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    Basta, mamá

    Se estrenó en Cinemateca Las siamesas, de la directora argentina Paula Hernández

    La directora argentina Paula Hernández sí que sabe quitar el aliento. Te lo roba, te lo retiene y apenas te permite soltarlo, casi siempre de maneras poco predecibles. Cuando uno abraza la incomodidad presente en su cine, también le abre las puertas a la angustia que se puede encontrar en sus relatos. Y si de crueldad hablamos, en sus historias se avecina en rincones menos esperados, aunque sospechosamente próximos. Es que la familia, el objeto de estudio en las últimas dos películas de la cineasta, es el verdadero conciliábulo de lo marchito. Y Hernández sabe cosechar hasta la siembra más maldita de todas.

    Durante la producción de su película anterior, Los sonámbulos —obra elegida para representar a Argentina en los Premios Oscar de 2021—, Hernández leyó el cuento Las siamesas, del escritor bonaerense Guillermo Saccomano. La lectura le despertó una veta narrativa que la tocaba, una vez más, de cerca: el veneno que habita dentro de los vínculos familiares. En este caso, Saccomano construía un relato breve sobre una madre y su hija, anónimas y solo presentadas bajo esos roles como si fueran sus nombres, y una relación en la que ninguna parece encontrar felicidad alguna. Más allá de una continuidad temática que su filmografía empezaba a construir, lo que atrajo a Hernández fue la posibilidad de comenzar a pensar en una película más pequeña en comparación a la que ya se encontraba envuelta. Un espíritu de cine independiente la reclamaba y le ofrecía una libertad que su rodaje más próximo no tenía: pocos actores, pocas locaciones, pocos realizadores y nuevo desafío a la vista: Las siamesas, la película.

    Con su retrato de las tensiones ascendentes dentro una familia de clase alta durante unas vacaciones, Los sonámbulos se sintió como un golpe al estómago. Las siamesas, en cambio, es una bofetada doble, con la tragedia en el dorso de la mano y una comedia lastimosa en la palma.

    Las imágenes promocionales que rodean a la película de la productora argentina Tarea Fina encapsulan parte del brillante engaño que se esconde detrás de su historia, que está lejos de ser un drama familiar costumbrista tradicional. En el afiche oficial, por ejemplo, dos mujeres que portan vestimentas con estampados de flores y animales se ven perdidas dentro de una fauna vegetal en donde lo más homogéneo es el color de la tinta del pelo teñido que ambas protagonistas comparten. Podría tratarse de una comedia de enredos en un paisaje exótico y remoto. Pero no lo es. Las siamesas se sumergen en una selva mucho más peligrosa: la maternidad.

    Allí encontramos por primera vez a las actrices Valeria Lois y Rita Corsese, en los papeles de Estela y su madre Clota. Despertándose de sus respectivos sueños, ambas habitan bajo las penumbras de un apartamento que apenas parece querer invitar pasar al sol y cuyo paisaje se compone de una serie de sábanas, cortinas, tapices y adornos cargados de flores y plantas que apelan al rococó pero terminan, irremediablemente, en lo kitsch. Una alarma se dispara con estruendo y la demanda, la primera de muchas, comienza. “¡Estela! ¡Estela!”, grita Clota, la setentona, desde su habitación, con la pasión de un Marlon Brando moribundo. La hija, cuarentona y sin opción, vuelve al ruedo. Vuelve a levantarse, vuelve a vestirse y, una vez más, vuelve a su madre. Cuando las vemos reunidas, en plenos preparativos matinales, Hernández comienza con el primero de una serie larga de ecos audiovisuales que tendrán repercusiones cada vez más dañinas para sus protagonistas. Si la cámara es un espejo para estos personajes, el reflejo es el de dos personas en una mímesis que lleva más años de lo debido. Comparten atuendos, comparten peinados y el gusto por las alhajas más doradas que sus manos y abrazos puedan sostener. La aventura, cual sea que estén a punto de comenzar, les exige estar regias por sobre todas las cosas y ni Estela ni mucho menos Clota quisieran estar por debajo del desafío que les ha tocado.

    La premisa es la de un viaje con una misión determinada. Estela ha heredado dos apartamentos de su padre y la dupla decide viajar desde la ciudad de Junín hasta la localidad de Costa Bonita, en Necochea, provincia de Buenos Aires. Una película de carretera, usualmente, utiliza el camino como el medio de autodescubrimiento de los personajes. En Las siamesas, sin embargo, la ruta solo es la primera parada hacia el precipicio de una relación de cadenas endogámicas en las que, para Estela, cada vez se hace más difícil poder escapar.

    La primera de las múltiples virtudes detrás de una película como esta es que, pese a la escala de su relato, Hernández es capaz de construir universos muy amplios en los espacios más reducidos. Al tener a uno de sus dos personajes principales en escena se anima a explorar, y explotar, el significado detrás de la soledad que una persona puede encapsular en un solo plano cinematográfico. Las sombras y la claustrofobia de una residencia de clase media son en donde Estela y Clota conviven pero, sobre todo, donde parecen querer radicarse por siempre: lejos una de la otra, aisladas por su cuenta, pero siempre en una distancia que no las separe del todo.

    Los silencios de la película suelen ser interrumpidos por los afilados diálogos entre madre e hija y el puñado de personajes que aparecerán durante su viaje. De Estela y Clota se puede decir que entre una y la otra parece haber un intercambio constante mediante una daga verbal. Por su edad y por su lugar en la relación, Clota es la maestra a la hora de empuñarla. Sus exigencias son constantes, sus insultos son dolorosos y sus miedos (alimentados por un racismo y clasismo galopantes) son cada vez mayores, como prendas sobre prendas que la terminan de vestir como una acompañante del infierno. Pero Clota, bajo pleno talento y dominio de Cortese, también es capaz de personificar la ingenuidad e inseguridad pura, convirtiéndola en una indefensa dueña del cordón umbilical que tiene a su hija atada.

    ¿Qué decisiones tomó Estela para cargar con el martirio de tal madre? Pues no lo sabemos. Al menos no al principio. Otra de las cualidades narrativas, en particular de su guion, es la reconstrucción del pasado de ambas protagonistas mediante pequeñas pistas arrojadas en conversaciones mundanas que ayudan a entender no solo qué falló en la vida de Estela, sino lo que no pudo realizar por su cuenta al estar bajo el incesante yugo de una persona tan emocionalmente tóxica como su madre. Es el viaje de ambas, para suerte de la acomplejada Estela que Valeria Lois construye, el que la hará ver hasta dónde la amargura de una persona que parece haber olvidado sonreír puede llegar.

    La elegancia que esta dupla intenta mantener con su apariencia contrasta con la austeridad de su viaje, un ómnibus de doble piso en el que parecerá que ambas viajan solas durante toda la película. Puede que otros personajes tal vez las acompañen, pero la clave del relato de Hernández es nunca perder la mirada sobre ellas, pese a que ambas comienzan a perderse cada vez más en sus propias neurosis. Clota se dejará llevar por la paranoia y el pesimismo que la ha convertido en una embajadora humana de la ley de Murphy. Estela, por su parte, comenzará lentamente a soñar en el futuro que los inmuebles caídos del cielo podrán traer consigo. La posibilidad de un negocio propio, una temporada en la playa y en particular la lejanía de su madre, de una vez por todas.

    Lo sombrío de este paseo, sombrío y demandante, es contrarrestado por una sensación de comedia accidental que rodea a todo el relato de Hernández. ¿Cómo no reírse de la amargura de Estela, cuya áspera lengua es reconocible en muchas personas de ambos lados del Río de la Plata? Las bromas presentes en Las siamesas, sin embargo, habitan un territorio poco claro y la experiencia de verla en sala es prueba de ello. No todos se reirán con el viaje de Estela y Clota pero quienes lo hagan serán capaces de admirar, de mejor manera, el nuevo y formidable trabajo de la directora, que ante el llamado de un desafío pequeño construyó una gran película.