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    Catar, entre el brillo del Mundial y los derechos humanos

    Nº 2150 - 25 de Noviembre al 1 de Diciembre de 2021

    El Emirato de Catar, como tantas naciones, pasa desapercibido para el público. Salvo en el Medio Oriente. Pero ahora el mundo fija sus ojos en él, ya que el próximo Mundial de Fútbol se juega allá. Y Catar, como todo anfitrión, quiere transmitir su mejor imagen a miles de millones de personas. ¿Cuál es la realidad de este pequeño y próspero Estado?

    Catar ocupa una península de 11.600 km² —cabe 15 veces en Uruguay— sobre el oriente de la península Arábiga. La costa se extiende 700 km y tiene una frontera terrestre de 90 km con Arabia Saudí. Su población suma tres millones, pero la enorme mayoría —2,5 millones— son trabajadores extranjeros. Principalmente llegaron de la India, unos 700.000. Existe además un importante número de inmigrantes árabes en cargos de peso. El país es una planicie cubierta de arena con un área de dunas que rodea la bahía. La gente se concentra en Doha, la capital, y la lengua oficial es el árabe, aunque casi todos saben inglés.

    Es una de las economías más ricas del mundo, fruto de sus recursos naturales en gas y petróleo. Es el tercer productor mundial de gas, el mayor de gas licuado y exporta el 75% de lo producido. No es posible hablar de desempleo, porque los ciudadanos siempre pueden trabajar en empresas públicas y ministerios. El resto de la población no puede entrar al país sin un contrato laboral previo. Desde el punto de vista económico, consciente de su dependencia, el emirato elaboró la “Visión 2030”, un documento programático que analiza cómo diversificar la producción, lograr un crecimiento económico sostenible y la estabilidad, como principales objetivos.

    Doha desarrolla una política exterior pragmática, condicionada por su ubicación geográfica entre iraníes y sauditas. Además de los mecanismos diplomáticos habituales, cuenta con el canal oficial Al Jazeera, muy visto en el mundo musulmán. Estados Unidos es el aliado que garantiza su seguridad mediante la presencia del cuartel general del Centro de Comando americano (Centcom), en la base aérea de Al Udeid. El deseo de mantener una política independiente de sus socios regionales ha provocado tensiones con estos, que desembocaron en la crisis del Cuarteto —Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin— y el bloqueo a Catar desde 2017 hasta 2021. El bloqueo total implicó la ruptura de relaciones diplomáticas, el cierre de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas de estos países, la prohibición de entrada a ciudadanos y transportes cataríes y la interrupción de relaciones comerciales. En enero de 2021 el emir participó en la Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, donde se aprobó la Declaración de Al-Ula y se normalizaron las relaciones. El Consejo, creado como reacción al expansionismo iraní, está integrado por los cinco Estados citados y su objetivo es coordinar políticas de seguridad frente a Teherán.

    El perfil exportador catarí, que ha crecido constantemente, es fundamental para hacer negocios en Oriente Medio, lo que ha convertido al emirato en el Estado con mayor renta per cápita del planeta. Es uno de los pocos países cuyos ciudadanos no pagan impuestos. A fin de promover el turismo, invirtió fortunas en infraestructura y ha ganado peso en el mundo árabe. Catar estudia la posibilidad de construir una conexión del tren Transrapid, que circule por todo el Golfo Pérsico.

    Mundial y controversias

    La Constitución no prevé la existencia de partidos políticos, aunque reconoce teóricamente la libertad de expresión y asociación, el derecho a un juicio justo y la libertad de culto. En contraste con otros Estados islámicos, Catar tiene una de las legislaciones más liberales, pero no llega al nivel de otras naciones árabes, como los EAU y Bahréin. La Sharía —legislación religiosa— se aplica en temas familiares, herencia y crímenes. Legalmente la mujer puede manejar y no está obligada a llevar velo. Sin embargo, las mujeres violadas son condenadas por “adulterio”.

    El emirato vive un período de liberalización progresiva. La ley permite el alcohol hasta “cierta cantidad”, pero los bares y clubes nocturnos solo operan en los hoteles de lujo. Los inmigrantes cristianos gozan de libertad, pero no están autorizados a promover el cristianismo. El islam es la religión predominante, practicada por el 80% de la población. La religión no es un criterio para la ciudadanía, pero casi todos los ciudadanos son musulmanes sunitas o chiitas.

    Los sindicatos están prohibidos y el Ministerio de Trabajo tiene pocos inspectores para hacer cumplir la ley. Además las sanciones no son muy efectivas. Los empleados extranjeros difícilmente se arriesgan a llevar un caso a los tribunales.

    El destacado abogado egipcio Adnan Faiçal dijo que “Catar, al igual que sus vecinos, es más sensible a las leyes anglosajonas. El Estado es un simple árbitro, un regulador inconstante en las relaciones dentro de la empresa. En ausencia de sindicatos, que están prohibidos, es un paraíso para empresarios sin escrúpulos”.

    El año próximo Catar será sede del primer Mundial de Fútbol en Oriente Medio. Tiene el apoyo de todo el mundo árabe. La mayor preocupación es el calor, superior a los 40 grados, aunque los anfitriones prometieron instalaciones con temperatura controlada. Los estadios tienen previsto emplear tecnología de refrigeración capaz de reducir la temperatura interna en 20 grados respecto a la temperatura ambiental. Además, las gradas superiores se desmontarán después del Mundial y serán donadas a países menos desarrollados. La final se jugará en el Estadio Nacional de Lusail el 18 de diciembre de 2022.

    Las protestas de activistas por los derechos humanos no cesan, a un año del comienzo. La Copa 2022 es “un torneo indigno del fútbol”, dijo en Alemania el movimiento de aficionados “Boicot a Catar”. En su sitio web, afirman que se están rompiendo “principios de equidad deportiva y política”. La situación de los derechos humanos luce mal. No hay en realidad libertad de prensa ni de expresión, se restringen los derechos femeninos —aunque, como vimos, en menor medida que otras naciones musulmanas— y la homosexualidad está prohibida. También los trabajadores que “construyen estadios nuevos y relucientes viven en campamentos insalubres... nunca antes tantas personas perdieron la vida por una Copa del Mundo”, escribió el periodista deportivo alemán Ben Best.

    Es seguro que el mundo aplaudirá cuando la inauguración comience y arranquen los partidos. También nosotros si —seamos optimistas— Uruguay clasifica. Pero, al mismo tiempo, las críticas son muy serias para ignorarlas.