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    Bajar el gasto ahorrando

    Sr. Director:

    Viejo (y peludo) tema. Reinstalado ahora, por el manejo manirroto que el Frente ha hecho de los dineros públicos y la aversión (¿miedo?) a admitir que se necesitarán más impuestos para abatir el déficit. Así, todos hablan de ahorrar, con diferentes propuestas.

    Pero la experiencia demuestra que no servirán. Las intenciones son impecables, pero la realidad es más fuerte. Los ahorros siempre resultan insuficientes y la férrea defensa de la burocracia termina por hacerlos desaparecer.

    La única manera real de reducir el gasto del Estado es reduciendo al Estado.

    Sí, eso es muy difícil. La tumba de los cracks. Pero si seguimos repitiendo lugares comunes, como lo de la motosierra, el ajuste salvaje, las privatizaciones fueron prohibidas por el plebiscito contra la ley de empresas públicas y otros del mismo estilo, la tumba no será solo para los cracks.

    El Uruguay viene optando por privilegiar la atención a sus pasivos, subsidiar actividades de poco o nulo retorno y regular la vida de cientos de miles de ciudadanos. Quizás, per se, ello no esté mal. Ese no es el tema. El tema está en que no quedan recursos para invertir en cosas que, a su vez, generen más recursos; los suficientes para bancar lo que hemos dado en llamar “gasto social”. Tan simple como eso. Visto desde otro ángulo, la opción podría no estar mal si la aceptáramos con los ojos abiertos y de forma expuesta, pero no es así. Cuando se manifiestan las resultancias: endeudamiento, estancamiento, país caro con baja productividad, dificultad para exportar valor agregado… etc., ahí pateamos. Solo que pateamos contra muchas cosas irreales y no contra las causas reales.

    Las campañas electorales no suelen ser momentos ideales para reflexionar públicamente sobre estos temas, pero, por otro lado, los tiempos para nuestro país, se van achicando.

    Miremos a la Argentina: ellos siempre llevan los casos a extremos y, además, no duele cuando el defecto lo señalamos en el otro. El Wall Street Journal sacó hace unos días un artículo muy interesante, explicando por qué Argentina enfrenta otra crisis. La explicación es, en sí, sencilla: los argentinos quieren vivir mejor de lo que pueden y para ello buscan atajos que, recurrentemente, los llevan al principio: endeudamiento, devaluación, economía cerrada, impuestos “indoloros”…, etc.

    ¿Y nosotros? Menos. Pero muy parecidos.

    Es muy difícil atacar el problema del Estado. Y muy impopular. Los políticos no se animarán a hacerlo si no perciben que hay conciencia en la gente acerca del problema y de la necesidad de atacarlo en su raíz.

    Es común escuchar, sobre todo en ámbitos de la izquierda, que “el Uruguay se debe una discusión profunda sobre…” y por lo general es una estrategia para evitar decisiones y sus riesgos. En este caso vendría bien un análisis sincero y público. Admitir que con los actuales niveles de gasto la sociedad uruguaya está condenada al estancamiento y a la mediocridad. Reconocer que es imposible solucionar el problema por la vía de aumentar aún más los impuestos (serían recesivos) y quimérico creer que será posible hacerlo con medidas de ahorro, sin tocar la estructura.

    Admitamos que no hay nada de malo, per se, en pasar al sector privado sea la titularidad, sea el régimen jurídico, de diversas actividades. La propia izquierda cree esto y lo ha demostrado, no solo al no haber volteado las privatizaciones del gobierno de Lacalle Herrera sino, además, poblando la gestión pública de sociedades anónimas.

    Pero la necesaria reestructura del Estado, que devuelva oxígeno a la sociedad, no pasa solo por privatizar. La tendencia expansiva natural de la burocracia ha hecho que vaya ocupando actividades o la regulación de las mismas, con una inercia imparable y que, por ello, estemos cargados de cosas inútiles, perimidas o, sencillamente, absurdas. ¿Cuántas de las actividades del Ministerio de Industria —para poner un ejemplo— se justifican hoy en día? ¿En qué contribuye la Auditoría Interna de la Nación a la actividad comercial del Uruguay? ¿Se justifica que el MGAP tenga miles de funcionarios? ¿Cuánto turismo genera el Ministerio? Sume y siga.

    En definitiva, ¿por qué no se pueden formular estas y otras preguntas?

    Con frecuencia, la respuesta es emocional, llamando a la resistencia para evitar que queden miles de funcionarios en la calle. Mentira: es posible buscar soluciones personales cuando se suprimen actividades estatales. Lo que no es posible es perdurar la mentira de un país viable debajo de un Estado inviable.

    Ignacio De Posadas