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    Ancestral y contemporáneo

    Tiempo de sueños: arte indígena de Australia

    Algunas obras recuerdan al expresionismo abstracto de Pollock y otras al simbolismo de Klimt, aunque también hay similitudes con el naif o con la variadas formas del arte figurativo. Sin embargo, el arte aborigen australiano viene de una tradición milenaria que no responde a escuelas o corrientes académicas. La cultura aborigen australiana es la más antigua entre las que se mantienen vivas en el mundo, y el arte colaboró a conservar su identidad y su continuidad. Es justamente una muestra de esas expresiones artísticas la que se inaugura hoy, jueves 28 a las 12.30, en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI, 25 de Mayo 279).

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    La exposición se llama Tiempo de sueños: arte indígena de Australia y fue organizada por el MAPI, la Coo-ee Art Gallery, una de las galerías de arte aborigen más antiguas de la isla, y la Embajada de Australia. Son 34 piezas de diferentes estilos y géneros: pinturas, esculturas, textiles, litografías y bark paintings, pinturas sobre cortezas de eucaliptos, originariamente usadas en ritos o decoraciones. La curaduría está a cargo del brasileño Clay de Paula, quien ha estado de gira con esta exposición por nueve ciudades de Brasil.

    Lo primero que llama la atención son las cifras: hay unos 7.000 artistas aborígenes en Australia y 5.000 de ellos viven de sus obras. Todo el movimiento artístico genera en el país más de 200 millones de dólares al año. El arte aborigen australiano es poderoso, está protegido por el Estado, que ofrece varios apoyos y premios como incentivos para los artistas, que disponen de 100 centros repartidos en toda la isla para desarrollarlas. Además, en todos los museos hay un espacio especial para el arte indígena.

    “Si no existiera el arte aborigen, sería otra Australia”, dice De Paula a Búsqueda, al hablar de la importancia y energía de sus creadores, y de la expansión de sus obras. El curador vive en Brasilia y estudió Historia del Arte y Curaduría en la Universidad de Sydney. Allí descubrió el arte aborigen, cuya historia no conocía, y lo empezó a investigar. “Es parte de la identidad de las comunidades indígenas. Es algo que va más allá de lo estético, los artistas cuentan su historia a través de la pintura. Al no tener una cultura escrita, el diseño de las obras se convierte en una forma de comunicación con la gente blanca. Es un arte popular y de protesta en el sentido de que pintan para mantener su cultura viva. Ese es el poder de este arte: si muere, muere su cultura”.

    Para organizar la muestra, De Paula ubicó las obras según la región, porque los pueblos aborígenes, que son más de 400, se identifican con su zona y su lengua. Junto con las piezas, habrá un mapa de Australia con el lugar de donde proviene el artista. Por ejemplo, “el arte del aislamiento” proviene de Balgo Hills, una pequeña comunidad al oeste de Australia en el desierto, donde conviven siete comunidades indígenas. Y su arte se inspira en su paisaje.

    Fue a comienzos de los años 70 cuando el arte indígena australiano comenzó a conocerse fuera de la isla. El maestro Geoffrey Bardon alentó a los indígenas de Papunya, al norte de Australia, a que trasladaran sus sueños al lienzo. Hasta ese momento los dibujaban en la arena, en una suerte de arte efímero. Las pinturas que se realizaban en cortezas de árboles, que se podían trasladar, tuvieron enseguida un valor comercial.

    Muy pronto se reconoció el valor artístico de estas expresiones y las obras se extendieron hacia otras ciudades. “Hubo mucha explotación, porque les compraban las pinturas por pocos dólares y las vendían por más de un millón. Hoy está controlado y los artistas cobran derechos”, explica De Paula.

    En la mitología australiana, el sueño o altjeringa representa “un tiempo más allá del tiempo”. El nombre de la muestra, Tiempo de sueños, alude a esa mitología originaria. “Los artistas pintan sobre sus sueños, pero no con la idea junguiana de soñar asociada al inconsciente. Para ellos, pintar o ‘soñar’ (dreaming en inglés) se trata de volver a contar historias que son eternas, para mantenerlas vivas y transmitirlas a las generaciones futuras”, dice un texto que acompaña la muestra.

    En Tiempo de sueños se exponen obras creadas en los últimos 60 años de artistas reconocidos internacionalmente, entre ellos, Clifford Possum y Rover Thomas (1926-1998), con sus paisajes color ocre. Pero la figura central es Emily Kame Kngwarray (1910-1996), a quienes los críticos consideran una de las grandes pintoras expresionistas del siglo XX. Encuentran similitudes con artistas como Monet, aunque nunca tuvo contacto con sus obras. Lo curioso es que comenzó a pintar a los 79 años, un hecho que para De Paula no es extraño, porque la vejez está asociada a la sabiduría en las comunidades indígenas y varios artistas comienzan a edades tardías.

    La pintura rupestre, de tótems y espíritus, está representada en la exposición por la artista contemporánea Iganatia Djanghara. Mientras que el concepto de “soñar”, aparece en los títulos de las obras míticas de Lily Nungarrayi Hargraves y de Kathleen Petyarre.

    Pinturas de puntos coloridos, como las de Yannima Tommy Watson, los colores del desierto, los símbolos y una mitología que remite al “había una vez”: todo está presente en esta muestra que atravesó el océano para contar su historia.