuando quienes participan nos dicen que el club es parte importante de sus vidas, nos hacen muy felices. Algunos corren las horas extra del mes para poder ir el viernes de la reunión, otros llegan desde el interior”, cuenta Joanna.

    El grupo les dio una sorpresa de fin de año a las coordinadoras. Les regalaron un video en el que cuentan la historia del club a través de dibujos. Al final hay testimonios de los integrantes más antiguos que hablan sobre lo que significa para ellos este espacio. Ahora las tres jóvenes muestran con emoción y orgullo ese video. Es otra de sus camisetas.