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    Asociación empresarial plantea repartir “con justicia” la riqueza

    Aportes de la ACDE para la “cultura del trabajo”; “está en el imaginario que el empresario roba al trabajador, lo exprime, y no que es un creador” de empleos y producción, dice su presidente

    “Si bien no es el único factor, es también desde la cultura del trabajo que hemos construido una sociedad fragmentada”, sostiene la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). Con esa visión, la organización incorporó a sus directrices estratégicas promover cambios en esa área buscando “contribuir a reducir y eliminar desigualdades y brechas” sociales, “generar climas y estructuras laborales” que generen “re­laciones humanizantes”, así como favorecer un país “más desarrollado, productivo, inno­vador, integrado” y con “renta justa”. En ese marco la ACDE elaboró “aportes para construir la cultura del trabajo”, una temática que el gobierno pretende encarar en diálogo con distintos actores. Un documento al respecto será presentado el próximo jueves 22 en su sede, en un foro que contará con la participación —entre otros— del ministro de Trabajo, Ernesto Murro, y del presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira. “Si en nuestro país, quienes hacemos la cultura del trabajo, quienes podemos influir en ella, no somos primero conscien­tes y luego actores de relevancia en estos cambios, corremos serios peligros como sociedad: que la desaparición de empresas nacionales sea mayor que la creación, que contingentes de trabajadores queden excluidos y que la distribución de la riqueza sea extremadamente injusta”, dijo a Búsqueda el titular de la asociación empresarial, Fernando Rachetti. “Los líderes empresariales son los primeros en tener que recoger el guante”, añadió.

    A partir de ese documento, la ACDE promoverá cambios en la cultura del trabajo en su Escuela de Negocios, en talleres, así como en actividades junto a otras cámaras y asociaciones empresariales.

    4.0.

    La organización entiende que se requiere de una “cultura del trabajo 4.0 para una producción 4.0”: está en marcha una “revolución tecnológica” que “exige otras capacida­des, competencias, actitudes, hábitos, nuevas fórmulas contrac­tuales y marcos legales, etc. para que empresarios y trabajadores puedan insertarse” en ese mundo en “permanen­te cambio”.

    Para la ACDE, la cultura del trabajo a promover debería visualizar a las personas en su integralidad, “siempre consideradas como un fin en sí mismo y no como medio”.

    En su documento alude a varios principios de la doctrina social cristiana. Plantea que, como creadores de riqueza y prosperidad, las empresas y sus líderes “deben encontrar formas de distribuir con justicia” la riqueza: “a los empleados siguiendo el principio del derecho a un salario justo, a sus clientes y proveedores fijando y pagando pre­cios justos, a los propietarios brindando rendimientos justos y a la comunidad mediante el pago de impuestos justos. La justicia la entendemos en tres sentidos: dar a cada uno lo que corresponde, favorecer a los más débiles y la igualdad de oportunidades”.

    Luego afirma que, para propiciar el cambio cultural, “se necesita de todos: empre­sarios y trabajadores, sindicatos y cámaras, gobierno y organizacio­nes educativas, aunando esfuerzos en pro de objetivos comunes”. Destaca tres: “atender necesidades humanas genuinas a través de la creación, desarrollo y producción de bienes y servi­cios útiles”; “organizar el trabajo de modo que sea bueno y productivo”; y “utilizar recursos para crear y compartir riqueza y prospe­ridad de forma sostenible”.

    No son “máquinas”.

    Para la ACDE, los trabajadores no son meros “recursos” o “capital humano”. Consecuentemente, indica que el trabajo debe estar “diseñado de acuerdo a las capacidades y características de los seres humanos”, y por ello no se debe esperar que las perso­nas “se adapten a su trabajo como si fueran máquinas. En ciclos de crecimiento de la actividad, el empresario debe ser “diligente” en procurar que todo integrante de la firma, gracias a ella, pueda adquirir y perfeccionar sus competencias generales y específicas de la tarea que desempeña. En época de crisis, la ética de la responsabilidad “exige defender el empleo de la mayor cantidad de gente posible”, sostiene.

    Más adelante, la organización subraya que la ganancia es un indicador del correcto funcionamiento de las empresas; cuando una firma obtiene beneficios general­mente implica que los factores de producción han sido emplea­dos de forma correcta y que las necesidades humanas fueron satisfechas de forma apropiada. “Una empresa rentable, que crea riqueza y promueve la prosperidad, colabora con la excelencia de los individuos y ayuda a que comprendan el bien común de una sociedad. El valor económico de la riqueza está estrechamente unido a esta noción amplia de bienestar”, sostiene.

    Para la ACDE, “todos los agentes sociales” deben “impulsar y respaldar la vocación del empresario, su formación y su acti­vidad”. Rachetti señaló una preocupación sobre este punto: la sociedad tiene una baja estima sobre la actividad empresarial. “Porque está en el imaginario que el empresario roba al trabajador, lo exprime, y no que es un creador de fuentes de trabajo y de riqueza, ni está en el imaginario que el 80% de las empresas son familiares. A un joven lo primero que se le dice es ‘búscate un empleo público’ para que dependa del Estado, para que ‘viva de arriba’, de alguna manera, con bajos riesgos, pero también con baja creatividad y cero innovación y generación de riqueza genuina. Y no se le dice ‘créate un emprendimiento para que estés realizado y crees riqueza y trabajo’. En esto todos somos responsables”.