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    Ayn Rand

    El pasado 2 de febrero se cumplieron 118 años del nacimiento de Ayn Rand, una de las escritoras y filósofas más influyentes y controvertidas de la cultura occidental del siglo XX. Fue fundadora del Objetivismo, una filosofía basada en el individuo como factótum de la sociedad, y en la razón y los hechos como el único fundamento válido para tomar decisiones.

    Nacida en Rusia en 1905, emigró a los Estados Unidos en 1926, luego de sufrir los primeros años del totalitarismo comunista, a partir de la Revolución bolchevique de 1917.

    Su obra más conocida e influyente es La Rebelión de Atlas, escrita en 1957 durante la Guerra Fría, destacando los valores morales del capitalismo y, en especial, del empresario, a quien pone en el pedestal de las virtudes, ya que sus logros los obtiene solamente intercambiando “valor por valor y no valor por necesidad”, como pretenden los socialistas.

    Atlas es un personaje de la mitología griega, un titán que —según la leyenda— fue castigado por los dioses y condenado a sostener el cielo sobre sus hombros para siempre. ¿Y quién sostiene al mundo hoy en día? Los Atlas modernos son los que invierten, los que innovan, los que estudian, los que trabajan honestamente, los que viven para satisfacer sus deseos sin afectar los derechos de los demás. Cuando estos Atlas son regulados, maniatados, controlados y expoliados por impuestos por parte de una clase zángana formada por políticos, sindicalistas, empresarios prebendarios, académicos o periodistas genuflexos, nuestros Atlas se rebelan y abandonan sus puestos de trabajo, sus casas, su contribución a la sociedad, dejándola en manos de los inútiles que los pretenden maniatar. Así, la sociedad se destruye por sí sola.

    El símbolo preferido de los Atlas es el símbolo del dinero, ya que es la manera más justa de darle valor a las cosas que uno produce y la más equitativa a la hora de realizar los mencionados intercambios.

    Ayn Rand no divide a las personas por su sexo, su origen, su raza, su riqueza, sus ideas o sus gustos. Para ella no hay “oprimidos y explotadores”, “oligarcas y pueblo”, “ricos y pobres”, “izquierda o derecha”, “norte o sur”, “explotados y explotadores”, sino que hay dos grandes grupos: productores y saqueadores. Los primeros son los que viven de su propio esfuerzo y no están dispuestos a sacrificarse por los demás y tampoco pedir que otros se sacrifiquen por ellos. Se basan en intercambios libres y colaborativos, sin coacción de ningún tipo. En cambio, los saqueadores pretenden vivir del esfuerzo de otros, recibiendo dinero a través de impuestos, prebendas o privilegios.

    Ayn Rand ha sido leída por millones de personas en todo el mundo y ha tenido un impacto significativo en la política, la economía y la cultura occidental.

    Rand defendía una visión del mundo en la que el individualismo y la libertad económica eran valores fundamentales, donde el hombre era un ser racional y autónomo y debía ser completamente libre para alcanzar sus metas y realizarse a sí mismo. Y en esa búsqueda de su propia felicidad mediante un “egoísmo racional”, se logra (paradójicamente) el bienestar de toda la sociedad. Para ella, el Estado debía ser un simple medio para el bienestar individual y no debía interferir con la libertad de los individuos, como lamentablemente sucede cada día más.

    Esta filosofía ha sido especialmente atractiva para aquellos que ven en el capitalismo una forma de lograr la prosperidad y la libertad individual, lo que ha quedado demostrado por la aplicación de estos principios fundamentalmente en los Estados Unidos y en especial sobre la base de las ideas de los Founding Fathers, hoy bastante olvidadas.

    Además de su impacto político, Rand también ha tenido un impacto significativo en la cultura popular, ya que su obra ha sido adaptada a películas, series de televisión y teatro, y ha sido el tema de innumerables libros y ensayos que mantienen plena vigencia. Y para muestra, basta este botón. Si comparte la frase que sigue (extraída de La rebelión de Atlas), concluirá conmigo que vale la pena releer a esta magnífica pensadora. Dice así:

    “Cuando vea que el comercio se hace no por consentimiento de las partes, sino por coerción; cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.