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    Brasil ante un panorama complicado

    Nº 2096 - 5 al 11 de Noviembre de 2020

    Frente al desolador panorama que muestra la economía argentina, la situación en nuestro otro vecino aparece relativamente mejor, aunque no exenta de complicaciones muy significativas para 2021.

    En efecto, la economía brasileña parece haber tenido una recuperación mucho más fuerte en el tercer trimestre, a tal punto que básicamente la previsión de caída del Producto Bruto Interno (PBI) para 2020 fue reducida prácticamente a la mitad, con el Fondo Monetario Internacional proyectando ahora una contracción de 5,8% en lugar del 9,1%. La última encuesta de expectativas del Banco Central de Brasil (BCB) mostró que los analistas ahora esperan una caída de 4,8% en el nivel de actividad.

    Los datos de producción industrial de setiembre mostraron una suba de 2,6% en relación con agosto (la quinta suba mensual consecutiva, en lo que es la mayor secuencia de alzas desde 2012) y de 3,4% respecto a setiembre de 2019, con lo que volvió a los niveles prepandemia.

    Aunque la valorización de las materias primas y el crecimiento de la economía china en los meses recientes ayudó, la clave en esta recuperación tan rápida y significativa de la economía ha sido el fuerte estímulo fiscal otorgado por el gobierno (casi equivalente a 10% del PBI), así como la decidida acción del BCB bajando a mínimos históricos (2%) la tasa de interés doméstica. Ahí justamente está el problema más significativo, porque la consecuencia de dichas medidas también fue la de llevar el déficit nominal para este año 2020 a un estimado de 17% del PBI, con el desequilibrio primario en 12,7%, lo que a su vez ha hecho crecer la deuda pública en unos 20 puntos, hasta casi 100% del Producto. En definitiva, son magnitudes imposibles de sostener mucho más tiempo, lo que ha llevado a tensiones en los mercados financieros, con el real sufriendo una fuerte depreciación —de más de 40% en los últimos 12 meses, una de las peores devaluaciones dentro de los países emergentes—, al tiempo que las tasas de interés de largo plazo han tenido alzas importantes, “empinando” la curva de rendimientos.

    Cómo hará Brasil para hacer retornar la situación fiscal y de deuda a una dinámica sostenible a partir del año que viene y sobre todo de 2022, es la pregunta que todo el mundo se hace, ya que ello resulta crucial para mantener un grado mínimo de confianza que evite que lo trabajosamente conseguido en materia de recuperación se pierda rápidamente. La reactivación económica que mejorará la recaudación, y la reducción/eliminación de una parte sustancial de los estímulos otorgados en este año para luchar contra la pandemia del Covid-19, deberían llevar a una baja sustancial del déficit fiscal el año que viene, pero habrá que ver si ello es suficiente y sobre todo cuáles son las señales que dará el gobierno para los siguientes. Ello explica las tensiones que se observan en los mercados financieros brasileños.

    Seguramente, el crecimiento del 3% que se proyecta para Brasil para 2022 estará mucho menos basado en la recuperación de la demanda interna y más en un crecimiento de las exportaciones, aprovechando el alto nivel de tipo de cambio real actual, así como la mejora de los precios de los commodities y del crecimiento de la economía mundial. En este sentido, hay que esperar que ese país siga siendo un competidor muy fuerte para las exportaciones uruguayas durante un buen tiempo. Pero estamos lejos de un contexto en el que se pueda pensar en un nuevo ciclo prolongado de alto crecimiento para nuestros vecinos. Y si bien la actual recuperación de la economía brasileña es algo positivo, lo más importante desde el punto de vista de Uruguay sería que los precios en dólares en Brasil tuvieran una suba importante, lo que lamentablemente parece poco probable hasta tanto Brasil presente un plan creíble de consolidación fiscal a mediano plazo. Aunque el cierre de fronteras ayuda en el corto plazo a neutralizar en buena medida el impacto de los bajos precios en dólares en Brasil (lo mismo que en Argentina), a la larga será muy difícil continuar siendo una “isla cara” en dólares en medio de una región que se ha abaratado sustancialmente, y que probablemente siga siendo muy barata durante un buen tiempo.