Astesiano, el cancerbero que abrió el infierno

Astesiano, el cancerbero que abrió el infierno

La columna de Gabriel Pereyra

7 minutos Comentar

Nº 2201 - 24 al 30 de Noviembre de 2022

Ahora hay más de uno que quiere presentarlo como un mentiroso, un traidor, un terraja que nunca debió ocupar el cargo que ocupó.

Pero lo cierto es que al nombrar a Alejandro Astesiano como jefe de la seguridad presidencial, se le otorgaron poderes establecidos en un decreto que le permitió, entre otras cosas: “Requerir en cualquier momento apoyos y recursos, tanto del sector público como del privado, para el correcto desempeño de sus cometidos. Las instituciones del sector público están obligadas a suministrar la colaboración directa, el apoyo o la información que le fuere solicitada, con la premura y/o las prioridades que el oficial a cargo o el médico jefe de la Seguridad Presidencial determinen. (…) Ser apoyado por personas contratadas o en comisión, para el desempeño de alguna actividad específica que asegure el logro de los cometidos a su cargo. (…) Disponer logística, a la que le compete tramitar, registrar y proveer los medios necesarios para el normal funcionamiento del servicio, tales como combustible, equipos de comunicaciones, alimentación. (…) Recabar información de cualquier agencia nacional o extranjera, referente a eventuales riesgos para la persona del presidente de la República, sus familiares directos, y cualquier otra persona que aquel determine. (…) Ejercer contralor de ingreso a toda persona debidamente autorizada a los edificios de la Presidencia de la República, a las residencias, así como a los lugares en que el presidente de la República se encuentre temporalmente. (…) Ser el enlace directo de los comandos de las Direcciones Nacionales y Jefaturas del Ministerio del Interior, ante cualquier situación que se plantee y sea de su competencia”.

Ni más, ni menos.

Por este cúmulo de poderes es que, lo que comenzó como una maniobra delictiva con pasaportes falsificados para extranjeros de dudosa calaña, los WhatsApp que están en poder de Fiscalía y que refieren a maniobras de Astesiano se extendieron a negociaciones con empresarios españoles (en la sede de la casa de gobierno) para la compra de insumos policiales con cobro de “comisiones”; intentar ser un nexo entre el presidente y personas acusadas por la Justicia como el empresario y sindicalista Marcelo Balsedo; el presunto uso del sistema de espionaje el Guardián y cámaras de vigilancia policial; y ser el nexo entre un dignatario árabe al que le concretó una reunión con el presidente de la República.

Y todo indica que los mensajes seguirán develando una trama mafiosa con ribetes al parecer inusitados.

El gobierno está metido en un lío, pero por momentos parece minimizar la forma de pararse ante él.

El presidente Luis Lacalle Pou reivindicó la independencia de la investigación, apoyó a la fiscal actuante (caminando por el filo de sus potestades para no invadir competencias de la Fiscalía) y anunció que se actuará con transparencia.

Pero las acciones de Astesiano giraron casi todas en torno a un área que le compete al Ministerio del Interior: nexo con oficiales de alto grado; el acceso o no a información del Guardián y cámaras de vigilancia; compras de insumos policiales.

Y allí salió a dar la cara en estos días el ministro Luis Heber, un fiel escudero del presidente, que al asumir el cargo le sacó las castañas del fuego asumiendo un papel para el que no estaba capacitado pero para el que el mandatario lo necesitaba. Y sus salidas no solo no fueron felices, sino que, de seguir por este camino, el gobierno se expone a un golpe político mayor que el que pueda emerger del sistema de Justicia.

En línea con lo que ha sido su actuación ante denuncias de irregularidades en su cartera, Heber descartó de plano que Astesiano haya podido acceder al Guardián porque para eso se requiere la orden de un juez. Claro, de la misma forma que hay una manera legal de sacar pasaportes, pero Astesiano se las ingenió para hacerlo por izquierda. ¿Cómo sabe el ministro que Astesiano no tuvo contacto con funcionarios corruptos de las telefónicas privadas para acceder a información sin pasar por un juez?

Con el mismo desconocimiento de causa, salió a negar que hubiese maquillaje de delitos sin haber siquiera indagado en serio el asunto, que en el caso de Durazno no solo está siendo investigado por Fiscalía sino por Asuntos Internos de la Policía. Las declaraciones del ministro se pueden tomar como una presión sobre los investigadores. No será fácil para Asuntos Internos dejar mal parado al ministro si encuentra irregularidades en el registro de delitos en la jefatura de Durazno, de donde han surgido documentos que parecen demostrar a todas luces que eso está ocurriendo.

Federico del Castillo, antropólogo que cursa un doctorado en la Universidad Nacional de San Martín de Argentina, especializado en temas vinculados a la seguridad pública, dijo en una entrevista con la diaria: “La Policía en Uruguay es una institución muy respetada; si se compara con la región, tiene un alto índice de confianza ciudadana. No sé cuánto pueda afectar (el caso Astesiano) a la Policía, pero sí impacta sobre la administración del Ministerio del Interior. En este caso, además, otra vez vimos algo a lo que nos tiene acostumbrados esta administración: hay un acto reflejo del ministro (Luis Alberto) Heber de colocar a los jerarcas policiales como víctimas, sin importar si cometieron o no un ilícito. Nadie lo sabe hasta que la Justicia se expida, pero el resorte anticipado del ministro es declarar que son víctimas. Varias veces hemos observado cómo se impugna o desacredita a quienes denuncian a policías, bajo cierta pretensión de inocencia incuestionada. Blindar a la Policía del escrutinio externo es algo muy delicado; una Policía democrática debe estar abierta al escrutinio de la Justicia, de las organizaciones de derechos humanos y de la sociedad civil”.

Defender a los acusados y hasta apoyarlos, como hizo con el jefe de Durazno, sin antes investigar. Un peligro.

Y además, con argumentos pueriles, que nadie que sepa cómo funciona el sistema de seguridad puede dar crédito. Heber dice, por ejemplo, que no son los policías sino los fsicales quienes tipifican los delitos y que esto impide el maquillaje de cifras. El desliz es tremendo.

Los homicidios, que presuntamente siempre se denuncian, tienen una aclaración del 50%, pero aún así aumentan los registrados como “muertes dudosas”. Eso le pasó a una exfiscal de Durazno, que ante un crimen que según el forense ocurrió cuando un hombre fue asesinado de un golpe en la cabeza, el jefe duraznense quería registrarlo como muerte dudosa.

Si pasa eso con los homicidios, ¿qué no habrá de pasar con las rapiñas o hurtos, cuyo nivel de aclaración es mínimo? Recién cuando se indaga y se llega a una causa es que los fiscales tipifican; antes, solo queda el registro que el policía puso. Y en Durazno el jefe, según consta en documentos oficiales, ha dado órdenes de registrar un hurto como ingreso de intrusos, o una rapiña como hurto. Pero, sin investigar, el ministro lo apoyó.

Con Astesiano, ya no se trata de una maniobra con pasaportes. Ahora, en los mensajes empieza a aparecer el nombre del presidente de la República; de empresarios que negocian a pocos metros de su oficina con “comisiones” por compras irregulares; hasta dignatarios extranjeros que llegan hasta el presidente gracias a las gestiones de este cancerbero devenido para algunos en un infiel terraja.

Cancerbero es quien cuida a otra persona, pero en la mitología griega es el perro de tres cabezas que cuidaba las puertas del infierno para asegurarse de que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar.

Parece que Astesiano, en su papel de cancerbero, dejaba entrar a tremendos vivos y ahora le dejó al gobierno un muerto que cada día hiede peor.

Si el gobierno no se aparta de este camino de defender a sospechosos antes de que se los indague, si no solo no obstaculiza sino que además colabora, si no se libra de los policías venales que rodean al ministro, la acción de este cancerbero, en principio un error de elección por parte del presidente, dejará al primer gobierno blanco del siglo XXI con la imagen de otro perro, más doméstico que aquel mastín infernal, pero lleno de significación cromática: un dálmata.