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    Algunas certezas y muchas incertidumbres

    Nº 2103 - 23 al 29 de Diciembre de 2020

    Desde nuestra última columna a la presente han pasado muchas cosas. Y para todos los gustos. Así, quedó definitivamente echada la suerte de Nacional en la instancia de cuartos de final de la presente edición de la Libertadores (que no fue sino un eslabón más de una interminable cadena de fracasos, que revela que desde el año 1989 —cuando precisamente el tricolor ganó la Recopa Sudamericana— hasta la fecha, ningún equipo uruguayo pudo ganar alguno de los 97 diversos torneos de clubes organizados por la Conmebol).

    Podríamos empezar por analizar lo que fue su dura derrota como local ante el linajudo River argentino. Pero ocurre que con posterioridad, vino a saberse que pocos días antes de ese trascendental cotejo (precisamente en la misma noche del clásico perdido ante el eterno rival) varios futbolistas tricolores incurrieron en un grave acto de indisciplina, precisamente en el mismo hotel (o “burbuja”) en que debían quedar concentrados. No es nuestro estilo ocuparnos de aquello que ocurre fuera de la cancha, pero lo acontecido revela una alarmante falta de profesionalismo, discordante con la lógica amargura por la que, por esas horas, debían estar pasando sus consecuentes parciales. Y es más que probable que lo acontecido esa noche haya también incidido en el magro rendimiento que el equipo tricolor exhibiera, apenas cuatro días después, en ese partido por la Copa. Lo que viene de decirse, sin perjuicio de que esa conducta inapropiada constituyó también una grave infracción a las normas sanitarias previamente establecidas al efecto, pues los hechos ocurrieron en esa misma “burbuja” en la que el plantel debió permanecer, aislado de todo contacto externo, hasta el próximo partido por la Libertadores. Y llama poderosamente la atención que, aunque la Directiva de Nacional tomó conocimiento de esa transgresión esa misma noche, no lo haya puesto en conocimiento de la autoridad sanitaria pertinente, como era su obligación (y cabe especular que nada hubiera pasado, de no haber aparecido una resonante nota de prensa sobre el particular, siete días después de aquel hecho).

    En cuanto al partido en sí, la derrota ante el promocionado River de Gallardo no pudo sorprender a nadie (salvo por lo desusado del tanteador final). La desventaja de dos goles, con la que Nacional llegaba a este partido, y la clara superioridad impuesta por su rival en Buenos Aires determinaba que los primeros minutos de esta revancha fueran decisivos. Y eso fue lo que ocurrió. Cuando el trámite inicial mostraba una cierta paridad, y con el tanteador aún cerrado, una salida del área mal calculada del golero Rochet le hizo aplicar un golpe descalificador a un delantero rival, ganándose una justa expulsión. Y allí, apenas en el minuto 17, River ya empezó a ganar el partido. Vinieron así dos goles en pocos minutos, aunque en los descuentos Cougo logró achicar la diferencia. En el comienzo del período final un nuevo gol del visitante estiró la ventaja, y aunque Santiago Rodríguez logró aminorarla casi enseguida, tres conquistas consecutivas del goleador albirrojo Borré conformaron un histórico 6 a 2, que no hizo sino pautar rotundamente la abismal diferencia entre un equipo y otro. Al tiempo que cortaba de raíz la posibilidad de que Giordano pudiera ser confirmado en la dirección técnica del equipo tricolor, que venía ejerciendo interinamente.

    Quedaba aún en el horizonte tricolor la posibilidad de tentar la conquista del Torneo Intermedio, enfrentando a Wanderers, el vencedor de la otra serie. Sin embargo, apenas 24 horas antes del día fijado para la final, la Mesa Ejecutiva de la AUF resolvió suspenderlo para el próximo año, ante la denuncia tricolor de que un funcionario de seguridad, que había estado en la “burbuja” sanitaria, resultó positivo al Covid-19. Decisión esta que fue adoptada contrariando el protocolo aplicado en otras ocasiones (que preceptuaba que la suspensión solo podía darse si eran más de cinco los afectados en alguno de los equipos); lo que motivó el lógico descontento del equipo bohemio; y la clara sensación de que —por todo lo que venimos de mencionar— a Nacional le convenía postergar la definición, buscando un momento deportivo más propicio (que hoy no se sabe cuándo puede darse).

    Así las cosas, la directiva tricolor —inmersa actualmente en ese antes mentado episodio, aún pendiente de definición— no tiene claro qué consecuencias puede acarrearle, ni tampoco las medidas correctivas que puede llegar a aplicarles a los responsables; todo lo cual puede tener incidencia en el plantel de que podrá disponer para la indefinida culminación de la actual temporada. Paralelamente está inmerso en la designación de un nuevo técnico, pues vemos a Giordano vuelto a su anterior cargo de secretario técnico. Aunque en este último tramo el viento “se le puso de cola”, Nacional igual goza de la tranquilidad de seguir aún con una cómoda ventaja en el puntaje acumulado, que de persistir hasta el final de la temporada, le asegura un lugar en la definición de la temporada.

    En tanto, en este subibaja tan peculiar de nuestro fútbol, visiblemente entonado por la última victoria clásica, Peñarol sumó tres puntos más frente a un alicaído Danubio, en un partido donde supo sacar ventaja de casi todas las situaciones de gol que se le presentaron. En el epílogo de un año que no le ha resultado propicio, y en el tramo final de su escueto y agitado pasaje por la dirección técnica, Mario Saralegui logró tres victorias al hilo (el clásico entre ellas) para acortar sensiblemente la muy amplia ventaja que Nacional le llevaba en la Tabla Anual. Lo que, empero, no le bastará para que su nombre aparezca en la nómina de posibles candidatos a ser el futuro coach del equipo aurinegro.

    Apenas asumida la nueva directiva aurinegra, ha quedado bien en claro —así lo ha proclamado su novel presidente— que la elección de quien habrá de asumir la dirección técnica será resorte del binomio Bengoechea-Cedrés, quienes aún no se han pronunciado al respecto. Con todo, la especialísima situación en que se encuentra Peñarol, dependiendo casi en forma excluyente de cómo le puede ir en el próximo Torneo Clausura (sigue bastante retrasado en la Tabla Anual), hace que quizás la elección recaiga en algún técnico que esté ya en nuestro medio o que, sin estarlo, tenga un conocimiento acabado del material con el que cuenta.

    En estos tiempos de pandemia, y con pocas perspectivas de que el panorama actual cambie sustancialmente, hay algo común en los dos equipos grandes (ambos habrán de cambiar de técnico), y tampoco podrán realizar demasiados ajustes en sus respectivos planteles. Lo que se avecina, pues, no se presenta demasiado auspicioso; con la dificultad adicional de que, a esta altura, nadie está en condiciones de aventurar una opinión valedera, respecto a cómo habrá de desarrollarse la actividad futbolística en los meses venideros.