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    Arbeleche vislumbra impacto “muy significativo” pero “transitorio” en la economía; la “obsesión” es preservar la cadena de pagos

    “No vamos a escatimar en medidas para inyectar liquidez” con el fin de que la economía siga funcionando, con la prioridad de asegurar recursos para la “emergencia sanitaria y social” por el Covid-19; “no es un año perdido”, y el objetivo fiscal y de poner en marcha la “agenda pendiente” de reformas solo se posterga

    Mientras los cuerpos médicos se despliegan en la primera línea de batalla contra el Covid-19 —que gana terreno entre los flancos que dejan los omisos al aislamiento social—, desde el equipo económico de gobierno se encargan de cubrir otro frente: el del mayor gasto público que requiere la atención de la enfermedad y sus consecuencias, una economía virtualmente parada. En la sede del Ministerio de Economía que no hace ni un mes encabeza Azucena Arbeleche, las jornadas algunas veces se extienden hasta casi las 10 de la noche. Y, con el teletrabajo, para muchos se acabaron los fines de semana. Sienten que pasaron meses desde los chisporroteos por el borrador de la ley de urgente consideración, del anuncio del ajuste de las tarifas públicas y del decreto que instruyó medidas de austeridad fiscal.

    Todo se trastocó con la confirmación del primer caso de coronavirus en el país; la prioridad pasó a ser la emergencia sanitaria y sus impactos. Además de garantizar los fondos para todo eso, la “obsesión” ahora es que no se corte la cadena de pagos, pasando de un problema de liquidez a otro de solvencia que lleve al cierre definitivo de empresas. Para eso, el gobierno ya se aseguró de recibir en las próximas semanas unos US$ 1.500 millones de organismos internacionales y negocia la ampliación de las líneas contingentes por otros US$ 1.000 millones.

    Más allá del cambio de prioridades, la ministra de Economía sostiene que los planes en su área solo tendrán una dilación. “No es un año perdido. Y desde el punto de vista económico es como en el Ludo: ‘retrocede varios casilleros’”. Después de que pase el “impacto importante, muy significativo” que sufrirá Uruguay, quizás en “el tercer o cuarto trimestre” de 2020 se podría volver a poner el foco en ordenar las finanzas públicas y en una “agenda pendiente” que incluye la reforma de la seguridad social, lograr mayor eficiencia en las empresas públicas y abrir más la economía al mundo.

    Lo que sigue es una síntesis de la entrevista con Búsqueda que, en tiempos de coronavirus, debió ser telefónica.

    —Por la experiencia en otros países, esta sería una semana crítica en cuanto al número de contagios en Uruguay. Si bien se trata de una pandemia en proceso, ¿qué puede decir hoy sobre el impacto económico que está habiendo? Algunos comparan esto con una guerra.

    —Es importante separar el impacto económico, que ya lo estamos viendo, del foco que tenemos desde el ministerio. Estamos centrados en poner todos los recursos para atender las necesidades médicas hoy y para prepararse para una fase más crítica de la epidemia —que podría estar empezando en estos próximos días, aunque es incierto— y para apoyar a la población más vulnerable. Se ha instalado una falsa dicotomía entre el cuidado de la salud por un lado y de la economía por otro; no se pueden parar los motores de la economía, que hoy está al servicio de la emergencia sanitaria y social. Más allá de los indicadores que todos los días estamos viendo, hoy nuestra prioridad es que tiene que estar la plata para el respirador, para el refugio de las personas mayores, para que coma el que está en la calle, para aquel que se queda sin trabajo. Tiene que estar la plata para todos los grupos más vulnerables. Ahí está todo el foco hoy del MEF. Y no solo en la movilización de recursos; también operativamente estamos participando desde distintos lugares, y yo personalmente estoy siguiendo algunas compras específicas que son cruciales para prepararnos para una fase más complicada.

    —¿Qué se puede decir en concreto sobre el impacto económico?

    —Van casi dos semanas desde que se detectó el primer caso de coronavirus y ya estamos teniendo hoy un impacto importante, muy significativo, en algunos indicadores de actividad. Partimos de una situación que era compleja; la actividad tuvo una caída de 0,6% en el último trimestre del año pasado, respecto al anterior. También la recaudación impositiva había caído más de 3% real en lo que iba del año a febrero. Y partimos de un nivel de “seguro de paro” elevado. Y ahora lo que tenemos son indicadores de que todo se deterioró. En la primera semana del impacto la venta de combustibles ya bajó un 20% respecto a la anterior. Hoy el seguro de desempleo alcanza a más de 52.000 y es un número que diariamente se está modificando. La faena de ganado bovino también bajó. Entonces, el impacto va a ser significativo y claramente este trimestre va a ser de caída de la actividad. Y si se miran las estimaciones de otros países, se habla de caídas significativas; nosotros no damos un número porque estamos en medio de la tormenta.

    —Para algunas economías, las caídas proyectadas son de dos dígitos. ¿Es un escenario posible para Uruguay?

    —En este momento no tenemos la cifra. Analizamos los indicadores día a día, literalmente.

    En lo que estamos es en la prioridad que ya señalé: cómo asignamos hoy los recursos en la emergencia sanitaria y en los grupos que los van demandando, ya sea porque dejan de trabajar o porque se le pide a la población de riesgo que se quede en su casa. Intentamos que el equilibrio en la asignación de recursos sea lo más justo posible.

    Más allá de la caída que haya en el PBI, es importante entender que esto es un shock transitorio. No sabemos cuánto va a durar; tampoco lo sabían los demás países, pero algunos ya se están recuperando. Eso da alguna idea de duración y de que sí, el impacto es transitorio. Tenemos que resistir este embate, atender la emergencia sanitaria y social, e intentar que los motores de la economía sigan funcionando, porque si no, no llega el remedio y el alimento. Y también para que después la reactivación, la recuperación, sea más fácil.

    —¿Cómo se hace, desde el gobierno, para mantener la economía funcionando?

    —Tenemos que poner toda la liquidez que sea necesaria para que no se rompa la cadena de pagos. Las medidas que hemos anunciado para las empresas tienen ese foco. Si pasamos de tener una situación de falta de liquidez a una de falta de solvencia, ahí sería otro escenario. El mensaje es: no vamos a escatimar recursos para la provisión de liquidez del sistema. El sistema bancario tiene liquidez que debe llegar a las empresas. Y además, el gobierno se está preparando para estar en una situación de liquidez mucho más amplia.

    —¿Cómo reforzará su liquidez el gobierno?

    —Por la vía de desembolsos con los organismos multilaterales de crédito. El fin de semana posterior al viernes 13, personalmente llamé a todos los representantes de los organismos financieros en los que el ministro es el gobernador, y por un lado solicitamos donaciones que estamos canalizando para las compras específicas de insumos y, por otro, empezamos conversaciones para acelerar desembolsos y firmar algunos préstamos adicionales. Esto significa que en las próximas semanas vamos a estar recibiendo alrededor de US$ 1.500 millones; esto involucra alguna línea especial creada por el coronavirus y también préstamos más usuales para financiar presupuesto. Como un efecto colateral de esta epidemia, las tasas de interés internacionales están en niveles históricamente bajos: estamos aprovechando para solicitar toda la liquidez que podamos en este momento. También trabajamos para fortalecer financiamiento precautorio; ya no líneas que desembolsemos en las próximas semanas, sino aumentar las líneas contingentes con estos organismos. Serán por lo menos US$ 1.000 millones adicionales. Esto es del BID, el Banco Mundial, Fonplata —que es menor pero también está— y la CAF; el FMI no está en las líneas que estamos manejando ahora.

    —Desde el punto de vista de los planes del gobierno, ¿este es un año perdido?

    —No, no, no. No podemos ponerlo en términos de año perdido. Una vez que se supere esta crisis, hasta como sociedad nos va a ubicar en una situación mucho más fuerte. No es un año perdido. Y desde el punto de vista económico es como en el Ludo: “retrocede varios casilleros”. Eso sin duda. Pero lo importante es pasar esta tormenta para, ahí sí, empezar a desplegar el conjunto de medidas estructurales de mediano que estaban en agenda. Visualizo, no sé si en el tercer o cuarto trimestre, que podríamos empezar a trabajar esa agenda pendiente: me refiero a una institucionalidad fiscal diferente; a una reforma de la seguridad social que hay que abordar; a la mayor eficiencia de las empresas públicas; a la apertura internacional. Todo esto que nunca pudimos poner en marcha, estará entonces sobre la mesa y vamos a focalizarlo con esa mirada más lejana. En el medio de lo que es la normalización y la implementación de esas reformas estructurales, tendremos que trabajar en apoyos específicos para que la economía empiece a andar. Algunos los anunciamos antes del coronavirus —como la continuidad de subsidios específicos para determinados sectores— y, sobre la marcha, habrá que apuntalar los rubros más dañados. En la hoja de ruta, la recuperación de la competitividad y el crecimiento sigue estando sobre la mesa.

    —Más allá de que casi a diario se están anunciando medidas y se suman costos, ¿qué gasto adicional están calculando hasta ahora?

    —Tengo las cifras de cada una de las medidas, pero no puedo decir ahora un total. Día a día estamos anunciando medidas, y previo a eso hay un análisis muy responsable de que se puedan cumplir y sostener con los recursos necesarios. Esta es una discusión que se da a nivel de distintas carteras… cada 10 o 15 minutos tenemos intercambios con algún ministro.

    Insisto: cada medida se contabiliza. Los corrimientos tributarios y del BPS están cuantificados. Para otras medidas no es posible hacer una cuantificación sino una estimación, y se trabaja con escenarios, por ejemplo, en cuanto a los seguros de desempleo; uno debería prepararse para que la cantidad de beneficiarios tenga un salto significativo en los próximos meses. Por otra parte, hay impacto también en la recaudación, y tenemos una estimación, pero va a depender de la caída del Producto. La recaudación se va a ver dañada por la menor actividad y por las personas que van al “seguro de paro”, que a su vez dejan de aportar al BPS. Entonces, sí, los costos son muchos. Pero lo que les transmito a mis colegas de Salud Pública y del Mides es que los costos sanitarios y sociales, que son los prioritarios, son acotados; el mayor costo para el Estado será en términos del seguro de desempleo y de enfermedad.

    —Antes de la llegada del Covid-19 el Poder Ejecutivo presentó lo que llamó “primeras medidas” de austeridad, para empezar a cumplir con la promesa de ahorrar US$ 900 millones al año. ¿Se va a recalibrar el plan de ajuste, dado el nuevo escenario?

    —Parece que ya pasó mucho tiempo desde que anunciamos esas medidas… En el momento en que lo hicimos, el objetivo era mejorar las cuentas públicas, atender las emergencias sociales y reactivar la economía. En esta tormenta, la prioridad de mejorar las cuentas públicas va a pasar a un segundo plano, de forma transitoria, y luego volveremos al foco para asegurar la sostenibilidad fiscal. Pero sí siguen en pie las medidas de ahorro establecidas en el decreto de la segunda semana de marzo y que tienen que ver con topes al gasto, con compras. Nuestro diagnóstico de que había oportunidades de ahorro en el Estado sigue estando, y esos ahorros se pueden y se tienen que generar. ¿Los ahorros se van a trasladar en una mejora en las cuentas fiscales? Bueno, no, porque vamos a tener un gasto significativo por otro lado, para atender la emergencia que nos implica esta crisis.

    —¿Cómo se hace para que se cumpla con la instrucción de austeridad?

    —Lo que estamos intentando desde el MEF es, en la medida de lo posible, que cada inciso y unidad ejecutora mantenga por separado aquellos gastos por la epidemia. Que separemos los tantos; no podemos escatimar gastos por la cuestión sanitaria, pero eso no quiere decir que no debamos ser eficientes y ahorrar en muchas otras cosas. Llevamos 25 días en el ministerio y hay ejemplos que llaman la atención.

    —¿Cuáles? ¿Qué encontró que se puede ahorrar?

    —Hay ejemplos chicos y grandes. Uno chico es que se paga a la intendencia casi una cuadra entera para estacionamiento y tenemos tres autos oficiales para estacionar ahí. Otro: la Dirección de Casinos nos reportó que encontraron en un depósito 200 máquinas tragamonedas, cada una con un costo de unos US$ 20.000, que es lo que sale un respirador. Tenemos que priorizar y ser eficientes en el uso de los recursos; claramente hoy no son las máquinas tragamonedas.

    —¿Qué van a hacer con esas máquinas? ¿Se venderán?

    —Estamos en proceso de averiguar en qué momento entrarían en funcionamiento. Por lo pronto, no vemos que sea en lo inmediato.

    —Así como se posterga la prioridad de bajar el déficit fiscal, ¿también se aplaza la promesa de “aflojar la cincha” al sector privado?

    —Con las medidas que anunciamos en estos días estamos aflojando la cincha con el foco en las pequeñas empresas, las unipersonales y los monotributistas. Esto está en un proceso continuo, y día a día se van tomando medidas. Las tomadas en cuanto a la DGI —los pagar que correspondían a marzo y se postergan para mayo— son previas al coronavirus, porque ya se venía de una situación comprometida. Entonces, uno va monitoreando y viendo cómo podemos dar ese oxígeno: tenemos que brindarle liquidez al sistema y no se puede romper la cadena de pagos. Los bancos tienen liquidez y el gobierno se va a hacer de liquidez rápidamente, y esto es fundamental porque nos para de manera fuerte para enfrentar esta crisis transitoria. No vamos a escatimar en medidas para inyectar liquidez, ya sea a través del Banco República —con el nuevo directorio se va a implementar una línea beneficiosa en plazos y tasas— como a través de la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande). Detrás de estas medidas está el MEF, que va a constituir la garantía de US$ 500 millones para que la Ande pueda apalancar créditos por hasta US$ 2.500 millones.

    Lo que no puede pasar es que se tranque la cadena de pagos. Esta es la obsesión de este momento. Debemos transitar esta crisis sin que haya una ruptura en la cadena de pagos y no podemos dejar que cierren las empresas, al caer en problemas de solvencia. Obsesión para que se dé crédito y para que el gobierno esté en una posición financiera sólida.

    —¿Los bancos privados y las instituciones de microcrédito van a acompañar dando préstamos?

    —La apuesta es que todos contribuyan como puedan. Los bancos ya dieron una rápida señal con la postergación de vencimientos basados en una resolución del Banco Central. Y el República también publicó medidas en el mismo sentido. De nuestra parte, lo que podemos hacer es invitar a hacer uso de este seguro de crédito.

    —¿Se postergará la nueva ronda de Consejos de Salarios?

    —No tenemos ninguna decisión en este momento. Tomar decisiones en medio de una tormenta es difícil.

    —Muchos se preguntan cuándo se volverá a la normalidad después del impacto del Covid-19. ¿Qué les dice a los uruguayos que se sienten agobiados por esa situación?

    —Cuándo se normaliza la economía es muy difícil de estimar, siendo que el origen de la crisis es una epidemia. El mensaje importante es que, a juzgar por lo visto en otros países, es algo transitorio y no es de larga duración. Entre todos, cada uno dando su parte, pasará la tormenta. En nuestro caso, quiero dar la tranquilidad de que el gobierno está analizando, todos los días, diferentes medidas para ayudar. La prioridad hoy es la emergencia sanitaria y social, pero también estamos mirando el día después. La caída puede ser significativa, pero la salida también puede serlo.