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    Cacerolas desafinadas

    N° 2065 - 26 de Marzo al 01 de Abril de 2020

    En los momentos más difíciles es en los que queda de manifiesto la valía de los líderes. Siempre fue así, desde el comienzo de la historia, y es una de las tantas características esenciales de las sociedades, que no cambian con el transcurso del tiempo. Los gobernantes, los políticos opositores, los líderes empresariales, sindicales y académicos, los intelectuales, todos ellos son puestos a prueba cuando se desata una tormenta intensa, que dificulta seguir conduciendo al barco por el rumbo indicado.

    El temporal de estos días se llama pandemia de coronavirus y es de los más fuertes de las últimas décadas. El peor desde la Segunda Guerra Mundial, según la primera ministra alemana Angela Merkel. Tan grande y expandido que ha hecho estragos en cuatro de los cinco continentes y que puso a las grandes potencias mundiales en jaque.

    Uruguay no es la excepción. Aquí llegó oficialmente un fatídico viernes 13, con la confirmación de cuatro personas infectadas por ese enemigo invisible. Desde aquel día nada ha vuelto a ser igual. El ajuste de tarifas, la ley de urgente consideración, las nuevas autoridades, todo quedó por el camino. El coronavirus arrasó con la agenda política y pasó a ser único tema de interés, como es lógico, ya que es la vida de muchos la que está en juego.

    El presidente Luis Lacalle Pou y el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, mostraron de inmediato su liderazgo al hacerse cargo del problema y anunciar, día tras día, distintas medidas. Son tiempos de decisiones muy difíciles, con la economía de todo un país y la salud de miles en juego, y ellos optaron por dar la cara, en el acierto o en el error, y procurar transmitir seguridad.

    También actuaron de una manera similar varios integrantes del nuevo Poder Ejecutivo, algunos dirigentes de la oposición y empresarios y académicos, llamando a dejar de lado las viejas disputas y por unos meses trabajar todos juntos para procurar salir de esta crisis, que será histórica. Es la reacción lógica de una sociedad adulta y civilizada. Así ocurre en varios de los principales países del mundo. Especialmente los desarrollados, los que funcionan.

    Pero en la región y especialmente en nuestro país todavía sobreviven los líderes negativos, esos que buscan sacar provecho de los peores momentos. Ni siquiera transcurrió un mes de instalado el actual gobierno, obligado a enfrentar una pandemina que dejará a la salud y a la economía con heridas duraderas, y ya aparecieron los que quieren aprovechar la situación para procurar dividir y sacar provecho político de la peor manera.

    Ese es el ruido que trajeron las cacerolas los últimos días. Sonaron a liderazgos nocivos, que están mostrando que les queda enorme el lugar que ocupan. Sonaron a una frustración por la reciente derrota electoral y a un egoísmo peligroso, que puede hacer mucho daño durante los próximos cinco años. Sonaron a personas que no tomaron real magnitud sobre la importancia y gravedad de los tiempos por los que estamos atravesando.

    Lo más doloroso y preocupante es que sea una parte del Frente Amplio, el partido político más votado, y la central sindical PIT-CNT los convocantes a estas movilizaciones contra el gobierno en este momento. Porque que hayan estado esas dos fuerzas en conjunto en la convocatoria significa que hay muchos uruguayos atrás, demasiados. Y así es muy difícil poder avanzar. Así lo único que se logra es hacer más intensas todavía las nefastas consecuencias que esta pandemia trae al mundo y en especial a Uruguay.

    No es tiempo de divisiones ni de reclamos políticos con evidente intención electoral. Es tiempo de líderes que tengan nociones de estadistas y convenzan a sus seguidores sobre la importancia de que una sociedad pequeña como la uruguaya se muestre unida y en una sola dirección como para poder atravesar más rápido la noche que se acerca.

    Están faltando esos líderes en la izquierda y en el movimiento sindical. No quiere decir que no existan, pero es probable que hayan optado por el silencio y eso es muy peligroso. Dentro de dos o tres meses ya puede ser demasiado tarde.

    Y eso no significa que el gobierno esté haciendo todo bien en su intento de combatir las terribles consecuencias sociales, económicas y políticas que tendrá el coronavirus. El nuevo Poder Ejecutivo también está cometiendo errores, algunos de los cuales hemos marcado desde esta página editorial. Pero ha dado señales de que entendió la gravedad del momento. Optó por no cobrar viejas cuentas y mirar hacia los costados para tratar de salir adelante todos juntos. Es necesario no dejarlo solo. Absolutamente imprescindible. Abandonarlo en estos momentos sería un suicidio colectivo. Para evitarlo es que deberían obrar los líderes, todos ellos. Esperemos que estén a la altura de las circunstancias.