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    Buenos muchachos

    Les dieron como adentro de un gorro. Los pobres ministros Lorenzo y Pintado (dicho así parece el nombre de una tira de historietas…”Las aventuras de Lorenzo y Pintado” ¿cómo la ven?) se bancaron once horas de castigo, y, como de costumbre, a la hora de votar las mociones de censura, los dieciséis brazos enyesados de los fracturados senadores oficialistas volvieron a salvarles la vida.

    Fortunato estaba terminando de cenar, cuando por la tele dijeron que la interpelación estaba por terminar, y se apuró con el postre para ir a ver la esperada final. Estaba bastante cansado, pero como no era tan tarde, tenía la esperanza de no quedarse dormido.

    —“Como ustedes verán” —dijo susurrando el periodista asignado a la cobertura del acto desde las barras —“está culminando la lectura de la moción de censura presentada por la oposición, en la que se establece que las explicaciones brindadas por los señores ministros son insatisfactorias, por lo que los mismos deberían renunciar a sus cargos tras la catastrófica gestión que les cupo en torno al desastre de Pluna”.

    —“Señores senadores, se va a votar, sírvanse señalar quiénes están por la afirmativa” —dijo el presidente de la Cámara, y unas insuficientes manos esperanzadas pero conscientes de la segura derrota, se alzaron con resignación. “Y ahora por la negativa” —dijo el presidente, y los dieciséis autómatas gubernamentales torpedearon la propuesta opositora. “La moción no obtuvo los votos necesarios, no aprobada” —resumió el presidente.

    Fortunato tragó saliva, resignado a no ver nunca una interpelación en la que triunfaran los que tenían razón, no los que tenían los votos, que a veces coinciden, pero no en este caso. Bostezó profundamente, al borde del sueñito añorado.

    Pero lo detuvo un anuncio del periodista desde el Senado, en el que decía que, de manera inesperada, la oposición presentaría nuevas pruebas en contra de la gestión ministerial en el caso Pluna, que acababan de llegar a sus manos.

    —“¡Aquí hay pruebas irrefutables de que este escándalo de malversación de fondos, incompetencia, vaciamiento de la empresa e inconstitucionalidad son más graves que lo que sabíamos hasta ahora!” —dijo un senador de la oposición, blandiendo unos papeles en el aire. “Tengo aquí la factura por la que López Mena le compró un Mercedes Benz a Lorenzo y un Audi a Pintado, con tal que le concedieran a BQB la frecuencia Montevideo-Paris, y tengo acá la foto de los tres cenando en La Tour D’Argent, y hasta el número de los patos que cenaron esa noche sale acá en la foto, y después se fueron al Moulin Rouge, y se alojaron en el Ritz, tengo acá la factura de las tres suites presidenciales que ocuparon, y además…”

    —“Esto es lamentable, y gravísimo además” —pensó Fortunato para sus adentros, con los ojos vencidos por el sueño. Pero el escándalo seguía.

    —“Y de ahí se fueron con Olivera García a Dubai” —prosiguió el legislador— “donde el Emir, que es amigo de López Mena, le dio una recepción en la que estaban el caballero de la derecha, Campiani, el Chino Recoba, que se va de Nacional a jugar en el Dubai Stars, y Cánepa, a quien Campiani le aseguró la gerencia general de Plunair, una empresa de aviación que se abrirá en breve en Angola, país en el que Campiani tiene muchos amigos, una vez que termine el período de gobierno, porque parece que en el de Tabaré, si es que gana, no va a tener ninguna suerte” —vociferó el legislador opositor. Acto seguido agregó: “¡Ante la evidencia de corrupción que demuestran estos documentos, propongo que se censure a los ministros, y se les exija la dimisión inmediata!” —mocionó.

    Se votó negativo con los dieciséis votos oficialistas.

    Otro senador opositor volvió a la carga: “Y yo tengo estas fotos del cruel Pintado pisando un perro en la carretera y bajándose después para gritarle ¡sos un perro, y te pisé, y si se me pone delante un ministro de la Suprema Corte también lo piso como un perro!, en clara alusión al disgusto que produjo la declaratoria de inconstitucionalidad de la ley de Pluna, esos sentimientos criminales son peligrosos en un secretario de Estado, propongo que se nombre una comisión siquiátrico-investigadora para analizar las reacciones del ministro Pintado, a lo que se agrega que el ministro Lorenzo cuando tenía dieciséis años le sacó de la casa a un primo la bicicleta, y el primo creyó que se la habían robado y denunció el robo en una comisaría, y cuando encontraron a Lorenzo andando en la bicicleta del primo fue detenido y se le condujo a la comisaría, tengo aquí el parte, señor presidente, y aunque se aclaró que era una picardía de adolescente, igual el señor Lorenzo quedó fichado en la policía, y no nos podemos permitir tener un ministro con antecedentes penales, por lo que propongo que se pase esta versión a la justicia, para que…”

    A esa altura Fortunato ya no sabía a qué atenerse. ¿Sería cierto todo aquello que estaba escuchando de los ministros? ¿se estaría quedando dormido y estaba soñando?

    Cuando escuchó que las mociones de censura por estos graves episodios también habían sido rechazadas por la mayoría automática, pensó que era verdad. Pero cuando escuchó entre sueños una declaración de la mayoría oficialista que decía que los señores ministros habían sido salvados de las condenas porque pertenecían a la fuerza de gobierno, pero que sus conductas en todo el caso Pluna eran vergonzosas, y que el escándalo de proporciones que habían creado en la opinión pública podrían llegar a arriesgar el triunfo electoral en el año 2014, por lo que los votos que habían recibido eran fruto de la disciplina partidaria, supo que —¡ay!— era un sueño.